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Los civiles evacuados de la asediada zona de Baghuz del grupo del Estado Islámico esperan en un área de detección de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) liderada por Estados Unidos, en la provincia oriental siria de Deir Ezzor, el 5 de marzo del 2019. Foto: AFP
Los civiles evacuados de la asediada zona de Baghuz del grupo del Estado Islámico esperan en un área de detección de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) liderada por Estados Unidos, en la provincia oriental siria de Deir Ezzor, el 5 de marzo del 2019. Foto: AFP
Cerca de Baghuz. “Nos vengaremos, correrá sangre”, el grupo Estado Islámico (EI) “permanecerá y se extenderá”. Algunos yihadistas salen derrotados de su último reducto en Siria pero claman venganza contra sus enemigos.
Miles de personas siguen saliendo del terreno donde se atrinchera el EI, en el pueblo de Baghuz, situado en el este del país. Entre ellas, muchos hombres y mujeres se niegan a reconocer la derrota.
Varias mujeres hacen amago de lanzar zapatos a los periodistas y arrojan piedras a las cámaras.
"Hemos salido pero habrá más conquistas, el Estado Islámico permanecerá y se extenderá, nos vengaremos y correrá sangre hasta la altura de las rodillas”, gritan.
Pasaron la noche a la intemperie cerca de Baghuz, en una posición de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) que llevan a cabo la ofensiva contra los yihadistas. Serán trasladadas a un campo de desplazados.
"¿No lees el Corán? ¿No te avergüenzas?", suelta una de ellas, agarrando la trenza de una periodista que va sin velo. "Que Dios maldiga a las mujeres que parecen un hombre", vocifera otra.
Otras mujeres sentadas en el suelo en grupos pequeños son más discretas, pero en cuanto una periodista les pregunta algo, repiten el mismo discurso. “Esperamos la victoria, si Dios lo quiere”, clama Um Mohamed, de 47 años, originaria de la provincia de Al Anbar en Irak.
"Los canallas y los miedosos se fueron, y nosotras (las mujeres) nos fuimos porque éramos una carga para los hombres", explica.
Cuando se le pregunta por su marido, miembro del EI, Um Mohamed duda antes de responder: "Que esté vivo o muerto, doy gracias a Dios".
Cerca de allí, algunas mujeres recitan las oraciones diarias. Un chico, cubierto de polvo, y con una mochila entona un canto religioso a la gloria del EI.