sábado, 2 de enero de 2016

Jutba del descanso del peregrino

16/07/2004 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
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Bastón del jatib.
Alhamdulilahi rabbil’alamin, a Rahmani ar Rahim, al Hadi, al Wali. Hasbuna Allahu wa ni’ama al Wakil. Las alabanzas son para Allah, Señor de los mundos, Quien nos guía, Quien nos procura Su intimidad. Bendito Sea Allah. Él es el mejor Protector. Hasbuna Allahu wa ni’ama al Wakil. Dice Allah en el Qur’an que: "A quien recita este dikr se le protege y se le incrementa su imán."
Tras esa simple afirmación se esconde uno de los mayores secretos del nuestro din y de nuestro camino espiritual. Ya sabemos que Allah no quiere para nosotros nada malo, sino todo lo contrario. Nos ha creado para Él, para lo Único Real, para lo único que tiene sentido. Allah nos cerca como a Ibrahim, aleihi salem, con un círculo de fuego, y nos ofrece así una imagen verdadera del mundo, que aparece entonces como el equivalente del infierno, del Yahannam. No hay reposo en la destrucción, en la transmutación. Todo desaparece, todo lo que creíamos real y existente se convierte en cenizas. Allah saca fuego del árbol verde y nosotros encendemos nuestros fuegos con él. Pero ¿Qué fuego encendemos nosotros con el fuego que Allah hace brotar? ¿Qué se prende en nosotros ante la visión del fuego?
Surge en nosotros la conciencia de lo efímero de esta vida, de lo frágiles que somos nosotros y todas las criaturas. Hasta las piedras se derriten convirtiéndose en vidrio fundido. Ninguna criatura permanece, todo cambia. Sólo Allah permanece Inmutable. Por eso, por Su poder, por Su capacidad de estar más allá de cualquier suceso y contingencia, sólo a Él podemos pedirLe, sólo Él es digno de nuestra adoración.
Con esa imagen coránica nos damos cuenta del poder de Allah, de que la vida, cualquier vida particular, cualquier árbol o persona está destinada a la muerte y a la desaparición. El tiempo que estemos en este mundo es un regalo que Allah nos hace, una creación misteriosa que Allah nos regala con el único propósito de que Le conozcamos a Él.
Nuestros corazones perplejos se asoman al mundo, miran a través de nuestros ojos: Afuera todo está en llamas: el fuego se ha apoderado del mundo. Las llamas están ahí, mostrando una incesante danza, quemando nuestros pensamientos, nuestros recuerdos y deseos, cualquier signo que quiera articularse. Un círculo de fuego alrededor de nuestro corazón, de nuestra Kaaba. Dentro, el fuego no me quema. Es la estación del Jalil, el corazón de nuestro viaje espiritual. ¿Cómo vemos el mundo? ¿Quién lo ve? ¿Quién vive nuestras vidas? ¿Quién ve por nuestros ojos?
Luces del oscuro deseo, alas que se baten en retirada, rumor apagado en su vuelo, revelación fija en la piedra, en la ceniza, en la mirada, revelación incesante y única en la historia de cada uno. Las palabras se cruzan sin cesar, los estallidos de la vida no encuentran su forma ni su destino. El crepitar del fuego se lo impide. Sólo respeta nuestra conciencia, nuestra visión de lo real y de lo inmenso. Pero esa visión y esa conciencia ya no nos pertenece. Surgen de nuestro imán, de un imán que está siendo purificado y fortalecido en la prueba, en una experiencia devastadora.
El cerco de fuego se ha deshecho, alhamdulilah, pero estamos exhaustos. No nos quedan ya temores pero tampoco esperanzas fuera de Allah. Esperamos sólo Su Rahma, una brisa de aire fresco y húmedo que nos recuerde la vida que alguna vez hemos sentido vivir, el verdor que hemos conocido en un mundo ahora negro y acabado. Esperamos la resurrección, el brote alegre y sereno de la conciencia, esperamos, insha Allah, volver a mirarnos a los ojos, tratar una vez más de conocernos, de desvelar el misterio de nuestras almas y encontrarLe a Él en esa mirada.
Así nos enseña Allah que no hay lugar donde descansar de la vida, donde escondernos de la Realidad. ¿Hacia donde dirigimos nuestra mirada cuando el fuego nos cerca? ¿Hacia qué horizonte interior, hacia que recóndito rincón u hogar? Ante el paisaje devastado sólo quedan nuestras almas purificadas, alhamdulilah.
Así la realidad se vacía de sí misma y de sus reflejos, se abre a nosotros al mismo tiempo que nos abre y nos expande sin límite. La realidad nos hace renacer incesantemente, volver a abrir los ojos, volver a mirar. La realidad nos desintegra y nos vuelve a reunir en cada momento, nos mantiene en Su pálpito. El fuego es un signo, un aya que Allah nos regala en Su Qur’an:
"¿Habéis considerado alguna vez el fuego que encendéis? ¿Disteis vosotros vida al árbol que le sirve de combustible, o somos Nosotros quienes le dimos vida?
Nosotros lo hemos hecho como un recuerdo Nuestro, y fuente de bienestar para quienes están perdidos y hambrientos en el desierto de sus vidas".
(Qur’án, Sura 56, Al Waqiaa, Lo que ha de ocurrir, ayat 71-73)
Ciertamente es Allah el creador de todo, el creador del árbol y del fuego, de lo que nos alimenta y de lo que nos procura energía para sobrevivir en el desierto del mundo, en la absoluta precariedad de nuestras vidas.
Ese fuego está en el origen de toda la luz que conocemos. La luz del sol es fuego, la de las estrellas también. Así, quiera Allah, Subhana wa Ta’ala que ese fuego nos sirva para recordar que "Allah es la luz de los cielos y la tierra"
Desierto, desolación, hambre y sed, también son devorados por el fuego. "Aquellos que están perdidos y hambrientos en el desierto" encuentran así en el fuego divino el recuerdo de Allah, el dikr, y a través del recuerdo una fuente de bienestar, de paz, de salam. Una vez que el fuego ha pasado queda la negrura, de la que dice Mahmud Shabistari:
"Sabe Allah que la negrura del rostro de lo temporal
nunca le será quitada a los dos mundos.
La negrura del rostro del faquir, en los dos mundos,
no es sino la negrura suprema."
Una negrura que no es sino majestad, silencio trascendente y sabiduría.
Allahumma: ayúdanos a comprender Tus señales, los signos que componen Tu creación.
Dános así sentido y bienestar
Amin
2.
En la dificultad está la facilidad y en la facilidad está la dificultad nos dice el Qur’an. Cuando parece que la realidad está contra nosotros, que pasan los días y no podemos distinguir ninguna señal de apertura, nos deslizamos hacia la desesperación. Todo está acabado, quemado y como muerto. Pero esa experiencia es también, como todo lo que le ocurre a nuestros nafs, una cuestión transitoria. Incluso los profetas y mensajeros, la paz sea con ellos, han llegado a ese límite, tal y como nos dice Allah en el Qur’an:
"Todos los enviados anteriores tuvieron que sufrir persecución por mucho tiempo; pero al final, cuando esos enviados habían perdido toda esperanza y se vieron tachados de mentirosos, les llegó Nuestro auxilio: entonces, todo aquel a quien quisimos salvar fue salvado y los que negaban la verdad fueron destruidos: pues Nuestra furia no será apartada de la gente que está hundida en el pecado."
(Qur’an, sura 12, Yusuf, aya 110)
Los profetas fueron desmentidos por su propias gentes, que consideraban las esperanzas y expectativas de esos enviados acerca del auxilio de Allah como invenciones, locuras o fantasías. La realidad a veces parece contradecir nuestras esperanzas, y sentimos que el auxilio de Allah no nos llega.
"¿O acaso creéis que vais a entrar en el paraíso sin veros antes afligidos como se vieron los creyentes que os precedieron? La desgracia y la adversidad se abatieron sobre ellos, y su angustia era tal que el enviado y los que con él creían, exclamaron: "¿Cuando vendrá el auxilio de Allah?" ¡Ciertamente, el auxilio de Allah está siempre cerca!"
(Qur’an, Sura 2 Al Baqara, aya 214)
El reconocimiento intelectual de la realidad no es suficiente. Es necesario que el ser humano, para llegar a ser un verdadero mu’min, viva la experiencia de la realidad con todo su ser. No es que Allah quiera hacernos sufrir, sino que, debido a nuestra naturaleza compleja y olvidadiza, necesitamos de la prueba y de la dificultad para llegar a conocer la realidad. Esta purificación espiritual es absolutamente necesaria e inevitable para llegar a ser lo que Allah nos tiene destinado, para alcanzar ese jardín real que Él nos ha prometido.
Allahumma: haz que seamos conscientes de que Tu auxilio nos ha llegado ya.
Amin.


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