miércoles, 2 de diciembre de 2015

El Estado Islámico tiene fecha de caducidad

Ha sido una semana de reveses militares para el califato. Primero, los peshmergas kurdos capturaron posiciones clave cercanas a la presa de Mosul gracias al apoyo de los bombardeos de la coalición. Poco después milicias chiíes reconquistaban Jurf al Sakhar, al sur de la capital, Bagdad.
En Kobane, se calcula que el Estado Islámico ha perdido, hasta la fecha, unos 400 milicianos1 en su intento por expulsar a los kurdos del norte de Siria. Es cierto que el pueblo tiene una gran importancia estratégica y que su conquista habría supuesto un duro revés para la moral kurda, pero al concentrar una gran cantidad de hombres y materiales en un punto concreto, el EI se convirtió en un blanco perfecto para los bombardeos de la coalición. Y hay que tener en cuenta que el Estado Islámico aún no ha conseguido su objetivo de tomar Kobane.
Después de un año de éxitos sin parangón, de crear un país donde antes sólo había desierto y de aterrorizar y derrotar a sus enemigos una y otra vez, el Estado Islámico ha sido frenado por su propia ambición de conquista.
Porque es fácil aprovecharse del descontento suní para crear un Estado, atraer a miles de jóvenes voluntarios a luchar y morir por la yihad, y conquistar amplios territorios a costa de un desmoralizado e incompetente ejército iraquí o de unos rebeldes sirios divididos, pero vencer al mundo entero es imposible. Y el Estado Islámico realmente hace méritos para aumentar su lista de enemigos declarados.
De momento ha logrado que los eternos rivales, al-Qaeda, Irán, Estados Unidos e Israel, se hayan puesto de acuerdo en un tema: hay que derrotar al Estado Islámico. Hace años no nos lo habríamos creído.
Como ha escrito el periodista K. Eichenwald, “el Estado Islámico no es sólo una banda de bárbaros que buscan la violencia más brutal y sórdida sin ninguna contemplación por los seres humanos, también son los yihadistas más irreparablemente estúpidos que se han abierto camino en la escena internacional”.

Porque el plan de batalla del Estado Islámico está basado en una antigua profecía islámica

Este verano, el Estado Islámico empleó grandes recursos para conquistar Dabiq, un pequeño pueblo en el norte de Siria sin ningún valor estratégico. ¿La razón? Sus milicianos creen que será junto al riachuelo que discurre por Dabiq donde se librará la batalla final entre los infieles y los musulmanes, antes del día del juicio final2.
“El día de la resurrección no sucederá hasta que los romanos lleguen a al-A’maq o a Dabiq (dos localidades situadas en la frontera entre Siria y Turquía). Sólo entonces saldrá un ejército de Medina, formado por la mejor gente de la Tierra, para enfrentarse a ellos”
La profecía requiere que una coalición de 80 banderas de países romanos (es decir, cruzados cristianos) lleguen hasta al-A’maq o a Dabiq para que el día de la resurrección suceda al fin. Por ello, el Estado Islámico ha intentado involucrar a Turquía en la guerra civil siria, ya que su pertenencia a la OTAN forzaría a todos los países de la alianza a intervenir.
La historia no acompaña demasiado a la profecía. La última vez que los turcos invadieron Dabiq, en 1516, las cosas se torcieron ligeramente para los árabes. El sultán Selim I aniquiló sin problemas a los ejércitos mamelucos, y se aseguró el control sobre Oriente Medio y el Mediterráneo oriental. Fue el inicio del imperio Otomano y un mal antecedente para el Estado Islámico.
Ya se sabe que las profecías son malas consejeras para tomar decisiones estratégicas.

Porque el califato no tiene hacia donde expandirse

En estos momentos, el Estado Islámico ha alcanzado su punto de máxima expansión. Después de situarse a las puertas de Bagdad, las milicias chiíes, junto con el ejército iraquí, infligieron una derrota significativa que truncaba la estrategia del EI de rodear la capital antes de conquistarla.
“¿Para qué morir por unos jefes cobardes y corruptos, cuando nuestras familias están a salvo en el sur?”. Eso debieron pensar los 30.000 soldados iraquíes que huyeron en Mosul ante unos cientos de milicianos del califato, y que explica por qué se permitió al Estado Islámico avanzar en el norte de Irak. El ejército iraquí se ha visto infiltrado por el mismo virus sectario que afecta a la política del país. Igual que el gobierno, los mandos militares y gran parte de los soldados eran chiíes procedentes del sur de Irak. Mosul no era su lucha y por eso huyeron.
También explica por qué, en el mismo momento en el que el Estado Islámico se ha acercado a territorio chií, miles de milicianos voluntarios locales junto con unidades del ejército han combatido por cada palmo de tierra y han logrado vencer a los yihadistas. Esta vez no estaba en juego perder los campos petrolíferos del país, sino la propia supervivencia de los chiíes en Irak.
En el norte, los peshmergas kurdos entendieron desde un primer momento que su propia supervivencia está en juego, y por ello no dudan en sacrificar sus vidas para defender su territorio. Por eso, hasta ahora, el único ejército capaz de enfrentarse a los milicianos del Estado Islámico y luchar con la misma ferocidad ha sido el kurdo.
En Siria, el califato se ha aprovechado de la debilidad de los grupos rebeldes que luchaban contra Assad para abrirse camino hacia el oeste del país. Y aún queda mucho territorio que conquistar y muchos enemigos que derrotar. En las ciudades en los que el Ejército Islámico ha combatido contra el ejército de Assad y sus aliados chiíes, Hezbollah, los yihadistas no han salido bien parados, aunque tampoco han caído derrotados.

Porque el Estado Islámico está rodeado de enemigos

Turquía es la 8ª potencia militar en el mundo y miembro de la OTAN. Irán, la 2ª potencia militar en Oriente Medio. Jordania, un poderosos aliado de las potencias occidentales. Y no hablemos de Israel. Esos son los vecinos a los que se deberá enfrentar el Estado Islámico si desea expandir sus fronteras.
El único país que podría ofrecer alguna posibilidad al Estado Islámico es Líbano. Unas fuerzas armadas reducidas, sin experiencia,  mal equipadas y acusadas de sectarismo no parecen rival para el EI. Sin embargo, antes de llegar al país de los cedros, los milicianos yihadistas tendrían que haber derrotado al ejército sirio y a Hezbollah.
A estas alturas, parece poco probable que el resultado de la guerra civil siria sea una victoria decisiva para cualquiera de los bandos implicados. La violencia va para largo.

Porque el Estado Islámico es una fuerza de ocupación y se comporta como tal

Nada de ganarse los corazones y las mentes de los pueblos conquistados. En el califato sólo existe una norma: o estás con ellos o estás contra ellos. Musulmán o cristiano, poco importa, todos aquellos que viven en su territorio deben seguir sus reglas, y esto incluye la obligación de combatir por el Estado y por el califa, Abu Bakr al-Baghdadi.
En numerosas ocasiones se utiliza la palabra ‘takfiris’ para referirse a los integrantes del Estado Islámico. Un ‘takfiri’ es aquel musulmán que acusa al resto de musulmanes de ser apóstatas, y por tanto enemigos de la religión, ya que no cumplen los preceptos coránicos al pie de la letra y hasta las últimas consecuencias.
Y es que, para el Estado Islámico, el califato es (o debe ser) la patria de todos los musulmanes, y todos tienen la obligación de combatir por él. Los que no acudan a la llamada del califa son apóstatas. Así es fácil granjearse el odio de la población local.
No entremos ya en las restricciones de tabaco o alcohol que han sido el origen de revueltas contra el poder del califato en el este de Siria.

Pero la desaparición del Estado Islámico no hará desaparecer la violencia

El Estado Islámico tiene fecha de caducidad, sí. Pero tristemente, la desaparición del califato no supondrá el fin de la violencia en la región.
Las milicias chiíes que combaten junto al ejército iraquí han mostrado un nivel de violencia y de brutalidad comparable al del Estado Islámico. Es cierto que, hasta ahora, estas milicias han descargado generalmente su ira contra los yihadistas del califato y no contra los suníes iraquíes. Sin embargo, es únicamente cuestión de tiempo que el ‘ojo por ojo’ se vuelva a convertir en una nueva espiral de violencia sectaria que sufrirán civiles inocentes.
Es probable que la desaparición del Estado Islámico traiga consigo la fragmentación del norte de Irak. De hecho, el Kurdistán ya es un territorio independiente de facto que difícilmente se integrará en un Estado iraquí controlado por los chiíes cuando el califato sea derrotado.
El gobierno iraquí no puede imponer una autoridad basada en el sectarismo chií contra los intereses de los suníes y de los kurdos como ha sucedido en los últimos años. Este es el origen de la violencia del Estado Islámico en nombre de la comunidad suní y también ahí debe encontrarse la solución: un gobierno iraquí que actúe en pro de los intereses de las tres comunidades y no de una sola.

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