miércoles, 20 de diciembre de 2017

Jerusalem, Capital de Israel: Una decisión muy peligrosa

La semana pasada el presidente Trump, muy a su estilo, declaro de manera dictatorial que la embajada de Estados Unidos se mudaría de Tel-Aviv a Jerusalén, reconociendo así, a la ciudad más disputada del medio oriente como capital de Israel.
Inmediatamente, Benjamin Netanyahu y una parte importante de la comunidad judía mundial levantaron sus voces en soporte a la decisión de Trump y aceptándolo como un paso agigantado hacia la paz en la región, sustentando la algarabía en una verdad histórica que dicta que la tierra le pertenece al pueblo judío por anterioridad y antecedencia.
Yo no soy parte de los que celebran esta decisión, la cual considero insensible, irresponsable y altamente peligrosa, especialmente en una época en que el mundo se encuentra tan polarizado y radicalizado. El único símil que encuentro es el de echar combustible al fuego esperando que este se apague.
A mi juicio lo único a lo que esto conllevará a la región es a una radicalización mayor, con el mundo árabe (y muchos de sus aliados y/o enemigos de Estados Unidos e Israel) pronunciándose en contra de la decisión de reconocer a Jerusalén como capital de Israel y probablemente muchos de ellos optando por abrir embajadas ahí, pero como capital de Palestina. Las organizaciones yihadistas tendrán un nuevo pretexto para iniciar ataques de terror contra los Estados Unidos, Israel y cualquier otro país que se pronuncie a favor de la propuesta. La tensión crecerá en la región y el proceso de paz apuntará hacia la dirección opuesta.
Ahora bien, cuáles serán realmente las intenciones del presidente Trump, será que realmente cree que está ayudando a Israel con esta decisión y simplemente su falta de tacto diplomático o su posible ignorancia política lo hacen pensar que ello realmente fomentará una paz duradera en la región o quizá este contemplando un plan más maquiavélico para crear un conflicto armado y de esa manera distraer al pueblo americano de su manchada imagen e incrementar su aceptación como primer mandatario en las encuestas.
De cualquier manera, el efecto que genere puede ser en extremo contraproducente para Israel. Para mi Jerusalén no es el principio de un proceso de paz sino el final de este. Es la cereza del pastel que deberá ser repartida una vez que todo lo demás se haya consensuado entre las partes. Por mi parte espero que ambos gobiernos, tanto el de Israel como el de Estados Unidos reconsideren las consecuencias de una movida tan drástica y explosiva, y si no es así, pues ojalá que yo esté equivocado.

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