La gran Cruzada anti yihadista del Siglo XXI
Una bandera negra del “califato” fundamentalista islámico desplegado frente a la Casa Blanca, y las declaraciones de que Estados Unidos se inundará de sangre si continúa su acción contra los yihadistas, no deben desestimarse
MIAMI, Florida -Las Cruzadas, con sus imágenes de caballeros abanderados bajo la Cruz de Malta que partían a los Santos Lugares para luchar contra los seguidores de Mahoma, pareciera que vuelven a reeditarse en pleno siglo XXI. Los sucesos que tienen lugar por estos días en los mismos sitios donde se escenificó el enfrentamiento entre europeos y árabes durante la Edad Media, se recrean de manera preocupante en el trasfondo de aquel hecho histórico y reproducen acciones concebibles en las páginas de un libro o en imágenes de un filme.
Las noticias hablan de la creación de un nuevo califato cuyo fin es instaurar la Yihad con la reconquista de España, el exterminio de los infieles – cristianos en primer lugar- para finalmente llevar la religión musulmana a todos los confines de la Tierra. El concepto, aunque extremo, no es nuevo. Se perpetra de una manera u otra contra los cristianos coptos en Egipto y Eritrea. En el norte de África las hordas de Al Shabab secuestran niñas en forma masiva y las venden o las ponen al servicio de los “guerreros” del Islam. El terrorismo se extiende de manera imperceptible pero segura por diversos países del planeta en sucesos que resultan difíciles de aclarar o investigar. Nairobi, Londres, Beijing o cualquier ciudad pueden ser el escenario de un acto violento vinculado con esta corriente extremista.
Pero lo que ocurre en territorios de Siria e Irak parece ser el grado sumo que pueden alcanzar estas acciones en las que ocurren horrores que parecerían imposible imaginar en pleno siglo XXI. Hombres crucificados o degollados en público, criaturas enterradas vivas junto a sus madres, mujeres y niñas convertidas en esclavas sexuales con un mínimo en edades que llegan a los seis años. Todo por profesar una religión diferente a la musulmana. Una blasfemia que solo se repara con la conversión o la muerte. Esta es la realidad de 200 mil yizaidies, un pueblo cristiano del norte de Irak amenazado con ser extinguido si el estado islámico del ISIL se asienta en definitiva.
En realidad no se trata solo de cristianos. El grupo extremista Estado Islámico fusiló y decapitó a cientos de miembros de la tribu Shueitat del este de Siria después de aplastar un levantamiento en su contra. Activistas del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, con sede en Gran Bretaña, afirmaron que cerca de 700 miembros de la tribu fueron asesinados porque los milicianos extremistas consideraban que todos los miembros Shueitat eran apóstatas que se levantaron en su contra. Seguramente será la suerte de otros pobladores de la zona y por qué dudarlo del Norte de África o Europa. El peligro es real y no debe tomarse a la ligera.
En este contexto una vez más las fuerzas militares de Estados Unidos intervienen apremiadas por el llamado de gobiernos e instituciones que logran al fin ver la amenaza perfilada. En esta ocasión hasta el Vaticano se pronunció de manera inédita. Mientras el Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, monseñor Silvano Tomasi, justificó el bombardeo norteamericano afirmando que “Había que intervenir ahora, antes de que sea demasiado tarde”, el obispo católico kurdo Rabban al Qas pidió abiertamente la intervención de EEUU desde la emisora del Vaticano, para evitar que el “lobo penetre el rebaño, lo mate, se lo coma y lo destruya”. La realidad ha sido señalada como apocalíptica por John Allen, vaticanista norteamericano quien de esa manera expresa el temor de la Iglesia católica por lo que puede suponer la completa desaparición de los cristianos de la región medio oriental, donde están presentes desde hace dos mil años.
Ciertamente el Papa Francisco trató de suavizar el tono al indicar que debería ser la ONU y no Estados Unidos, o un país en particular, quien llevara el peso de un operativo que “frene” el avance yihadista. Pero hasta el momento solo las fuerzas militares norteamericanas han intervenido de manera efectiva en el conflicto, que lejos de tener como objetivo frenar a los terroristas debe buscar su aniquilamiento a la vez que identifique sus bases de aprovisionamiento financiero y militar. El resto del mundo se ha limitado a condenar la barbarie y manifestar apoyo solidario hacia los perseguidos.
Lo que pudiera ser una primera respuesta por la participación activa norteamericana se tradujo a través de la ejecución del foto reportero norteamericano James Foley. En el video difundido por sus verdugos, Foley culpa al gobierno de Estados Unidos de su muerte por su reciente intervención en Irak. En su despedida pide a familiares y amigos que se levanten contra las autoridades estadounidenses, de quienes dice “pusieron el último clavo en su ataúd” cuando atacaron a los extremistas.
El mensaje del ejecutado, comprensible dada su situación, será puesto en marco dorado por quienes no pierden oportunidad para acusar a Estados Unidos de actuar como policía internacional. La muerte del periodista es lo de menos para ellos. Les importa las consecuencias que se deriven hacia un conflicto donde sus tranquilas vidas se vean perturbadas. Lo ilustran notas de prensa como las difundidas en días recientes por varios medios internacionales: A diferencia de Al Qaeda, el Estado Islámico se ha focalizado hasta ahora en controlar territorio en Irak y Siria para un autoproclamado califato, no en ataques espectaculares contra objetivos occidentales. Esto a pesar de lo que se ha visto. La forma suave de enfocar el peligroso rumbo de los miembros del ISIL parece descartar que las miles de muertes “no occidentales” no significa que esa parte del mundo tenga que preocuparse mucho ante la inexistencia de lo que califican acciones “espectaculares” en contra de Occidente. Mayor cinismo no puede existir.
Contrario a lo que algunos piensen sobre la espectacularidad de los planes del ISIL, los miembros de esta organización demuestran con hechos que ellos no están jugando a la guerra. Una bandera negra de la organización extremista desplegada frente a la Casa Blanca, en lo que parece ser un suceso creíble expuesto en un video subido a las redes, as í como las declaraciones de que Estados Unidos se inundará de sangre si continúa en su acción contra los yihadistas, son acciones y palabras que no deben desestimarse. Es una evidencia que justifica no solo la acción de Estados Unidos, sino la del conjunto de naciones para que se declare de una vez una Cruzada Internacional contra esta forma de barbarie terrorista que no cesa de amenazar a la Humanidad en diferentes puntos del planeta bajo el falso ropaje religioso.
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