miércoles, 1 de febrero de 2017

M1. De las Cruzadas a ISIS (siglo XII-XXI). Una historia "cruzada"

21.09.15 | 12:42. Archivado en Iglesia InstitucionesTeologíaIsraelEspiritualidadMerced-libertadIslam
Evocaba ayer el tema de la patria del cristiano, desde una perspectiva político-social, vinculada a Cataluña y, en concreto, a Barcelona, lugar donde surgió el ideal más hondo de la Merced como Libertad (Liberación de los cautivos). Hoy, y los dos días siguientes, ofreceré un triduo de Merced o libertad, para situar mejor el tema:
a. Hoy hablo del tema de la libertad "cruzada" , que es en el fondo anti-libertad. Es la libertad de aquellos que quieren imponer y mantener por la fuerza sus principios, exigiendo a los demás aquello que les parece justo. Así pensaron y obraron algunos cristianos del siglo XII, así siguen actuando hoy muchos, no sólo en ISIS, sino en otros lugares de judíos, musulmanes y cristianos (con muchos no creyentes, también muy cruzados en el peor sentido del término). Éste es en el fondo el "ideal" de base del Capitalismo actual, que quiere imponer por la fuerza su sistema económico/social (político/militar) sobre el mundo entero.

b. Mañana hablaré de los ideas de la nueva libertad cristiana, en plano de palabra y testimonio de fraternidad, empezando por el siglo XIII, para evocar así mejor nuestro momento, nuestra tarea de cristianos y humanos del siglo XXI, con la exigencia de una fuerte reforma de la Iglesia.
c. Pasado mañana, día 23, evocaré la fiesta de la Merced, el sentido, implicaciones y consecuencias de una libertad que es es liberación de cautivos y oprimidos.
Éste es un tema del que he venido tratando por estas fechas en los últimos años. Permitan los lectores una nueva variante, como en la música que, cuando es buena, puede repetir y recrear de varias formas la misma melodía. Verá el lector que uno las cruzadas cristianas del siglo XII con la nuevas cruzadas (¿lunadas?) de ISIS y con un tipo de Sistema capitalista que impone sus principios a la fuerza. Ciertamente, sus niveles de pensamiento y acción son distintos, y así hay que distinguirlos, pero hay en todos una misma melodía de fondo. .
Buena semana a todos.
INTRODUCCIÓN, SIGLO XII
Para entender mejor el tema de la libertad debemos situarnos al comienzo del siglo XII, en las raíces de la cristiandad de occidente, que va tomando conciencia de sí misma, frente al oriente cristiano y, sobre todo, frente al Islam. Tras la lucha por las investiduras (siglo XI), que había enfrentado a eclesiásticos (papa) y civiles (emperador) por la administración del poder religioso y político, los países cristianos de occidente estaban descubriendo su identidad y sentido sobre el mundo.
Ciertamente, ellos eran portadores de una "racionalidad de fondo griego" (y elementos posiblemente pacíficos); pero esa racionalidad tenía, ya en aquel principio, un rasgo de violencia y de conquista, como puede verse en las Cruzadas, que no son un elemento marginal, sino una clave de la identidad de occidente.
Las cruzadas cristianas responden de algún modo a la violencia de los nuevos musulmanes de Oriente a finales del siglo XI estaban imponiendo un tipo de guerra y opresión que antes no se había conocido. Como dice Jesús en Mt 26, quien a hierro mata a hierro muere, a una violencia guerrera sigue otra, y así hasta el infinito.
Aquellas cruzadas introdujeron el cristianismo en una dinámica de guerra, que sigue viva en nuestro tiempo. De aquel espíritu de las cruzadas deriva, desde sus antiguas y nuevas circunstancias, el espíritu de ISIS siglo XXI, y, en otra línea, el espíritu y práctica de un imperialismo económico-social impuesto por el Capitalismo.
1. Cruzadas siglo XII. Principios
El siglo XII había comenzado tras la primera cruzada (1095-1099) y la conquista de Jerusalén (1099) y terminó con la recaída de la vieja ciudad santa en manos musulmanas (1187). No habían surgido todavía en Europa los estados nacionales propiamente dichos, ni existía una estructura social independiente de la religiosa. Había cristiandad: reinos, principados, territorios que giraban en torno a varios centros de influjo político y de un modo especial en torno al Papa.
Al norte y este quedaban aún pueblos que no habían sido bien cristianizados, pero no ofrecían gran peligro: poco a poco iban entrando en la unidad de cristiana de occidente. Al oriente estaban los ortodoxos del imperio bizantino (y Rusia, sometida en gran parte bajo el poder tártaro). Teóricamente eran aliados; pero su misma evolución social y religiosa les había ido separando del cuerpo formado en torno al Papa.
De esa forma, la iglesia se identificaba para algunos con la cristiandad occidental y fuera de ella (al exterior del espacio marcado por la buena fe) se alzaban los otros, los infieles, es decir, los musulmanes, más allá de una línea que se inicia en el poniente (España), cruza por el centro del Mediterráneo y llega por oriente a Egipto, Palestina, Siria, Mesopotamia. El mundo parece roto en dos mitades enfrentadas en dura guerra que ahora empieza a concebirse como santa.
Los primeros cristianos habían sido contrarios a la guerra, de manera que extendían su fe por la palabra y ejemplo de vida. Pero desde el momento en que se habían hecho cristianos, tanto el imperio como los reinos de occidente tendieron a identificar la fe cristiana con su propia estructura político-social. Por eso pensaron que sus luchas en contra de los "bárbaros" paganos eran combates a favor de la fe, de manera que la guerra comenzó a mirarse como un hecho permitido y hasta religioso: protegía a los creyentes ante el riesgo que implicaban los infieles.
En línea de violencia, con elementos más cercanos a ciertos pasajes del Antiguo Testamento hebreo que al mensaje de Jesús y al nuevo judaísmo, se movían ya algunos musulmanes, que entendían y ejercían la guerra como medio de conquista y expansión creyente, en gesto que suponía una amenaza para muchísimos cristianos, desde España hasta Bizancio. Humanamente hablando, era normal que esa pretendida amenaza musulmana suscitara una respuesta mimética cristiana, de cruzada o guerra santa.
2. Un cristianismo militante
A pesar de ello, las cruzadas no fueron una lucha generalizada de cristianos contra musulmanes, sino combates bien localizadas en torno a Palestina, combates que tenían como meta la conquista y libertad "cristiana" de la pretendida tierra santa, centrada en el sepulcro de Jesús (dejamos ahora a un lado la cruzada hispana, que tiene su centro los siglos XII-XIII). Pero esos combates marcaron de manera muy intensa la identidad del cristianismo occidental y su actitud ante la guerra.
Parte de la nueva Iglesia de Occidente quiso volver al origen (la tierra de Jesús), tema que era muy "bueno", pero lo hizo de una forma militar, para encontrar su identidad, su punto de partida en la tierra de Jesús y para abrirse desde allí (Jerusalén) a todas las naciones.
Los cristianos, bien conscientes de sí mismos, quisieron reencontrar su fuente en la tierra donde había nacido su fe, Jerusalén, para responder de esa manera a la llamada de Dios por medio de la guerra. Ciertamente, no olvidaron la exigencia misionera: sabían que el mensaje de Jesús ha de extenderse en momentos de paz, a través de la palabra; pero pensaban también que ese mensaje se hallaba amenazado por la fuerza musulmana y así quisieron defenderlo con una fuerza superior cristiana.
La fe (vinculada a la iglesia y a las instituciones cristianas) viene a presentarse así como un "valor objetivo», que puede expresarse de forma política y social, un valor que es anterior a todos los restantes (de vida y honra, de familia y reino).
En ese contexto se decía que la primera causa y razón de la guerra es de tipo «religioso»: la defensa de la fe, entendida de un modo objetivo, esto es, como protección de las cosas de Dios, que se identifican con la iglesia establecida, con su libertad de culto etc.
2. UNA TEOLOGÍA DE LAS CRUZADAS
La fe se ha convertido, por tanto, en una institución social y así aparec como un valor objetivo, anterior incluso a la vida y hacienda, a la familia y patria, pues en la fe cristiana se fundan y reciben su sentido los restantes valores de la vida personal y social de los creyentes.
1. Introducción, una violencia simétrica
La guerra que así surge, en defensa de la fe, expresa una violencia "simétrica", pues se suponía que los enemigos de la fe católica empleaban también las armas y luchaban en la misma guerra (pueblo contra pueblo, religión contra religión, comohabía anunciado Jesús en Mc 13).
De todas formas, desde la perspectiva cristiana, esto nos sitúa ante una guerra de religiones, en la que unos aparecen como amigos de Dios y otros como sus enemigos, conforme al punto de vista de cada uno. Existe, por tanto, un tipo de simetría objetiva, que se vuelve antisimetria para cada una de las partes.
Una misma guerra puede ser santa en un sentido para los musulmanes (imitadores de un Mahoma militar) y santa en otro sentido para los cristianos, que cambian la dirección de la cruz (que significa dejarse matar a favor de los demás) y la convierten (con la bendición de eclesiásticos y papas) en estandarte de una violencia «evangélica», afirmando que los mismos apóstoles, como Santiago Santiago Matamoros, combatieron y combaten en nombre de Cristo contra los musulmanes.
Éste es el lugar donde se ha expresado con más claridad la violencia militar que está ligada a una forma de entender la fe cristiana (y en otro sentido la fe musulmana); cada uno considera santa su guerra y demoníaca la guerra de los otros.
Esa visión ha penetrado en el lenguaje del Derecho Canónico, de manera que el Decreto de Graciano (1160) cree que la iglesia se halla autorizada para proclamar la guerra santa (o de cruzada) contra los infieles (no cristianos), combatiendo a sus contrarios, persiguiendo a sus herejes.
2. San Bernardo, la guerra santa
Esta guerra debe dirigirse en contra de los enemigos de la fe, pues constituyen una amenaza contra la vida y libertad de los cristianos. Pero lo extraño no es que el Derecho promueva y defienda la guerra (¡para eso está!), sino que lo hagan los místicos y santos pstores de la Iglesia, como san Bernardo, que han elaborado una teología de cruzada, para animar y alentar a los soldados/religiosos de la nueva milicia de Jesús (del Temple) que nacen en Jerusalén para defender "la causa del Señor" en contra de sus adversarios:
"Ha nacido una nueva Milicia, precisamente en la misma tierra que un día visitó el sol que nace de lo alto (Jesús), haciéndose visible en la carne. En los mismos lugares donde él dispersó con brazo robusto a los Jefes que dominan en las Tinieblas, aspira esta milicia a exterminar ahora a los hijos de la infidelidad en sus satélites actuales, para dispersarlos con la violencia de su arrojo y liberar también a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo (De laude novae militiae. Ad milites Templi, 1. Cf. Obras completas de san Bernardo I, BAC, Madrid 1983, 496-543).
Bernardo, autor de esta Regla de Guerra, no es un santo cualquiera, sino de uno de representantes de la racionalidad de occidente, que es mística (¿quién más devoto que Bernardo?) y es militar (¿quién mas caballero?), en una línea de austeridad y obediencia monacal que es, por otra parte, admirable (¿quién no se siente sobrecogido por el impulso y la hondura del Císter de Bernardo, un pilar básico del surgimiento del Occidente europeo?).
Es evidente que la Iglesia actual no puede identificarse, sin más, con los proyectos de Bernardo pero, en algún sentido, esos siguen en el fondo de la racionalidad de muchos cristianos (en una línea que algunos alargarían hasta el vibrante discurso del Ratzinger de la Universidad de Ratisbona, tan racional y universitario, tan místico,pero quizá tan poco adecuado para un Papa romano).
La milicia de la que habla Bernardo no pertenece ya a un determinado Señor temporal, a un Estado civil o a una nación, sino que es propia del Ejército de Dios al servicio de una fe que se dice cristiana (pero que no parece identificarse con el proyecto de Jesús de Nazaret). Para fundar su visión, San Bernardo realiza una relectura sesgada del Benedictus (Lc 1, 67-79), partiendo del Antiguo Testamento y ofreciendo así una interpretación bélica de textos que Lucas (o el autor cristiano de aquel canto) habían desmilitarizado. Por medio Jesús, que nace pobre y muere sin defensa militar, Dios había vencido a los poderes opresores (cf. Ef 6, 12), abriendo para los hombres un espacio de paz universal y comunión gratuita.
Bernardo remilitariza las palabras del canto mesiánico cristiano del Benedictus, a partir de una visión parcial de algunos textos del Antiguo Testamento y dice que en la misma tierra de Jesús, como ministros de su guerra santa, los nuevos caballeros del Temple (del nuevo Templo de Dios: templarios) están determinados a exterminar a los hijos de la ira, que son los infieles (cf. Ef 2, 2; 5, 6), para liberar a los creyentes oprimidos, suscitando así el gran reino o cuerno de salvación de Dios sobre la tierra (cf. Lc 1, 69).
3 Guerra escatológica, madre y final de todas las guerras.
Esta es una guerra escatológica al servicio de la fe, es decir, del triunfo de una cristiandad en la que Dios se manifiesta victorioso.
Los religiosos militares luchan según eso contra dos tipos de adversarios: contra los soldados enemigos (musulmanes) y contra los poderes diabólicos del mal. Estos nuevos cruzados, defensores de un Templo, es decir, de un orden político-religioso que Jesús había criticado (y destruido simbólicamente: cf. Mc 11, 25-17 par), realizan su misión a través de un combate que refleja y expresa en el mundo el combate o guerra de Dios y su Cristo contra los poderes del malo (con el Diablo). De esta manera, la guerra aparece como sacramento de Dios:
"Marchad, pues, soldados, seguros al combate y cargad valientes contra los enemigos de la cruz de Cristo (cf. Flp 3, 18), ciertos de que ni la vida ni la muerte podrán privaros del amor de Dios que está en Cristo Jesús (cf. Rom 8, 38), quien os acompaña en todo momento de peligro, diciéndonos: «Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor» (SAN BERNARDO, De laude 2. Cf. Rom 14, 8).
Las palabras que Pablo (y el Benedictus: Lc 1) empleaban en sentido figurado (lucha interna), para interpretar la vida como proceso de unión con el Señor pascual, se entienden así en forma guerrera. Bernardo supone que la lucha entre cristianos constituye un homicidio y por ninguna causa puede proclamarse y realizarse (Ibid. 3). Sin embargo, la guerra de cruzada es santa, expresión de la victoria de Jesús sobre las fuerzas enemigas de lo malo:
"Pero los soldados de Cristo (cf. Gál 5, 26) combaten confiados en las batallas del Señor, sin temor alguno a pecar por ponerse en peligro de muerte y por matar al enemigo. Para ellos, morir o matar por Cristo no implica criminalidad alguna y reporta una gran gloria... Cristo acepta gustosamente como una venganza la muerte del enemigo y más gustosamente aún se da (se entrega él mismo) como consuelo al soldado que muere por su causa. Es decir, el soldado de Cristo mata con seguridad de conciencia y muere con mayor seguridad aún...
No peca como homicida, sino que actúa, se podría decir, como malicida el que mata al pecador para defender a los buenos: se considera como defensor de los cristianos y vengador de Cristo en los malhechores... La muerte del pagano es una gloria para el cristiano, pues por ella es glorificado Cristo...
No es que necesariamente debamos matar a los paganos, si hay otros medios para detener sus ofensivas y reprimir su violenta opresión contra los fieles. Pero en las actuales circunstancias es preferible su muerte, para que no pese el cetro de los malvados sobre el lote de los justos (cf. Sal 124, 3), no sea que los justos extiendan su mano a la maldad" (Ibid. 4).
3. ANTE UNA NUEVA RACIONALIDAD
EL proyecto de "racionalidad cristiana" (occidental) de Bernardo (místico y monje, pero también caballero militar) sigue estando en el fondo de parte de la historia de occidente. Es un proyecto que puede ser "ontológicamente" verdadero pero, leído de forma sesgada, podría acabar siendo no sólo dictatorial, sino anti-cristiano, tanto hacia fuera (lucha contra el Islam), como hacia adentro (creando estructuras de iglesia muy dictatoriales).
Ese proyecto, muy parecido al actual de ISIS va en contra del camino de libertad de Jesús, que yo quisiera celebrar el 24 de septiembre, con el signo de María de la Merced. Ciertamente, el espíritu de Bernardo no es el de ISIS, pero se encuentra muy cerca de algunos de sus planteamientos (aunque sin el terror propagandístico de algunos guerreros actuales del ISLAM falseado de la guerra).
Pero no podemos echar hoy la culpa al Islam, diciendo que ellos son malos y nosotros bueno, sino vamos a la raíz de los problemas... Ciertamente, en occidente hemos avanzado en una línea, hemos superado los principios místico-guerreros de Bernardo... pero en otro sentido los hemos estropeado aún más, pues en nombre de la libertad hemos creado nuevas cruzadas e invasiones, y hemos justificado (en nombre de la libertad) el espíritu y práctica del capitalismo, que produce muchísimas más víctimas que ISIS.

Ciertamente, el terror de ISIS debe ser detenido y superado, pero sólo podrá hacerlo un espíritu más alto de libertad y dignidad humana, superando (desde el Evangelio, desde el Corán más hondo y desde la razón dialogante...) todo espíritu de cruzadas y de dominio de unos sobre otros, o del Capital sobre todos.

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