viernes, 13 de mayo de 2016

En memoria de Muhammad Ben Chakruon, el ‘loco’ de Allah

Ha muerto Muhammad Ben Chakruon víctima de un paro cardíaco en el transcurso de una velada de dikr

13/05/2016 - Autor: Abdelkader Mohamed Alí - Fuente: Webislam
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Muhammad Ben Chakruon.
El pasado día 29 de Abril, entrada ya la noche, moría Muhammad Ben Chakruon víctima de un paro cardíaco en el transcurso de una velada de dikr. Su súbita desaparición ha causado una honda emoción en todas las personas que en estos últimos años habíamos participado de su entrañable amistad y grata compañía.    
Los inicios de mi relación con Muhammad Ben Chakruon arrancan y se pierden en la memoria de la infancia. Conocí a Ben Chakruon en la escuela, en la Residencia de Estudiantes Musulmanes de Melilla. Seguimos siendo compañeros de estudios durante muchos años casi hasta finalizar el bachillerato en el instituto Mohamed V de Nador, momento en que nuestras vidas se bifurcaron. A finales de los años setenta del siglo pasado él se marchó a Fez para iniciar sus estudios universitarios y yo retorné a nuestra Melilla natal.
Aquella generación, nuestra generación, vendría a marcar en lo sucesivo una impronta indeleble en las generaciones que irían tomando el relevo en los acontecimientos venideros. Sin embargo, Ben Chakruon fue una de las excepciones que confirman la regla. De toda aquella generación serían él, Muhammad Ben Chakruon, y otro buen amigo, Abderraman Maanan, quienes retornarían a su tierra con una visión de nuestra existencia y del mundo claramente diferenciada. Lo común en aquella juventud efervescente que se había formado lejos de su tierra era sintonizar, o al menos simpatizar, con movimientos como el de los Hermanos Musulmanes, quienes por entonces canalizaban buena parte del sentimiento contestatario. Ben Chakruon no sólo escapó a sus influencias sino que su sensibilidad espiritual colisionaba claramente con aquellos grupos que instrumentalizaban torpemente el din, la religión, para objetivos indefinidos.
Sin duda, como cualquier joven que empieza a explorar los retos que le imponen los tiempos que le tocaron vivir, Ben Chakruon tuvo sus escarceos mundanos, incluso durante un tiempo militó y sumó expectativas en un proyecto político local. Pero pronto llegaría a la conclusión que para cambiar el entorno inmediato la transformación debía de empezar por uno mismo. No en balde Ben Chakruon conocía aquella significativa historia de uno de los grandes del sufismo, Bayazid Bastami, que tuvo que consumar toda su vida para llegar a una conclusión certera. Sus oraciones de juventud eran “Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo”. Avanzando en edad y experiencia y, persuadido de la imposibilidad de transformar el mundo, cambiaría su oración a:“Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho”. Sin embargo, ya en el ocaso de su vida, Bastami localiza claramente su estupidez y transforma definitivamente su oración diciendo: “Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo”. Muhammad Ben Chakruon, conocedor de todas estas tradiciones, maduró al amparo y asimilación de estas experiencias gnósticas. No habrá cambio si el cambio deseado no empieza en uno mismo. Eso lo entendió perfectamente Ben Chakruon y a ello se consagró.
Ben Chakruon se significó tempranamente en una búsqueda espiritual siempre dada a una minoría, y era la búsqueda esotérica, la gnosis, o lo que comúnmente llamamostasawwuf. Este hecho inalterable durante toda su vida unido a otro estigma añadido, el derivado de sus crónicas dolencias y precaria salud, le marcarían el resto de su vida como alguien severamente incomprendido condenándolo a una marginación que con el tiempo sería una bendición, un estímulo para sus anhelos. Todos estos hechos objetivos al final se transformarían en un espeso velo que le separarían del común de los mortales, de la gente, para encaminarlo en su senda hacia al-Habib (el Amado).
Su rapto, su ‘locura’ por Allah determinarían fuertemente sus últimos años de vida, y para ese sublime objetivo, el alejamiento de la necedad e ignorancia cotidiana sería concluyente. “Tu existencia es sólo un soplo: que sea a tu favor, no en tu contra” nos advirtió en sus Hikam al-Gawtiyya Abu Madyan de Sevilla, obra que sheij Ahmad al-Alawi desarrollaría posteriormente.
Quienes tuvimos ocasión de disfrutar de sus reflexiones y oírle explicar en estos últimos años, siempre en muy reducidos círculos de amigos, de discípulos o de admiradores, nos maravillaba su brillantez en la exposición de temas tan complejos como profundos. Sin miedo a errar, lo identificaríamos con aquella expresión que dio título hace ya diez siglos a la obra de Abd Rahman al-Sulami: “La lucidez implacable” a la hora de plantear los insondables misterios que conducen hacia Allah.
Precisamente no hace mucho tiempo, en el transcurso de una conferencia pronunciada en Melilla por el profesor Pablo Beneito —–uno de los más importantes expertos en la obra de Ibn ‘Arabi—, Ben Chakruon cruzó unas palabras con este excepcional ponente. Inevitablemente tras ser testigo de aquel breve pero intenso intercambio de visiones uno llega a la conclusión de que la indudable erudición del primero perdería empuje y rigor ante esa “lucidez implacable” que va más allá de los sentidos y las pasiones y que surge desde el interior más recóndito. El conocimiento intuitivo siempre, desde la perspectiva del esoterismo, supera desmedidamente la acumulación del conocimiento libresco. 
La ‘locura’ de Ben Chakruon
La verdadera locura de Muhammad Ben Chakruon estaba localizada en varios amores que, al final, en síntesis, eran en verdad un mismo amor. Amó desmedidamente a nuestro Profeta Sidna Muhammad (paz y bendiciones). Amó al sheij que daba nombre a su tariqa, Sidi Ahmad al-Alawi, amó a Sidi Mohammadi ben Tahar, de quienes siempre destilaba un amor reverencial y tenía algún comentario adicional que añadir en sus disertaciones. Amó a sus “princesas” como él llamaba a sus hijas y esposa. Y amó, por encima de todo, a Allah, como testimonia su último y definitivo suspiro:“Allaaaaaah,...”. 
Probablemente sea una costumbre recurrente, una inercia muy humana, la de enaltecer siempre en exceso a la persona que se evoca tras su desaparición. Sin embargo, Muhammad Ben Chakruon fue excepcional en vida y excepcional en su forma de marcharse. Nuestra mahabba (amor) puede magnificar nuestros sentimientos, pero con toda seguridad nunca sería producto de la exageración gratuita. Quienes lo han tratado y amado fi sabili Allah, saben del alcance de estas breves palabras. Y a quienes sólo observaron la parte externa del iceberg que aparentaba Ben Chakruon quizás ahora les invada alguna inesperada emoción y terminen por percatarse de lo desacertado e injustos que fueron con sus prejuicios.
Ahora nos queda el recuerdo de sus consejos y lecciones clarividentes en nuestro camino, en la estela de su camino, en un mismo objetivo. En breve serán publicados dos interesantes libros donde se recoge el legado de Muhammad Ben Chakruon. El primero, en orden cronológico, es el titulado “El vuelo silencioso del mochuelo” de nuestro amigo Juan Carlos Cabero y gran amigo también de nuestro finado Ben Chakruon. Libro donde se recogen diversas entrevistas entre las cuales sobresalen, claramente en extensión y discernimiento, las palabras de Ben Chakruon que certeramente cierran la obra referida.
Y el segundo libro, póstumo, “La unicidad del Ser y de la contemplación” de nuestro Muhammad Ben Chakruon, es un meditado trabajo que ha estado, no obstante, sujeto a continuas ampliaciones en cada nueva revisión del autor, lo que testimonia la imposibilidad de acotar un tema que por definición es inabarcable. Ben Chakruon, con este legado, confirma sus ansias con el Amado, su crónico desgarro interior, pero con Quien ahora, insha Allah, gozará de su proximidad. Amín.

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