miércoles, 4 de julio de 2018

Los fundamentos de la sociedad islámica en la Sura Al-Fatihah

Los fundamentos de la sociedad islámica en la Sura Al-Fatihah

El Sagrado Corán expresa claramente que constituye «un recuerdo para el Universo» y «un recuerdo para la humanidad»

09/08/2010 - Autor: Mundhir Al-Hakim - Fuente: Islam en Chile
  • 0me gusta o estoy de acuerdo
  •  
  • Compartir en meneame
  •  
  • Compartir en facebook
  •  
  • Descargar PDF
  •  
  • Imprimir
  •  
  • Envia a un amigo
  •  
  • Estadisticas de la publicación

El exordio coránico
El exordio coránico
Introducción
En verdad que las llaves de los tesoros del Sagrado Corán se han reunido en "la Apertura del Libro", la sura Al-Fatihah, de una forma global y sorprendente para quien anhela introducirse en este libro divino, y desea hacerlo en la forma de amplios lineamientos que comprendan la totalidad de los conceptos del excelso Corán, los cuales abarcan el espíritu del Libro y se caracterizan por su condición milagrosa, claridad y belleza.
Esta sura constituye Umm-ul Kitab (la Matriz del Libro), sus llaves y fundamentos. De esa manera, le corresponderá a cada especialista referirse a ella indagando sus indicios para conseguir de ella lo que satisfaga su sed.
La "Apertura del Libro" es palabra del Señor del universo y es la forma con la que quiere educar a Sus siervos en lo relacionado a Su adoración. La obligación que tiene todo musulmán de leerla por lo menos diez veces al día, al serle exigida en cada rezo dos veces, indica la necesidad de enfatizar sus conceptos y de materializarlos en la práctica.
Por ello, se impuso su lectura tanto para quien se encuentra de viaje como para quien no lo está, para circunstancias de guerra como en la paz, para los hombres como para las mujeres, para los jóvenes como para los ancianos, individualmente como en grupo, y para los rezos en voz alta como para los que deben ser realizados en voz baja; y eso es por la necesidad de actuar sobre la base de la educación divina y en procura de la sublime guía.
El manifiesto pedido de guía a Dios, Glorificado Sea, con la conjugación en plural al expresar ihdina (guíanos) y mediante la forma de súplica y sometimiento, da a entender que esta sura se dirige a la humanidad en su totalidad, a la que le indica orientarse a la fuente de la guía, que constituye la mayor necesidad del ser humano en todos los aspectos y etapas de la vida. Así, el pedir la guía hacia el sendero recto significa pedir el conocimiento de ese sendero y pedir el éxito y la ayuda para marchar y estar firmes sobre el mismo, puesto que esa guía es lo que más necesita el ser humano en esta vida en la que se bifurcan tantos caminos y senderos, donde la ignorancia domina en todo aspecto y donde las fuerzas del extravío imperan sobre cada camino e imponen los factores de destrucción en un mundo que se agita en el cúmulo de la ignorancia, la cual corrompe a la persona que fue creada para ascender al más elevado grado de virtud, y le hace caer en el mal, mediante su incitación a la falsedad y encubrimiento de la misma en un manto de verdad, y viceversa.
Esas fuerzas seductoras disponen al ser humano en una situación de peligro y en una grave y crítica situación. De esa manera éste se encuentra en un estado de necesidad de luz, belleza, perfección y auxilio de parte de Quien es la fuente de toda bondad, guía, poder y riqueza. Todos necesitamos del conocimiento de la Verdad, actuar en base a ello y permanecer firmes a su respecto.
La sura Al-Fatihah se ocupa de ello y delimita para el musulmán los claros fundamentos de amplias dimensiones para la sociedad que debe construir y en la que debe vivir.
Es posible resumir los fundamentos de la sociedad musulmana en la sura Al-Fatihahen los siguientes puntos:
1- La visión monoteísta pura: «En el Nombre de Dios, el Graciabilísimo, el Misericordiosísimo -- La alabanza sea para Dios, Señor del universo -- El Graciabilísimo, el Misericordiosísimo -- Soberano en el día del juicio».
2- La contínua adoración y sometimiento absoluto a las leyes divinas en la vida: «A Ti adoramos».
3- Procurar la grandeza mediante la fuente del poder, y la ayuda absoluta solamente de Dios: «Y a Ti pedimos ayuda».
4- La sana orientación de las emociones, y la vida poseedora de un objetivo: «Guíanos hacia el sendero recto».
5- El liderazgo y la sociedad correctos: «El sendero de aquéllos a quienes agraciaste».
6- El reconocimiento del mal, precaverse de él y evitarlo: «No el de aquéllos sobre quienes ha recaído Tu ira, ni el de los extraviados».
La visión monoteísta pura
1- El Sagrado Corán expresa claramente que constituye «un recuerdo para el Universo» y «un recuerdo para la humanidad», por lo que es un libro para toda la humanidad, incluyendo tanto al individuo como a la sociedad.
2- Si el ser humano habla con su Señor utilizando la primera persona del plural, estará enfatizando el carácter social del contenido de las aleyas de la sura ("adoramos", "procuramos ayuda", "guíanos").
3- La cosmovisión del ser humano como individuo y como comunidad se materializa en cada palabra y comportamiento diario del individuo y la sociedad.
La visión monoteísta se ha materializado en cada párrafo de la sura:
- Desde el principio de la lectura, que forma parte de un comportamiento diario y permanente, ésta es realizada para Dios solamente y para nadie más.
- Se Le particulariza en la alabanza.
- Se Le considera, Glorificado Sea, el origen del mundo existente.
- Se atribuye el origen de cada hecho de misericordia a partir de Su Misericordia absoluta.
- Se indica Su dominio del destino de todo lo existente y su hegemonía sobre ello, tanto en su principio como en su final.
- Se circunscribe la pertinencia de la adoración solo a Él y se Le particulariza la permanente adoración.
- Se le circunscribe el poder absoluto y la solicitud de ayuda.
- Se le particulariza para implorar la guía, sin tener en cuenta a nadie más.
- Se le particulariza en su condición de Agraciador de todo bien del que son objeto los agraciados.
- Él es la verdad y de Él proviene la guía, y lo que no es Él es la falsedad y el camino del extravío.
- Y finalmente, la ira que hay que temer, y la que ha de ser evitada, es la Suya exclusivamente.
El comienzo de la lectura -en su condición de expresión del comportamiento humano- en el Nombre de Dios, el Graciabilísimo, el Misericordiosísimo, es un ejemplo de un proceder que satisface a Dios, Glorificado Sea, y una forma de actuar según las normas de adoración a Dios, que implica el observarle en cada proceder voluntario humano individual o social, y eso no constituye para el musulmán tan sólo un mero lema de la visión monoteísta, sino que es una representación de un elevado valor de entre aquéllos de la vida humana, que es la necesidad de movilizarse en cada acción voluntaria en base a un motivo divino al que no le alcance la más mínima mancha de duda o asociación, ya que cada persona necesita un ideal elevado para elegir y actuar respecto de éste en cada paso de su vida, con la esperanza de llegar a ello.
Si ese "ideal elevado" es realmente así, entonces el comportamiento de la persona será un medio mediante el cual se elevará hacia ese ideal, y si en verdad no es sino una conjetura del ser humano de que ello es así, entonces su visión no será más que un espejismo, ya que al llegar no encontrará nada.
A partir de aquí entendemos las palabras del Profeta (PyB) que rezan: "Todo asunto que no es comenzado en el Nombre de Dios es estéril", y ello brinda luz a las palabras del Altísimo que dicen:
«Y en cuanto a los incrédulos, sus acciones son como un espejismo en un desierto; el sediento cree que es agua, y cuando se acerca a ella, no encuentra nada» (An-Nur; 24:39)
O cuando dice:
«El ejemplo de las acciones de aquéllos que niegan a su Señor es como el de las cenizas aventadas por el viento en un día tempestuoso...». (Ibrahim; 14:18)
El origen de cada acción voluntaria en base a la intención es un asunto necesario. Esa intención es base de esa acción, y constituye su espíritu y realidad, como se narra del Profeta (PyB): "En verdad que las acciones son consideradas sobre la base de las intenciones, y en verdad que a cada persona le corresponderá en base a la intención que haya tenido".
«...A quien procure la otra vida y se esfuerce por ella siendo creyente...»(Al-Isra"; 17:19)
La persona no logrará los frutos de su acción sino en la medida de la sana intención y sinceridad que ésta contenga, esto es, en la medida del factor que acerque hacia ese objetivo elevado del ser humano:
Así, el origen de toda acción en base a un motivador ideal eleva esa acción hasta la fructificación, por lo que la cosecha de esa siembra también será un fruto provechoso.
«Quien realice una buena acción le corresponderá lo que a diez semejantes» (Al-An"am; 6:160)
Por eso, es necesario relacionar ese motivador con la acción mientras ésta dure. Cuanto más aumente la observancia hacia éste, mayor será su influencia, y se incrementará en luz y atención.
Vincular la acción al Nombre de Dios, Glorificado Sea, trae aparejada una mejora necesaria del estado interior para enriquecer la acción y elevarla hasta el nivel de su concepción y fructificación. Dijo el Profeta (BP): "Ciertamente que sólo se registra la oración de un siervo en la medida que la haya reflexionado".
Luego, si el musulmán advierte en su acción el ideal supremo en la vida, que reúne la totalidad de los calificativos de perfección y belleza, o sea Dios, Glorificado Sea, y seguidamente le atribuye la misericordia englobadora y constante mediante "Ar-Rahman" (literalmente: el de mucha misericordia), "Ar-Rahim" (literalmente: el de constante misericordia), ¿acaso no significa que la mirada del musulmán y la sociedad islámica sobre la vida, es más, sobre la existencia, es una mirada optimista basada en el bien y la misericordia? Ello conlleva la esperanza que lleva el vehículo de la vida hasta la cima de la perfección, y que corona la vida del ser humano con el éxito y el triunfo.
La visión monoteísta es una visión abarcadora, y considera cada comportamiento de la persona creyente en Dios surgido de esta visión, así como considera que no hay nada en la existencia independiente de la condición de Sustentador de Dios, Glorificado y Exaltado Sea, ni nada que esté ajeno a su presencia y sostén.
«¡Dios! No hay divinidad más que Él, el Viviente, el Sustentador»(Al-Baqarah; 2:255 y Aal "Imran; 3:2)
La alabanza y la glorificación forman parte de una conducta voluntaria que surge de la persona y se origina al percibir belleza o perfección y considerarlas dignas de ponderación y valoración, por lo que la persona se deshace en elogios mencionando sus nombres en alabanza y glorificación.
Si la persona reflexiona con profundidad en cada poseedor de belleza o perfección, encontrará que su perfección le ha sido proporcionada y que su belleza le es adjuntada desde una fuente de belleza y perfección. Entonces, si la persona desea alabar, será conveniente que glorifique a la fuente de toda la belleza y perfección.
Musulmán es el que conoce la Verdad, cree en ella, y conoce la perfección absoluta que no es poseída por otro más que Él, sino que sólo es esta misma perfección la que se refleja en cada cosa. Así, toda belleza se origina en Él y vuelve a Él. Sólo Él es el acreedor a cualquier alabanza en el mundo de la existencia; en realidad ésta sólo Le es particular.
Esta visión y este conocimiento permiten al ser humano una nueva apreciación de la vida, puesto que no se deslumbra con ninguna belleza excepto la Suya, Glorificado y Exaltado Sea, y no ahonda en la alabanza y elogio de nada, a menos que esté describiendo un calificativo Suyo, Glorificado Sea, alabándole y glorificándole.
De esta manera, se extiende la sombra de la visión monoteísta a toda área y todo aspecto, y por sobre toda visión y proceder. Esta es una de las cosas que señala la aleya que dice: «La alabanza sea para Dios, Señor del universo».
Esto es, toda alabanza en la existencia es particular de Dios, Glorificado Sea. Eso constituye el señorío absoluto sobre la totalidad de los mundos de la existencia. Así, la totalidad del mundo de lo razonable está sometido a Su señorío tanto sobre la existencia como sobre la legislación por igual.
El señorío implica la creación, la autarquía, el mando, y la hegemonía constante sobre el subyugado. El señorío exige el sometimiento del subyugado al Señor, de una forma tal que surge de la necesidad y la dependencia al Señor, que es el Creador y Soberano que rige a su súbdito, y le educa y desarrolla en etapas complementarias de la existencia.
Es así que la sociedad humana es deudora de su Señor, ya sea que acepte esto o lo rechace. La sociedad musulmana entiende esta realidad con toda profundidad y cree en ella con la mayor fe.
La unidad de origen constituye el más importante de los factores de unidad en la sociedad humana, a pesar de todas las diferencias que particularizan a las comunidades y los pueblos.
«Y os dispusimos en comunidades y tribus para que os reconozcáis. Ciertamente que el más noble entre vosotros ante Dios es el más timorato» (Al-Huyurat; 49:13)
El señorío que se basa en la creación y la soberanía implica el dominio, el cual puede estar basado en la coerción, o bien rebozar de bondad y misericordia.
Con este ángulo es posible observar los valores, objetivos y el equilibrio existente entre ese señorío y los medios, factores de destrucción, de permanencia, y factores que promueven el desarrollo hacia los objetivos elevados, que pueden llegar a implicar la defensa, el yihad, la implementación de las penas divinas (hudud), y portar la espada, siempre que esa espada sea un medio para establecer la verdad luego de haber sido cerrados todos los caminos pacíficos y amonestadores. Dice el Altísimo:
«E hicimos descender el hierro, el cual contiene fuerte adversidad y beneficios para la gente» (Al-Hadid; 57:25)
Es así que la sociedad islámica sigue a su ideal supremo y a su Señor, cuya misericordia precede a su ira, y cuya ira depende de su vasta y constante Misericordia.
La contínua adoración y sometimiento absoluto a las leyes divinas en la vida:
«Es a ti a quien adoramos»
La visión que el ser humano tiene del mundo se manifiesta indudablemente en su comportamiento. La visión monoteísta implica una permanente atención, una absoluta confianza, y un constante sometimiento al Poseedor de la soberanía absoluta, la amplia sustentación, el señorío permanente y la contínua y primordial regencia sobre el mundo y el ser humano.
Circunscribir la totalidad de los atributos de perfección y belleza a la Verdad, implica que éstos no tengan arraigue, permanencia ni legitimidad para nadie más, excepto en la medida en que se verifique su vinculación con la Verdad permanente, la cual no se extingue.
«Todo está destinado a desaparecer excepto Su faz» (Al-Qasas; 28: 88)
Esta visión implica la negación de toda atención original excepto la que está dirigida a Dios, Glorificado Sea, y restringir la mirada a Él y a lo que se le vincule, y sea un medio para llegar a Él.
La unidad del ideal supremo constituye el eje consolidado, original y permanente, que merece que la humanidad se congregue en torno a él. Eso significa el sometimiento a la hegemonía divina en todos los ámbitos de la vida. Esa obediencia implica el rechazo a cualquier otro tipo de hegemonía sobre el ser humano en su vida.
El sistema de gobierno en la sociedad islámica, es más, en el régimen de la vida entera, es el de la soberanía divina por un lado, y por el otro, el de la adoración del ser humano -individual y socialmente- de una manera voluntaria, a Dios, Glorificado Sea.
Esta adoración voluntaria es la que le garantiza a la persona su humanidad, desarrollo y elevación en la escalera de la vida. Toda adoración fuera de ésta, saca a la persona de su humanidad arrojándola a lo profundo de la animalidad, y la arroja en el abismo de la perdición. Como dice Dios en el Corán:
«Por la época -- Que el ser humano está en la perdición -- Salvo aquéllos que creen y practican el bien, se aconsejan la verdad y se recomiendan la paciencia» (Sura Al-"Asr)
Esta expresión de adoración debe prevalecer sobre la sociedad y no limitarse al individuo, de forma que su eficacia y extensión abarque todos los aspectos de la vida y todos los niveles de la sociedad.
A partir de aquí, comprendemos que el Sagrado Corán enfatiza el aspecto social de la fe, qué decir del individual. El aspecto social o grupal de la adoración implica una sociedad adoradora, y constante en su adoración, elevando los lemas de la unidad y adoración a Dios. El Islam llegó para educar al ser humano y hacer de él un ideal de perfección humana, por lo que su conducta debe marchar junto a los requerimientos y transformaciones de la vida. Por eso, no es posible substraer al individuo de la sociedad puesto que iría en contra de la naturaleza humana y sus necesidades vitales.
Así pues, debe haber una educación y formación del ser humano, contándose éste en la sociedad. Entonces, ¿cuál es la sociedad que puede plasmar en el ser humano la perfección que le es adecuada? Esa es la sociedad adoradora de Dios, Glorificado Sea, y la que rechaza la adoración de algo más.
Dice el Altísimo:
«Quien rechace al tirano y crea en Dios, en verdad que se habrá aferrado al asidero más firme» (Al-Baqarah; 2:256)
Es necesario rechazar cualquier hegemonía fuera de la divina, ya que cualquier otra que no se vincule a Dios mediante un nexo real, será considerada una hegemonía maléfica, que arrastrará al ser humano hacia la perdición.
La aceptación de la adoración, y asimismo sus preliminares y su continuidad, y la resolución y decisión de seguir ese sendero divino, constituyen una necesidad bendita. Sin esa firme resolución y sin continuar en esa adoración, la persona no puede recolectar frutos para llegar al nivel de la certeza. Dice el Altísimo:
«Y adora a tu Señor, hasta que te llegue la certeza...» (Al-Hiyr; 15: 99)
Que la sociedad sostenga el lema de la adoración a Dios únicamente, significa someterse al juicio de la sharia o ley divina y al canon celestial, que rige sobre todos los pormenores de la sociedad humana. El Sagrado Corán expone claramente esto, y lo dispone como un objetivo principal que procura esmeradamente:
«Y combatidles hasta que no haya más conflicto, y la religión sea toda para Dios» (Al-Baqarah; 2:193)
Asimismo dice: «Él es Quien envió a Su Mensajero con la guía y la religión de la verdad, para hacerla prevalecer sobre todas las religiones» (At-Taubah; 9:33)
Esta visión es la que llevó a uno de los jefes del ejército musulmán a detenerse frente a uno de los jefes de los incrédulos y decirle: "Hemos venido para sacar a los siervos de la adoración a los siervos, para situarlos en la adoración a Dios, Glorificado Sea". Pero los incrédulos -ya sea que se hayan investido con la incredulidad, la hipocresía o la corrupción- conforman un frente único, que a veces, mediante el desvío de los creyentes, procura salvar sus posiciones obtenidas. Dice el Altísimo refiriéndose a esta realidad:
«No dejarán de combatiros hasta que os alejen de vuestra religión, si es que pueden hacerlo» (Al-Baqarah; 2:217)
Aquí, la sociedad adoradora siente la necesidad apremiante del poder y apoyo divinos, pero este apoyo debe necesariamente partir de la misma sociedad, tras sentir la necesidad del mismo, de modo que ésta se movilice para disponer los medios y conseguir el poder de sus fuentes originales.
La contínua adoración y sometimiento absoluto a las leyes divinas en la vida
La ignorancia sólo es eliminada mediante el conocimiento, y la impotencia mediante el poder. El conocimiento también es el arma para lograr el poder.
Así como el individuo necesita ayuda, igualmente la sociedad. Este fundamento debe ser tenido en cuenta y debe existir fe en él, de una forma lo suficientemente fuerte como para infundir poder, grandeza y autosuficiencia, para que el impotente pueda bastarse mediante ello, sin necesitar de nada más, y al mismo tiempo proteja el espíritu del monoteísmo y se aleje del desorden y el desasosiego.
La fe en esta fuente abarcadora de todas las cosas, que es tan poderosa que no se ve impotente ante ninguna barrera, otorga a la sociedad creyente y al individuo creyente un estado de grandeza que parte de la fuente de toda grandeza. Es así que el débil debe fortalecerse mediante lo que supla su debilidad.
Reconocer la necesidad de ayuda, que nosotros necesitamos el auxilio divino, que esta ayuda debe estar precedida por una solicitud enfatizada a la fuente del poder que es Dios, Glorificado Sea, y que esta petición de ayuda debe extenderse a lo largo del camino y no circunscribirse a un período en particular, todo eso, es algo que el Sagrado Corán nos lo ha resumido en una sola frase al decir:
«Es a ti a quien adoramos»
Repetir esta frase e inculcar a la persona que, a pesar de contener la forma plural (y contener el plural generalmente es indicio de poder y fuerza), ese "poder" no compensa la necesidad del poder de Dios, Glorificado Sea, sino que la forma plural, no importa el conjunto al cual esté indicando, y no importa el poder que éste posea, tendrá una necesidad constante y permanente de dirigirse y requerir Su ayuda, Glorificado Sea. Este reconocimiento constituye el secreto de un fortalecimiento constante, y es el fiador de que el ser humano no se engañe, ni se ensoberbezca de su poder individual o social, e incluso de que la sociedad no se ensoberbezca cualquiera sea el nivel de fuerza y poder que haya alcanzado.
"¡Dios mío! Yo soy el pobre en mi riqueza, entonces ¿cómo no habría de ser el pobre en mi pobreza? ¡Dios mío! Yo soy el ignorante en mi sabiduría, entonces ¿cómo no habría de ser el ignorante en mi ignorancia? ¡Dios mío! La variedad de tus disposiciones, y el rápido transcurso de lo que has decretado, impiden a Tus siervos que Te conocen, sumirse en un letargo a esperar tus dádivas, y desesperanzarse de Tu ayuda ante la aflicción...".
El culmen del conocimiento y la cima de la perfección, se encuentran en la sensación de impotencia real ante el Poder, y en el sentimiento de poseer una ignorancia primordial ante el Conocimiento Absoluto, así como en percibir la Majestad divina en las más adversas circunstancias y en los peores momentos.
Procurar el auxilio de Dios únicamente, implica la independencia total en todos los aspectos que gobiernan la vida del individuo y la sociedad. Esto es un resultado natural de la procura total de ayuda de la fuente del poder, y de circunscribir la ayuda al Poseedor de la Potestad Divina. Por eso, cuando la sociedad goza de esa profunda visión, resiste cualquier falacia cultural, política, militar o económica, que provenga de cualquier poder que no se base en los principios de la pura visión monoteísta. En la sociedad musulmana, encontramos la materialización real de las siguientes palabras del Altísimo:
«Y es a Ti a quien pedimos ayuda»
Entonces, restringir la atención a Dios, y circunscribir a Él el pedido de ayuda, son dos pilares fundamentales de los que la sociedad islámica definitivamente no puede carecer.
La sana orientación de las emociones, y la vida poseedora de un objetivo
«Guíanos hacia el sendero recto»
El ser humano es impotente por naturaleza, es por ello que se ve en la necesidad de adquirir poder, para lo que necesariamente debe procurar ayuda de quien lo posea, y quién mejor y más adecuado para procurar esa ayuda sino aquél que puede brindarla, puesto que es el origen de toda fuerza, el que ayuda y que no muere: Dios, Glorificado Sea, el Vivo, el Sustentador, a quien no le alcanza modorra ni sueño.
El ser humano es ignorante por naturaleza, por lo que necesita conocimiento. Es por ello que requiere de guía e indicación, ya que ¡cuántos sabios hay que fueron aniquilados por aquello que ignoraban! ¡Y cuánto conocimiento hay que no beneficia!
Lo que el ser humano necesita en realidad, es la guía. Por eso, dice el Señor a sus siervos:
«Ya os llegará una guía de mi parte. Que en verdad que quienes sigan Mi guía, no tendrán temor ni se atribularán» (Al-Baqarah; 2:38)
Entonces, la necesidad de la persona, tanto en su aspecto individual como social, consiste en aquella guía que está por sobre el conocimiento. ¿Cuántas sociedades hay en las que se difunde el conocimiento, siendo que a la vez se expande junto a él el engaño, la inestabilidad, el extravío, la tiranía y la perdición?
En verdad que la mayor necesidad de la persona en esta vida es la necesidad que tiene de guía, y ésta se consigue conociendo el objetivo para poder alcanzar lo anhelado. El objetivo puede ser establecido y la persona puede no creer en él, o bien puede creer en él pero no conocer el camino, o bien conocelo pero no tenerle fe. A lo mejor puede vislumbrar la existencia del camino, pero no conocer los detalles de sus asuntos, o desconocer las dificultades y peligros, o bien puede dar algunos pasos hacia el objetivo, pero luego sentir debilidad y frustración.
Por todo eso, la persona necesita una guía hacia la luz, hacia el sendero recto que es el más cercano para llegar a Dios, Glorificado Sea -que es la Perfección Absoluta que es buscada por todo ser creado-, que es la guía constante y la contínua buena dirección, un rumbo que permanece iluminado por su fe en el objetivo, y que rechaza todo desaliento que pueda alcanzar al ser humano cuando sienta la aspereza del camino.
El camino de la guía se caracteriza por el poco número de su gente. Así, es necesario que el creyente no se amedrente al transitar por él. Por eso es que se necesita intensamente el pedir la guía de Dios directamente, la guía constante hacia el sendero recto y la estabilidad sobre el mismo, para el cual la humanidad no tiene otro equivalente.
Ese pedido no puede ser meramente individual, sino que necesariamente debe constituir una manifestación social, y eso será así sólo si la generalidad de los individuos siente esa terminante necesidad.
Ese constante ruego de parte de la sociedad adoradora, es una solicitud de orientación divina a través de Su guía hacia el sendero recto. La súplica es petición y atención, o sentimiento y manifestación del mismo con conmovedora emoción y reconocimiento de la propia incapacidad, ignorancia, necesidad y pobreza, de forma que ello vaya acompañado de la majestuosidad que Él hegemoniza sobre quien procura dirigir su atención hacia la fuente del bien, la guía y el poder. Así, ello será una orientación hacia el amor en un recorrido que no concluye ni se agota. Como dice el Altísimo:
«Y los que creen son los que más fervientemente aman a Dios» (Al-Baqarah; 2:165)
De esta manera, el amor del creyente a Dios es más estable y sublime que cualquier otro amor a cualquier otro amado.
El liderazgo y la sociedad correctos
«El sendero de aquéllos a quienes agraciaste»
El ser humano tiene -en este mundo- muchos y diversos requerimientos, los cuales no todos se presentan en un mismo nivel de importancia y necesidad. Así, algunos son básicos y otros en procura de perfección.
Entre las necesidades básicas hay algunas que son más importantes que otras, incluso algunas no deben ser descuidadas ni un sólo instante.
Mientras el espíritu sea el eje para la felicidad y la desdicha, las necesidades corporales no serán más importantes que las espirituales. La mayor necesidad espiritual es verse a salvo del extravío y el guiarse hacia el sendero recto, para que el espíritu encuentre su armonía y se eleve sobre las atracciones surgidas de la ignorancia, las pasiones, la pesadez del barro y las tinieblas de la materia. Las gracias divinas son variadas en lo que hace a su importancia para el ser humano, y a su intervención para hacerle llegar al objetivo procurado en su vida sobre esta Tierra.
La gracia de mayor importancia -que no puede ser equiparada por otra- está constituida por la guía hacia el sendero recto; es más, es la única gracia que la persona debe tener presente en esta vida, en lo que respecta a su procura y logro.
Este sentido nos lo inspira su exclusiva mención en esta sura, por lo que el ser humano debe concluir la importancia de la gracia de la guía y que ésta no tiene equivalente, sino que ella es precisamente la que reúne para la persona lo bueno de este mundo y del otro. El Sagrado Corán señala esta realidad de la siguiente manera:
«Si la gente de las ciudades hubiera creído y temido a Dios, le habríamos agraciado con las bendiciones del cielo y de la Tierra...»(Al-A"raf; 7:96)
Pero esta guía no alcanza a la persona a menos que esté preparada para ella, y eso será cuando la requiera de su fuente original, y lo haga seriamente y no flojee ni un sólo instante de su pedido, de forma que sea constante en su requerimiento de ella. Así su interior dirá en cada momento:
«Guíanos hacia el sendero recto»
Y se esforzará con seriedad para conseguirla y disponer los preparativos que esta necesidad vital requiere.
A este respecto, el Corán señala:
«A quienes se esfuerzan por nosotros, en verdad que les guiaremos por nuestros caminos» (Al-"Ankabut; 29:69)
Estos postulados se establecen si se corresponde la teoría con la aplicación, el conocimiento con la práctica, y los conceptos y valores con el poder materializado de esos fundamentos y valores.
El Sagrado Corán enfatiza esta realidad necesaria para educar al individuo y a la sociedad, y le dispuso preeminencia al decir:
«Ya os llegará de mi parte una guía» (Al-Baqarah; 2:38)
También dice:
«De entre aquéllos a quienes creamos hay una comunidad que guía hacia la verdad y mediante ella establece justicia» (Al-A"raf; 7:181)
Así también:
«Él es quien envió a Su Mensajero con la guía y la religión de la verdad»(At-Taubah; 9:33)
Los Mensajeros son considerados personas guiadas antes de su condición de guiadores:
«Ésos son a quienes Dios ha guiado, entonces, oriéntate sobre la base de su guía» (Al-An"am; 6:90)
Los Mensajeros fueron dispuestos como ideal y ejemplo para los siervos que quieren llegar a la gracia de la cabal perfección humana. Dice el Altísimo:
«En verdad que habíais tenido un buen ejemplo en Ibrahim y quienes estaban con él» (Al-Mumtahinah; 60:4)
El Sagrado Corán considera la gracia de la guía como la de mayor importancia entre las gracias divinas; es más, ha considerado que la gracia real está precisamente en la guía divina:
«Ésos se contarán entre aquéllos a quienes Dios agració de entre los profetas, los sinceros, los mártires y los virtuosos. Y ésos han hecho buenos compañeros» (An-Nisa"; 4:69)
Entonces, el sendero recto es aquél que se materializa en la conducta de los profetas, los sinceros, los mártires y los virtuosos. La indicación de los líderes correctos y aquéllos que son buenos ejemplos sobre el camino, constituye una indicación sensitiva y práctica, lo cual influye mucho más en el alma, indica de mayor forma el propósito y es más acertado para señalar la manera de llegar a lo procurado.
La sociedad humana nunca carecerá de esos guiadores-guiados, ya que dice el Altísimo:
«Ciertamente que tú sólo eres un amonestador, y cada pueblo tiene su guía» (Ar-Ra"d; 13:7)
También dice:
«¿Acaso quien guía hacia la Verdad no es más digno de ser seguido, o lo será aquél que no guía a menos que sea guiado?» (Iunus; 10:35)
Por eso, los guiadores son aquéllos que ante todo se guiaron e incrementaron su guía. Ellos han transitado el camino de la verdad y el recto sendero divino, el camino de la adoración completa a Dios, Glorificado Sea.
De esta manera, quedan en claro los fundamentos teórico-islámicos del Corán para la vida y se materializa la teoría con la práctica, y el correcto liderazgo cumple su función básica para la construcción de la sociedad correcta, se concretan los objetivos ideales de la vida humana sobre la faz de la Tierra, y se materializa la respuesta divina a los ángeles cuando éstos dijeron:
«¿Acaso vas a disponer en ella (la Tierra) a quien la corrompa?» (Al-Baqarah; 2:30)
A lo que Él respondió:
«Por cierto que Yo sé lo que vosotros ignoráis» (Al-Baqarah; 2:30)
El reconocimiento del mal y el apartarse del camino del extravío:
¿Quiénes son "aquéllos sobre los que ha recaído la ira"? ¿Quiénes son "los extraviados"? ¿Por qué debemos distinguirlos? Es más, ¿por qué tenemos que conocerlos?
Sin lugar a dudas, el ser humano puede, o conocer el camino y transitar por él, o conocerlo pero no hacerlo, o bien directamente no conocerlo.
El primer caso se relaciona al guiado.
El segundo al corrupto que rechaza la verdad, y las pruebas están en su contra, a causa del conocimiento que le indicaba el taklif o cumplimiento de los deberes divinos. Al volver la espalda a la verdad a sabiendas le convierte en acreedor del castigo divino. Éste es el que más alejado está de la verdad a causa del obstáculo interior que hay entre él y la verdad que ha conocido.
El tercer caso se relaciona al extraviado que no ha conocido la Verdad y es recriminado por su negligencia para procurarla.
El desvío de estos dos grupos respecto del sendero recto es evidente.
Es necesario diferenciar las dos líneas de la Verdad y la falsedad de una forma completa, para que no confundamos a la primera con la segunda, y para que el ser humano no se sumerja en las aguas de la falsedad creyéndola verdad.
Así como el poder correcto influye en la construcción de la sociedad correcta, asimismo el poder corrupto influye rápidamente para producir la sociedad corrupta y desviada.
Así como se debe conocer la Verdad y su gente, asimismo es necesario conocer la falsedad y a su gente, para estar advertidos de los mismos y de sus artimañas y planes diabólicos, y para desentenderse de ellos en cualquier situación.
Anuncios
Relacionados

El Corán y la Sunna 1

Artículos - 09/02/2001

Introducción general a las ciencias del hadîz (2ª parte)

Artículos - 21/09/2002

Jesús en el Islam

Artículos - 19/03/2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario