Arabia Saudí y el islam
El autodenominado salafismo yihadista ha estado siempre al servicio del neoliberalismo
El wahabismo internacional es un instrumento político.
Hay personas que confunden Arabia Saudí con el islam y consideran que Arabia Saudí es el Vaticano de los musulmanes. Incluso muchos musulmanes deslumbrados por la riqueza de los países del Golfo se convierten en sus seguidores más fieles, creyendo que ellos son los referentes del islam, pero todo esto es un error.
Las organizaciones anti-islam o islamófobas han utilizado continuamente y de manera reiterada las política religiosa de Arabia Saudí y los países del Golfo Pérsico para estigmatizar el islam, produciendo videos, artículos y libros en los que difunden falsos mitos, que atribuyen a todos los musulmanes, como si todos los musulmanes fueran seguidores de los regímenes wahabíes de las monarquías del Golfo Pérsico.
Se puede ser musulmán sin ser seguidor de ningún régimen wahabí y sin caer en ningún extremo contraproducente. El islam no se divide entre wahabíes y modernistas. Entre ambos extremos habita el 90% de la población musulmana, que permanece ignorada en la mayoría de medios de comunicación occidentales como si no existiera, presentando los grandes medios de masas al wahabismo como el representante más genuino del islam, y al modernismo como la alternativa al wahabismo, lo que equivale a afirmar que el representante más puros del catolicismo es el Opus Dei y su única alternativa es la Teología de la Liberación, sin ver que entre ambas corrientes navega la inmensa masa del catolicismo.
El simplismo de identificar wahabí con musulmán, y terrorista con islamista, es tan absurdo como afirmar que un democristiano es un nacional-católico. Un wahabí no tiene porque ser un terrorista, del mismo modo que un nacional-católico a pesar de sus creencias no tiene porque ser un terrorista. El wahabismo internacional es un instrumento político, utilizado por algunas monarquías del Golfo Pérsico para infiltrarse en los países musulmanes del resto del mundo e influir en la vida política de estos países según para sus intereses.
Durante los años 80, se llenó toda Latinoamérica de iglesias evangélicas que coincidían en apoyar la política exterior norteamericana y su estilo de vida. Estas iglesias evangélicas injertadas en Latinoamérica fueron la fuerza de choque usada para contrarrestar la influencia de la Teología de la Liberación y los Jesuitas en las sociedades de estos países. De igual forma el wahabismo, se difundió primeramente entre los inmigrantes musulmanes en Europa, para después llegar a sus países de origen donde era perseguido. Los países occidentales fueron tan responsables como algunas monarquías del Golfo Pérsico en la difusión del wahabismo.
El wahabismo, no reconoce las cuatro escuelas jurídicas sunníes, (la Maliki, mayoritaria en el Magreb, la Hanafi, mayoritaria en Siria, Líbano, Irak y Egipto, la Shafii, mayoritaria en Somalia e Indonesia y la Hanbali, que sí está presente en Arabia Saudí), que existen dentro del islam sunní, lo que marca una gran diferencia, que no es advertida por los profanos en la materia. Es como si se confundiera el idioma francés con el castellano porque ambos son idiomas latinos y tienen un mismo tronco común. El rigorismo wahabí no tiene nada que ver con las cuatro escuelas jurídicas sunníes.
A diferencia de este wahabismo, (que guarda semejanzas con el nacional-catolicismo), el autodenominado salafismo yihadista, (movimiento que une la ideología nazi con una visión deformada del islam y que tampoco acepta las escuelas jurídicas), ha sido un instrumento para desestabilizar países, crear conflictos, robar el petróleo y vender armas. El autodenominado salafismo yihadista ha estado siempre al servicio del neoliberalismo mas psicópata y ha atacado a todos los musulmanes del mundo que se han enfrentado a él, asesinando, secuestrando y torturando, sin ningún rubor. Si alguien merece el titulo de zombi son los seguidores del autodenominado salafismo yihadista. Zombis que no han dudado en matar inocentes, mujeres y niños, para el beneficio de sus amos y a costa del islam y los musulmanes, difundiendo con sus actos la islamofobia.
El autodenominado salafismo yihadista no es algo que haya surgido desde el islam, sino que es una creación artificial, un experimento de ingeniería humana llevado hasta sus últimas consecuencias, un cóctel donde el racismo y la violencia nazi se convirtió en intolerancia criminal seudo-religiosa. También existe un salafismo de predicación pacifico que nada tiene que ver con el terrorismo, pero al que el autodenominado salafismo yihadista ha ocultado con sus crímenes.
¿Alguien se ha preguntado cómo apareció Boko Haram, quién los adoctrinó y financió, o cómo fue posible que una secta como los Talibanes tomasen el poder en el 85% de Afganistán?. Sin el autodenominado salafismo yihadista no existiría la legión extranjera de combatientes que abastece a DAESH ni las peligrosas bandas terroristas que controlan gran parte de los pozos petroleros de Libia.
Un inmigrante musulmán o un refugiado de Siria, Irak o Afganistán, no tienen nada que ver con un terrorista fanático o un delincuente de DAESH, pero por culpa de estos criminales deben vivir bajo sospecha, en ocasiones, y en muchos casos ver cómo les niegan el alquiler de una casa o un puesto de trabajo.
Es necesario que las monarquías wahabíes del Golfo Pérsico se comprometan a impedir que sus nacionales engrosen las filas de estos grupos, los financien o se dediquen a captar personas por todo el mundo aprovechándose de su ignorancia o de la miseria económica. No basta con una mera condena cada vez que se produce un atentado, ya sea en París, Riad o Damasco.
El camino más corto para derrocar el régimen Sirio hubiera sido denunciar su corrupción y fomentar los grupos democráticos, en lugar de mandar bandas de criminales sembrando el terror que han logrado convertir a Bashar el Asad en un héroe para más de la mitad de la población. Miles de vidas se han perdido a costa de esta locura criminal.
La mejor forma de luchar contra los grupos terroristas es aislándolos de la comunidad musulmana y señalándolos como criminales, sin estigmatizar el islam. Terrorista y musulmán son dos cosas incompatibles, que hay que saber diferenciar. El terrorista es alguien que se ha salido del islam.
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