sábado, 20 de enero de 2018

Nazismo a la mexicana

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Murió hace unos días Salvador Borrego, entre muestras de respeto y manifestaciones de duelo en redes sociales. Iba a decir que ese extendido luto resulta sorprendente. La verdad es que no. Forjado en el Excélsior de la primera mitad del siglo XX y luego director de varios periódicos pequeños, Borrego fue varias cosas, todas conectadas: un antisemita irredento que como todo antisemita negó serlo, un revisionista de avanzada que negó el Holocausto, un apologista del nazismo y un autoproclamado best-seller de la marginalidad lunática que publicó una buena cantidad de libros destinados a rendir pleitesía a Hitler, es decir, a vendernos la teoría conspiracionista de que el Holocausto no existió, de que hay una conjura para lavarnos el cerebro con que el nazismo fue terrible cuando bueno, para nada, todo lo contrario. El más famoso de sus libros, Derrota mundial, vendió, nos dicen él y la rara editorial que lo publica, medio millón de ejemplares. Tiene un prólogo nada menos que de José Vasconcelos, que como es sabido se deschavetó en los días de la Guerra Mundial y chambeó para la embajada hitleriana en México en calidad de editor de su revista Timón.
Mi punto es que ni Vasconcelos ni Borrego son propiamente una rareza en el contexto mexicano. Vivimos un momento de cierto auge de la derecha extrema, ciertamente, con camiones ñoños y crueles para promover la idea de la “familia tradicional” o “terapias” para “curar” la homosexualidad, imagínense la aberración, pero es que además el filonazismo en México, de viejo cuño, goza de salud. Ahí están las loas tuiteras a Borrego. Mucho peor, ahí están las aberraciones antisemitas que abundan de manera escalofriante en redes sociales, muestra de una extendida patología digamos ideológica. Pero es que ni los sectores de alto mando político se salvan. Aunque la última edición de la medalla Belisario Domínguez, esa que da el senado a los mexicanos ilustres, se la llevó con toda justicia la científica Julia Carabias, entre los postulados se contaba el señor Borrego. Sí, a un puñado de legisladores les pareció buena idea condecorar a un negador del Holocausto.
Con toda razón, leí a varios representantes de la izquierda en el acto de recordarnos que Borrego gozó de buena prensa entre algunos sectores duros del panismo, esos que se inscriben en el Yunque y anexas. Sí, el nazismo, más allá de la marginalidad tuitera y los contextos digamos muy generosamente que contraculturales, acumula simpatizantes en los círculos ultraconservadores, esos del antiabortismo histérico y la homofobia hipocritona.
Olvidaron decir que sus simpatizantes abundan también en Encuentro Social, el partido aliado de Morena: ultraizquierda y ultraderecha unidas, jamás serán vencidas. Y es que Borrego, olvidado a sus 100 años y pico de edad en un departamento de la Juárez, fuera del mundo, delusivo, tuvo sin darse cuenta una notable capacidad para recordarnos en qué estamos metidos este año electoral.
JMSJ

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