domingo, 24 de abril de 2016


El problema del crecimiento del capitalismo

5zFlbyDpor David Ruccio – El capitalismo contemporáneo tiene un gran problema. Y nadie parece ser capaz de refutarlo.
El problema, tal y como Robert J. Gordon lo ve, es que el crecimiento económico se está desacelerando, lo lleva haciendo durante décadas, y no hay perspectivas de una reanudación del crecimiento económico rápido en un futuro previsible. Después de cincuenta años (de 1920 a 1970) de crecimiento relativamente rápido, y una sola década (la de 1950), de un crecimiento espectacular, las perspectivas de crecimiento continuo parecen haberse atenuado después de 1970.
En el siglo después del final de la Guerra Civil, la vida en los Estados Unidos cambió hasta hacerse irreconocible. Hubo una revolución -una económica, más que una política-, que liberó a la gente de una rutina diaria incesante de trabajo manual, monotonía del hogar y una vida de oscuridad, aislamiento y muerte temprana. Por los años 1970, muchos trabajos manuales, al aire libre, habían sido reemplazados por trabajos en ambientes con aire acondicionado, las tareas del hogar se hacían cada vez más por máquinas, la oscuridad fue reemplazada por la luz eléctrica, y el aislamiento fue reemplazado no sólo por los viajes, sino también por la televisión en color, que trajo el mundo a la sala de estar. Lo más importante, un recién nacido podía esperar vivir no hasta los 45 años, sino hasta los 72. Esta revolución económica fue única, e irrepetible, porque muchos de sus logros podrían ocurrir sólo una vez. . .
Desde 1970, el crecimiento económico ha sido deslumbrante y decepcionante. Esta aparente paradoja se resuelve cuando reconocemos que los recientes avances se han producido principalmente en una estrecha esfera de la actividad que tiene que ver con el entretenimiento, las comunicaciones y la recolección y procesamiento de la información. Para el resto de lo que a los seres humanos les preocupa -alimentos, ropa, vivienda, transporte, salud y condiciones de trabajo tanto dentro como fuera del hogar-, el progreso se ha desacelerado desde 1970, tanto cualitativa como cuantitativamente.
De lo leído, Gordon parece privilegiar la innovación técnica con respecto a otros factores (tales como la desposesión de los productores no capitalistas y la creación de una gran clase de obreros asalariados, concentrándolos en las fábricas y ciudades, y así sucesivamente). También parece argumentar que los frutos del crecimiento económico en el pasado fueron distribuidos de manera uniforme y que la monotonía del trabajo en sí mismo ha sido eliminada.
Aún así, la idea de que el rápido crecimiento económico tuvo lugar durante un período relativamente corto de tiempo disipa uno de los mitos centrales del capitalismo, igual que el descubrimiento de que una relativa igualdad en la distribución de la riqueza y la participación de factores constantes caracterizó una fase excepcional del capitalismo.
Y eso es un problema: la presunción y la promesa del capitalismo era que “entrega las mercancías”. Y lo hizo, por un tiempo, y ahora parece que no puede -lo que tiene preocupados a los comentaristas del mainstream.
Están preocupados de que el capitalismo ya no pueda garantizar un rápido crecimiento económico. Y están preocupados porque, por más que lo intentan, no pueden refutar el análisis de Gordon. Ni Paul Krugman o Larry Summers ni, para el caso, Tyler Cowen.
Los tres aplauden el análisis histórico de Gordon. Y los tres quieren desesperadamente argumentar que está equivocado al mirar hacia adelante. Pero no pueden.
Lo mejor a lo que pueden llegar es a la idea de que el futuro es incierto. Así, como escribe Cowen, “muchos avances pasados llegaron como una sorpresa absoluta”.
Aunque los advenimientos de automóviles, naves espaciales y robots fueron ampliamente anticipados, pocos predijeron la llegada de los rayos X, la radio, los rayos láser, los superconductores, la energía nuclear, la mecánica cuántica, o los transistores. Nadie sabe cuál será el transistor del futuro, pero debemos tener cuidado de no deducir demasiado de nuestras propias imaginaciones limitadas.
En efecto. Desde luego, no sabemos lo que nos espera. Sin embargo, desde 1970, hemos sido testigos de la creciente desigualdad en la distribución de los ingresos y la riqueza, lo que dio lugar y a su vez agravó la crisis económica más grave desde la década de 1930. La legitimidad del capitalismo, basado en “lo que se merece” y en la estabilidad económica, ya estaba siendo cuestionada. Las décadas de lento crecimiento económico y la posibilidad real de que esa tendencia podría continuar en el futuro previsible significan que el capitalismo (por no hablar de los que gastan su tiempo en celebrar los éxitos del capitalismo y no en imaginar alternativas) tiene un problema aún mayor.

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