lunes, 29 de octubre de 2018

Brasil: una elección espejo de la mexicana

No es exagerado decir que el tsunami electoral que barrió a los partidos y figuras políticas tradicionales ayer domingo en Brasil y llevará al Palacio de Planalto a Jair Bolsonaro comparte muchas similitudes con la elección del 1 de julio pasado en México. En ambos casos se trata de la rebelión de los electores contra el statu quo
29 de Octubre de 2018
En México a favor de un líder con rasgos autoritarios, pero innegable vocación por causas sociales. Decir que es de izquierda es inexacto, que es de derecha, injusto. En Brasil, se votó a favor de una figura autoritaria cuya inspiración no es el pueblo bueno y sabio, como aquí, sino el periodo de la dictadura militar en Brasil de 1964 a 1985. El orden, la disciplina, la libertad de armarse, el “cállate que yo mando”, sus mentores militares y próximos ministros, son su inspiración. Bolsonaro está a la derecha de la derecha.
Ambos líderes comparten la fascinación por espejismos. Nuestro presidente electo suspira por un pasado armónico y, aparentemente, ideal, el del desarrollo estabilizador. Su próxima secretaria de Gobernación habla de “restaurar” el Estado de derecho sin informarnos en qué época brilló éste. Bolsonaro aboga por cifras de crecimiento, orden e industrialización durante el periodo militar que dejaron una huella de represión sangrienta, destrucción de la naturaleza y una deuda externa gigantesca. Los dos comparten con Donald Trump la admiración por un pasado inasible, espejismos de progreso y alegría que sólo existieron en la propaganda.
Al igual que en México, en Brasil, el voto mayoritario fue a favor de un cambio. Las encuestas encontraron que un 30% de electores de Bolsonaro favoreció el cambio por sobre cualquier duda que le pudiera despertar el discurso radical del candidato: un diputado con desempeño tan mediocre durante 26 años en la Cámara de Diputados que al aparecer como candidato con un discurso radical de derecha creó la sensación de algo nuevo.
Bolsonaro encontró un nicho que ya había descubierto Nelson Rodrigues, quizá el mejor dramaturgo de Brasil: un electorado conservador, que sólo se atrevía a revelarse como de derecha dentro de su hogar. Hasta esta elección, difícilmente alguien podía autodescribirse como de derecha, pues esto traía la imagen de la dictadura, aparentemente derrotada en el imaginario brasileño con la Constitución de 1988. Con Bolsonaro la derecha salió del clóset.
La segunda motivación para votar por Bolsonaro fue un feroz antipetismo: 25% decidieron así su voto. El Partido de los Trabajadores, PT, autor durante el gobierno de Dilma Rousseff de la peor crisis económica en Brasil desde hace 100 años e involucrado en sucesivos escándalos de corrupción: el Mensalão durante el primer gobierno de Lula y Lavajato desde 2014, pasando por  el gobierno de Dilma Rousseff a la fecha, representaba la continuidad. La recesión económica —36 meses de retroceso— destruyó muchos de lo logros innegables de los gobiernos del PT. Si durante los gobiernos de Lula se llegó al pleno empleo, ahora hay 13% de desempleo. Si el aumento del poder de compra de las clases populares fue uno de los motores del crecimiento, ese motor se paró abruptamente cuando el endeudamiento de las familias y el déficit público llegaron a un límite insalvable.
Los electores brasileños, especialmente los más pobres pudieron soñar y cumplir muchos de sus sueños durante los primeros años de los gobiernos del PT. Las clases media y alta se beneficiaron de la coincidencia con el precio alto de las commodities que exporta Brasil. La crisis económica fue un choque con la realidad difícil de asimilar.
El tercer motivo a favor del capitán en retiro es la crisis de la seguridad. Sólo el año pasado hubo más asesinatos en Brasil —66 mil— que en la guerra de Siria. Su discurso antiderechos humanos, a favor de que se derogue la ley de desarme y se permita a todos los ciudadanos armarse, cae como anillo al dedo al “destape” y aceptación del discurso de la derecha.
No sabemos si de aquí a la toma de posesión el 1 de enero, el discurso de Jair Bolsonaro se moderará y tomará un tono presidencial. Eso esperamos de Donald Trump y no sólo no sucedió, sino que se radicalizó. Hace apenas una semana, en su último mitin de campaña, Bolsonaro tuvo un discurso incendiario y prometió “proscribir de Brasil a esos lúmpenes rojillos”. Para su triunfo no fue necesario que cediera algo al centro. ¿Que Jair Bolsonaro tomará posesión? ¿El elogiado como “brillante” por Steve Bannon? ¿El adoptado por las élites brasileñas con la idea de que podrán moderarlo y guiarlo? No sabemos. Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog y fb.com/ceciliasotog
Analista política ceciliasotog@gmail.com

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