Canción de los grifos:
Ay viene el Diablo Mayor
con sus siete mil hermanos;        
dice que se los ha de llevar
a todos los marihuanos.   
Por aquí paso
por aquí pasaba
la marihuanita
y se las aventaba
con doña Juanita.”      
Fernando Ramírez de Aguilar, mejor conocido como Jacobo Dalevuelta, fue un cronista y periodista oaxaqueño que escribió en el periódico el Imparcial, en el Universal y otras publicaciones a lo largo de la primera década del siglo XX. El cronista gustaba de describir distintos aspectos de la sociedad de aquellos días y prestó especial atención a la prácticas populares, entre las que se encontraba el consumo de marihuana y otras drogas.
Durante 1930 Dalevuelta publicó su libro Estampas de México en el que  relata diversos aspectos de la historia y “el folklore” mexicano; desde las tabernas del siglo XVI, la música popular, la flor de Yoloxóchitl, el origen del Manicomio general, las fiestas en la barriada, hasta al desde entonces llamado “Mundo de los Grifos”. Sobre estas crónicas marihuanas de antaño, transcribo aquí algunos fragmentos, que curiosamente muestran que el lenguaje de los “pachecos” ha venido construyéndose desde hace décadas.
Una de las primeras alusiones a la cannabis la hace al describir la fiesta del barrio de Candelaria de los patos, dice Dalevuelta:
“Cuando yo me reía con uno de mis nuevos amigos, alguien dijo:
¡Qué bien están, mano! ¿Te las quieres “tostar”? Y me llevó a un retiro inmediato y me dio la “yerba”.
¡Canela de Silao!, le dije.
¡De la brava!, respondió.”
Asimismo,  describió el consumo de cannabis en otras áreas de la ciudad, destacando las calles de Balbuena, Bolívar y la zona de Tepito, en donde incluso existían lugares destinados exclusivamente a fumar y donde su consumo adquirió un matiz de ritualidad:
“Yo vi los buenos enyerbados de la barriada en pleno rito. No soy policía y por tanto, no daré la localización exacta del séptimo cielo de mis conocidos de Tepito. Para ellos la reunión tiene la familiaridad de un culto. “Tostar” y “refinar” es un rito y la acción se desarrolla dentro la mayor formalidad, cumpliendo previamente con los requisitos que impone un extraño ceremonial de aquelarre. Todo, en ese templo de la ensoñación, es grave, pausado...”
Vendedora de mota. Imagen La Prensa. S/F.
Vendedora de mota. Imagen La Prensa. S/F.
Jacobo Dalevuelta  describió como una mujer sacó de la “chiclosa y espulgada”, con la cual:
“lió un cigarro, lo llevó a la boca y lo mojó en saliva. En seguida lo encendió y le dio tres fumadas, largas, eternamente largas. Después cada uno aspiraba el humo como si quisiese hacerlo llegar hasta sus entrañas y levantaba su brazo derecho hasta la cabeza, moviendo nerviosamente la mano y diluyendo en el espacio mil figuras caprichosas. Ya se dio las tres”.
Pero desde entonces, la marihuana ya había sobrepasado los ambientes penitenciarios, de los cuarteles militares y de los barrios populares de la ciudad, para “formar parte de las cosas de necesidad imperiosa de nuestra “gente bien””. Ya que se había conformado el “Canabis Club”, espacio de: “un grupo de muchachos elegantes, conocidos, bien educados, que rinden culto al rito de Doña Juanita, en un club, organizado en toda forma.”
Según Ramírez de Aguilar la yerba cada vez se volvía más famosa, además de marihuana, se le llamaba ”grifa”, “Juanita”, “sin contar con que los hombres de ciencia, al catalogarla, le impusieron el pomposo llamado de “Rosamaría”, o de “Cannabis Indica”. Y su consumo parecía ir en aumento, ya que desde la década de 1930 tenía una afectuosa acogida en distintos grupos sociales:
“convertida en gran señora y con porte de Reina, concede sus favores a todos por igual, al pobre que al rico; al triste que al alegre; al valiente que al cobarde. Buena parte de la juventud cultiva en México relaciones con la gran señora de penacho y cauda blancos y de sueños multicolores.”

REFERENCIA:
RAMÍREZ DE AGUILAR, Fernando, Estampas de México/ Por Jacobo Dalevuelta (seudónimo), México, s. e., 1930.