Mujeres y niños desplazados que han huido de la violencia en el casco viejo de Mosul
A penas quedan 10 kilómetros cuadrados para arrebatarle al Estado Islámico (EI) Mosul, pero la batalla para liberar la ciudad vieja está siendo la más dura y decisiva por la orografía del lugar, un entramado de pequeñas y serpenteantes callejuelas que está densamente poblado. En el casco viejo siguen atrapados 100.000 habitantes y un puñado de yihadistas que defenderán a sangre y fuego hasta el último rincón de la que fue la capital del autoproclamado califato islámico, a caballo entre Irak y Siria. Tres años después de la toma de Mosul y de su rápida expansión a lo largo y ancho del territorio iraquí y sirio, al EI no le queda más del 5% del territorio que conquistó en Irak y menos del 40% que usurpó en Siria.
Desde el pasado mes de octubre, el Ejército iraquí, la Policía federal, junto a las milicias chiíes, conocidas como las Hashid al Shaabi y las fuerzas «peshmerga» kurdas, por otro lado, iniciaron una campaña militar para expulsar al grupo yihadista de Irak. Pero detrás de cada localidad liberada por las fuerzas iraquíes, con el apoyo de los bombardeos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos, ha quedado un rastro de muerte y casas destrozadas. En cada avance de las fuerzas iraquíes, lideradas por la División de Respuesta Rápida, los yihadistas al verse amenazados han ejecutado a cientos de civiles que intentaban huir.
Los yihadistas han reunido a miles de civiles en lugares cercanos a las posiciones de combate. «Los civiles tienen dos opciones: o se quedan en sus casas y mueren por los bombardeos aéreos o intentan escapar y entonces los francotiradores del EI les disparan», explica a LA RAZÓN un periodista internacional que lleva cubriendo desde hace meses la ofensiva de Mosul oeste. Más de 250 civiles han muerto en las últimas semanas a medida que las fuerzas iraquíes avanzan en la toma de la ciudad vieja, denunció recientemente la Organización de Naciones Unidades.
«El Estado Islámico ha respondido brutalmente para detener la huida de civiles a quienes usan como escudos humanos», denunció Ravina Shamdasani, portavoz de la oficina de Derechos Humanos de la ONU. El ataque más mortífero ocurrió el 1 de junio, cuando al menos 163 civiles, entre ellos mujeres y niños, fueron asesinados cerca de una fábrica de Pepsi cuando huían del barrio de Shifa, informó la ONU.
El gran dilema en la liberación de Mosul oeste está siendo las bajas de civiles. Los ataques aéreos de la coalición internacional dan cobertura a las fuerzas iraquíes que han ido arrebatando barrio por barrio a los yihadistas. A medida que se avanza hacia al casco histórico se abre camino a la destrucción y desolación en los barrios. El vecindario de Mosul Al Jadida es el que más ha sufrido los bombardeos de la coalición. Se cree que hasta cerca de 300 civiles murieron en un bombardeo indiscriminado de la coalición el pasado 23 de marzo. Se trata de uno de los ataques más mortíferos de la historia reciente en Irak. A la vanguardia de las operaciones para la liberación de Mosul está la División de Respuesta Rápida (DRR), unidad de élite de la policía federal, que lucha cuerpo a cuerpo con los yihadistas en las laberínticas callejuelas de la segunda ciudad iraquí. «Nuestros soldados han recibido un entrenamiento especial en combate urbano. Por eso, somos la única fuerza capaz de enfrentarse a los yihadistas», asegura a LA RAZÓN el capitán Firas, portavoz de la DRR.
Para reducir lo máximo posible el número de bajas civiles, la División de Respuesta Rápida se desplaza en grupos de seis con armas ligeras en las calles estrechas y densamente pobladas. La situación de los miles de civiles atrapados es extremadamente peligrosa. Los yihadistas no les dejan salir, mientras que las fuerzas iraquíes intentan abrir rutas de escape. «El principal problema al que nos enfrentamos es que los yihadistas están usando a civiles como escudos humanos. Colocan a francotiradores en las azoteas de las casas y dentro tienen a civiles retenidos. Son unos cobardes, a penas enfrentan resistencia. Sus tácticas son muy sucias: coches suicidas, escudos humanos y plantar explosivos», explica el capitán Firas.
Una vez que se ha asegurado un área y se han chequeado las viviendas los civiles que regresan, colocan en la puerta una tela blanca en señal de que la casa está limpia de yihadistas. Sin agua corriente ni electricidad y apenas comida las condiciones en los barrios liberados de Mosul son muy duras. Por ese motivo solo unos 100.000 iraquíes, de los más de 600.000 que huyeron desde octubre de 2016, han regresado a sus hogares en la segunda ciudad de Irak. El resto malvive en los campos de desplazados abarrotados que han sido instalados en el norte de Irak. A los desplazados de la ofensiva en Mosul se suman otras cerca de tres millones, entre desplazados internos de otras localidades iraquíes y refugiados sirios que han huido de su país.
La liberación de Mosul representa un gran golpe para el grupo yihadista pero no será su fin. Todavía queda un feudo yihadista en Hawiya, al oeste de Kirkuk, donde se cree que hay «una bolsa de 300.000 suníes radicales», advierte a LA RAZÓN Halo Najat, comisario jefe de Kirkuk. Las fuerzas iraquíes se preparan para la batalla por Hawiya para después de que hayan liberado Mosul.
Mientras al otro lado de la frontera con Siria, las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), aliadas de Estados Unidos están luchando cuerpo a cuerpo contra los yihadistas en la urbe de Raqa, el principal bastión del Estado Islámico en Siria y último refugio del que fuera el líder del EI, Abu Baker Al Bagdadi, presuntamente muerto en un bombardeo ruso, información que todavía no ha sido verificada.
Leer más: El último suspiro del Estado Islámico en Irak http://www.larazon.es/internacional/el-ultimo-suspiro-del-estado-islamico-en-irak-BG15462245?sky=Sky-Junio-2017#Ttt1yXOOiviYapy8
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