sábado, 1 de septiembre de 2018

Porfirio y el 68

31/08/2018
Porfirio Muñoz Ledo le entregará en diciembre la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador. Porfirio es un personaje transexenal como pocos. Su capacidad de adaptación a los tiempos, podemos decir que es única. Es un profesional, quizá el mejor, en el trapecio político. Ha pasado por todo el espectro político sin dejar de figurar, lo que no es cualquier cosa. Muñoz Ledo ha cruzado el pantano, ha manchado su plumaje –porque sabe que el plumaje se mancha inevitablemente en la política–, y vuelve una y otra vez a cruzarlo.
En lo personal me cae pésimo, pero debo aceptar que Muñoz Ledo ha sido un político de un talento extraordinario. Ha sido un político completo que ha sabido leer cambios y circunstancias sin extraviarse. Hábil en la esgrima verbal, gran polemista, ideal para las entrevistas, siempre da nota de una manera u otra; en fin, que es un político completo que no admite comparación con la ignorancia y el balbuceo que campea en nuestra actual clase política. Pienso que la gente puede y debe cambiar, que no necesariamente se puede pensar lo mismo a través de los años y que lo importante es que se lo pueda explicar uno mismo. Claro que cuando se cambia tanto, imagino que uno ya ni explicaciones se pide. Pero el pasado sigue ahí. No se borra y siempre nos persigue. Muñoz Ledo ha sido presidente del PRI y del PRD, apoyó a Fox, fue su embajador, volvió con AMLO y siempre sin pasar desapercibido; va y viene por todos lados con el desparpajo que le facilitan su inteligencia y su pasión por el reflector.
Sin embargo, en sus memorias tiene un trago amargo, que solamente él puede cargar: su defensa de Gustavo Díaz Ordaz por la masacre estudiantil de 1968. Este octubre se cumplen cincuenta años de la matanza de los estudiantes en Tlatelolco. El criminal Díaz Ordaz justificó en su siguiente informe (1969) el uso de la fuerza en contra de los estudiantes. Porfirio, en ese entonces destacado priista, defendió el informe del que por años para la izquierda ha sido un asesino. Son palabras que lo perseguirán siempre.
Para Muñoz Ledo, el informe de Díaz Ordaz era “un documento ideológico (…) porque establece una relación consecuente entre los principios, la realidad y los actos de gobierno. Lejos por igual del lugar común, de la retórica fácil o de la estimulante y encubridora utopía, que nada esclarecen y a nada conducen.
“Con la más estricta objetividad podemos afirmar que los conflictos sociales que tuvieron lugar en México, y que llegaron a poner en peligro la paz pública, no dejaron como saldo el más mínimo incremento de poder de influencia a favor de quienes se oponen a la transformación acelerada y a la autonomía del país.
“Entre estas instituciones guarda un papel prominente el Partido Revolucionario Institucional, cuyos principios y programa de acción están ordenados precisamente según el pensamiento que hoy confirma, esclarece y afianza con actos el más distinguido de sus miembros: Gustavo Díaz Ordaz”.
“Como miembro de este partido y como mexicano que confía honestamente en el destino de la nueva generación, nada me ha conmovido más hondamente en el texto del V Informe que el valor moral y la lucidez histórica con que el Presidente de México reitera su confianza en la ‘limpieza de ánimo y en la pasión de justicia de los jóvenes mexicanos’”.
El autor de esta defensa de Díaz Ordaz ha sido elegido por los partidos de la izquierda mexicana para ponerle la banda presidencial a López Obrador, primer presidente en haber militado en la izquierda. Sin duda, un macabro homenaje a los estudiantes asesinados en 1968.

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