jueves, 20 de septiembre de 2018

Jugando con fuego; AMLO y las fuerzas armadas

@maloguzmanverojue 20 sep 2018 07:32
 
  
 
El pueblo bueno del que habla AMLO, sus mejores integrantes, están en el ejército
El pueblo bueno del que habla AMLO, sus mejores integrantes, están en el ejército
Foto propiedad de: Internet

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“Lealtad al país siempre. Lealtad al gobierno cuando se lo merece.” Mark Twain
“La gente duerme pacíficamente en sus camas por la noche sólo porque existen hombres duros dispuestos a usar la violencia a favor de ellos.” George Orwell
“Los militares no comienzan las guerras. Los políticos comienzan las guerras.” William Westmoreland
“Todas las guerras son civiles, porque todos los hombres son hermanos.” Francois Fenelon
Por una decisión equivocada de Felipe Calderón, quien supo desde un principio que no podía ser el presidente del empleo, el ejército dejó los cuarteles y tuvo que dedicarse a una guerra que —a la fecha— teóricamente no existe. Una lucha que en términos prácticos tiene al país en jaque y sobre la cual pocos han reconocido la titánica labor de los militares conteniendo una situación que podría ser aún más grave.
El que el ejército esté en las calles, no es deseado ni siquiera por los mismos miembros de las fuerzas armadas, pero estos acatan las órdenes del comandante supremo que es el titular del ejecutivo federal. Saben que, desafortunadamente, las policías en general están copadas o sobrepasadas por el narco, y que sólo su presencia puede mantener a raya —en algunas partes— al narcotráfico.
Es cierto, en esta “aparente” guerra, como en todo evento bélico, no dejan de existir atroces crímenes perpetrados por los propios militares, y por los cuales sin duda deben pagar la pena que la ley castrense (y en ocasiones la civil) les marque.
Aun así, el ejército es una de las instituciones que genera confianza en la ciudadanía. De acuerdo a encuestas de los últimos 12 años (los años que el ejército lleva en la calle), sus porcentajes revelan niveles de confianza que oscilan entre el 52 al 75 por ciento; esto es, más que cualquier figura política civil, incluido al propio presidente electo. 

Siempre los primeros

En desastres naturales, como terremotos o huracanes, y en cuanta locura se invente el hombre contra sí mismo, quienes estarán ahí igual quitando escombros, salvando gente, recuperando cuerpos, organizando cocinas, hospitales, atendiendo y sirviendo a sus semejantes, son los miembros del ejército. 
Basta recordar a los soldados que inundaron las calles de la ciudad de México en los pasados y en los recientes sismos. Aquellos que cerraban su puño pidiendo silencio y los héroes anónimos manejadores de los perros Frida, Evil y otros cánidos. 
En la guerra y en la paz, son los hombres y mujeres que siempre están los primeros para defendernos y ayudarnos.

El ejército y AMLO

Ya sea porque en el discurso suena bien, por una inmensa desconfianza o porque sus asesores no le han informado de la institucionalidad del ejército y de la marina, Andrés Manuel ha mostrado una indiferencia (visto por algunos como desdén) por el Ejército Mexicano.
Tal vez porque no ha calibrado la necesidad de tener a las fuerzas armadas a su lado, independientemente de los que piensen en atentados ideados por otros políticos ligados al neoliberalismo y a la mafia del poder, o en complojs rusos o americanos. 
Tal vez porque olvida a Thomas Hobbes, quien nos recetó con su Contrato Social la necesidad de una autoridad central fuerte para evitar el mal de la discordia y de la guerra civil. Esto es, el Estado debe tener el monopolio del poder y, como tal, la institucionalidad del mismo se refleja en el ejército. 
O puede ser, tal vez, que no recuerde que quien más apoyó a Lázaro Cárdenas del Río en la expropiación del petróleo fue el Estado Mayor Presidencial.

Desprecio a la fuerzas militares

AMLO no puede despreciar a las fuerzas armadas, al Estado Mayor Presidencial, ni desconocer el poder que tiene el ejército.
Sin embargo, la imagen (aún no sabemos la verdad), es que pareciera que el ejército no es considerado por Andrés Manuel (y sus cercanos) como uno de los pilares tanto del Estado Mexicano, como de lo que será su gobierno. Ejemplos han sobrado:
• Desconfianza justificada (dirían algunos) hacia el Estado Mayor Presidencial, cuando de cuidado del jefe de ejecutivo federal por parte de la élite militar se trata.
• Dejar hasta esta semana su visita al ejército, a más de dos meses de su triunfo, cuando en la honorabilidad castrense, la puntualidad y el tiempo son de altísima valía.
• El desprecio al desfile, cuando es un honor y una celebración para las fuerzas armadas. No le quitaba nada a Martí Batrés ya sea como miembro de Morena, como presidente del Senado y por ende, como representante de otro poder, aplaudir a los miles de soldados mexicanos que marcharon a su vera. No eran generales, ni altos mandos, eran los soldados rasos, miembros del pueblo bueno, que dan lo mejor de ellos por todos nosotros.
• Mantenerles en la calle, “porque no tiene otra opción.” Sin el mínimo reconocimiento a su valía, cuando las fuerzas armadas tampoco quieren estar en la calle, pero acatan órdenes de su jefe supremo.
• Desdén a la inversión y presupuesto para la SEDENA y la Marina, al querer poner por encima de ellos a la secretaría de seguridad pública. Si bien tienen que marchar en perfecta sincronía y hoy más que nunca dada la terrible y mortífera situación por la que atraviesa nuestro país, no puede subordinar a dichas instituciones a una tercera. 
La situación por la que atraviesa el país, no es achacable al ejército en las calles, antes bien, algo ha logrado frenar esa marea de muerte.

Apoyo del pueblo

Mientras Hugo Chávez Frías, a través de las fuerzas armadas se hizo del pueblo, AMLO pretende el apoyo del pueblo, la popularidad, la eficacia, sin las fuerzas armadas y eso es un grave error. Es miopía y es peligroso. 
Es un absurdo pretender gobernar un país en una situación de inseguridad y de violencia como existe ahora, minimizando el papel de las fuerzas armadas y menguando la responsabilidad del ejército al separarlas de su lado.
El pueblo bueno del que habla AMLO, sus mejores integrantes, están en el ejército. Son esos soldados que se enorgullecen de haber preferido el ejército al pueblo narco. Los que prefieren sembrar árboles, ofrendar su vida, pertenecer y ser parte de la institución con mayor credibilidad de nuestro país.
Las fuerzas armadas son el pueblo bueno, que cuando la otra parte del pueblo se vuelva tigre y ande suelto, desgarrándose a sí mismo, tratará de construir puentes y cuidar ciudades, para que el resto de los ciudadanos no tengamos miedo. 
No se puede, ni debe denostar a quienes siempre han estado en la línea de fuego defendiendo tanto las instituciones del país, como solventando las carencias ya sea de fuerzas públicas (policías), de salubridad o de protección civil.
Como todo, en el ejército también hay malandrines y malandros, pero al igual que Andrés Manuel se niega a descalificar al pueblo bueno por aquellos que son delincuentes y villanos, no puede alejar ni debe despreciar al ejército porque hay dentro del mismo quienes han cometido crímenes de lesa humanidad. (Al igual que para los demás delincuentes, para quienes habrá amnistía, por cierto).

La 4ta Transformación

Sirva de advertencia. El poder institucionalizado que es el ejército, no debe de ser minimizado, ya que una alternativa de autocracia sería justamente unir a parte de esas fuerzas armadas de la mano de ciertos grupos de poder, sean narcos o fuertes empresarios. Ejemplos sobran de ello en la historia latinoamericana.  
Ese poder, sólo puede/debe ser detentado por el Estado. Igual que no solo hay un pueblo bueno, y como tal, tampoco actuará como una fuerza monolítica, lo que debe imperar es la figura de institucionalidad que dan las fuerzas armadas, esa sí monolítica.
Ojalá que puedan regresar a sus cuarteles y tampoco que tomen las calles para parar revueltas, pero sí se debe mantener la institucionalidad de la fuerza del Estado.
Se avizora una andanada contra las fuerzas armadas (en parte a partir del hoy partido político mayoritario); que no caiga el presidente electo en ella. Puede y debe tener en el ejército la confianza que tuvieron Juárez, Madero y Cárdenas, a quienes él llama las cabezas de las otras transformaciones. 
Que les considere la herramienta del Estado para detentar el orden; saben cómo hacerlo y seguirán defendiendo a la patria. Porque “un soldado en cada hijo te dio” es solo una frase de nuestro himno. La realidad es que los verdaderos soldados son lo más granado del “pueblo bueno” que defenderán siempre al presidente y a nuestro país. 
No lo olvide señor presidente, mantenga a su lado a la institución más noble, más honorable de México: las fuerzas armadas.
Solo así, poéticamente y en la practicidad, tendrá usted el mejor modelo que todo mexicano deberíamos aspirar a ser.

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