domingo, 16 de diciembre de 2018

Rituales y simulacros

El ritual de AMLO no busca el permiso de los yuum o de la Madre Tierra: busca crear el pueblo maya que le otorgue legitimidad y el contenido temático al Tren Maya. A los Pueblos Mayas, que tienen el derecho a ser consultados como actores fundamentales en el proceso de construcción del proyecto, pareciera ser más estratégico pedirles perdón que pedirles permiso.
Como es sabido, este domingo se le pedirá permiso a la Madre Tierra para construir el Tren Maya. La solicitud se hará de manera simultánea en cinco puntos del sureste a través de ceremonias mayas. Entre el nubarrón de comentarios que esto ha generado, no han faltado las burlas hacia Andrés Manuel López Obrador (AMLO) acusándolo de esotérico y supersticioso. Contrario a lo que se cree, las ceremonias sí generarán el resultado que se busca. El detalle está en que el verdadero objetivo es otro muy distinto a tener el permiso de alguna deidad.
No soy quien para decir si las ceremonias que se realizarán se apegan o no a la cosmovisión de alguna comunidad indígena -sobre todo porque quien escribe esto es un no-maya-. Independientemente de ello, me es inevitable advertir algunos datos altamente significativos para entender qué significarán para el Gobierno Federal y los distintos actores involucrados en el proyecto del Tren Maya.
Por ejemplo, las ceremonias a realizarse en Palenque (Chiapas), Edzná y Becán (Campeche), Chichen Itzá (Yucatán), Tenosique (Tabasco) y Tulum (Quintana Roo) serán dirigidas por 12 indígenas chiapanecos. Si bien todo el sureste es zona de población maya, no se trata de un paisanaje homogéneo. Los tzeltales, tzotziles, choles, tojolabales, peninsulares y chontales, por mencionar a los mayoritarios, son todos pueblos mayas pero presentan marcadas diferencias entre sí, incluso en el idioma. Y al interior de cada uno de esos pueblos las comunidades pueden ser igualmente distintas. Por ejemplo, no todas tienen los mismos rituales para tener anuencia al intervenir en los montes y las selvas. Algunas hasta carecen de ellos. ¿Por qué un indígena tzotzil, por ejemplo, habría de ir a Tulum a pedirle permiso a la Madre Tierra cuando los mayas peninsulares realizarían el ofrecimiento del saká para pedirle permiso a los yuum (señores de los montes)? Una probable explicación pudiera ser que realmente el evento no está dirigido a ellos, sino a los no-mayas.
La verdadera fuerza de los rituales radica no en sus resultados materiales –curar o generar la lluvia-, sino en sus resultados simbólicos para, por ejemplo, garantizar la unidad de un grupo. No se trata, entonces, de creer en ellos o no: alcanzan los resultados que los hacen útiles, aunque estos sean distintos a los que prometen. Esa múltiple utilidad de los rituales da espacio suficiente para que se desarrolle lo que Rodrigo Llanes llama “simulacros étnicos”. Para el antropólogo yucateco, no importa si estos performances del discurso étnico se apegan o no la realidad: hacen la realidad en la medida que legitiman políticas públicas o atraen turismo e inversiones. En este sentido, un proyecto turístico y de inversión como el Tren Maya puede ser legitimado a través de un ritual maya, independientemente de si éste coincide o no con las prácticas de las comunidades de la zona: lo imprescindible es que el ritual haga al Pueblo Maya el megaproyecto que necesita.
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No es detalle menor el hecho de que las ceremonias de este domingo fueron confirmadas por Alejandro Varela, Director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo. Incluso la Asociación Mexicana de Agencias de Viajes (AMAV) circuló publicidad gráfica por Whatsapp y redes sociales ofreciendo tours al ritual en Tabasco, los cuales incluían transporte, comidas, traslado a Boca del Cerro, tianguis y espectáculo de luz y sonido. La ceremonia maya es, en realidad, una especie de trailer del proyecto del Tren Maya: mostrará ese misticismo indígena que –real o no- ha sido ampliamente explotado para vender turísticamente la región.
Por supuesto que no soy yo quién para calificar la legitimidad de las ceremonias que se realizarán este domingo o juzgar si representan o no la cosmovisión de algunas comunidades mayas. Pero hay una cosa que resulta evidente: las prioridades. Hasta ahora, el Gobierno Federal no ha dado mayores detalles de la consulta indígena prometida para el inicio de la construcción de este proyecto. Sin embargo, ha levantado todo el aparato mediático alrededor de los eventos simultáneos en los cinco estados del sureste. El ritual de AMLO no busca el permiso de los yuum o de la Madre Tierra: busca crear el pueblo maya que le otorgue legitimidad y el contenido temático al Tren Maya. A los Pueblos Mayas, que tienen el derecho a ser consultados como actores fundamentales en el proceso de construcción del proyecto, pareciera ser más estratégico pedirles perdón que pedirles permiso.
Al final la clave está en eso: para éste gobierno pareciera ser más fácil pedirle permiso a un ente inmaterial que a comunidades tangibles y ciertas a su alcance.

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