La conmoción que el viernes sobresaltó la pequeña localidad francesa de Trèbessorprendió a quienes dieron por amortizado el extinto califato y sus efectos. La amenaza, en realidad, jamás se esfumó. Ni siquiera cuando las capitales del autodenominado Estado Islámico en Siria e Irak se derrumbaron, tras una sucesión de cruentas batallas. En la última semana, sin ir más lejos, la maquinaria mediática del grupo yihadista ha firmado un ataque contra la policía en Grozni, la capital de Chechenia; una operación suicida contra una celebración chií del año nuevo persa en Kabul y la embestida contra un autobús de chiíes en la carretera que enlaza Bagdad con la estratégica Kirkuk. Latoma de rehenes en el sur de Francia, inspirada en las repetidas llamadas a golpear Occidente, es la última acción de una organización que, curtida en las mudanzas, se resiste a desaparecer.
"El ataque demuestra que el Estado Islámico puede seguir perpetrando actos de violencia en Occidente, a pesar del desmantelamiento del califato en las zonas en las que surgió el grupo", señala a EL MUNDO el estadounidense Michael Smith, que investiga las misiones del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés) en el extranjero. El 'modus operandi' desempolva, además, el recuerdo de Amedy Couliabaly, el autor de la toma de rehenes en un supermercado de comida judíaque aterrorizó París el 9 de enero de 2015. Couliabaly, abatido en el asalto de la policía, aprendió en la delincuencia callejera antes de jurar lealtad al movimiento que lidera Abu Bakr al Bagdadi.
"Es un incidente que se ha glorificado constantemente por el comando central del IS y sus simpatizantes", desliza Veryan Khan, directora editorial de TRAC, un centro de estudios dedicado a analizar los movimientos del grupo yihadista. "Las tácticas empleadas son exactamente las mismas que detallaba el número 9 de la revista 'Rumiyah' donde se insistía en que tomar rehenes es una prioridad en los ataques registrados en zonas urbanas". La publicación, redactada en un puñado de idiomas, recomendaba hacerse con una pistola y asesinar a sangre fría a los prisioneros.
Las redes virtuales del IS aún funcionan
La reivindicación ayer del ataque cumplió con los cánones del IS. Fue divulgada a través de un escueto mensaje en árabe de la agencia de noticias afín Al Amaq, en el que se calificaba al agresor de "soldado" de la organización que había actuado para vengar los bombardeos de la coalición internacional liderada por Estados Unidos sobre posiciones del grupo en Siria e Irak. Poco después, la nota se propagó en francés, inglés, ruso e italiano, en una muestra de que el andamiaje mediático ha recuperado el hálito tras meses lamiéndose las heridas que le propinaron las caídas de Mosul y Raqqa.
La confirmación oficial estuvo jalonada de mensajes de celebración de su comunidad virtual, un apoyo incondicional al IS que ha sobrevivido al colapso de su estructura. El objetivo del ataque, una Francia que ha sido blanco recurrente desde los brutales atentados de 2015, tampoco resulta baladí. Desde hace meses los forofos del movimiento han compartido decenas de carteles en aplicaciones de mensajería como Telegram jaleando el escenario de nuevas arremetidas con el telón de fondo del inicio del juicio contra Salah Abdeslam, el único superviviente de los comandos que tiñeron de sangre París.
"El califato es historia pero el grupo ha buscado el modo de seguir a flote", comenta a este diario el experto en terrorismo Amarnath Amarasingam, preocupado por los combatientes retornados. "El desafío es saber cuál fue el destino de los combatientes extranjeros del califato. La mayoría están muertos pero hay muy poca información sobre el resto. Son una amenaza", arguye. El informe más detallado publicado hasta la fecha, elaborado el pasado octubre por el centro de estudios antiterroristas The Soufan Center, cifra en al menos 5.600 personas de 33 nacionalidades, entre hombres, mujeres y niños, el número de yihadistas que han regresado a casa en los últimos años. Un quebradero de cabeza para los servicios de inteligencia que se suma al universo cibernético, donde permanece diseminada la obra audiovisual y propagandística del grupo. "Las redes virtuales están intactas y pueden seguir inspirando los ataques en Occidente", recalca el analista. El embate en suelo galo insufla ánimos tras meses de aletargamiento. "Sirve para reforzar la confianza entre los acólitos del IS en Occidente y empujarles a urdir planes de atentados similares", sugiere Smith.
El reto tampoco resulta menor en los territorios que alumbraron el IS, donde -tras su derrota- los restos de la organización han comenzado a reagruparse. En Siria, el IS se hizo esta semana con el control de Al Qadam, un barrio del sur de Damasco, tras un ataque sorpresa. En Irak, las fuerzas de seguridad han sufrido decenas de ataques y emboscadas en el último mes. Los zarpazos han tenido como escenarios los alrededores de ciudades que una vez formaron parte del califato como Mosul, Kirkuk, zonas desérticas de Al Anbar, el este de Diyala o el norte de la provincia de Saladino. Una escalada que inquieta a Bagdad y que, mutada en guerrilla, tiene como propósito desestabilizar cualquier intento de renacer de las cenizas.
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