miércoles, 29 de junio de 2016

De Estado Islámico a franquicia terrorista

  • La organización yihadista no sólo ha perdido enclaves significativos como la ciudad siria de Palmira, sino vías de comunicación entre sus territorios

De Estado Islámico a franquicia terrorista
Tropas iraquíes patrullan en Faluya, reconquista a los yihadistas dos días antes del aniversario de la proclamación del califato (Karim Kadim / AP)
Todos los informes apuntan a lo mismo: a los dos años de su fundación como pretendido califato, el Estado Islámico (EI) está en su peor momento y, en caso de seguir así puede empezar a reinventarse a sí mismo.
El pasado marzo, los analistas de Estados Unidos calculaban que había perdido un 20% de su territorio en Iraq y Siria. Esta evaluación era considerada optimista por algunos, pero tras nuevas derrotas parece claro que la organización no sólo ha perdido enclaves tan significativos como la ciudad siria de Palmira sino vías de comunicación entre sus territorios, lo que implica mayores dificultades de aprovisionamiento, tanto de material como de recursos humanos.
Los milicianos del EI luchan en muchos y distantes frentes. En el norte de Siria se les está cerrando el acceso a la frontera turca y son golpeados a la vez por las fuerzas kurdas, por lo que queda de las milicias sirias de oposición, por el ejército de Bashar el Asad y la artillería turca. Al mismo tiempo, las tropas de Damasco, con apoyo ruso e iraní, han avanzado mucho en dirección a la capital siria del califato, Raqa, que está amenazada por el norte por los kurdos y sus –escasos, eso sí- aliados árabes con apoyo de un puñado de fuerzas especiales norteamericanas. Mientras tanto, en Iraq, las fuerzas de Bagdad han expulsado a los yihadistas de Faluya y se han fijado Mosul como próxima meta.
Cronología
La pérdida de Faluya deja al EI únicamente con Mosul, la segunda ciudad iraquí, desde la que se declaró el califato el 29 de junio del 2014. Hasta entonces solo poseían Faluya y Ramadi. La toma de Mosul, y el discurso de Abu Bakr el Bagdadí en su gran mezquita, proclamándose califa con el nombre de Ibrahim el 4 de julio, trajo consigo una arribada en masa de combatientes de hasta 87 países. El Estado Islámico se expandió con la conquista de Tikrit (cuna de Sadam Husein) y Baiyi (con su refinería) en Iraq, y Kobane y Palmira en Siria. Pero desde enero del 2015 todo lo han ido perdiendo. Ha sido un proceso muy lento, que probablemente habría resultado imposible sin la participación de Rusia en el frente sirio y de Irán tanto en Siria como en Iraq.
A la luz de los atentados en Europa se podría relativizar la importancia de esa pérdida territorial. Sin embargo, ha sido precisamente la promesa de un califato aquí y ahora la que ha convencido y atraído a salafistas yihadistas, aventureros, desheredados y maníacos a sus filas. Fue por esa razón -y por su extraordinaria utilización de métodos digitales de propaganda, mezclando terror, heroísmo e imágenes idílicas- que ha tenido más éxito que Al Qaeda. Pero sí fracasa en fundar y administrar provincias ya no hay califato. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo.
Por un lado, sus recursos económicos se han reducido considerablemente. Bombardeados sus pozos petrolíferos y sus convoyes, el EI resiste con una microeconomía basada en los impuestos, la extorsión y la confiscación. Incluso en Mosul se están reduciendo sus capacidades desde que el Gobierno de Bagdad dejó de enviar los sueldos de los funcionarios –que representa el grueso de la masa salarial iraquí-, el corte de la ruta de Sinyar hacia Siria también ha reducido el comercio, y la capital del califato sufre una carestía galopante.
Por otra parte, los enclaves o pretendidas provincias del Estado Islámico en Libia, el Sinaí o Yemen tampoco han experimentado una expansión, más bien todo lo contrario.
Sin embargo, el peor golpe que ha sufrido el Estado Islámico en el último año se lo han asestado no los bombardeos sino cientos de miles de refugiados que han huido de Siria. Los yihadistas reaccionaron histéricos al ver que la guerra les empujaba a huir del país en lugar de resistir o de migrar hacia su territorio, y emitieron una colección de vídeos y mensajes tratando de convencer a la gente de que no hiciera el intento de llegar a Europa (otra cosa es cómo Europa los ha recibido después).
El último comunicado del portavoz oficial del EI, Abu Mohamed al Adnani, emitido el 21 de mayo, en vísperas del Ramadán, da pistas de cómo la organización está teniendo que adaptar sus postulados. Dirigiéndose a los “soldados del califato en Europa y Estados Unidos”, les dice que “si los tiranos os han cerrado en la cara las puertas de la hijra –la emigración al Estado Islámico-, abrid la puerta de la yihad en sus caras y haced que se arrepientan. La más pequeña muestra de trabajo que podáis llevar a cabo en vuestros países es mucho mejor y querida por nosotros que cualquier acción mayor aquí”.
Con este llamamiento a cometer atentados, el EI vuelve a poner el énfasis en el llamado “enemigo lejano”, al estilo de Al Qaeda pero señalando además que los civiles son individualmente blancos legítimos, ya que en Occidente no son “inocentes”. Al Adnani llamaba a la guerra total en nombre del EI, y añadía, para justificar sus pérdidas: “La victoria es cuando el enemigo es derrotado, la derrota es cuando se pierde la determinación y el deseo de combatir”.
El mensaje del portavoz parece apuntar a las dos opciones que siempre han dicho los analistas que le quedaría al EI tras una derrota territorial en Iraq y Siria: reconvertirse en guerrilla y en organización puramente terrorista. La primera posibilidad empezaremos a verla si son expulsados de Raqqa y de Mosul; la segunda ya se está dando, con el agravante de que el Estado Islámico ya ha llegado al punto de ser franquicia para cualquier enajenado aunque no tenga la menor idea de yihadismo, como el asesino homófobo de Orlando.

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