lunes, 4 de febrero de 2019

“El monstruo que el capitalismo de cuates engendró y la 4T no controla”: Dresser

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El empresario Ricardo Salinas Pliego, dueño de Banco Azteca, desde hace más de treinta años, es uno de los principales apoyos para propulsar el poder del presidente en turno, “incluso ahora AMLO no actúa para acotarlo; más bien le permite jugar el papel de capo de la Cuarta Transformación”, escribe la periodista Denise Dresser en su columna de este lunes.
La opinión de Dresser se deriva debido a la denuncia que realizó el Banco Azteca a la titular de la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), Alejandra Palacios, quien “prejuzga” sobre la participación de la institución financiera en la dispersión de programas sociales, a través de tarjetas bancarias.
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Con este “permiso” el Gobierno le da “luz verde” a Banco Azteca de realizar negocios lucrativos con millones de personas, y aprovecharse de una decisión que podría tener “un potencial impacto negativo permanente en la dinámica de la competencia en elsector bancario”.
Aquí su columna.
Siéntese, señora. 
Denise Dresser
Ahí está el bully de la cuadra otra vez. Ricardo Salinas Pliego agrediendo, amedrentando, intimidando como siempre lo hace cuando alguna autoridad gubernamental intenta ponerle límites. Ahora, como es su costumbre, intenta darle un puñetazo a Jana Palacios, la comisionada presidenta de la Comisión Federal de Competencia Económica, quien osó sugerir que la adjudicación directa de las Tarjetas del Bienestar a Banco Azteca corría en contra de las mejores prácticas. Ahora, como peleador callejero, busca derribar a la Policía de la colonia en lugar de escuchar sus advertencias. Primero publica un desplegado en su contra y luego la denuncia porque es su naturaleza. Agandallar en vez de innovar. Amedrentar en lugar de competir. Obstaculizar la competencia antes que triunfar gracias a ella. Y muchos callan ante el temor de ser destazados por el monstruo que el capitalismo de cuates engendró y la 4T no controla. Es más, le da permiso para noquear.
Permiso a Banco Azteca para hacer negocios lucrativos con la lista de 5 millones de beneficiarios a los cuales buscará hacer sus clientes. Permiso para aprovecharse de una decisión que podría tener un impacto negativo permanente en la dinámica de la competencia del sector bancario. Permiso para acceder a obtener una ventaja indebida por encima de otros proveedores de servicios financieros, contribuyendo a laoligopolización del sector. Riesgos que Jana Palacios advirtió; problemas que deben ser señalados y señaló. Porque ese es su trabajo como cabeza de una entidad regulatoria que busca desconcentrar mercados, sancionar prácticas anticompetitivas, fomentar el crecimiento por vía de la competencia. Y precisamente por eso, Salinas Pliego busca desacreditar al mensajero para distraer la atención sobre el mensaje. Busca acallar a quien denuncia la irregularidad, para ocultar cuan grave es.
Así actuó contra titulares de la CNBV, contra José Estefan Chidiac, contra Francisco Gil Díaz, contra Luis Téllez, contra los que han intentado regularlo o sancionarlo o exhibir cómo exprime o cuando expolia. Demanda para silenciar; embiste para poder seguir doblando la ley o violándola. Y desde hace más de treinta años, los Presidentes de México han permitido que Salinas Pliego ascienda bulleando, porque su apoyo los ha propulsado al poder. Incluso ahora AMLO no actúa para acotarlo; más bien le permite jugar el papel de capo de la Cuarta Transformación.
La titular de la Comisión de Competencia es solo la víctima más reciente de este modus operandi que tanto daño le ha hecho a la competitividad de la economía mexicana. Jana Palacios -desde el papel institucional que le corresponde- encendió los focos rojos que López Obrador y los suyos deberían mirar en lugar de ignorar. La Comisión de Competencia lleva años diciendo que es necesario acotar las excepciones, que es imperativo limitar las adjudicaciones, que es crucial acabar con la contratación discrecional. Mientras más excepciones a la ley, más posibilidades hay de violarla. Mientras más adjudicaciones directas, más oportunidades para la colusión. Mientras más cuatitud, más corrupción. Los grandes escándalos sexenales suelen ser producto de contratos que empiezan mal y terminan peor; surgen a partir de decisiones en las cuales no imperó la eficiencia sino la connivencia.
En 2017 se adjudicaron más de 228 mil contratos públicos, con un valor superior a los 585 mil millones de pesos. 78% se otorgó por medio de una adjudicación directa, 10% por medio de una invitación a cuando menos tres personas y solo 12% por medio de una licitación pública. Así nos fue y así nos volverá a ir si el nuevo gobierno no rompe con las viejas prácticas: el mismo capitalismo de cuates que mantiene maniatado a México, solo que ahora las esposas las habrá colocado López Obrador. Antes fue la Torre del Bicentenario, ahora será el Tren Maya. Antes fue Telmex, ahora será Banco Azteca.
Para evitar ese desenlace habrá que oponer resistencia y demandar transparencia. Exigir mayor competencia y denunciar la falta de concurrencia. Enfatizar los vicios de las adjudicaciones directas y las virtudes de las licitaciones públicas. Y sobre todo, habrá que defender a quienes hacen la tarea profesional que les toca, aun cuando eso provoque la rabia de los rufianes. Hoy, Salinas Pliego le grita a Jana Palacios: “Ya siéntese, señora”. Pero a partir de mañana todos estaremos parados junto a ella.

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