Decía Roberto Bolaño que “el humor y la curiosidad son la más pura forma de inteligencia” y nadie negará que la risa (a pesar de cualquier desgracia, incluso la muerte), es el deporte nacional por excelencia.
Terriblemente, con la autodenominada “Cuarta transformación”, se ha impuesto en buena parte de la opinión pública (las columnas neooficialistas y las redes sociales amloístas) un ánimo intolerante y bilioso que no soporta las bromas sobre un gobierno que todos los días regala magníficas demostraciones de humor involuntario y errores harto risibles.
Lo paradójico es que, en la oposición, esos moneros, columnistas, militantes y simpatizantes que reían a carcajada abierta de los gazapos de los gobernantes (Peña, el consentidazo), solían hacer gala de un discutible sentido del humor que no tenía ningún límite, ni recato. Ni la vida privada, ni la familia presidencial, ni siquiera a la verdad.
Pero ahora que son gobierno, eso que formalmente podríamos llamar como pejismo o morenismo (pero que en las redes sociales se simplifica en la expresión “chairos”), se comporta con una gazmoñería malhumorada que pretende censurar (sin éxito) las ocurrencias, puyas y mofas de la oposición y la ciudadanía.
Alguien debería haberles avisado que una consecuencia inevitable del ejercicio del poder y sus privilegios es estar sometidos a un escrutinio público permanente y que este país suele ser bastante ácido con los yerros y lapsus de sus gobernantes. Fe de erratas: en principio deberían avisarles que ya son gobierno.
Una demostración contundente de ese humor a doble rasero nos lo dio la doctora Beatriz Gutiérrez, esposa del presidente e influyente gestora de chambas de alto nivel en el sector cultural del gobierno federal, quien, en una entrevista concedida a la Universidad Autónoma de Nayarit, se refirió al célebre escritor Amado Nervo, como Mamado Nervo. Están de acuerdo que bromear con eso era como un pase a gol para un pueblo burlón y juguetón con los dobles sentidos como el mexicano.
Pero no a todos les dio risa.
Luego de la súbita irrupción del “tren del mame”, la primera indignada de la nación Beatriz Gutiérrez, escribió un tuit para… ¿Reírse del galimatías? No. ¿Hacer una nueva broma para minimizar lo ocurrido? No. ¿Festejar el entuerto y aprovecharlo para promover al escritor? No. La doctora insinuó que el audio estaba “alterado”, lamentó la “bajeza” de algunos usuarios y terminó denunciando la situación a Twitter Seguro. Lo que es tan de ellos, ni el más mínimo asomo de autocrítica o capacidad para reírse de sí mismos. Como dijo Sartre, el infierno son los otros.
En la oposición, fanáticos del bullying político. En el gobierno, dictadores de lo políticamente correcto.
Este desdoble incomprensible quizá se debe al ejemplo que pone López Obrador a quien Gabriel Zaid llamó magistralmente “el poeta del insulto” y quien, además de arrogarse el “derecho” de gobernar solito este país, también se permite la licencia de estigmatizar con adjetivos ridiculizantes a quienes no piensan como él. Claro, desde el pináculo del poder y acompañando invariablemente la ofensa con el hipócrita “con todo respeto”. Pero eso sí, a la reencarnación de Juárez, Madero y Cárdenas en una misma persona, no se le puede tocar ni con el pétalo de una pregunta incómoda.
Malas noticias en la monarquía del bufón que llegó a ser rey. Ya con la corona puesta, Su Majestad ha ordenado que en el reino nadie puede reír. Peores avisos no pueden dársele a un pueblo que ama mofarse de sus desgracias, entre ellas, la de tener al gobierno que promete ser el más hilarante y catastrófico de su historia.
Y no, “las benditas redes sociales”, no se convirtieron en “las malditas redes sociales” de la noche a la mañana. Es solo que lo que hoy les hace vivir enojados, ayer les hacía morirse de risa.
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