viernes, 28 de abril de 2017

Jutba de las virtudes y los logros

06/03/2003 - Autor: Hashim Cabrera - Fuente: Webislam
  • 1me gusta o estoy de acuerdo
  •  
  • Compartir en meneame
  •  
  • Compartir en facebook
  •  
  • Descargar PDF
  •  
  • Imprimir
  •  
  • Envia a un amigo
  •  
  • Estadisticas de la publicación

de las virtudes y los logros
De las virtudes y los logros
A lo largo de casi dos años hemos estado aguantando los sermones de este jatib que no quería reconocerse vuestro imám y al que Allah ha hecho comprender compasivamente la naturaleza de su ignorancia. Barakalaufiq. Hemos ido caminando siguiendo un itinerario coránico en pos de una revelación, atentos a esas palabras que unas veces fueron pensadas y otras contempladas en Su maravillosa creación. Tratamos de encontrar sentido a nuestra condición de musulmanes, de seres sometidos a Allah. Nuestro itinerario no es una aventura intelectual que nos convierte en eruditos, sino un recorrido que nos está propiciando el encuentro con una realidad viva que nos transforma integralmente.
Los mensajeros y profetas son una referencia humana fundamental, un ejemplo de las capacidades espirituales que todo ser humano adquiere por el hecho de someterse a la Realidad y vivir de acuerdo a lo que esta Realidad nos propone. Ellos son la referencia más cercana, y su ejemplo nos ayuda a vivir en un tiempo y en un espacio presentes que, aún siendo diferentes a los suyos, tienen similitudes evidentes en cuanto a la problemática humana fundamental que no es otra que la tensión entre el sometimiento y el olvido.
Algunas veces hemos oido hablar del sufismo y de la espiritualidad como de algo que sólo coyunturalmente tiene que ver con el islam. Estas opiniones están expresando una profunda ignorancia porque no tienen en cuenta que el islam es precisamente la adecuación y el sometimiento de cada ser humano a esa Realidad Única que es, al mismo tiempo, la meta de nuestro viaje, nuestra vía y nuestra conciencia. La illaha illa Allah. Pensar que el recorrido espiritual es independiente de las formas y expresiones propias del islam es un grave error porque así se está definiendo al islam como un conjunto de ideas y principios y no como una forma de vivir, una actitud existencial, como una experiencia completa.
La aproximación a las maqamat de los mensajeros nos ayuda, sobre todo, a saborear los estados de la servidumbre, de la ubudía, de la precariedad, del faqr, y a experimentar, en la medida de nuestra capacidad, los estados espirituales que implican. Estos estados van apareciendo poco a poco, arraigándose en nuestro interior en el transcurso de un arduo Yihad, pero no los vivimos como una consecuencia de este Yihad, sino como tayali del Más Misericordioso. Allah nos responde con el jalifato cuando nos dirigimos a Él con una actitud sincera y verdadera y con un esfuerzo perseverante.
El sentido de nuestro viaje es acercarnos a Allah, vivir más cerca de la Realidad, más conscientes. Podemos decir que los logros están en el camino, en la propia vía. En un mundo siempre cambiante y diverso, perseverar en una vía es logro, esperar es un logro, confiar es un logro, agradecer es un logro.
Pero ¿conocemos un medio mejor de llegar a este encuentro con la Realidad que el que nos proporciona nuestro din? ¿Son los pilares de nuestro din los principios de una religión o son el medio más adecuado para alcanzar nuestro destino?
Hay quien considera estos pilares como un conjunto de prescripciones que nos procuran una forma, como unos ritos que nos encadenan a una identidad colectiva. Reducir nuestro islam a esto es para nosotros un desastre porque nos paraliza en nuestro avance, nos remite a la costumbre y a la religión de los antepasados contra la que Allah nos previene explícita y repetidamente en el Qur’an. La expresión coránica de las vivencias de los mensajeros, la paz sea con ellos, nos ayuda a descubrir las dimensiones trascendentes de nuestro din, su contenido espiritual integral.
Cuando hacemos el salat recordamos nuestro islam y nos damos cuenta de lo lejos que estamos del ihsán. Nuestra mente está atenta a la recitación o se distrae. Nuestro cuerpo se prosterna pero ¿Lo hacen también nuestros corazones? ¿Nos extinguimos realmente en nuestro suyud o simplemente colocamos la frente en el suelo?
Hacemos salat al menos cinco veces al día, todos los días. Vivir acompasados al ritmo de esta adoración implica ya un esfuerzo y una perseverancia. Este pilar obligatorio de nuestro din, como los otros, tiene en sí mismo sus regalos, nos hace esforzados y perseverantes, nos devuelve al pálpito de la creación, de los días y las noches y, como criaturas sometidas a los cambios y a los estados, nuestro salat es siempre diferente. Una veces recitamos deprisa y mecánicamente, otras nos detenemos en la recitación o en el suyud y somos aniquilados, otras veces el ruido del mundo se entromete. Pero en cualquier caso estamos cumpliendo nuestro decreto consciente y voluntariamente, estamos volviéndonos a nuestra quibla, a esa dirección interior que nos orienta hacia lo real.
Hay quien sólo tiene conciencia de su sometimiento, de su islam, durante el suyud, y hay quien se siente constantemente sometido a Allah, haga lo que haga y diga lo que diga. Pero en todos los casos nuestro suyud está expresando una forma de relación con lo real, una forma de vivir el sometimiento, el acompasamiento. Allah nos ha creado en suyud para luego erguirnos hacia el jalifato. La prosternación es un recuerdo de nuestro principio, una vuelta a nuestra matriz original. Nos plegamos hacia adentro y así Le recordamos.
A veces hacemos el salat simplemente por que es la hora, otras veces porque tenemos taqua y otras por un amor que surge sin saber bien cómo. En cualquiera de estas situaciones, nuestro salat es un retorno a la Realidad, el dikra más constante a lo largo de nuestras vidas. Allah nos dice en el Qur’an:
"¡Ciertamente, Yo —sólo Yo— soy Dios; no hay más dios que Yo! Así pues, ¡adórame sólo a Mí, y sé constante en el salat para recordarme!"
(Qur’an. Sura 20. Ta Ha, aya 14)
En las situaciones difíciles de nuestra vida cotidiana nos volvemos hacia Allah y a menudo Le sentimos cerca. Luego nos olvidamos y volvemos a regresar de nuevo. Vivimos en esa danza hasta que un día Allah ya no nos suelta, ya no desaparece de nuestro corazón, de nuestra conciencia. La semilla del recuerdo ha brotado y hemos llegado a recordar a Aquel que siempre está presente.
Comprendemos entonces el sentido que la Revelación nos está procurando en nuestra vida cotidiana. Nos vamos dando cuenta de que no somos musulmanes para nada, de que no nos estamos sometiendo porque sí, sino para vivir de la mejor manera posible.
No tratamos de ser pacientes, abnegados o confiados en Allah sino que estas virtudes aparecen en este proceso de volvernos a nuestra fuente, y son la expresión real de nuestro sometimiento a lo real, a lo que está vivo realmente.
Allah nos dice que hemos de ser pacientes, que la paciencia no es algo que se adquiere de improviso sino el resultado de una experiencia, un fruto de la vida de la conciencia. Y no siempre se adquiere. Es algo dificil de adquirir y por eso mismo es valiosa, por su escasez. No somos pacientes porque decidamos tener paciencia, sino que es Allah quien nos hace vivir las situaciones que nos llevan a conocer la paciencia y el estado espiritual que implica.
Cuando somos impacientes reiteradamente podemos darnos cuenta de la contradicción. ¿Cómo es que sufrimos por algo que no depende de nosotros, aún creyendo que estamos sometidos a nuestro destino, que todo depende del poder de Allah?. Nos volvemos a Él y Le imploramos, y cuando al fin nos damos cuenta de que nos responde, encontramos un material precioso con el que construir nuestras vidas. Nos conformamos con aquello que Allah nos está haciendo vivir y así vamos descubriendo el mensaje y encontrando un sentido a nuestra existencia. Así surge en nosotros la paciencia, comprendiendo que vivimos esperando un encuentro, y que ese encuentro se está produciendo constantemente aunque muchas veces no podamos darnos cuenta.
Lo mismo ocurre con la sinceridad y con el desprendimiento, que son la expresión de una conciencia que avanza en pos de lo real, la difusión de un mensaje de claridad y de luz, la verdadera shahada. Un ser humano o una comunidad de la que estén ausentes estas actitudes y expresiones no pueden ser considerados islámicos, puesto que estas actitudes son la expresión misma del sometimiento a la Realidad, la prueba de nuestro islam. Hemos de esforzarnos en promover y alentar estas actitudes en nosotros mismos, ayudarnos unos a otros en el sometimiento. Y también ayudarnos a valorar, a acoger o a rechazar aquello que nos desvía de nuestro objetivo, que es Allah, corregirnos unos a otros con dulzura, con plena conciencia de la intención que mueve lo que decimos y hacemos.
Allahumma: facilítanos la paciencia, el desprendimiento, la perseverancia y la claridad
Líbranos de la acritud.
Haz de nosotros una comunidad de mu’minún.
Amin.
2.
Todos nosotros nos enfrentamos cada día a una serie de situaciones que nos ponen a prueba y ante las que respondemos de una forma determinada. Cada uno de nosotros es un nafs que trata de adquirir existencia e identidad. Y eso sólo es posible mediante la polaridad, la diferencia. Si todos fuésemos iguales no tendríamos nada que decirnos, nada que proponernos, porque todos sabríamos lo mismo y diríamos lo mismo. Por eso, cuando nos extinguimos nos quedamos mudos, porque no hay nada que pueda añadirse a lo Único.
Nuestras palabras son un medio para conocernos, para contrastar nuestras visiones y experiencias, para ayudarnos a caminar entre los signos, pero cuando las usamos para conseguir poder o reconocimiento se convierten en armas de destrucción moral que nos hacen difícil avanzar.
Hemos de ser cuidadosos con nuestras palabras y expresiones. No sabemos nunca el efecto que pueden tener, pero lo tienen. Purificar nuestras intenciones es la mejor forma que tenemos de producir un discurso útil y claro. Purificamos nuestras intenciones mirándonos, tratando de vernos tal como somos, en nuestra precariedad y en nuestra genuina grandeza. Sabemos que nuestra vida y nuestra conciencia no vienen ni de nosotros ni del otro sino de Allah. El otro es para nosotros Su signo, la expresión de Su existencia. No sentimos miedo del otro ni amamos al otro más que por Allah. Por eso el otro no es un ídolo para nosotros, sino un espejo necesario que nos permite trascender, salir de la prisión en la que nuestra mente asociadora nos confina.
Todos estamos tocados por el shirk de una u otra forma. Cada uno de nosotros se adhiere a cosas particulares, tiene gustos específicos, incluso manías concretas. Nos resulta más fácil ver el error del otro que nuestro propio error y nuestros errores se difunden así lo mismo que nuestros aciertos. Nuestro discurso no sólo nos afecta a nosotros, sino que se entrelaza con los otros discursos componiendo un escenario para el encuentro. De nuestra condición interior depende la condición de ese escenario que nos ayuda a compartir lo que realmente somos.
Nuestro imán es un bien que Allah ha depositado en nuestros corazones. Él nos dice que lo compartamos transmitiéndolo. Y ¿Cómo podemos transmitirlo? Expresando con nuestros actos, nuestras palabras y nuestros sentimientos nuestra condición de seres sometidos, abriéndonos a ese otro que no es otro que Él.
El sometimiento a Allah al Wahid, a Lo Único, es una experiencia espiritual y una forma humana de relación personal. Nuestras vidas son un testimonio de nuestra condición interior. Si estamos vivos interiormente, si la Revelación nos sacude transformándonos, llenándonos de razón y sentido, nuestras vidas transmiten el mensaje inevitablemente. Y cuando somos testigos del poder de Allah y sentimos Su Compasión en lo que nos ocurre, cuando nos dirigimos a Él haciéndole un du’a concreto, o cuando nos avergüenza una mirada inocente, estamos transmitiendo el islam y da igual lo que digamos porque esa palabra tiene sentido, porque esa palabra nace del sentido.
Cuando transitamos la vía del sometimiento nuestras palabras se vuelven más reales y pertinentes y no necesitamos hacer nada para que los diálogos se eleven sobre nosotros. El mejor regalo de Allah no es la erudición sino la Háqiqa. Y esa sabiduría Suya es la que nos ilumina interiormente, la que ilumina nuestros encuentros.
Cuando la Rahma de Allah nos aniquila, cuando nos vuelve compasivos, confiados y agradecidos, nos está ayudando a vivir bajo Su ‘aman, está fortaleciendo nuestro imán, nos está haciendo hermanos, alhamdulilah.
Expresar la hermandad, la solidaridad, la compasión, la confianza, la sinceridad, es transmitir el mensaje, que siempre es algo vivo, una acción, un signo o un silencio. Todo tiene sentido. Sabemos y sentimos que Allah sabe más. Únicamente a Él Le pedimos.
Allahumma. Fortalece nuestro imán.
Manténnos con Tu Sabiduría dentro del din de Muhámmad
Otorga Tus Gracias a Muhámmad y a todos aquellos que a Ti solo Te sirven.
Amin.

Anuncios
Relacionados

Las Jutbas de los Andalusíes 9

Artículos - 19/12/1999

Las Jutbas de los Andalusíes 11

Artículos - 29/12/1999

Las jutbas de los Andalusíes

Artículos - 06/06/2008

No hay comentarios:

Publicar un comentario