domingo, 24 de enero de 2016

Angela Peralta de Castera

 Angela Peralta de Castera
La eximia cantante capitalina fue llamada mundialmente:
a) en Italia, "Angelica di voce e di nome".
b) en España, "El Ruiseñor Mexicano".
c) Enriqueta Sontag, Condesa de Rossi, le auguró al oírla en 1853 un porvenir inmenso.
d) El tenor Salvi la aclamó como la póstuma intérprete de la edad de oro del bell canto.
e) En todas partes -América, Europa, Africa- provocó el delirio de los públicos que la escucharon.
Angela Peralta vino a la vida el 6 de julio de 1845 en la ciudad de México y todos sus biógrafos relatan el azoro de su maestro de canto don Agustín Balderas, que día tras día encontraba en la garganta de aquella criatura, registros exquisitos y afinación insuperable.
A los ocho años (1853) cantó la cavatina de "Belisario" y fue aclamadísima; a los quince años (16 de julio de 1860) personificó la Eleonora del "Trovador" de Verdi en el Teatro Nacional, impresionando de tal manera a quienes la escucharon que por aclamación pidieron el viaje de la artista a Europa.
Fue hasta el año de 1861 cuando Angela Peralta, en compañía de su padre tomó pasajes para España; en Madrid se pusieron en busca de un maestro de canto que adiestrara a la viajera y le fue recomendado Leopardi, residente en Milán; en Milán progresó la joven al ensayar las partituras que pudiera fácilmente desempeñar y al fin, el 13 de mayo de 1862, en el teatro "Scala", debutó con "Lucía de Lammermoor" de Gaetano Donizetti, obteniendo el más rotundo de los triunfos. Un hijo del célebre autor de la Lucía lamentó que su padre, muerto, no hubiera podido escucharla y aplaudirla.
Invitada a comparecer ante la Corte de SS. MM. establecido en la ciudad de Turín, canta ante Víctor Manuel II y su esposa "La Sonámbula" de Bellini y de tal manera fue aclamada, que en treinta y dos ocasiones salió al centro del palco escénico a agradecer las ovaciones que autoridades políticas y artísticas, cantantes y periodistas estuvieron de acuerdo en brindarle por los rotundos triunfos de la soprano mexicana a la que se abrieron contratos para actuar en Roma, Florencia, Bolonia, Lisboa y El Cairo y, al terminar esta gira, todas las ciudades italianas la hicieron su figura indispensable durante las temporadas de 1863 y 1864.
El Archiduque de Austria Fernando Maximiliano, llamado por los franceses al trono de México, le hizo cordial invitación para que volviera a la lejana Patria en calidad de figura primerísima del Teatro Imperial Mexicano.
Rubén M. Campos afirma que la Peralta era "una mujer a quien la Naturaleza negó toda gracia corporal; de pequeña estatura para su prematura obesidad; miope hasta entrar en escena como una sonámbula a la que se hubiera quitado maliciosamente el lazarillo; con los ojos saltones; la nariz gruesa y la boca grande, que aparecía ante la estupefacción general que, si no estuviera ya conquistada por la fama que precedía a la cantante, la hubiera recibido con una sonrisa, como se recibe una broma".
Cosechando triunfos europeos transcurrió la mayor parte de los meses de 1865 y, al llegar octubre, decidió aceptar la invitación del llamado Segundo Emperador de México. En la mayor parte de los diarios de la época se expresa que el lunes 20 de noviembre salieron a recibir a la diva todos los artistas integrantes de la compañía de ópera que actuaba en el teatro llamado "Imperial"; los alumnos de la Academia de San Carlos; los numerosos parientes de la aclamada viajera y numerosas comisiones de intelectuales y músicos, además de masas populares animados por la idea de darle un aplauso que premiara el buen nombre de México conquistado por ella en tierras de Europa. Había comisiones en la garita de San Antonio Abad, en "Portales", en Mexicaltzingo y en Ixtapalapa en donde, a las seis y media de la tarde llegó la artista en compañía de su padre, iniciándose el cordial y entusiasta recibimiento. A las siete y media, a la luz de faroles y hachones, el arquitecto Torres y los jóvenes Sojo y Tenorio Suárez declamaron en su honor varias poesías y el señor González de la Torre le dio la bienvenida en nombre del pueblo de la capital; los alumnos de Bellas Artes le entregaron una corona con listones tricolores en los que se leía: "A la distinguida artista mexicana Angela Peralta, sus compatriotas, los hijos de la Academia de Bellas Artes de San Carlos".
A las ocho de la noche entraba la comitiva por las calles de la capital, tomando por las del Rastro, Puente de Jesús, Porta-Coeli, Flamencos, Plaza de Armas, Plateros y Vergara, hasta llegar a la casa de la familia Peralta, en donde por varios días recibió la visita de sus viejas amistades y la de los grupos artísticos y culturales que estuvieron a felicitarla por su feliz regreso a su Patria.
La Peralta traía un vastísimo repertorio, en el que sus piezas favoritas eran:
Sonámbula, Norma y Los Puritanos, de Bellini;
Martha, de von Flotow;
El Barbero de Sevilla, de Rossini;
Lucía de Lammermoor, La Hija del Regimiento y Elixir de Amor, de Donizetti;
El Trovador y La Traviata, de Giuseppe Verdi.
Ensayó bajo la batuta del maestro Carlos Bosoni y en compañía de la contralto Enriqueta Sulzer, del tenor César Limberti, del barítono español Mariano Padilla, con el violín concertino Eusebio Delgado y ocho días después, el martes 28 de noviembre de 1865, la sala del ahora desaparecido teatro, enjoyada como nunca, escuchaba, como jamás se ha cantado "La Sonámbula" de Bellini, ópera en tres actos que el delirante público capitalino con más calor que el que hacía tres años antes en Turín, aplaudía extasiado.
La temporada se prolongó hasta el mes de abril y se aprovechó el 27 y 28 de enero y el domingo 11 de febrero de 1866 para estrenar "Ildegarda", la ópera del joven maestro Melesio Morales.
Del 10 al 28 de mayo la inigualable voz de la Peralta animó la ciudad de Guanajuato; recorrió León, San Francisco del Rincón y el 12 de septiembre con "Lucía de Lammermoor" estrenaba el actual Teatro Degollado de Guadalajara, llamado en aquellos días "Teatro Juan Ruiz de Alarcón".
Violentamente regresó de Guadalajara a México y a Veracruz, puerto en el que hizo, en la última semana de diciembre, su despedida de la Patria, ya que el régimen imperialista se desplomaba y Europa entera la llamaba ávida de deleitarse con su voz privilegiada y su vocalización inigualable.

SU SEGUNDA TEMPORADA

Casi cuatro años y medio permaneció Angela Peralta en Europa. Recorrió principalmente Italia y España; se casó en Madrid con el literato Pedro Castera (no confundirlo con el literato mexicano del mismo nombre, autor de "Carmen") y llegó a México, D. F., el 6 de mayo de 1871. El Gran Teatro Nacional había recuperado su nombre y en ese palco escénico apareció la intérprete del bell canto, en unión de una de las más completas compañías de ópera que México haya aplaudido. Venían a su lado Enrique Tamberlick "El Rey de los Tenores"; el francés Gassier, electrizante bajo; dos sopranos de fama: la Visconti y la Tomasi; Verati, Testa, Mari y los maestros directores Enrique Moderatti y el autor de "Ildegonda", Melesio Morales.
La temporada se desarrolló triunfalmente, hasta el beneficio de la Peralta, ocurrido el 30 de agosto en que se cantó "El Barbero de Sevilla" en medio de una emoción sin precedente. El gozo fue de Apolo y de Atenea; de músicos y poetas y, entre estos últimos, del entonces juvenil Justo Sierra que tras de un soneto escribió para la Peralta unas quintillas que terminaban:
"Va con ella el alma entera
y el laurel, humilde don...
sencilla ofrenda... sincera...
tú sabes, ave viajera,
que es un mundo el corazón.
"Vuelve tu canto al Oriente,
tu Patria, no tiene olvido,
lleva su nombre en tu mente
y la corona en tu frente
y el corazón en su nido".
La artista había dejado su casa paterna de la calle de Vergara y ocupaba una espaciosa casa en la calle de Zuleta número 22. En el siguiente año no le fue posible ocupar el Teatro Nacional y tras de una entrevista con el Presidente licenciado don Sebastián Lerdo de Tejada el 28 de julio de 1872, decidió realizar una gira a través de la República, principiando por Querétaro; Celaya, en donde estuvo el 10 de enero de 1873 y enardeció a su auditorio cantándole "La Paloma"; en Guanajuato, en que por segunda y última vez llegó el 12 de enero; en Aguascalientes y en Zacatecas actuó en el mes de marzo; en San Luis Potosí, ciudad en la que debutó el sábado de gloria, 12 de abril; en Morelia, ciudad en la que cosechó nuevos lauros de mayo a junio y regresó a la ciudad de México el 14 de junio con algunos de sus compañeros de teatro y con la decisión de volver a Europa, lo cual realizó el mes de agosto, a bordo del "paquete francés" que abordó en Veracruz.

SU TERCERA Y ULTIMA TEMPORADA

Tras de su brillante y generosa tournée de 1871-1873, fue a recoger nuevos lauros en la Italia de su consagración. Con "Los Puritanos" de Bellini tuvo en Turín un nuevo éxito que comentó el mundo entero y en el Viejo Mundo pasó largos tres años, hasta 1877 en que volvió a la Patria, a su Gran Teatro Nacional, en donde debutó con la flamante ópera de Verdi "Aída", la cual interpretó entre los más entusiastas vivas que haya escuchado artista alguno. Estrenó entonces "Gino Corsini" la tercera ópera original del maestro Melesio Morales.
Después de la temporada de ópera de ese año, la Peralta tuvo grandes dificultades de familia; nuevo paréntesis en su carrera artística y decidió, como en su anterior temporada, que la escucharan los públicos de las apartadas ciudades de México y aun los de los poblados más insignificantes del País.
En 1882 hizo su gira por el Norte de la República y el 27 de noviembre se presentó en el Teatro del Progreso de Monterrey; tocó Saltillo y Durango y fue a formalizar temporada en el puerto de Mazatlán, Sin., en donde fue clamorosamente recibida el mes de agosto.
El puerto del Pacífico estaba azotado por la "fiebre amarilla" y, víctima del grave mal, cayó enferma la Perlata hasta hacer perder toda esperanza en los médicos encargados de curarla.
En su lecho de enferma contrajo segundas nupcias con su empresario y representante, el literato Julián Montiel y Duarte y gozó del sueño eterno a partir del 30 de agosto de 1883.
En 1942, a iniciativa del periodista Rafael Martínez "Rip Rip", director del diario capitalino "El Demócrata", los despojos mortales de Angela Peralta fueron exhumados del cementerio municipal de Mazatlán y trasladados suntuosamente a México, lográndose que se les colocara en la Rotonda de los Hombres Ilustres del Panteón de Dolores, en donde hasta ahora se les conserva y les acompaña la admiración del pueblo de México para la que fuera la más límpida de las voces nacidas en nuestra Patria.
Se cuenta que en Milán, tras de cantar Adelina Patti y exclamar: "Así se canta en Italia", la Peralta hizo oír su "argentina y hermosa voz, su incomparable flexibilidad de garganta y su correcta escuela de canto que deleitaba" y expresó: "Así se canta en la Gloria".
Texto de RICARDO COVARRUBIAS tomado de su libro MUJERES DE MEXICO

No hay comentarios:

Publicar un comentario