Baba Sheij: "Estados Unidos y Rusia podían habernos salvado"
Jurto Hajji Ismail, conocido entre sus fieles como Baba Sheij, clama contra la falta de protección de la minoría yazidí por parte de la comunidad internacional
Jurto Hajji Ismail es hombre de pocas palabras. Desde hace una década es líder espiritual de los yazidíes, la minoría del norte de Irak más castigada por las huestes del autodenominado Estado Islámico (IS, por sus siglas en inglés). "Me preocupa el destino de mis fieles. Hubiera preferido morir yo antes que ser testigo de la masacre que ha sufrido mi pueblo", confiesa Baba Sheij, como le conocen sus feligreses, supervivientes de una antiquísima religión que mezcla elementos de creencias mesopotámicas con las doctrinas cristiana y musulmana.
A primera hora de la mañana, la figura oronda de Baba Sheij, de luenga barba cana e inmaculado atuendo blanco, conversa plácidamente con quienes peregrinan hasta el patio de su hogar, en la ciudad de Ain Sifni, a unos 74 kilómetros de Mosul. "Los activistas de derechos humanos y los políticos extranjeros vienen a hablar conmigo. Toman nota de todo pero luego se marchan y nada cambia", desliza a modo de reproche al comienzo de la entrevista con EL MUNDO.
"Lo único que queremos los yazidíes es regresar a nuestros pueblos y volver a vivir nuestras vidas. Ser dueños de nuestro futuro", murmura martirizado por dos años de vía crucis". En agosto de 2014, los acólitos de Abu Bakr al Bagdadi lanzaron una ofensiva que hizo trizas el mapa multiétnico del norte de Irak. Miles de yazidíes fueron asesinados a sangre fría en los alrededores del monte Sinyar mientras cientos de mujeres eran secuestradas y vendidas como esclavas sexuales en las calles de Mosul. Otros tantos niños fueron convertidos en cachorros del califato y decenas de miles de almas, las más afortunadas, enfilaron el éxodo.
"La situación es terrible. Hay mujeres aún en manos del 'Daesh' [acrónimo en árabe del IS] y muchas familias siguen sin tener noticias de sus seres queridos", maldice el patriarca, volcado en la tarea de restañar las heridas de las féminas que escaparon de los confines del califato y afrontan ahora el azaroso camino de superar el estigma de su cautiverio. "No tengo -reconoce- palabras para describir lo que siento cuando me cuentan sus historias de abusos y vejaciones. Sólo pido paz".
El rostro de un estricto sistema de castas -formado por sheijs y pirs, las clases del clero, y murids, el pueblo llano- ha llamado repetidamente a sus súbditos a socorrer a las víctimas de las violaciones y reintegrarlas en las comunidades que malviven en los campos de desplazados desperdigados por el Kurdistán iraquí. Una precaria existencia a la que ni siquiera reconforta la ofensiva sobre la segunda ciudad de Irak. "Nuestra supervivencia está amenazada. Muchos fieles están abandonado el país y renunciando a vivir en las tierras que hace 2.100 años vieron nacer nuestra religión. No podemos permitirlo. El norte de Irak es parte de nuestra historia", denuncia Baba Sheij mientras el corro de creyentes comenta sus palabras.
El mayor escollo es el regreso a las zonas arrebatadas al IS. En la ciudad de Sinyar, recuperada hace 11 meses por las fuerzas kurdas, la destrucción ha cancelado cualquier mudanza. "Existen áreas próximas en poder del Daesh y la villa está muy cerca del frente. No es tiempo de volver", asevera el Papa de los yazidíes. "Incluso si fuera posible, no retornaremos a cualquier precio. Necesitamos protección internacional como garantía de que no sufriremos más genocidios", reclama el religioso, crítico con la labor de la comunidad internacional.
"No soy -arguye- un político pero creo que, si Estados Unidos o Rusia quisieran, podrían haber salvado a los yazidíes". Recostado en el sillón que preside el jardín, Baba Sheij sortea el interrogante del tiempo que necesitará su rebaño para recobrar las vidas interrumpidas por los yihadistas: "Pregúntaselo a Obama. Él es quien lo controla todo aquí. Pudo auxiliarnos en el pasado y podrá también el futuro".
No hay comentarios:
Publicar un comentario