martes, 1 de diciembre de 2015

¿Tercera guerra mundial?

Frente a las múltiples amenazas que hoy existen, la ONU debe tener la capacidad vinculante para administrar las diferencias y conflictos.

por Soledad Alvear - 17/09/2014 - 04:00

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ANTE LA dramática situación global, con más de 10 conflictos bélicos, guerras civiles, pandemias y deterioro ambiental, generadas por una mezcla de pobreza, fundamentalismo y desigualdad, el Papa Francisco nos alerta sobre una “tercera guerra mundial, pero por capítulos”. Apela el Papa al rol de la ONU, devaluado por decisiones unilaterales. Ya en 2008 su antecesor, Benedicto XVI, advertía ante la Asamblea de las Naciones Unidas sobre la crisis del consenso multilateral, llamando al mundo a ser capaz de “responder a las demandas de la familia humana  mediante normas internacionales vinculantes”.
En los mensajes de los pontífices hay dos conceptos: “familia humana” y “multilateralismo”. Ambos se relacionan, porque al hablar de familia humana, nos estamos refiriendo a toda la humanidad, sin distinciones de etnia, credo, origen, ideas políticas o posición económica. Para preservar la integridad de esta familia, no es posible que unos prevalezcan sobre otros, sean grupos económicos, países o creencias religiosas. El multilateralismo es la garantía de que esa integridad se respete, priorizando el bien común global por sobre las particularidades.
La idea misma de bien común implica que nadie, ni minorías ni mayorías, actúe en perjuicio de los otros. El beneficio de la correcta aplicación de ambos conceptos, sea local o globalmente, es nada menos que la paz, la cooperación y el desarrollo. En palabras del filósofo socialcristiano Jacques Maritain, se trata de alcanzar la “fraternidad universal”, y lo que es más, llegar a tener un “gobierno mundial” que no sea simplemente la suma de los estados, sino de una sociedad política mundial basada en principios universales.
Si las demandas de la familia humana consisten en vivir en paz, en un entorno seguro, disponiendo de alimentos accesibles y sanos, un trabajo digno, horizontes de progreso personal y familiar, el sistema multilateral todavía no reúne las condiciones para promoverlas y garantizarlas.
En los últimos días se ha anunciado un alto al fuego en Ucrania y Gaza. Es una esperanza. Pero no debemos olvidar que en Ucrania hay más de mil muertes registradas y 190.000 desplazados; en Gaza sobre dos mil palestinos muertos, un centenar de israelíes y 400.000 desplazados; en Siria van más de 190.000 muertes y 10 millones de desplazados, y emerge peligrosamente una nueva fuerza fundamentalista, bajo el nombre de Estado Islámico; en Africa, el rebrote del ébola registra cerca de 1.500 muertes, a razón de cuatro diarias, pero la malaria provoca 552 muertes por día y el sida 685, producto de las pésimas condiciones sanitarias, alimentarias y ambientales.
La ONU hace un gran trabajo, pero no se puede limitar a contar los muertos y desplazados, ni verificar el deterioro ambiental, productivo o alimentario; debe tener la capacidad vinculante para administrar las diferencias y conflictos.
Este es el desafío que debe estar presente en la nueva Asamblea de Naciones Unidas que en estos días se inicia en Nueva York y Chile forma parte de ella.

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