viernes, 24 de agosto de 2018

Transformación autoritaria

4:50
Sigue la cuarta transformación. No es sólo un cambio en orientación de las políticas públicas, o una perspectiva distinta, como dijo Peña Nieto el lunes pasado en el evento de inicio de transmisión de gobierno. Como ya hemos comentado, se trata también de un proceso de cambio político muy profundo, tan importante como lo fue el tránsito a la democracia iniciado en 1996, ratificado en la elección de 1997 y consolidado en 2000.
Ahora, al contrario de entonces, el poder se concentra. Técnicamente, mediante el triunfo arrollador de una coalición encabezada por Morena. En los hechos, hacia una sola persona, que controla por completo lo que ocurre en esa organización política que no es un partido, y por lo mismo será el titular del Ejecutivo, legislador único, y cúspide de una estructura territorial paralela conformada por coordinadores regionales y estatales.
Sin embargo, este proceso de restauración autoritaria no es hechura única de López Obrador y Morena. Hace más de seis años alertamos del riesgo de restauración con el regreso del PRI, que se reflejó en gobiernos cada vez más opacos, y como ahora sabemos, más corruptos. Cuando esto fue evidente, la población decidió enfrentarlo, derrotando a los candidatos de ese partido en 2016. Ahí, me parece, inicia con toda franqueza la restauración autoritaria. En 2017, la elección en el Estado de México la logra sacar el PRI haciendo uso de todo tipo de trampas: desde acusar a sus adversarios de corrupción, incluyendo a su familia, hasta inventar partidos locales y candidatos independientes, pasando por la tradicional compra de votos y el voto corporativo. Por muy poco, pero lograron ganar. En Coahuila, ni así ganaban, de forma que vimos el primer robo de una elección en 25 años. El Tribunal a modo certificó el asalto.
En 2018 repitieron el intento, y acusaron a su principal adversario, y a su familia, de lavado de dinero. Como eso no sirvió para el avance de su propio candidato, acabaron negociando el triunfo del otro autoritarismo. Con toda claridad lo dijo López Obrador, en el mismo evento del lunes, al agradecer que Peña Nieto no se hubiera metido en la elección. En realidad, quiso decir que no se metió en su contra, sino a su favor, pero entre autoritarios se entienden.
Se dejan ver partes de lo negociado. El PRI se roba Nuevo León completo: los dos principales municipios, más las senadurías, otra vez con respaldo de un Tribunal a modo. Sale Elba Esther de la cárcel. Se modifica el proceso contra Javier Duarte. Habrá quien vea en esto puras coincidencias, pero para quienes hemos conocido cómo funciona la justicia en México por décadas, es muy claro que cualquier sueño de contar con Estado de derecho en este país no es sino eso, un sueño.
México está en proceso de convertirse en una democracia iliberal, como ya hemos comentado aquí. Seguiremos teniendo elecciones, pero ya no en igualdad de condiciones entre partidos, ni contando con información independiente. Ahora hay un reflejo del alma nacional, que tendrá años enteros para hacer campaña, usando no sólo su estructura territorial, sino la gran habilidad comunicacional de su líder. Para reducir la corrupción y el dispendio, dicen, habrá menos dinero a partidos, de forma que sólo el del gobierno tendrá recursos, como lo hizo el PRI en sus buenos años. Y la información, bueno, pues la transmitirán los reporteros que se portan “muy bien”, como les dijo el líder.
Los demás, seguiremos sufriendo este proceso de limitación de libertad de expresión y reunión que los seguidores de López Obrador han promovido por décadas. Hasta ahora, desde la turba. No sé si mañana desde el gobierno.

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