martes, 2 de mayo de 2017

OPINIÓN: CUÁNDO LLAMAR A UN DICTADOR… Y CUÁNDO PEDIRLE QUE DEJE UN MENSAJE

El problema de Corea del Norte es un problema regional y mundial porque se cruzan los intereses de muchos otros países, entre ellos China, Japón, Rusia y más que nada, Corea del Sur.
El presidente estadounidense Donald Trump comentó que estaba dispuesto a hablar con los líderes de Filipinas y Corea del Norte (izq.)
¿Abrir la puerta a la negociación?  El presidente estadounidense Donald Trump comentó que estaba dispuesto a hablar con los líderes de Filipinas y Corea del Norte (izq.)  (Foto: Reuters)
JOHN KIRBY
Nota del editor: John Kirby es analista de seguridad nacional de CNN; es contraalmirante retirado de la Armada estadounidense y fue portavoz de los departamentos de Defensa y Estado durante la presidencia de Obama. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.
(CNN) — Ha sido interesante todo lo que se ha dicho acerca de la relación de Estados Unidos con los dictadores. Donald Trump, presidente de Estados Unidos, llamó la atención sobre este asunto cuando comentó que estaba dispuesto a hablar con los líderes de Filipinas y Corea del Norte.
Es evidente que hay veces en las que un presidente debería reunirse con un dictador o líder con quien tiene profundas diferencias ideológicas, independientemente de lo desagradable que sea.
Como dijo alguna vez Churchill: "reconocer a una persona no necesariamente es un acto de aprobación. Uno tiene que reconocer muchas cosas y a mucha gente en este mundo de pecado y aflicción aunque no le guste. La razón por la que hay relaciones diplomáticas no es repartir cumplidos, sino asegurar lo que nos conviene".
La pregunta no es si debemos reunirnos o no con un tirano, sino cuándo, cómo y en qué circunstancias.
Franklin Roosevelt se reunió con Joseph Stalin; Dwight Eisenhower invitó a Nikita Krushev a Washington; Richard Nixon estrechó la mano de Mao Zedong. George H. W. Bush negoció con Hugo Chávez y su hijo le dio la bienvenida a la Casa Blanca a Islam Karimov, dictador de Uzbekistán. Barack Obama reanudó las relaciones diplomáticas con el hermano menor de Castro, Raúl.
Se puede argumentar que las relaciones pueden generar cambios positivos, que ignorar y aislar a un tipo malo solo le sirve como incentivo para seguir portándose mal. De hecho, hay quienes argumentan que esto es exactamente lo que se ha logrado al meter a Kim Jong Un a la congeladora. Si le aplicamos la ley del hielo, él nos pinta un dedo.
Según ellos, las sanciones, la suspensión de relaciones diplomáticas, la diplomacia de cañonero, etc., solo han servido para convencer a Kim de avanzar más agresivamente con su programa de armas nucleares. ¿Por qué no abrir la puerta a la negociación para ver qué diálogo se puede entablar?
"La idea es que si nos mostrábamos corteses o si nos abríamos al diálogo con gobiernos que habían sido hostiles con nosotros en algún momento, de alguna forma dábamos una impresión de debilidad", dijo Obama en 2009. "El pueblo estadounidense no se lo creyó. Y hay una buena razón por la que el pueblo estadounidense no se lo creyó: porque no tiene sentido".
Obama tenía razón. Pero aquí es donde la cosa se pone complicada. Ahí es en donde funciona tan bien ese enfoque populista que a Trump le encanta adoptar. Ningún dictador es igual a otro, ni lo son los problemas relativos a la seguridad nacional estadounidense.
Kim Jong Un no es Raúl Castro.
Castro tiene un sistema económico y político en ruinas que necesita desesperadamente inversiones extranjeras y —lo reconozca o no— exposición a valores liberales.
Kim tiene todas esas cosas… y armas nucleares. Además, está desarrollando rápidamente los medios para montarlos en misiles de medio y largo alcance. Salvo por la legitimidad internacional que ansía, en este momento tiene pocos incentivos para negociar.
Lo que sí tiene es incentivo para ganar la carrera armamentista con el fin de tener la ventaja si hay negociaciones. Tiene la capacidad de llevar la situación a un nivel en el que la supervivencia de su régimen no pueda quedar bajo amenaza.
Si se llevara a cabo una reunión bilateral con Kim en este momento, sin condiciones previas, y se demostrara que hay un compromiso para desnuclearizar la península, lo único que se lograría es envalentonarlo para acelerar su programa. Se legitimaría su brutalidad extrema e implacable contra su propio pueblo. También se restaría legitimidad al proceso de negociaciones que tanto Estados Unidos como sus aliados han intentado preservar por todos los medios.
Debemos recordar que el problema de Corea del Norte es un problema regional y mundial porque se cruzan los intereses de muchos otros países, entre ellos China, Japón, Rusia y más que nada, Corea del Sur.
Si se entablan negociaciones directas con el gobierno norcoreano, sin la participación ni la opinión de Corea del Sur, sería casi seguro que cualquier reconciliación perjudicaría a Corea del Sur y envalentonaría a la del Norte.

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