La yihad que violenta las calles de media Europa
Los disturbios callejeros y el terrorismo islamista son fenómenos muy diferentes, pero hay que reforzar la vigilancia ante la posibilidad de que se retroalimenten
¿El yihadismo puede acabar engendrando violencia urbana o, al contrario, la violencia urbana puede desembocar en el yihadismo? Y paralelamente, ¿podemos pensar que ciertas formas nuevas de yihadismo constituyen en sí mismas violencia urbana?
Desde que Abu Mohamed al Adnani, el número dos del ISIS, muerto en septiembre de 2016, proclamó: “Aplastadle la cabeza [al enemigo occidental] a pedradas, matadlo con un cuchillo, atropelladlo con vuestro coche, arrojadlo al vacío, asfixiadlo o envenenadlo”, la tesis del lobo solitario está totalmente acreditada. Estamos ante todo lo contrario de un acto terrorista convencional. Sabemos que a Al Qaeda nunca le gustaron los aficionados, ni los tibios, y que jamás pensó en utilizar a los combatientes que habían ido a Afganistán dispuestos a luchar. A los aspirantes a terroristas los escogían en función de su competencia en el manejo de explosivos o porque poseían suficiente sangre fría para llevar a cabo su misión
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