lunes, 31 de octubre de 2016

¿Cómo sería un mundo gobernado por ISIS?

George Orwell describió la dictadura total en '1984'. Boualem Sansal le rinde homenaje en '2084' imaginando un planeta bajo el fanatismo islamista.
Imaginen una sociedad sin dudas. La certidumbre absoluta. Como el sendero de una tienda de Ikea, todo está codificado, previsto, estipulado, pero esta vez por Dios y sin lapicerillos de madera con los que entretenerse entre pasillo y pasillo. La dictadura perfecta, no sólo política, sino religiosa, estética y hasta sentimental. Ese mundo controlado por ISIS es el que recrea Boualem Sansal en su libro 2084, que ha sacudido Francia por describir, desde la literatura, lo que en muchos rincones del planeta como Irak o Siria ya es una realidad cotidiana.
«No sólo no es una fábula, es que 2084 ya está aquí», explica el autor argelino, en conversación con PAPEL: «Si para construir una casa has comprado ladrillos, cemento, tejas, sólo queda ensamblarlo todo. El islamismo está en su propio proceso de ensamblaje. Es un sistema centralmente religioso pero que se aprovecha de la mundialización y los medios modernos de manipulación de masas».
El libro es un homenaje/espejo del 1984 de George Orwell. Si antes era el comunismo el que convertía las sociedades en estantes (por lo general vacíos), ahora la gran amenaza autoritaria es el Islam. Hay algo de intelectualmente abrasivo cuando percibes que la narración de 2084 (Editorial Seix Barral) no es burla, ni hipérbole, sino la simple y cruda descripción -ficcionada, pero descripción- del fanatismo que impera en terrenos no muy distantes de España. Del totalitarismo político de la Guerra Fría al totalitarismo religioso de nuestros días.
Sansal vivió la dictadura militar en Argelia y ahora sobrevive a las amenazas de los fanáticos islamistas, por frases como ésta: «Nadie pensó que la Guerra Santa buscaba transformar inútiles y míseros creyentes en gloriosos y provechosos mártires». Este escritor y estudioso del Islam cree que ISIS es un mecanismo perfeccionado que ha sabido crear una ficción, un terror y una comunicación en torno a una religión. «El islamismo no es primario ni inculto», razona. «Sus grandes jefes son multidiplomados casi siempre en estudios científicos. Y comparten con los nazis una mirada cruelmente científica sobre las cuestiones sociales. Un sistema científico se construye sobre axiomas, que no se demuestran. La religión también. Dios se apareció a un pastor, y a ver quién dice que no. Desde ahí se crea un sistema religioso y social».
PAÍS VACÍO
«En todo el país, en sus 60 provincias, nunca pasaba nada, nada visible. La vida era límpida. El orden sublime». Así resume Sansal un imaginario país llamado Abistán. El vacío absoluto. Un territorio polvoriento donde sólo hay lugar para soldados, clérigos y millones de fieles abducidos cuya única ocupación es peregrinar, controlados por el «Aparato» y la «Justa Fraternidad», equivalentes del Gran Hermano orwelliano. Al extranjero se le conoce como «El enemigo», pero no se tiene certeza de su existencia más allá de una frontera ignota a la que nadie se acerca. Una sociedad basada en el orden y el rito, pero con una base absolutamente irracional.
«Así es la religión», confiesa, desde una sala del Instituto Francés de Cultura de Madrid, «un conjunto de absurdeces pero que forma un todo coherente. Ni siquiera se percibe como una dictadura. Por mucho que sorprenda, la gente que vive en dictadura suele ser feliz, por mucho que nos duela. Se desprenden de las dudas que nos asaltan a los hombres libres. No existe la incertidumbre. El sistema les da todo. Yo viví en una dictadura socialista en Argelia. Todos teníamos un sueldo. Como no hay necesidades, la noción de libertad desaparece».

Usted recibe amenazas a diario, ¿tiene miedo?
Todos tenemos miedo. De las bombas, de entrar en el metro... Tomo precauciones pero no me dejo paralizar por él.
¿Se puede coexistir con el islamismo del ISIS?
No es posible coexistir pero tampoco se les puede ganar.
Desde su ateísmo, plantea una diferencia absoluta entre el Islam y el resto de religiones monoteístas.
El dios del Islam no es el dios de los cristianos, que vive una relación de amor con su criatura y se preocupa por su redención. En el Islam la relación es de miedo. El dios inmenso no siente nada por sus fieles. No se puede decir nada de dios ni representarle. El hombre adora, obedece y aplica sus mandamientos. Es una relación de sometimiento. Es el principio de la sumisión que exige el Islam. El Corán es un código de circulación sobre cómo debe vivir el buen musulmán. No hay espiritualidad alguna.
Por las calles de Francia, el islam es una realidad cotidiana, sobre todo entre los jóvenes.
Es una realidad que se expande por toda Europa. El islam ha creado una serie de automatismos, una simbología vacía, como el velo entre las mujeres, que no aparece en ningún lado en el Corán. Concede una pertenencia y exige una obediencia.
Sansal, que sigue viviendo en Argelia, se despide con el reproche a Occidente de un cierto síndrome de Estocolmo frente al islamismo. «Hay un macartismo en marcha. Nos sentimos ofendidos por todo. Es como una vuelta de la religión, sólo que esta vez sostenida por los progresistas. Todo es blasfemia, pecado, ofensa. ¿Por qué no tengo yo derecho a criticar el islam? ¿Por qué no tengo derecho a ser islamófobo».

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