Hezbolá le aplica la lección siria a Al Qaeda
La milicia libanesa chií expulsa a los yihadistas en una ofensiva que ha reavivado las fisuras internas entre los dos principales bloques políticos del país
Arsal (Valle de la Bekaa)
Alcanzar la última posición militar de Hezbolá (el partido-milicia chií que forma parte del Gobierno libanés y cuyas fuerzas combaten junto a las tropas de El Asad en Siria) entraña tres horas a bordo de un todoterreno desde la última carretera asfaltada de la localidad libanesa de Younine. A bordo de coches buggy, sus milicianos escoltan al convoy de medio centenar de periodistas, locales y extranjeros, invitados a presenciar in situ la victoria contra Al Nusra [antigua filial de Al Qaeda en Siria]. A 500 metros de la última bandera amarilla estampada con el emblema de la milicia acampan cerca de 250 yihadistas de Al Qaeda. A dos kilómetros se yergue la frontera siria, por donde los milicianos libaneses y los yihadistas han intercambiado este domingo los cuerpos de sus combatientes muertos. Tres días de tregua han logrado silenciar el rugido de la artillería después de que el pasado 21 de julio Hezbolá lanzara una ofensiva para expulsar a los radicales de Líbano.
“La batalla duró cinco días durante la cual acabamos con un centenar de yihadistas. Hemos recuperado 100 kilómetros cuadrados y el remanente de unos 250 terroristas están acorralados en una extensión de cinco kilómetros cuadrados colindante con Siria”. Quien habla es el Haj Abu Hassan, comandante de Hezbolá a cargo de la operación. Una ofensiva orquestada simultáneamente desde el poblado de Flita, en territorio sirio, y desde los arrabales de Arsal, en Líbano. Por este pedazo de tierra libanés se infiltraron en agosto de 2014 un millar de combatientes del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) y Al Nusra. Arrastrados a una guerra de desgaste y con más de 72 muertos, los uniformados libaneses aguardan una luz verde política, limitados la pasada semana a hermetizar el país ante la infiltración de yihadistas. Una presencia que ha segado la vida de más de un millar de civiles libaneses en múltiples atentados perpetrados desde el inicio de la guerra en Siria en 2011.
Laderas sembradas de cardos y piedras dan paso a pequeños oasis en los que bajo albaricoqueros y cerezos enmohecen las frutas. En la periferia de Arsal, localidad libanesa situada en el valle de la Bekaa y a 15 kilómetros de la frontera con Siria, Hezbolá ha batido posiciones militares a cada medio kilómetro junto a un hospital de campaña abastecido por la Media Luna roja iraní. También ha señalizado el terreno con rústicos carteles para orientar a sus hombres en la lucha. Ni rastro de los uniformados libaneses en este desértico paraje. En su base de operaciones, la milicia procede al despliegue de su arsenal ante las cámaras allí congregadas: lanzadoras de misiles Tow, ametralladoras pesadas, tanques custodiados por milicianos generosamente armados y pulcramente ataviados posan bajo el objetivo de un dron que desde el cielo inmortaliza el inusual trajín de reporteros.
En la ladera de una colina, un agujero cavado en la piedra sirve de puerta de entrada a lo que fuera la morada de Abu Malek el Tallah, emir de Al Nusra en Líbano. Milicianos de Hezbolá armados pululan por la amplia cueva iluminada con generadores y luces de neones. A la derecha se sitúa la cocina que da paso a los dormitorios y a una tienda-liberaría repleta de panfletos religiosos y coranes. La última estancia alberga dos zulos de apenas un metro de alto por medio de ancho frente a una mesa de torturas. Allí estuvieron presos durante 14 meses varios de los 17 soldados libaneses capturados. Uno fue ejecutado y el resto liberados en un intercambio de prisioneros. Acondicionado y protegido con gruesas lonas de la ONU se yergue también un depósito de armas donde los yihadistas han abandonado percheras, munición de artillería e incluso lanzagranadas en su apresurada huida.
En cada posición y junto a cada bandera de Hezbolá ondea una libanesa. Un claro mensaje con el que la milicia intenta alejar las críticas de sus enemigos tanto nacionales como extranjeros. A 500 metros, el remanente de yihadistas espera ser evacuado junto a cerca de 8.000 refugiados sirios entre los que se encuentran sus familiares. La primera fase del acuerdo se cerró este domingo con el intercambio de nueve cuerpos de yihadistas muertos por cinco milicianos de Hezbolá, confirmó en la tarde del domingo la Agencia Nacional de Noticias libanesa, NNA. A pocos kilómetros al norte se atrincheran otros 400 yihadistas, esta vez del ISIS. “Estamos listos para apoyar al Ejército libanés en la lucha contra los terroristas”, dice Haj Mohamed Afif, director del brazo mediático de Hezbolá.
Si bien Hezbolá se congratula de la victoria contra los terroristas, sus opositores hacen otra lectura. Por primera vez, la milicia pone en práctica la experiencia acumulada en la vecina guerra, lanzando una ofensiva en territorio libanés en coordinación con la aviación siria. “Si no nos hubieran frenado los políticos en cinco días habríamos acabado con el Daesh [acrónimo en árabe para ISIS]”, protesta un miliciano con el rostro cubierto que se identifica como Abu Taleb. La ofensiva de Hezbolá devuelve al debate nacional el espinoso escollo de sus armas y su capacidad de suplantar al Ejército libanés.
Al tiempo que Hezbolá parece lograr desembarazar al Líbano de Al Nusra, las tropas libanesas movilizan sus fuerzas especiales alrededor de la localidad de Raas Baalbeck, al norte del valle de la Bekaa y feudo del ISIS. En las próximas 48 horas, y con la mediación de la Cruz Roja y de la Seguridad General libanesa, se llevará a cabo la evacuación de refugiados sirios y combatientes de Al Nusra hacia la provincia siria de Idlib, última bajo control de los insurrectos y convertida en cajón de sastre del heterogéneo bando opositor. Una vez completada, las tropas libanesas aseguran que serán ellas quienes lideren la ofensiva para expulsar al ISIS de Líbano. “La guerra contra el terrorismo permanecerá abierta hasta que liberemos el último centímetro de nuestra frontera oriental”, reiteró este domingo el General Mayor Hatem Mallak, máximo responsable del Ejército libanés, durante una inspección a sus tropas en Arsal.
LA LUCHA CONTRA EL YIHADISMO REABRE LAS FISURAS INTERNAS ENTRE LOS DOS BLOQUES POLÍTICOS DEL PAÍS
N.S- ARSAL (VALLE DE LA BEKAA)
Ha sido precisamente la guerra contra los yihadistas del ISIS y de Al Qaeda la que ha reavivado las tensiones internas entre los dos principales bloques políticos libaneses enfrentados y divididos de lado y lado de Bachar el Asad. Los líderes del partido Amal, Nabih Berri, y del Partido Progresista Socialista druso, Walid Jumblat, saludaban el “heroico esfuerzo de Hezbolá en la defensa de todos los libaneses” quien ha pedido a 25 de sus hombres en la batalla. Mientras que el primer ministro, Saad Hariri, y el líder del partido cristiano las Fuerzas Libanesas, Samir Geagea, arremetían contra la milicia. “Las batallas de Hezbolá no son una victoria, sino una lucha en su interés de mantener a Bachar el Asad en el poder”, dijo este domingo Geagea.
A nivel regional, los cazas de la Coalición internacional liderada por EEUU bombardean desde 2014 las posiciones del ISIS en Raqa (Siria) y Mosul (Irak), pero no lo hacen en Líbano. Desprovistos de bombarderos debido a su proximidad con Israel (con quien mantiene una disputa territorial) el Ejército libanés arrastra una ofensiva que promete numerosas bajas en tierra. Precisamente es para reducir el peso de Hebolá en el país (clasificado como grupo terrorista por EEUU y su brazo armado por la UE) que las potencias occidentales incrementan la ayuda militar al Ejército libanés en los últimos meses con el fin de reforzar a las tropas regulares como único garante del territorio nacional. De cara a Occidente, Hezbolá se presenta como fuerza protectora de sus fronteras. No sólo frente al archienemigo de Israel en el sur, sino también al norte contra los yihadistas llegados de Siria.
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