El Islam y la inmigración en la Unión Europea
La apuesta por la interculturalidad siempre encontrará dificultades no sólo por las intransigencias del racismo cultural, sino también por los intereses políticos y económicos de los Estados
29/02/2016 - Autor: Abdelkáder Muhámmad Ali - Fuente: Webislam
Reproducimos nuevamente la intervención de Abdelkader Mohamed Alí, durante unas jornadas sobre Islam, la inmigración y la Unión Europea celebradas en Sevilla, allá por el año 2003.
Introducción
Plantear un título a un debate en el que incurren dos conceptos como Europa e Islam puede inducir a equívocos si no se precisa convenientemente la orientación de la discusión. Sobre todo teniendo en cuenta que la tradición europea en el trato con el Islam o el mundo musulmán sigue estando viciada por los viejos clichés e instrucciones de los orientalistas. Como es sabido, en la actualidad, aún siendo un tema muy complejo y heterogéneo el abordar la efervescencia del Islam en el mundo, los retos que plantea abordar el Islam en relación a Europa, sigue, lamentablemente, mediatizado también por el pensamiento de Samuel P. Huntington y Bernard Lewis, teóricos del discurso rupturista que habla del choque de civilizaciones. De todos modos, este nuevo siglo es más que probable que se caracterizará por la creciente presencia en Europa y en Occidente en general de diversas minorías si bien las más importantes evidencian ser las de origen musulmán.
Es indudable de que en Europa se han originado, principalmente en estas últimas décadas, grandes cambios sociales a tenor de la globalización. Estos cambios, principalmente están protagonizados por una presencia creciente de población de confesión musulmana que habita en todos los países de la Unión. Cinco siglos después de ser expulsados del al-Andalus, (España), los musulmanes vuelven a tener una presencia considerable en Europa. Si a ello añadimos que las probabilidades cada vez más reales de que Turquía termine formando parte de la UE y que la cercanía de los musulmanes de Bosnia y Albania son también factores que redundarán en esos cambios que está experimentando el viejo continente, podemos decir que Europa se transforma inexorablemente en una sociedad multiétnica, multicultural. Todo ello sin dejar de lado que, mientras la tasa de fertilidad de los europeos autóctonos en la UE es del 1,5, la tasa de fertilidad de la comunidad musulmana europea se presume que sea de entre el 2,5 y el 3, si bien hay que recordar que sólo una parte de esta comunidad es de inmigración reciente. Crecientemente la población musulmana europea es nacida y formada en este continente siendo en la actualidad en Francia más de cinco millones de musulmanes, la presencia en Alemania, Reino Unido, Holanda, Italia, etc. es de igual modo muy considerable. Según los expertos si se extrapolan los índices de población musulmana a tenor de la pirámide de población mayoritariamente joven puede decirse que la UE de los albores del 2025 será como mínimo un 15 % musulmana1.
Y abundando algo más sobre datos estadísticos, si bien de modo global, según la profesora Gema Martín Muñoz “El Islam cuenta hoy con 1.300 millones de fieles. Es la religión del mundo que se desarrolla con mayor dinamismo. Tiene fieles en todos los continentes, incluida América del Norte...”. “La dinámica del crecimiento de las masas de fieles del Islam es extraordinaria. Cada año se incorporan a esas masas 80 millones de personas...”2.
Sin embargo la realidad objetiva nos hacer ver que a tenor de las relaciones crónicamente conflictivas con el mundo musulmán en cuyas áreas geopolíticas Occidente suele aplicar políticas pragmáticas que priman principalmente sus intereses (más allá de las consecuencias históricas derivadas del colonialismo y posteriormente del neocolonialismo, obsérvese actualmente el conflicto israelo-palestino, la invasión de Irak, el acoso sistemático de Irán, o la falta de respuesta contundente contra las matanzas rusas de chechenos, el otrora golpe de Estado en Argelia alentado y apoyado por Occidente, etc., etc.) hacen inevitable que la fractura se instale en Europa. O dicho en otros términos, y parafraseando a Castells3, “el proyecto islamista también está presente en Europa”. De ahí que el problema de Europa no estribe en ser multiétnica, sino en no ser consecuente con esa realidad. La ensimismada dedicación a la tarea de integración europea aumentada por las dificultades con las nuevas incorporaciones, ha pospuesto en estos últimos años la labor de afrontar objetivamente los retos que imponen los cambios sociales ocasionados. Una Europa que históricamente ha sido construida, —como afirma Joseph Fontana— contra terceros, en ocasiones en defensa de la fe cristiana contra el Islam, hace impostergable el debate pertinente que haga orientar adecuadamente las políticas europeas en conformidad con su cambiante realidad. La intranquilidad que se ha instalado en buena parte de la población europea tras el 11-S hace necesaria una mayor dosis de imaginación para la adaptación a esa nueva realidad.
El debilitamiento de la cristiandad motivado por la arreligiosidad de la ciudadanía europea nativa probablemente plantee dificultades añadidas dado que la difuminación de la propia identidad dificulta la aceptación de la ajena. Pero los musulmanes europeos no admiten ser tratados como extraños aunque también se oponen a ser asimilados. Y de ninguna manera debe de ser visto este conflicto como un problema añadido, derivado de la inmigración, dado que muchos de los musulmanes que actualmente habitan en Europa son ya de segunda y tercera generación y no pueden ser tratados como unos recién llegados. Dicho de otro modo, el Islam es ya la segunda confesión en Europa, ha dejado de ser una identidad privativa de Oriente. Es decir, en el proceso de convergencia y unificación política y económica que están negociando los mandatarios europeos no pueden marginar una realidad incontestable: la realidad multicultural y plurireligiosa de la UE. Sin ser un tema central, la cuestión religiosa adopta una presencia pública renovada.
Sin embargo el comportamiento de la ciudadanía de los musulmanes entraña una serie de pautas inevitablemente diferenciadoras del resto de ciudadanos europeos. Si bien es verdad que la faz que muestra el Islam en Europa es un Islam con ribetes modernizadores conforme a las orientaciones liberales en boga, los musulmanes difícilmente hacen abstracción de su particularidad cultural y confesional allí donde la laicidad impone delimitaciones entre lo temporal y lo trascendental. De ahí a que, —y recurriendo a Nezar Al-Sayyad—, planteemos la interrogante “¿representa el Islam un caso especial de ciudadanía?”. Todo ello sin dejar de lado el hecho de que no todos los musulmanes viven del mismo modo su condición islámica. Por otra parte los no musulmanes europeos han observado con cierta expectación el reciente debate a tenor de la redacción del proyecto de la Constitución Europea: mientras la derecha más conservadora de la UE se batía por una Constitución que hiciera claramente una referencia a la condición cristiana de Europa, la tesis que parece imponerse es la aséptica, confesionalmente hablando.
Bassam Tibi o Euro-Islam
Bassam Tibi denomina Euro-Islam a una nueva forma de replantearse la identidad musulmana en suelo europeo. Para Tibi, el Islam en Europa debe analizarse desde la premisa de que el Islam en el mundo no es monolítico, sino culturalmente diverso. Por eso este autor expone que el Islam europeo representa una versión liberal o, dicho con más precisión, los musulmanes europeos intentan desarrollar una versión de su confesión aceptable no solo para los propios musulmanes sino también para las sociedades europeas. Es decir, el Euro-Islam de Tibi es el Islam adaptado culturalmente a las sociedades laicas europeas haciéndolo compatible con la democracia y los derechos humanos. Aunque Tibi se apresura a añadir que el Euro-Islam se resiste tanto al gueto como a la asimilación por ello aboga por la integración de los musulmanes en la sociedad europea sin que ello quiera significar la pérdida o merma se sus valores culturales y religiosos. La ciudadanía europea y la identidad islámica lejos de ser incompatibles han de ser una forma más de ciudadanía europea dentro de la diversidad y tolerancia democrática.
No obstante, ¿por qué se considera inmigrantes a los musulmanes nacidos en Europa?, la respuesta que da Bassam Tibi es que “en Europa la segunda e incluso la tercera generación de inmigrantes musulmanes aún no han sido aceptados como parte integrante de la comunidad política”. Musulmanes, dicho sea de paso, que en puridad no han emigrado a ninguna parte. A los musulmanes en buena medida se les considera simples Gastarbeiter es decir “residentes temporales”.4 El caso de Alemania podría ser ilustrativo, aún teniendo el actual gobierno alemán, —formado por los socialdemócratas y los verdes—, una visión más progresista, no han sabido aplicar una verdadera política de integración. Alemania siendo un país sin tradición de ciudadanía, de acuerdo con la nueva ley de ciudadanía alemana un pasaporte apenas representa algo más que un papel. “Un pasaporte no confiere identidad de ciudadano cuando falta la base cultural, y lo que es más importante, no acarrea la condición de pertenencia al club”.5 Esto conlleva que haya propuestas de orientalistas alemanes como la de Tilman Nangel que conceda a los inmigrantes musulmanes la consideración de “minorías protegidas”. Una propuesta que aparentemente parece inofensiva, sin embargo la pretensión de estos orientalistas, en palabras de Nangel es “acentuar las diferencias para mantener a los extraños lejos de Europa”.6 Esto da una idea bastante cercana del alcance que tiene para algunos orientalistas el concepto de tolerancia.
Otra posición algo más matizada es la que hacen los multiculturalistas que con una visión más cercana al ideal de tolerancia plantean el relativismo cultural que hacen de las diferencias culturales algo favorable. Algunos intelectuales deducen que de esta posición los resultados son los mismos: “el gueto islámico, en este caso en nombre del multiculturalismo comunitario” según Bassam Tibi.
Tibi, inequívocamente defiende “la integración política euroislámica”, porque desde su visión “es la mejor respuesta al reto planteado”. Y porque los musulmanes “deben convertirse en miembros del cuerpo político europeo en el que viven, sin por ello perder su identidad”7. Precisamente en aras de no perder los propios valores se aboga por una “educación islámica ilustrada” que supuestamente “será capaz de preservar la identidad islámica sin fomentar los fines segregacionistas”.
La asabiyya o pertenencia a una civilización y diálogo (hiwar)
Un prestigioso estudioso americano del Islam, John Kelsay afirmaba que “la inmigración musulmana crece a tal ritmo que muy pronto ya no podremos hablar del Islam y Occidente, sino del Islam en Occidente”8. Por ello el reto que nos impone la interacción de civilizaciones es la de perfilar un diálogo sincero y al margen de complejos que distorsionen la realidad objetiva. Ocultar o disimular las muchas divergencias existentes sería condenar de antemano ese diálogo necesario que por otra parte es absolutamente inevitable dada la dinámica creciente de una más acentuada presencia islámica en suelo europeo. La necesidad de aprovechar las muchas afinidades existentes entre las civilizaciones en liza haría, en palabras de John Kelsay, que “esas afinidades sirvan, en primer lugar, para indicarnos cual es la naturaleza del desacuerdo entre el Islam y Occidente. ... Pero no cabe duda de que en ciertos contextos el discurso ético común ... potenciará un esfuerzo creativo y colaborador”. La razones que esgrime Kelsay para no demorar este diálogo, como ya dijéramos antes, viene motivado porque tanto “en Europa como en EE UU hay en la actualidad una presencia musulmana que no deja de aumentar y que produce un grado de interacción desconocido hasta el momento entre ambas tradiciones”9.
En el marco de un diálogo generoso, entendemos que la conciencia de pertenecer a otra civilización o assabiyya por parte de los musulmanes que vivimos en Occidente, ya sea por nacimiento o adopción, merecen la consideración que les corresponde como ciudadanos europeos. El respeto a la preservación de la identidad, es obviamente incuestionable, si bien en el caso de las minorías culturales el elemento religioso cobra especial determinación como ocurre con los musulmanes europeos. La creciente incorporación de expresiones culturales o confesionales de los musulmanes europeos en el ámbito público, ha originado reacciones críticas y sobre todo recelos a determinados comportamientos. La aparente ruptura del principio de la “neutralité de la rue” —principio fundamental especialmente en el sistema laico francés aunque en gran medida también en el resto de la UE— ha evidenciado cierta fractura con este principio generando a su vez un intenso y acalorado debate. Establecer el diálogo (hiwar) desde los puntos de coincidencia probablemente sea los más operativo y sensato dado que el debate se antoja crítico y probablemente nada fácil. Sencillamente porque es legítimo, insistimos, siempre desde el marco legal establecido, aspirar, como aspiran los musulmanes, a vivir en una sociedad que responda a su fe. Y esto no puede ni debe verse como una actitud contra Europa o contra Occidente en su conjunto. El plantear una alternativa diferenciadora no debe ser interpretado como un gesto contrario a los intereses de Europa, es sencilla y simplemente el derecho a la propia identidad.
Tariq Ramadán / Musulmán y europeo
En este orden de cosas, a nuestro juicio, una de las voces más autorizadas y prometedoras en el panorama de las comunidades musulmanas de Europa es la del profesor Tariq Ramadán que hasta ahora ha demostrado ser la mente más lúcida al plantear de modo rigurosamente realista y precisa las aspiraciones socioculturales de las comunidades musulmanas europeas. De ahí que se haya convertido en una referencia para muchos musulmanes dando contestación a los retos que plantea convivir en sociedades laicas de la que son partícipes los musulmanes. Por eso Ramadán habla de “integración positiva de intimidades”, es decir, define una doble realidad: la religiosa como musulmán y la laica como ciudadano europeo.
Para Tariq Ramadán el concepto de “integración” tiene que ver con el reconocimiento de los principios identitarios de cada ciudadano: “aquel a quien se le ha dado los medios para construirse una personalidad ‘en el interior’ podrá adaptarse mejor a su entorno específico”. En su pensamiento, y es lo que nos interesa ahora, Ramadán distingue claramente dos conceptos: la modernidad y la ideología del modernismo, derivándose de este último una imposición por imperativo de occidentalización que a la postre es poco respetuosa con el pluralismo de civilizaciones y diversidad religiosa. Esta confusión inducida y sin duda interesada entre modernidad y occidentalización no sólo ha desorientado a los musulmanes europeos, sino a gran parte del mundo musulmán.
Por todo ello, Tariq Ramadán plantea tres liberaciones para el Islam:
1º Situando al hombre musulmán en el contexto de los problemas que le plantean su época es primordial el progreso social. Consecuentemente recurrir al taydid o renovación del pensamiento es determinante.
2º Desligarse, tanto de la adoración como contrariamente del rechazo instintivo de Occidente, e ir hacia una articulación ordenada de las críticas al individualismo exacerbado: el pragmatismo a ultranza que sólo busca el puro beneficio, la exclusión, el cientifismo ciego, etc. El Islam debe y está por el progreso, pero por un progreso equilibrado por la fe, (iman), y los valores de humanidad. El Islam debe de ser a su vez un detonante que haga que Occidente vuelva a sus propias referencias espirituales haciéndole corregir la alocada y desbocada orientación economicista.
3º La ultima liberación, es lograr la verdadera justicia entre los hombres, fundamentada en la fraternidad entre estos que nutre una vida espiritualmente sana y equilibrada.
La solución que propone Ramadán, obviamente pretende recuperar para los musulmanes una clara conciencia de su identidad. Sin alejarse lo más mínimo de los textos fundamentales del Islam, argumenta concienzudamente las posibilidades reales de compaginar la adhesión a los postulados de la sociedad laica y el respeto de los Derechos Humanos con los valores islámicos. Son precisamente estos valores democráticos los que permiten ser y vivir como musulmanes en Europa. Sin embargo, consciente de las contradicciones que diseña el sistema comunitarista anglosajón, alerta y marca claramente distancias con el mismo por la deriva de éste hacia la configuración de guetos que neutralizarían la interrelación con las otras comunidades. Aunque de igual modo tampoco se alinea con el asimilacionismo francés que hace de la vida religiosa un asunto estrictamente privado, primando la ciudadanía por encima de los valores propios.
Para Ramadán, la convivencia es la alternativa real y efectiva. En definitiva, la consecución de un Islam enteramente europeo inevitablemente derivará hacia una identidad islámica europea. Nuestro reto, la de todos los europeos, es hacer posible la armonía entre la diversidad religiosa y de civilización, más allá de los naturales y lógicos sobresaltos que esporádicamente ocasiona la pluralidad cultural. Sin lugar a dudas, y ante el incesante cambio social que está notando Europa, el reto que se nos plantea consiste en perfilar los mecanismos más adecuados para lograr una ciudadanía común con los musulmanes europeos.
A nuestro juicio, y teniendo en cuenta que el marco de diálogo siempre ha de partir desde la asunción y respeto del las bases legales establecidas, la comunidad musulmana europea debe conjugar este marco jurídico con los propios intereses y derechos culturales. De ahí que creamos que el escenario más adecuado para ir encajando paulatinamente los derechos culturales y confesionales de los musulmanes europeos sea el que perfila a groso modo Tibi pero que diseña con más precisión y realismo Tariq Ramadán, es decir el marco que nos posibilita la dinámica de las sociedades pluralistas. El multiculturalismo comunitario, que demanda distintas leyes y distinto trato para cada comunidad es un sistema claramente tendencioso con deficiencias insalvables, sobre todo por su carácter relativista. El relativismo cultural aparte del paternalismo que impone la cultura dominante, inevitablemente incurre en formas de discriminación. La tolerancia mutua ha de garantizar, —más allá de los temores que pueda originar un diálogo sincero y nada exento de dificultades—, unos resultados de entendimiento progresivos.
Definición de multiculturalidad e interculturalidad
Después de este recorrido quizás sea oportuno acotar con cierta precisión los campos en los que nos queremos mover. Según Lamo de Espinosa, —citado por Miguel Rodrigo Alsina en su artículo “Elementos para una comunicación intercultural”— define el multiculturalismo afirmando que “...entiendo por multiculturalismo (como hecho) la convivencia en un mismo espacio social de personas identificadas con culturas variadas. Y entiendo (también) por multiculturalismo (como proyecto político, en sentido, pues, normativo), el respeto a las identidades culturales, no como reforzamiento de su etnocentrismo, sino al contrario, como camino, más allá de la mera coexistencia, hacia la convivencia, la fertilización cruzada y el mestizaje”. En este sentido normativo quedaría fuera lo que podríamos llamar “multiculturalismo radical” o defensa “del desarrollo de las culturas separadas e incontaminadas” y, por lo tanto, como rechazo del mestizaje, un multiculturalismo que, ciertamente, puede conducir a un nuevo racismo o nacionalismo excluyente”10.
Por otra parte, Miguel Rodrigo Alsina, nos dice que “entiendo por multiculturalismo la coexistencia de distintas culturas en un mismo espacio real, mediático o virtual; mientras que la interculturalidad sería las relaciones que se dan entre las mismas. Es decir que el multiculturalismo marcaría el estado, la situación de una sociedad plural desde el punto de vista de comunidades culturales con identidades diferenciadas. Mientras que la interculturalidad haría referencia a la dinámica que se da entre esas comunidades culturales...”11.
De partida, las evidencias demuestran que la realidad de las nuevas sociedades configuradas al albor de la globalización es inexorablemente multicultural, diversa culturalmente, llegar al ideal de interculturalidad pasa, lógicamente, por el desarrollo de mecanismos de comunicación interculturales. Pero para ello, parafraseando a Alsina, “para comprender al otro hay que comprender, en primer lugar, su incomprensión”.
Marco legal para una sociedad intercultural y tolerante
Según diversos expertos consultados, entre ellos Javier de Lucas12, y al amparo de las normas internacionales, se reconocen al menos tres derechos de carácter colectivo a las minorías. Y como señala el referido autor “se trata de derechos que deben ser ejercidos en común por las personas que pertenecen a esos grupos”. Estos derechos están enunciados en el artículo 27 de los Pactos de 1966 en el marco de Naciones Unidas y el Convenio de la UNESCO para la lucha contra la discriminación en la educación:
1º Derecho a tener una vida cultural propia.
2º Derecho a emplear una lengua propia.
3º Derecho a profesar la propia religión.
Si atendemos a la Declaración sobre Derechos de las Minorías aprobado por la ONU el 18 de diciembre de 1992 vemos que establece que hay que respetar tres derechos:
1º El artículo 1 apartado 1º hace referencia al “... derecho al respeto y al desarrollo de la identidad étnica, cultural, lingüística y religiosa sin discriminación”.
2º En el artículo 2 apartado 2º se habla del “derecho a la protección contra cualquier actividad que pueda amenazar su existencia o identidad y obstaculizar el desarrollo de su particularidad específica.
3º “El derecho a participar efectivamente en los asuntos de Estado y en las decisiones que conciernen a las regiones en las que vive la minoría”.
Por otra parte en el Tratado de Ámsterdam de la UE se introdujo un artículo, el 6A que hace referencia a la no discriminación, ya sea por motivos de sexo, de origen racial o étnico, de religión o creencias, de minusvalía, de edad o de tendencias sexuales. Sin embargo ésta cláusula no está dotada de efecto directo y su vigencia práctica queda subordinada a la unanimidad del Consejo para la adopción de la legislación derivada. Además, al Parlamento Europeo se le otorga la simple consulta en vez de la codecisión para las medidas legislativas de aplicación.
El ultimo Tratado, el de Niza (firmado en el año 2000), prácticamente no ha introducido cambio alguno ni nueva mención a los derechos referidos a la diversidad cultural y a la no discriminación de las minorías culturales.
En lo que respecta al proyecto de Constitución Europea se puede decir que el mayor avance en materia de Derechos Humanos ha sido la incorporación de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, quizás una de las grandes novedades de la Constitución, sobre todo porque concreta en deberes puntuales lo que anteriormente eran una sucesión de valores más bien abstractos. Aunque hay que decir que la mera inclusión de los derechos humanos en la Constitución Europea no implica por sí misma su protección. Sin embargo hay que reconocer que su presencia en un texto legal de tamaña importancia otorga al ciudadano europeo de un instrumento para exigir su cumplimiento.
Concretamente en el artículo 21 se refiere a la “No discriminación” en los siguientes términos:
1. Se prohíbe toda discriminación, y en particular la ejercida por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales, características genéticas, lengua, religión o convicciones, opiniones políticas o de cualquier otro tipo, pertenencia a una minoría nacional, patrimonio, nacimiento, discapacidad, edad u orientación sexual.
2. Se prohíbe toda discriminación por razón de nacionalidad en el ámbito de aplicación del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea y del Tratado de la Unión Europea y sin prejuicio de las disposiciones particulares de dichos Tratados.
Y el artículo 22 referido a la “Diversidad cultural, religiosa y lingüística” en un único y breve apartado dice:
La Unión respeta la diversidad cultural, religiosa y lingüística. Al hilo de estas Declaraciones de Derechos, que evidencian algunas carencias inevitables, añadiríamos algunas propuestas en aras de avanzar hacia una sociedad verdaderamente intercultural. Son propuestas fundamentadas en las indicaciones que hacen al respecto algunos expertos en el estudio de las sociedades multiculturales como es el caso de Miguel Rodrigo Alsina13. Destacaríamos las cinco siguientes:
1º Nada es inmutable. Cuando se inicia un diálogo uno debe de estar potencialmente abierto al cambio.
2º No hay posiciones universales. Todo está sujeto a crítica.
3º Hay que aprender a aceptar el conflicto y la posibilidad de que se hieran los sentimientos.
4º Hay perversidad en la historia que nos han enseñado. Nuestras identidades se han hecho en oposición a las de otros. Habría que revisar mucho de nuestros postulados en el ámbito de la educación.
5º Nada está cerrado. Cualquier cuestión puede siempre abrirse.
Si a todo esto le añadimos cuatro premisas importantes, a saber:
1º El diálogo debe de ser crítico y autocrítico tratando de dejar claro siempre los fundamentos para conocer a los otros.
2º Eliminar los estereotipos negativos que cada cultura produce de las otras culturas. La interculturalidad requiere un cambio de mentalidad.
3º Iniciar la negociación o el diálogo a partir de una posición de igualdad.
4º Es necesaria la relativización de nuestra cultura para facilitarnos la comprensión de la otras culturas.
Afirma Bassam Tibi, “a mi parecer el multiculturalismo no es otra cosa que una ideología romántica, absolutamente contraria al pluralismo cultural” de ahí que abogue por un Euro-islam ilustrado que, según este autor alemán de origen sirio, de lo contrario terminará por imponerse el gueto entre los musulmanes europeos. Tibi se muestra muy preocupado ante la concesión y reconocimiento de unos derechos minoritarios que podría aumentar el odio hacia los musulmanes europeos originando una mayor presencia política de una derecha europea más radicalizada y racista. La concesión de esos derechos de minoría cultural, según el referido autor, “impediría la integración política de esos grupos” musulmanes. Sentencia Tibi: “Al final, los musulmanes podrían ser los nuevos judíos de un resucitado antisemitismo europeo”14.
La apuesta por la pluralidad, por la interculturalidad siempre encontrará dificultades no sólo por las intransigencias del racismo cultural, sino también por los intereses políticos y económicos de los Estados que crean enemigos según sus conveniencias históricas. La Guerra del Golfo y ahora la invasión de Irak nos demuestra ejemplos indudables de cómo se es capaz de mentir, manipular, desinformar censurando con connivencias de distinta índole con tal de alcanzar un determinado objetivo.
Se suele aseverar que Europa es un ejemplo de tolerancia en el marco del respeto de las distintas culturas que la componen. La multiculturalidad se exalta como paradigma de las libertades públicas. Sin embargo, son muchos los expertos en Derecho Internacional y en Filosofía del Derecho, como es el caso del referido Javier de Lucas, que nos sugieren que en puridad no existen las sociedades interculturales, sino más bien, muchas sociedades aisladas, cada una de estas con su propia cultura. La política, que reivindica un tratamiento diferente a cada cultura, aparte de no fomentar una verdadera interculturalidad, al separarlas, dificultando las relaciones de convivencia, origina lógicamente el efecto contrario al ideal de una verdadera sociedad multicultural. Estos comportamientos tendentes a separar las culturas se suelen dar en las sociedades que aspiran a una cultura propia, una cultura “pura”, la particular, la que configura la identidad nacional.
Sin embargo conviene recordar que este concepto de la identidad nació precisamente con el nacimiento del Estado moderno, que bajo el pretexto de la pureza cultural, de la identidad nacional, puso fin al pluralismo cultural. Javier de Lucas, al intentar poner un ejemplo de sociedad intercultural, dice sólo encontrarlo muy atrás en la historia, en la España musulmana15. Con la llegada de los Reyes Católicos se impuso la unidad religiosa, moral y cultural persiguiéndose toda diferencia. Desde aquellos tiempos se puso fin al único ejemplo histórico de sociedad verdaderamente multicultural.
Si tenemos en cuenta que cultura es una consecuencia de muchos años de historia, de interacción, de mezcla, de flujos, de comunicación, de intercambio, de convivencia... , hablar de pureza cultural no sólo es absurdo, sino que a su vez se incurre en una inconsecuencia con la verdadera realidad. Cuando se habla de sociedades multiculturales, interculturales, en definitiva del universalismo cultural, en verdad lo que se está haciendo es enmascarar el predominio de una cultura, la mayoritaria, sobre las otras, las minoritarias y por tanto supeditadas a las pautas que marca la cultura hegemónica. Debajo de la seudo multiculturalidad, por regla general, se suele esconder el prejuicio de considerar superior la cultura occidental, que al final, de un modo u otro, ha de imponerse, configurando lo que ha dado en llamarse etnocentrismo occidental.
Es por ello por lo que pensamos que la Unión Europea no puede plantearse correctamente en los límites demasiado estrechos del proteccionismo ideológico, social y cultural. Las comunidades musulmanas de los países de la Unión Europea empiezan a sentir preocupación por instaurar entre ellas una coordinación a nivel europeo. La construcción europea nos interesa más que nunca, no deseamos estar ausentes de la misma y mucho menos sufrir algunos de sus efectos negativos. Más bien deseamos participar positiva y activamente en ella, convencidos de su fuerza de atracción en una situación de competencia auténticamente libre, y de su utilidad para contribuir a transformar la Europa que hoy titubea despejando las dudas que puedan dificultar una fluida interrelación.
Los musulmanes, conscientes del impulso arrollador del fenómeno que está originando la globalización, objetivamente tenemos motivos para estar temerosos de este vendaval que puede mermar nuestra identidad. Pero el reto estriba en sortear consecuentemente las dificultades que vayan apareciendo, creando los dispositivos pertinentes que mitiguen esas dificultades. Por supuesto que la condición musulmana en absoluto es incompatible con los principios europeos. Ser europeo y musulmán no sólo no entraña dificultad alguna de conciencia, sino que en puridad el universalismo y humanismo intrínseco a la propia esencia del Islam no tiene fronteras en consonancia a una forma sana de entender la globalización.
Con motivo de la elaboración del informe sobre el Islam y Europa que el Parlamento Europeo me encargó en 1996, el 28 Enero de 1997 organicé en la Comisión de Cultura, Juventud, Educación y Medios de Comunicación una audición titulada “El Islam y Europa, puntos de convergencia” en la que participaron diversos expertos en el acto además de los diputados miembros de la Comisión referida. Didier-Ali Bourg, uno de los expertos participantes, musulmán francés del CERISI, (Centro Europeo de Investigación e Información sobre Islam), y que en 1993 creó la Universidad Islámica de Francia dijo, entre otras cosas, “¿se debe, se puede integrar a los musulmanes? Repito, esta cuestión es caduca. Los musulmanes ya están aquí. No hay que integrarlos, ya lo están. Es demasiado tarde para preguntarse si ellos son bienvenidos, y permanecerán en Europa durante largo tiempo”.
Efectivamente, los musulmanes están, estamos aquí, y nuestro futuro está ligado, inch-Allah al devenir, sea cual fuere, de Europa. Por eso nos inquietan sobremanera los posicionamientos reaccionarios de quienes tienen vocación de gobernar para mayorías como es el caso del Sr. Aznar y que, lejos de ser condescendientes con las minorías culturales en el marco de la pluralidad, se posicionan tajantemente contra la multiculturalidad en todos sus exponentes. Lamentablemente así lo hizo recientemente el presidente del Gobierno español en París en una reunión de dirigentes del PP europeo: “Soy partidario de la tolerancia, pero no soy partidario, lo digo claramente, de las sociedades multiculturales”16 afirmó el Sr. Aznar. Cuando hay voces cualificadas como es la de Juan José Tamayo-Acosta, secretario general de la Asociación de teólogos Juan XXIII y presidente de la Asociación Pro Derechos Humanos que sin ambigüedades afirma que “en España cogobiernan la Iglesia y el PP”17 lejos de preocuparnos los privilegios y tratos de favor que pueda percibir la iglesia, nos inquieta el doble rasero que descaradamente se aplica en un espacio pretendidamente laico y supuestamente ecuánime con la diversidad confesional. El ejemplo español de tenencia de dos varas de medir no es el único en la UE, por ello entendemos que aún tiene que hacer importantes progresos el laicismo en Occidente para alcanzar el verdadero ideal de una sociedad laica, es decir, neutral.
Progresión o persistencia de la discriminación
Los musulmanes en Europa seguimos teniendo dificultades administrativas y de otra índole para la construcción de mezquitas o la negativa a eximirlas del impuesto de la propiedad. Al calor de los últimos acontecimientos algunas mezquitas han sufrido allanamientos por las fuerzas del orden. El vicepresidente del senado italiano llegó a proponer el cierre de “mezquitas sospechosas”. Sigue siendo difícil o imposible, según los casos, abrir escuelas musulmanas y mucho menos financiarlas desde el Estado. En buena parte de los países de la Unión sigue atacándose o prohibiéndose el sacrifico ritual.
Continúan siendo rechazados los cementerios musulmanes o la normalización de las modalidades de sepultura. Hay ausencia de reconocimiento oficial de los días festivos musulmanes. Siguen siendo lentas o prácticamente sufren bloqueos las negociaciones entre las comunidades musulmanas y las autoridades para obtener la aplicación de textos aún siendo éstos constitucionales o legales. Se sigue expulsando o deteniendo arbitrariamente a imanes y a responsables de comunidades musulmanas a tenor del excesivo celo tras el 11-S. Aún continúa practicándose en algunos estados de la Unión la vieja táctica de tinte colonial de seleccionar antojadizamente los interlocutores musulmanes por los poderes políticos. Se ignoran las costumbres alimentarias en hospitales, colegios, cuarteles, cárceles. Los trabajadores musulmanes siguen teniendo dificultades para obtener permisos que les permita asistir a los oficios religiosos de los viernes. El rechazo del uso del velo o pañuelo es implacable en gran parte de la UE. Por primera vez en la historia reciente, en Europa, concretamente Francia, se dispone a legislar contra una confesión, contra el Islam, con el pretexto de prohibir en centros oficiales la ostentación de símbolos religiosos. Hay discriminación en el empleo. Se sanciona más severamente a los delincuentes de la inmigración musulmana. Hay dificultades para el procedimiento que oficialice los nombres musulmanes de los conversos.
Los matrimonios mixtos siguen teniendo, en muchas ocasiones, serias dificultades. Hay tendenciosidad y acoso por parte de algunos medios de comunicación que tácita o explícitamente vinculan indiscriminadamente al Islam con el terrorismo. En el saco sin fondo del 11-S cabe todo. La más que insinuación de quintacolumnismo se ha extendido ampliamente en estos últimos tiempos. Etc., etc.
En definitiva, los musulmanes de Europa abogamos a favor de una verdadera liberación del espacio europeo, en especial a favor de la redefinición de la naturaleza y de la función del Estado a escala europea. El proteccionismo que, de hecho y a veces de derecho, ampara las confesiones “indígenas” de Occidente les asegura un casi monopolio ideológico, institucional y social.
Notas
Abogamos por contribuir a pasar de la Europa en crisis de hoy a una Europa plural, más justa y más humana.
Guste o no guste a algunos espíritus nostálgicos, hoy, año 2003, hay millones de musulmanes europeos, y este continente, en determinados aspectos, ya constituye uno de los nuevos mundos de la Umma. Los musulmanes que vivimos en Europa estamos decididos a aportar lo mejor de nosotros mismos en la construcción de esa Europa de la que Jacques Delors decía que todos han de contribuir a “proporcionarle un alma”. Inch-Allah.
Notas:
1 ¿Europa musulmana o euro-islam?, Nezar Al-Sayyad y Manuel Castells (eds.) Alianza Ensayo, Madrid 2003, p. 12.
2 El conflicto entre occidente y el islamismo, Gema Martín Muñoz, CLAVES DE LA RAZÓN PRÁCTICA, Nº 117
3 Op. cit. p. 13
4 ¿Europa musulmana o euro-islam?, Nezar Al-Sayyad y Manuel Castells (eds.) Alianza Ensayo, Madrid 2003. Bassam Tibi p. 58.
5 Bassam Tibi op. cit. p. 59-60.
6 Bassam Tibi op. cit. p. 65.
7 Bassam Tibi op. cit. p. 65.
8 J. Kelsay, Islam and War: A Study in Comparative Ethics, Louisville, Ky., John Knox Press, 1993
9 J. Kelsay, op. cit.
10 Espacios de la interculturalidad, Revista CIDOV d’AFERS INTERNACIONAL nº 36, 1997 p.13.
10 Espacios de la interculturalidad, Revista CIDOV d’AFERS INTERNACIONAL nº 36, 1997 p.13.
11 Lamo de Espinosa, Op. cit. p. 13.
12 El desafío de las fronteras. Derechos Humanos y xenofobia frente a una sociedad plural. Ediciones Temas de Hoy, Madrid 1994, p 186 y 205.
13 Espacios de la interculturalidad, Revista CIDOV d’AFERS INTERNACIONAL nº 36, 1997 p.19.
14 ¿Europa musulmana o euro-islam?, Nezar Al-Sayyad y Manuel Castells (eds.) Alianza Ensayo, Madrid 2003. Bassam Tibi, p.76.
15 El desafío de las fronteras. Derechos Humanos y xenofobia frente a una sociedad plural. Ediciones Temas de Hoy, Madrid 1994, p 68.
16 EL PAÍS, 23 de abril de 2003, p. 7.
17 EL PAÍS, 21 de noviembre de 2003
*Abdelkader Mohamed, quien durante años fuera el único parlamentario europeo de confesión musulmana, analiza conceptos como el de euroislam.
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