jueves, 28 de septiembre de 2017

El sismo y la doctrina del shock

A renglón seguido por José Carlos G. Aguiar
Foto: Saúl López/ Cuartoscuro
La mañana del 19 de septiembre de 1985 es inolvidable para los mexicanos. En Guadalajara, mi cama se sacudía con una fuerza que yo nunca había sentido. Mi hermano y yo corrimos de nuestra habitación para salirnos, junto con mi familia, al patio de la casa hasta que pasara el temblor. La información desde la Ciudad de México corría a cuenta gotas, y tardamos horas en confirmar que los nuestros estaban bien. Las primeras imágenes que veríamos en los días siguientes, mostraban algo que yo nunca había visto: la devastación masiva de la gran ciudad, y la respuesta inmediata de la ciudadanía ante la tragedia humana.
Crecí visitando una colonia Condesa muy diferente a la de ahora. La Condesa, como la Roma, antes de la era hipster era una zona de clase media combinada con talleres populares, tortillerías y lugares de comida corrida. A un lado de las quesadillas con queso, los tacos de huevo, guisado y arroz, había talleres automotrices, pero también de tapiceros, mueblería, costura. El Parque España era casi un ‘no-go area’ por los adictos y vagabundos que mostraban sus partes íntimas a cualquier adolescente que pasara. En la década de 1980 y 1990, uno caminaba con mucho cuidado por la avenida Ámsterdam por el temor de ser asaltado y era muy oscura. Las calles estaban hechas pedazos, justo donde ahora los paparazzi persiguen a las estrellas del espectáculo y el jet-set capitalino. La Condesa era, en esa época, digamos, más parecida a la colonia Guerrero que al Greenwich Village en Nueva York, como es el caso hoy en día.
El temblor y las imágenes de guerra
Nunca nadie pudo haber creído que el mismo día del temblor, sería el mismo que sacudiera la ciudad 32 años después. Pero ahora, como a millones de mexicanos más que vivimos fuera de México, me tocó seguir el desastre a distancia. Me enteré del temblor en Ámsterdam cuando recibí de mi prima, la misma que todavía vive en la Condesa, un WhatsApp con el video grabado desde la Torre Mayor que circuló ampliamente en las redes. Ahí, se ve el escalofriante derrumbe de edificios y nubes de polvo emergiendo por la ciudad. Al ver el video en el teléfono, no pude más que pensar en las imágenes de la Guerra del Golfo del 1991, cuando en tiempo real se podían ver las bombas de los Estados Unidos cayendo sobre Bagdad, ocasionando nubes de humo, fuego y muerte. Pensé que toda la ciudad se había derrumbado. Pero afortunadamente no fue así. A diferencia del 85, en el 2017 pude confirmar un par de minutos si todos estaban con bien.
La respuesta de la población civil al sismo de la semana pasada ha sido inmediata, solidaria, incondicional, ejemplar y conmovedora hasta los huesos, como fue la del 85. La noche después del temblor, grupos de rescatistas continuaron su trabajo gritando “México, México, México” en medio de la oscura noche y los escombros. Para muchos jóvenes, ésta es la primera vez que viven una tragedia de tales dimensiones, y es claro que la población está (re)descubriendo su propia capacidad de hacer algo, de ayudar, de transformar la realidad. Que no lo olviden.
Una desgracia como la que está viviendo el país puede ser un parteaguas en su historia. De hecho, el movimiento de voluntarios y de apoyo a los damnificados del 85 es visto como el nacimiento de la sociedad civil mexicana contemporánea, que al final conduciría al proceso de ‘democratización’ del país de 1990 y 2000. Si la ‘raza cósmica’ nació de la violencia colonizadora de la corona española, el nacimiento de la ciudadanía mexicana surge a partir de otro trauma: un terremoto devastador.
La doctrina del shock
En la antropología y sociología hay una amplia bibliografía sobre cómo los desastres detonan cambios de alto calado. La periodista canadiense Naomi Klein publicó, hace 10 años, sobre la “doctrina del shock”: los cambios en la política y economía durante eventos naturales y políticos inesperados. El golpe de Estado en Chile por el dictador Pinochet en los 70 y el huracán Catrina en 2005, han sido hitos del capitalismo neoliberal. Klein sostiene que los desastres naturales o eventos imprevistos, han sido en la historia contemporánea una oportunidad para implementar reformas neoliberales, particularmente la reducción o privatización del estado. Mientras la población está en shock, es decir, no sabe cómo reaccionar o no se da cuenta, los gobiernos bajo la ideología neoliberal mueven fondos públicos de manera obtusa, reforman marcos legales fuera de los mecanismos establecidos, transfieren poder y autoridad del gobierno al sector privado. Y México está en shock, y todo parece apuntar desde el martes pasado, que estamos de frente a una “reforma constitucional”.
¿Cómo pues una reforma electoral en medio de una emergencia nacional?
De golpe, se ha abierto la discusión sobre la “transferencia” de fondos de los partidos políticos para la reconstrucción de las zonas afectadas. EPN y sus secuaces, los partidos políticos, quieren manipular el shock del temblor para restarle aún más transparencia a las finanzas públicas. Digámoslo desde ahora: no es necesario reformar la constitución o cambiar el marco jurídico “en caliente” para regresarle a los mexicanos el dinero de sus impuestos. Y los especialistas que dicen que no hay que tocar el dinero de los partidos porque si no van a ser más corruptos, a todas luces, están equivocados. El tema no es el financiamiento público de los partidos en sí. Ni siquiera el temblor. Sí lo es la corrupción y la sistémica violación al estado de derecho instrumentada desde el gobierno mismo.
Un evento de tal magnitud como el temblor puede cambiar la dirección de una sociedad, de una nación, de un gobierno. Pero ese cambio debería de beneficiar a los damnificados de Morelos, Estado de México, Puebla, Oaxaca, Chiapas y la Ciudad de México. En estos estados se encuentra la mayor parte de la población de México y buena parte de sus recursos. Es claro que el temblor tiene y tendrá incluso más consecuencias que todavía no se pueden prever. Por ello, es esencial que la población salga pronto del shock y pueda seguir críticamente los pasos del gobierno de EPN y los partidos. Porque están jugando con las emociones de los mexicanos. Porque están manipulando el shock para concentrar aún más recursos y poder.
 

José Carlos G. Aguiar

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