miércoles, 18 de mayo de 2016

Del color de los ojos que miran

Físicos y místicos coinciden: la realidad depende del observador

18/05/2016 - Autor: Abdul Haqq Salaberria - Fuente: La Tribuna Del País Vasco
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Realidad Virtual: la papilla para corazones incapaces de digerir
El nacimiento de una nueva vida es la noticia del año para sus padres, Sin embargo, ocupa una nota mínima en los ecos de sociedad de la prensa local.
El periodismo es una mirada del mundo, y no precisamente una mirada inocente como la mano de un niño que saca boletos de una urna.
No miramos simplemente el mundo, lo observamos y reinterpretamos enfocando partes del escenario como depredadores que somos, seleccionando el fragmento de realidad que nuestro estado nos reclama. En él proyectamos nuestras obsesiones, prejuicios, ideas y miedos.
Nuestra realidad no es la Realidad, como las noticias no son lo relevante en nuestra existencia, y a veces ni siquiera en la historia del planeta.
¿Qué es la historia sino el relato de un modo de ver el mundo? ¿Cuántas historias hay?
Físicos y místicos coinciden: la realidad depende del observador.
Nuestro relato no describe la Realidad, nos describe a nosotros.
Hay un cuento árabe que nos lo describe de un modo sencillo.
A un oasis llegó un joven viajero. Tras tomar agua, se aseó y preguntó a un anciano que se encontraba descansando a la sombra del palmeral.
-¿Qué clase de personas hay aquí?
El anciano le preguntó: -¿Qué clase de gente hay en el lugar de donde tú vienes?
-"Oh, un grupo de egoístas y malvados"- replicó el joven -Estoy encantado de haberme ido de allí.
A lo cual el anciano replicó: -Lo mismo habrás de encontrar aquí.
Ese mismo día, otro joven se acercó a beber agua al oasis, y viendo al anciano, preguntó:
-¿Qué clase de personas viven en este lugar?
El anciano respondió con la misma pregunta que había hecho al primer viajero:
-¿Qué clase de personas viven en el lugar de donde tú vienes?
-Un magnífico grupo de personas, honestas, amigables, hospitalarias, me duele mucho haberlos dejado.
-Lo mismo encontrarás tú aquí- respondió el anciano.
Un hombre que había escuchado ambas conversaciones le preguntó al anciano:
-¿Cómo es posible dar dos respuestas tan diferentes a la misma pregunta?
A lo cuál el anciano contestó:
-Cada uno lleva en su corazón el estado en el que vive. Aquél que no encontró nada bueno en los lugares donde estuvo no podrá encontrar otra cosa aquí, y aquél que encontró amigos allí podrá encontrar amigos aquí.
Una historia semejante escuché de un maestro sufi en Londres. Llegó a la comunidad de esa ciudad un hombre procedente del Golfo Pérsico. En poco tiempo empezó a tener problemas con la gente y fue a entrevistarse con el maestro para transmitirle su inquietud.
-Tiene usted una comunidad llena de innovadores e indolentes, cuya enseñanza es precaria, por no decir corrupta. No son ni educados ni corteses…
El maestro le miró con extrañeza y le dijo: -¡Qué raro! Hasta que usted llegó eran unos magníficos alumnos y unas excelentes personas.
¿Qué es la realidad?
Si hablamos de lo que podemos sentir, de lo que podemos oler, gustar, ver, oír y palpar, lo real son simples signos eléctricos interpretados por nuestro cerebro. Algo que una inteligencia artificial podría reproducir. Pero la experiencia de lo real, es decir, cómo gestionamos esa información y cómo afecta a nuestro estado,  ninguna máquina podrá reproducirlo. Las máquinas podrán reaccionar, pero no podrán emocionarse. De lo que se deduce que lo humano se define no tanto por su inteligencia como por sus emociones. Paradójicamente algo que nos une al mundo animal, más de lo que deseamos reconocer.
No se trata tanto de hacer una correcta interpretación de lo que experimentamos sino de cómo nos alimenta o envenena eso que llega a nuestro cerebro. Algo que tiene que ver más con la calidad del filtro que lo procesa, que con el alimento en si. Por eso es fundamental arreglarse el corazón todos los días, igual que nos peinamos o lavamos la cara. El corazón es el filtro emocional que genera nuestra realidad.
El afán de controlar la realidad reduciéndola a lo virtual no es sino el síntoma de la debilidad del ser humano para arreglarse ese filtro. Entonces, como al que no puede digerir correctamente lo alimentamos con papillas, la realidad virtual es esa papilla de otra virtualidad más difícil de digerir: la que está ahí afuera, que no es otra cosa que el reflejo de la que tenemos dentro.

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