jueves, 3 de noviembre de 2016

Por qué los jóvenes se hacen terroristas

Esta es una de las tantas preguntas que se plantean una y otra vez tras cada atentado que nos afecta en casa, cuando el derramamiento de sangre no está en Beirut, ni en Bagdad, ni en el Sinaí, sino muy cerca de nuestros hogares.
Una respuesta simplista podría ser que el DAESH posee una gran capacidad de difusión en un sistema de comunicación globalizado cuyo mejor reflejo es Internet y que, gracias a estas herramientas tratadas de forma muy profesional, se logra captar a jóvenes frustrados.
Este tipo de respuestas lo que hace realmente es sesgar una realidad mucho más compleja pero, sobre todo, mucho más incómoda.
El fracaso de las políticas sociales.
Adoptar un discurso basado en un trasfondo islamófobo para dividir el electorado y cosechar votos con el fin de sentarse en el poder es una de las causas que hay que señalar y explicar. Porque el político que llega a la Administración está sujeto a ese discurso que le ayudó a llegar al poder, y eso se refleja en las políticas sociales que se aplican en cada gobierno. Las medidas políticas que fomentan la creación de guetos no son precisamente un ejemplo de éxito de integración sino, más bien, de cómo crear el mejor ambiente para la discriminación.
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En el caso francés lo vemos claramente manifiesto en esa arquitectura urbana llamada Les Banlieues,megaestructuras de masificación urbana con escasos servicios en los alrededores, colocados en las periferias de las grandes ciudades. Es en este escenario donde centenares de miles de ciudadanos se educan y crecen. Es en estos espacios donde se crea el estigma, el mismo estigma que les pondría barreras a la hora de tener acceso al empleo, una buena formación o cualquier otro elemento de prosperidad.
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Estos espacios se convierten en una manufactura de la desigualdad, aquí es donde un ciudadano que vive en estos guetos asimila e interioriza que es diferente y que no es igual que otros ciudadanos, que la igualdad de oportunidades es concepto que no le incluye a él y que los lemas de la República lo excluyen de la regla.
Es gracias a estos discursos islamófobos por lo que se  generan estas políticas sociales, y es gracias a estas políticas que se crean estas realidades que destruyen la identidad de ciudadanía, que supuestamente debería ser una identidad conciudadana común cuando, en cambio, se construyen muros de separación, enfrentamiento y polarización.
Este es uno de los elementos que explican por qué muchos jóvenes no comparten la misma identidad ciudadana que sus compatriotas.
La victoria del terrorismo en los medios de comunicación
Otro elemento a tener en cuenta es la abrumadora victoria de los terroristas en los medios de comunicación. Tal es esta victoria que los medios de masas han asimilado el lenguaje de los terroristas. Esto se refleja en los nuevos términos que introducen los medios en el tratamiento de las noticias, cuando conceptos que poseen una carga espiritual relacionada con las virtudes se convierten en conceptos que inspiran violencia, terror y barbarie. Un ejemplo claro es el concepto de yihad, concepto relacionado con el esfuerzo y sacrificio que cada uno hace para superarse a sí mismo y llevar a cabo acciones que mejoren la realidad que nos rodea y hacer el bien.
Los terroristas se apropiaron de este término para hacer que signifique extorsión, violencia, violación y brutalidad en el nombre de Dios. Y así lo han reproducido los medios de comunicación, no de acuerdo a su verdadero significado sino con el significado que le dan los terroristas.
Sucede igualmente con el término “islámico”, cuando lo islámico es lo que establece el mensaje del Corán, lo relacionado con lo divino, lo racional, lo lógico, lo virtuoso, lo justo. El terrorismo convierte este término en un nuevo concepto relacionado con un sistema teocrático de opresión, un sistema totalmente anticoránico y antiislámico. Los medios vuelven a reproducir  exactamente la definición terrorista de los términos, por lo que el diccionario de los medios de comunicación en relación al islam y los musulmanes, en muchas ocasiones. es un diccionario de edición terrorista.
Esta política de los medios hecha consciente o inconscientemente genera un discurso que provoca confusión en los jóvenes musulmanes que asumen estos términos como parte de su identidad y el legado de sus padres y, debido al gran desconocimiento de las verdaderas enseñanzas coránicas de las que carecen, muchos jóvenes acaban asimilando estos términos con definición terrorista como propios en una especie de efecto de eco.
La clave ideológica
Suponer que las razones expuestas anteriormente y otras muchas más, que se deberían tratar y desarrollar una a una, son las más importantes es faltar a la verdad. Hay una razón que es clave, que si no la entendemos no solo no comprenderemos la realidad de este fenómeno sino que no podremos abordarlo y solucionarlo. Se trata del factor ideológico, en este caso la ideología del salafismo.
El salafismo no es un una interpretación radical del Corán, simplemente porque el salafismo no toma al Corán como su principal referente, sino que se basa en las opiniones y criterios de los salaf, es decir, aquello que han planteado los ancestros o antepasados, y no cualquier antepasado, sino aquellos antepasados cuyas tesis eran tesis teocráticas que justifican la opresión, el patriarcado y la tiranía en el nombre de Dios. Un ejemplo claro es Ibn Taimiya, cuyas obras y fetuas llaman a matar por razones nimias como, por ejemplo, por el mero hecho de pronunciar en voz alta una fórmula del rito de la oración en vez de hacerlo en voz baja (Al-fataawaa Al-kubra, Las grandes fetuas, volumen 1, página 1, “Quien anuncia en alto la intención de la oración”). Cuando el Corán advierte sobre la sacralidad de la vida humana y las consecuencias sobre el hecho de violar esta sacralidad, autores como Ibn Taimiya, principal referente ancestral del salafismo, no solo violan esta sacralidad sino que lo hacen por razones insignificantes. Es así como valoran la vida humana en esta ideología medieval.
En la actualidad la corriente salafista más extendida es el wahabismo, tanto en su versión blanda que se refleja en sus canales de televisión como en su versión más explícita que se refleja en grupos como el DAESH.
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Sabemos que la cuna de esta ideología es Arabia Saudí, es decir, un clan como los Al-saud que ha sometido a una nación entera a su servicio, cuya riqueza petrolífera le ha permitido desde los inicios del siglo pasado hasta nuestros días extender su mensaje por todo el mundo, y todo ello permitido bajo distintos pretextos. Entonces, nuestros jóvenes seguirán consumiendo salafismo para rato.
Mientras el wahabismo siga financiando canales de televisión, universidades de adoctrinamiento, mezquitas donde pondrán, obviamente, un dirigente que no podrá sino predicar su doctrina, proyectos de caridad con fines proselitistas, ingente cantidad de portales web traducidos a casi todas las lenguas para difundir su ideología, etc., no podremos evitar que un número importante de jóvenes caiga en esta doctrina creyendo que está siguiendo el islam o las enseñanzas del Corán.
Por lo tanto, podemos afirmar que el petróleo no solo llena nuestros coches de combustible y nos permite gozar de nuestro estilo de vida sino que también envenena la mente de nuestros jóvenes, en tanto que la alianza con el petróleo también puede suponer una amenaza para nuestra seguridad.
Un argumento débil
Hay que decir que la mayoría aplastante de los musulmanes condenan por activa y por pasiva estos atentados, de diferentes formas y en cada ocasión, y hay que subrayar que los medios no dan la difusión suficiente a estas condenas, por lo que pudiera dar la sensación de cierta complicidad, lo cual es del todo falso.
Pero hay que resaltar que la argumentación de estas condenas son débiles para convencer a nuestros jóvenes frente a la maquinaria de manipulación del wahabismo.
En muchas ocasiones se sigue diciendo que los que cometen estas atrocidades son musulmanes que se han desviado, simplemente porque han pronunciado unas palabras, es decir, la shahada y que estas palabras los encasillan en la identidad de musulmanes. Esta convicción es muy extendida y deriva, precisamente, de un argumento basado en criterios de autores ancestrales, es decir, un concepto salafista.
Desde el momento en el que una persona no se preste a entregarse a los principios y valores elementales del Corán entre los que se encuentran la creencia en la unicidad divina, la justicia y la sacralidad de la vida humana entre otros valores coránicos, estas personas no pueden llamarse musulmanes, independientemente de las palabras que hayan pronunciado o dejado de pronunciar.
No basta solamente con estar repitiendo que esto no es el verdadero islam, nuestros jóvenes deben conocer de forma clara y explícita que la doctrina que propagan estos dementes es una doctrina satánica que sirve a los intereses del Shaitan.
Pero para ello no solo hay que condenar a estos grupos sino que hay que ponerlos en evidencia ante los jóvenes musulmanes. Es decir, poner en evidencia sus actos, sus crímenes, poner en evidencia la falsedad de sus argumentos ideológicos, históricos y pseudoislámicos.
Hace falta un mayor trabajo académico, cultural, intelectual y educativo para que los jóvenes vean de forma nítida y diferenciadora que la ideología de estos asesinos ya no solo no tiene que ver con las enseñanzas del Corán sino que es enemiga de estas enseñanzas, se apropia de su nombre, secuestra sus términos y sus símbolos y los somete a sus objetivos satánicos.
La clara nitidez de un argumento sólido es un requisito sine qua non para evitar que los jóvenes musulmanes puedan caer en las garras de esta ideología.

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