viernes, 3 de mayo de 2019

Testimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla* LOS PROCESOS de abandono

Testimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla* LOS PROCESOS de abandono son cruciales en la arqueología puesto que inciden en la forma y contenido de los contextos antiguos (Lightfoot 1996: 165); sin embargo, la posibilidad de reconstruir la conducta que les dio lugar en cada caso depende no sólo de una documentación minuciosa, sino de que la preservación de la evidencia sea adecuada y de que los factores postabandono y la secuencia de ocupaciones siguientes no hayan borrado las huellas iniciales que permitirían identificar dicha conducta. Durante la segunda mitad del primer siglo de nuestra era, los asentamientos ubicados en la Sierra Nevada fueron devastados por una erupción pliniana del Popocatépetl; más de 3.2 km3 de ceniza pumítica cubrieron su ladera nororiental, mientras que su flanco poniente sufrió los estragos de lahares y flujos piroclásticos que bajaron por el río Amecameca (Panfil 1996: 16; Plunket y Uruñuela 2000a; Siebe et al. 2000). Este desastre, de enormes proporciones para las poblaciones que lo presenciaron, fue sin embargo providencial para la arqueología, ya que selló con más de un metro de depósitos volcánicos a por lo menos una aldea, Tetimpa (figura 1), con lo que sus vestigios quedaron protegidos de las fuerzas erosivas y de la depredación humana posterior. Aunque los últimos restos de este asentamiento evocan como primera impresión las imágenes de una película de desastre (Cameron 1996: 3), una consideración detallada sugiere que son producto de una situación mucho más compleja y que Tetimpa es un lugar idóneo para analizar distintos tipos de abandono. Por una parte, el desalojo completo y definitivo al final de la fase Tetimpa Tardío (de 50 a.C. a 50-100 d.C.),1 suceso que, como veremos, constituye la culminación de un proceso más largo y complicado. Pero la erupción ayudó también a preservar datos anteriores, de Tetimpa Temprano (700-100 a.C.), los cuales, aunque no son tan espectaculares como los directamente cubiertos por la ceniza, atestiguan abandonos de otra naturaleza: durante más de medio milenio, los edificios fueron construidos, modificados, dejados y frecuentemente reocupados como parte de la dinámica social de la comunidad en las continuas estrategias de negociación entre pasado y presente. La particularidad de los contextos de Tetimpa Temprano es que, en comparación con sitios contemporáneos, la alteración que sufrieron es muy reducida, viéndose sólo afectados por las actividades de Tetimpa Tardío, brindando así un registro más completo que los de aquellos lugares donde siglos de habitación posterior alteraron la evidencia temprana. * Agradecimientos: El desarrollo del Proyecto Tetimpa ha contado con los permisos otorgados por el Consejo Nacional de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, y con el generoso apoyo de la Mesoamerican Research Foundation, el Sistema de Investigación Ignacio Zaragoza, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de las Américas, Puebla; a todos ellos nuestras más sinceras gracias. Queremos también agradecer a Véronique Darras, organizadora del taller Arqueología de los Procesos de Abandono en Mesoamérica, por su amable invitación a participar en dicho seminario. 1 Aunque en publicaciones previas hemos utilizado desde 50 a.C. hasta 100 d.C. para Tetimpa Tardío, y desde 700 a.C. hasta 200 a.C. para Tetimpa Temprano (véase Plunket y Uruñuela 1998c), nuevas fechas de radiocarbono nos permiten sugerir ahora un rango más corto para Tetimpa Tardío (desde 50 a.C. hasta 50-100 d.C.) y más largo para Tetimpa Temprano (700-100 a.C.). Testimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, Patricia Plunket Nagoda 85 DE ABANDONO EPISÓDICO A DEFINITIVO EN TETIMPA TARDÍO Iniciaremos revisando la información del Formativo Terminal, pues los contextos sellados por la erupción son tan singulares que, inevitablemente, son los que mayor difusión han dado a Tetimpa (Flannery 2002; Plunket y Uruñuela 1998a, 1998b, 1998c, 1998d, 1999, 2000a, 2000b, 2002; Uruñuela y Plunket 1998a). La extraordinaria abundancia de artefactos en su lugar de uso (figura 2) conforma un llamativo escenario que parecería permitir asomarse a una antigua aldea mesoamericana donde lo que falta son sus ocupantes, dando pie a conjeturar que la “premisa de Pompeya” (Ascher 1961: 324) es aplicable en este caso. Sin embargo, es un tanto engañoso suponer que, por lo abrupto de este tipo de catástrofes, la evidencia registrable será un buen reflejo de las actividades cotidianas realizadas por los pobladores (Cameron 1996; Inomata y Sheets 2000; Plunket y Uruñuela 2000b). Aunque el asentamiento sufrió un éxodo definitivo global, el análisis cuidadoso indica que hubo una secuencia más compleja que precedió al evento final, y que, además de los factores regularmente considerados para identificar el tipo de abandono (Lightfoot 1996: 166-168), como serían ritmo –gradual o rápido–, planeación o carencia de ella, expectativas o no de regreso, y accesibilidad al sitio abandonado, hay otras variables que incidieron en la formación del acervo cultural encontrado en cada casa. Las circunstancias reflejadas por los materiales remanentes están lejos de ser representativas de la vida diaria de los tetimpeños, pues son producto de un tiempo muy especial, el correspondiente a haber tomado conciencia de la creciente actividad del Popocatépetl; la respuesta de los aldeanos a esta situación no fue pasiva, y aunque continuaron cuidando sus casas, sus pertenencias y sus campos, tuvieron la prudencia de cambiar su residencia permanente hacia lugares más seguros en el valle, regresando con Figura 2 – Conjunto doméstico de la Operación 13, con objetos de Tetimpa Tardío en el patio (foto de las autoras). 3000 2500 98o 30' 2500 3000 3500 4000 19o 15' 3000 San Martín Texmelucan Huejotzingo Tetimpa Tlaxcala Cholula Popocatépetl Puebla Iztaccíhuatl Malinche Valle de Puebla-Tlaxcala 2500 2500 3000 3000 3000 4000 3500 Estado de Puebla 98o 98 15' o 98 30' o 45' 19o 15' 0 5 10 km N Figura 1 – Localización de Tetimpa (mapa de Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, y Patricia Plunket Nagoda). Figura 3 – Incensario con carbón frente al adoratorio, en la Operación 13 (foto de las autoras). 86 TRACE 43, Junio / Juin 2003 frecuencia al sitio para dar mantenimiento a sus posesiones, pero sin habitarlo. Llevaron consigo sus bienes más valiosos o más ligeros, dejando aquellos que no era conveniente mudar por su peso, su mal estado, o su utilidad para proveer las comodidades indispensables durante las visitas a sus propiedades (Plunket y Uruñuela 2000b). El correlato arqueológico de esa conducta, como una acción comunitaria socialmente decidida ante la inminencia de un desastre natural, es más semejante –aunque las causas que le dieron lugar sean diferentes–, a lo que Steve Tomka (1996: 14) ha denominado “abandono episódico” en casos etnográficos, refiriéndose a estancias en el campo que sólo son ocupadas durante cierta época del año pero a las cuales algún miembro de la familia acude al menos semanalmente para supervisión y mantenimiento. Ese comportamiento ocasiona variabilidad de acuerdo a si había o no alguien en cada vivienda durante el abandono definitivo, como hemos podido documentar en 17 conjuntos habitacionales de Tetimpa Tardío, tres de los cuales incluyen además áreas de cocina independientes. Todos los conjuntos están constituidos por dos a tres cuartos sobre plataformas en talud-tablero alrededor de un patio; la habitación central es la mayor y, a diferencia de las laterales que son más privadas, cuenta con una amplia entrada, y suele contener objetos vinculados al ritual doméstico; el frente del conjunto alberga varios cuexcomates indicadores de la prosperidad económica de los dueños, mientras que la parte posterior puede presentar cuartos de esquina para almacenar bienes muebles; el patio, sede de las actividades colectivas, se marca al centro por un adoratorio, mientras que en su periferia, junto a las plataformas, se ubican áreas de procesamiento y consumo de alimentos; el adoratorio puede ser o no una maqueta del Popocatépetl, pero siempre presenta cámaras con “chimeneas” que permitirían imitar la actividad del volcán (Plunket y Uruñuela 1998c, 2002; Uruñuela y Plunket 1998). Aunque hay variación en calidad de mano de obra, en dimensiones, en decoración, o en detalles menores –que hablaría tanto de cierta diversidad económica como de idiosincrasias familiares–, los patrones arquitectónicos, constructivos y de distribución expresan una cosmovisión compartida que da unidad al asentamiento (Uruñuela y Plunket 1998: 16). Esa homogeneidad básica oscurece las diferencias entre conjuntos y tienta a proponer interpretaciones generalizantes. Sin embargo, hay características puntuales en el arreglo de los artefactos las cuales, aunque al inicio pasan desapercibidas, opacadas por el escenario que las enmarca, resultan claves para la interpretación del proceso de abandono. Algo que hemos aprendido es a poner atención al área particular en que se ubican los objetos y a su colocación precisa (Plunket y Uruñuela 2000b, y en prensa; Uruñuela y Plunket 1998: 16). Los recipientes en su lugar de empleo están boca arriba y contienen residuos de comida, mientras que otros, en los cuartos de esquina o junto a las plataformas, están boca abajo, vacíos y limpios; algunos metates están en el patio, listos para la molienda, pero otros descansan contra los taludes de las plataformas, sus manos colocadas sobre los tableros. En otras palabras, había actividad en algunas casas, pero no en todas; había poca gente en unas viviendas y más en otras. Esto nos permitió entender que el abandono de Tetimpa sólo fue al final una evacuación abrupta, pero precedida por un ausentismo extendido intercalado con regresos parciales para proporcionar los cuidados requeridos a las propiedades (Plunket y Uruñuela 2000b, y en prensa). Figura 4 – Ollas tapadas de Tetimpa Tardío en la Operación 20; una de ellas guardaba 15 objetos de Tetimpa Temprano (foto de las autoras). Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, Patricia Plunket Nagoda 87 La posición diferencial de los artículos en distintos conjuntos sugiere que algunos habitantes se encontraban en el lugar cuando inició el evento volcánico que sepultaría al sitio: hay comida en preparación, o preparada, e incensarios con carbón frente a los altares que atestiguan el mantenimiento del culto doméstico (figura 3); en tanto, otras viviendas estaban vacías, con los objetos “guardados”, esperando el regreso de dueños que no acudieron ese día y que ya nunca tomaría lugar. La incertidumbre y el tiempo escaso de presencia antes del abandono final se aprecian también en los edificios. Algunas viviendas eran prácticamente nuevas, con acabados intactos, pero otras evidentemente requerían atención: el revocado se estaba perdiendo, los apisonados de los patios se habían vuelto irregulares, las escalinatas estaban cayéndose, y la tierra se había ido amontonando contra las plataformas basales. Los hábitos de limpieza, claramente por debajo de los estándares de tiempos normales, se asemejan a patrones reportados en casos de abandono gradual (Joyce y Sissel 1996: 139): la basura menor, producto de barrer los patios, con poca o nula posibilidad de reuso posterior, se acumulaba alrededor de las construcciones sin que fuera transferida a espacios más alejados de la residencia, y los materiales mayores dañados, pero con reuso potencial, se tiraban dentro de los cuartos, sin tomarse la molestia de despeñarlos en las barrancas. En las pocas reparaciones efectuadas se invirtió el mínimo esfuerzo, por ejemplo empleando provisionalmente un metate roto para sustituir un peldaño faltante. Edificios todavía en construcción estaban usándose a pesar de no estar terminados. Todos éstos son indicios de que la población no estaba residiendo en Tetimpa y no disponía de tiempo en sus visitas para llevar a cabo trabajos de mantenimiento mayor, prefiriendo quizás dejar esas labores para su futuro regreso cuando el volcán se apaciguara. Otro factor a considerar es la accesibilidad del sitio a las conductas postabandono que disminuirían el acervo arqueológico. Este acceso considera la distancia desde el nuevo asentamiento, la capacidad de transporte de los emigrantes y la proximidad de vecinos que podrían saquear los edificios desprotegidos; si la distancia al nuevo hogar es grande, la capacidad de transporte limitada, y escaso el número de viajes de regreso, la población debe seleccionar lo que llevará consigo, mientras que, si el nuevo sitio no está tan lejano, se facilita ir a recoger pertenencias (Lightfoot 1996: 166-168). En el caso de Tetimpa, si los pobladores bajaron hacia Cholula, la distancia no sería muy grande, apenas unos 15 km, y aunque la capacidad de transporte sin animales de carga sería reducida, es claro que hubo suficientes vueltas a la aldea que resultaron en que pocos de los bienes más valiosos o más ligeros fueran dejados atrás. Pero aunque las posesiones más preciadas habían sido retiradas –lo que correspondería a una conducta de “curaduría” (Binford 1973, 1979, 1983), esperable cuando no hay intención de regresar–, algunas de las casas tienen objetos importantes “escondidos”, lo que es más bien indicativo de un retorno previsto (Lightfoot 1996: 166). En la Operación 10 quedaron resguardadas bajo un cuexcomate tres vasijas pequeñas, dos de ellas importadas. En la Operación 22 encontramos dentro de una olla tapada (figura 4) 11 lascas y una punta rota de obsidiana, un fondo de vasija, una figurita y un soporte más antiguos, de Tetimpa Temprano; estas “antigüedades” usadas, rotas, y aparentemente inservibles (figura 5), recuerdan una situación similar reportada para el Clásico en Cerén, en El Salvador, donde Linda Brown (2000) –mediante analogía etnográfica con Figura 5 – Reliquias de Tetimpa Temprano contenidas en la olla tapada de Tetimpa Tardío, en la Operación 20 (foto de las autoras). Las circunstancias reflejadas por los materiales remanentes están lejos de ser representativas de la vida diaria de los tetimpeños, pues son producto de un tiempo muy especial, el correspondiente al haber tomado conciencia de la creciente actividad del Popocatépetl. Testimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla 88 TRACE 43, Junio / Juin 2003 mayas contemporáneos, entre quienes el recopilar objetos antiguos y el utilizarlos para adivinación están bien documentados– las interpreta como coleccionismo de sacra personales, el cual correspondería a los practicantes rituales de las aldeas sin acceso a bienes de la élite; esos mayas suelen llevar las reliquias en una bolsa. Los artículos de la Operación 22 bien podrían corresponder a un pequeño bulto que, como las vasijas de la Operación 10, habría estado guardado o escondido, lo que sugiere la intención de regresar por él. Es común señalar la oposición entre lo que debe constituir el registro arqueológico si el abandono es gradual y planeado o rápido e inesperado, y si hubo o no expectativas de regreso (Joyce y Sissel 1996: 139; Lightfoot 1996). Sin embargo, en el caso de Tetimpa quizás estas dicotomías no sean tan funcionales. En un abandono rápido, no previsto, se esperan una serie de indicadores (Stevenson 1982): a) evidencia de manufactura o de mantenimiento en proceso, que se encuentra en Tetimpa pero a veces apenas cubre los estándares mínimos de funcionamiento; b) abundante desecho de facto –bienes que todavía útiles son abandonados (Schiffer 1972, 1987)–, y en Tetimpa lo hay, pero es claro que mucho se retiró; c) la basura de facto en sus áreas de uso, frecuente en Tetimpa pero que también aparece “guardada”; d) abundancia de objetos que habrían sido retirados en un abandono gradual, pero en Tetimpa son pocos y e) mínima basura secundaria en las áreas de vivienda y en Tetimpa el patio está limpio, pero no así los interiores de los cuartos. Así, la evidencia en Tetimpa Tardío no es fácil de etiquetar, pues apunta hacia una situación compuesta en varios tiempos: una salida inicial, cuya velocidad y anticipación no son identificables pues sus huellas fueron obliteradas por las subsecuentes visitas al sitio y por la extracción paulatina de bienes, lo cual a su vez puede reflejar un proceso gradual planeado, aún cuando el desalojo original fuese abrupto (Lightfoot 1996: 166-168); esto provocaría que el contexto arqueológico se asemeje a un abandono “episódico” (Tomka 1996: 14), distinto de los estacionales o de los permanentes en el hecho de que los dueños acuden regularmente y conservan la propiedad de sus edificios y sus contenidos, aunque no los habiten por periodos prolongados. Eso culminó abruptamente con la erupción, transformándose en ese momento en una huida urgente para quienes estaban en el lugar, pero la evidencia arqueológica sellada por el desastre volcánico sólo puede ser adecuadamente evaluada si se considera como resultado de una secuencia compleja, en la que la planeación humana y las expectativas de regreso fueron interrumpidas drástica y precipitadamente por un desastre natural, que modifica el proceso y lo colorea con tintes de abandono rápido inesperado. ABANDONO Y REOCUPACIÓN, Y ABANDONO RITUAL EN TETIMPA TEMPRANO Durante la fase previa, en Tetimpa Temprano (700-100 a.C.), contextos más antiguos, con escasa modificación ulterior, permiten explorar abandonos de otra índole, que no siempre afectaron al asentamiento completo. En otras oportunidades (Plunket y Uruñuela 1998c, 2000b) hemos señalado que se aprecia un hiato entre Tetimpa Temprano y Tardío, e incluso, en ciertos casos, las casas desalojadas al final de la fase temprana fueron cubiertas con los surcos de cultivo de la fase siguiente. Algunas de ellas parecen haber sido objeto de abandono planeado en más de una ocasión, pues en sus diferentes etapas constructivas registramos conjuntos de pertenencias –algunas útiles, como metates con sus manos; otras exóticas, como hachas en proceso de manufactura sobre materiales alóctonos– que quedaron guardadas en los cuartos o en el patio, y que no fueron recuperadas al regresar y subir el nivel de las plataformas, lo que sugiere que el tiempo de ausencia de sus propietarios fue suficiente para olvidarse de ellas; a la vez, considerando la utilidad de unos y el valor de otros, es interesante observar que esos bienes no fueron saqueados, lo que implica o bien que el área completa estaba deshabitada, o bien que los derechos de sus dueños eran reconocidos y respetados aunque no estuviesen (Plunket y Uruñuela 2000b). Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, Patricia Plunket Nagoda 89 En todo caso, el último de esos sucesos de abandono en Tetimpa Temprano sí fue global, y de duración suficiente para que las diferencias con la reocupación en Tetimpa Tardío sean notorias. Aunque muchas de las plataformas tardías usaron como núcleos las estructuras tempranas, hay cambios importantes en la cerámica, en las costumbres funerarias –no hay entierros en Tetimpa Tardío-, las facilidades para almacenamiento –de pozos troncocónicos a cuexcomates– y la calidad –que decae–, y orientación de las construcciones. Pero la continuidad cultural también es evidente, desde el hecho mismo de construir sobre las antiguas viviendas, hasta la distribución del espacio doméstico y el mantenimiento general de características constructivas. La coexistencia de diferencias y semejanzas podría atribuirse a la ausencia durante un par de generaciones en el primer siglo a.C. (Plunket y Uruñuela en prensa), quizá relacionada con un incremento en la actividad del Popocatépetl (Plunket y Uruñuela 1998b), pues la evidencia arqueológica y geológica indica que el Formativo Tardío y el Clásico Temprano atestiguaron eventos volcánicos de intensidad variable en los sistemas montañosos que separan la Cuenca de México de Morelos y Puebla (Barba 1956: 60; Barba 1995; Córdova et al. 1994; Panfil 1996; Plunket y Uruñuela 1998a, 1998c, 2000a y Siebe et al. 1996, 2000). Desafortunadamente, no hay en Tetimpa rastros estratigráficos aparentes de esos sucesos, aunque los residuos de acciones volcánicas menores pueden fácilmente desaparecer debido al viento, al agua y a las actividades humanas. Ese es un problema que todavía queda por resolver; empero, durante el transcurso de Tetimpa Temprano, previo a ese acontecimiento, hay otras instancias de abandono localizado de espacios que nos hablan de la compleja dinámica que puede darse dentro de una misma ocupación temporal. El caso al que haremos referencia aquí es la Unidad 1 de la Operación 18. La Operación 18 La Operación 18 abarca tres estructuras, dos de las cuales no son domésticas. A diferencia de los conjuntos habitacionales, no se distribuyen alrededor de un patio, sino que su arreglo es linear en sentido este-oeste. La estructura mayor, Unidad 1, es la que aquí nos interesa. La Unidad 1 (figura 6) muestra una serie de características que la diferencian del resto de los edificios locales. A excepción de un caso de Tetimpa Tardío, cuya función desconocemos pues no pudo explorarse completamente, su tamaño es más grande que cualquier habitación de un conjunto doméstico (aproximadamente 36 m2 de área techada), y su entrada es reducida, de apenas 0.8 m, diferente a los accesos de alrededor de 2 m que caracterizan a los cuartos centrales, los cuales servían para actividades familiares comunes. Su construcción también es singular: las paredes son de adobe en vez de bajareque y la amplitud del espacio interior requirió el uso de pilastras; sus 12 pisos sobrepuestos, de barro bien pulido, se limpiaron antes de depositar los rellenos que los dividen y que son también estériles, sin contener los entierros que se encuentran en las viviendas de Tetimpa Temprano; dos huellas de postes cerca de la pared posterior sugieren la presencia de una estructura perecedera dentro del cuarto, quizá un adoratorio; a la derecha de la entrada se localiza una especie de brasero ... la evidencia arqueológica sellada por el desastre volcánico sólo puede ser adecuadamente evaluada si se considera como resultado de una secuencia compleja, en la que la planeación humana y las expectativas de regreso fueron interrumpidas drástica y precipitadamente por un desastre natural, que modifica el proceso y lo colorea con tintes de abandono rápido inesperado. Testimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla Figura 7 – Brasero fijo, construido sobre el piso de la Unidad 1, de la Operación 18 (foto de las autoras). 90 TRACE 43, Junio / Juin 2003 fijo (figura 7), construido cuidadosamente sobre el piso, y que contenía ceniza, piedras pequeñas y una navaja de obsidiana. Las grandes dimensiones internas que contrastan con su angosta entrada le dotan de un buen potencial para sede de actividades restringidas a un cierto grupo de la sociedad, y cuya realización requería cierta privacidad. Por su parte, las piedritas dentro del brasero fijo son semejantes a las que acompañan a los entierros de Tetimpa Temprano y a los altares de Tetimpa Tardío, y que parecen vincularse con culto a los ancestros (Plunket y Uruñuela 2002; Uruñuela y Plunket 2002); por ello pudiera tratarse de un lugar para reunión de hombres, jefes de familia o representantes de linajes. Esta estructura fue destruida antes de terminar Tetimpa Temprano, y al hacerlo, se limpió perfectamente el piso y, desentonando con el resto del edifico tan pulcramente hecho, se cortó Figura 6 – Planta de la Unidad 1, de la Operación 18 (ilustración de las autoras). Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, Patricia Plunket Nagoda 91 sobre él una fosa irregular que muestra evidencias de fuego fuerte (figura 8), quizá producto de quemar en ella los contenidos del cuarto. Posteriormente, las paredes fueron derrumbadas hacia el interior (figura 9). En la parte exterior, un talud –que apenas se iniciaba para agrandar la plataforma– se dejó inconcluso (figura 10), y la superficie compactada frente a él se rompió para depositar un entierro múltiple constituido por un individuo primario acompañado por los cráneos decapitados de dos adultos (figura 11); estos cráneos estaban colocados con las caras dirigidas hacia el Popocatépetl, al suroeste del eje de la Unidad 1. Las bóvedas craneales sobresalían del nivel de la superficie de ocupación, pero la fosa no se selló para nivelarla con ella, sino que, sobre todo ello y sobre el talud, fue puesto un relleno hasta llegar a la parte superior del escombro del interior de la estructura; en dicho relleno hay huellas de fuego evidenciadas por un nivel de carbón. Se nota una preocupación por sellar este espacio, pero no en un destrozo desordenado, lo que más que indicar violencia externa sugiere que son personas del mismo grupo quienes demuelen el inmueble, queman su contenido, y depositan los cráneos decapitados en dedicación al volcán. El sacrificio humano en Mesoamérica, incluyendo la decapitación, se ha interpretado como un medio para justificar los derechos individuales a gobernar, durante el Clásico, y como un mecanismo de legitimación entre Estados competitivos, en el Posclásico (Demarest Figura 8 – Fosa con huellas de fuego, cortada irregularmente sobre el piso de la Unidad 1, de la Operación 18 (foto de las autoras). Figura 9 – Vista desde la parte posterior (este) del cuarto de la Unidad 1, de la Operación 18, con las paredes de adobe desplomadas hacia el interior (foto de las autoras). Figura 10 – Vista de la fachada oeste de la Unidad 1 de la Operación 18. Se aprecia el talud inconcluso y la fosa del entierro múltiple con una de las bóvedas craneales rota, sobresaliendo del nivel de la superficie de ocupación (foto de las autoras). Figura 11 – Entierro múltiple frente al talud inconcluso de la Unidad 1 de la Operación 18, con dos individuos decapitados depositados sobre el cráneo de un sujeto primario flexionado (foto de las autoras). Testimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla Figura 12 – Planta de la Operación 19. Figura 13 – Cráneos de decapitados depositados en el relleno de la Unidad 3 en la Operación 19 (foto de las autoras). 92 TRACE 43, Junio / Juin 2003 Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, Patricia Plunket Nagoda 93 1984: 237). Para el Formativo, la situación no es clara, pues la representación de decapitación en el arte es menos frecuente y muy escasa la evidencia ósea (Moser 1973: 9-12). Aunque estos cráneos proviniesen de conflictos bélicos, no se usaron para exhibirse por un periodo prolongado, sino que se enterraron, como parte del proceso de abandono del edificio, cuidadosamente orientados, lo que les otorga una función un tanto distinta a la de las cabezas-trofeos; el papel de este tipo de evidencia dentro de la tradición mesoamericana de decapitación merece una discusión aparte, pero es interesante por el momento señalar que, en algunas culturas sudamericanas, las cabezas humanas eran consideradas como una fuente de protección, más que como un trofeo de guerra (DeLeonardis 2000: 382). Llama la atención que el talud se quedó sin terminar, interrumpida su construcción por los acontecimientos que llevaron a clausurar un área para la cual la planeación previa no era ésa. Entre los adobes desplomados de las paredes, aparecen abundantes fragmentos de incensarios cuyos diámetros duplican el tamaño de los de los conjuntos domésticos, y estos tepalcates continúan apareciendo en los surcos de Tetimpa Tardío que cubrieron posteriormente a las ruinas; a la vez, a diferencia de la mayoría de las estructuras de Tetimpa Temprano, ésta no fue utilizada para construir sobre ella en la fase siguiente, sino que se usó como campo de cultivo aún cuando sus vestigios dificultaban la formación de los camellones para la siembra. Así, el edificio se destruye y abandona, pero el reconocimiento del espacio como un lugar especial continúa a través del tiempo. Nan Rotschild y sus colegas (1996: 124-125) han señalado que el uso o no de una estructura puede ser parte de un continuo, en cuyos extremos estarían la ocupación de tiempo completo y el abandono definitivo, pero entre uno y otro hay una serie de estados intermedios de uso: 1) para residencia de tiempo parcial; 2) como bodega; 3) como fuente de material para nuevas construcciones; 4) como basurero temporal y, finalmente, 5) aunque no se destine a ninguno de estos usos se mantiene como un marcador importante de propiedad de tierra. La Unidad 1 de la Operación 18 es una variante de esto último, pues aunque se destruyó el edificio, el espacio se continuó respetando como un área especial. El abandono repentino de la Operación 18 se entrelaza con evidencia procedente de un conjunto habitacional vecino, la Operación 19. La Operación 19 A escasos 60 m al noroeste de la Operación 18, se localiza la Operación 19, un conjunto doméstico constituido en Tetimpa Tardío por tres plataformas alrededor de un patio, pero que para Tetimpa Temprano era bastante más grande y complejo, y contaba con rasgos que no hemos encontrado en otras casas, como dos cuartos pequeños con medias columnas en sus esquinas interiores, y un área de esquina con columnas de lajas (figura 12). El cuarto central vinculado con actividades rituales tiene cinco etapas constructivas de Tetimpa Temprano –además de una de Tetimpa Tardío–, demarcadas entre sí por rellenos que dividen grupos de pisos sobrepuestos. En él localizamos 12 sepulturas, la mayoría con las características de los entierros domésticos tempranos (Uruñuela y Plunket 2001, y 2002; Uruñuela et al. 1998), pero hay un par que sale de la norma y corres-ponde a dos cráneos decapitados (figura 13), orientados no con el eje de la estructura sino hacia el Popocatépetl, y depositados dentro de un grueso y duro relleno que cubría el Piso 5, el último de una etapa constructiva que había sido cortado para depositar al Entierro 3 (figura 14). Es de mencionar que, de siete entierros de los que se pudo verificar su posición, cinco dan la cara hacia la parte posTestimonios de diversos tipos de abandono en Tetimpa, Puebla Figura 14 – Localización del Entierro 3 en relación al altar con talud-tablero en la Unidad 3 de la Operación 19. 94 TRACE 43, Junio / Juin 2003 terior del cuarto, donde hay un altar con talud-tablero; sólo los dos previos a los decapitados (el 3 y el 4) tienen una colocación inversa, hacia el oeste, que es donde se yergue el volcán. La ofrenda del Entierro 3 incluye una figura de un anciano con partes rotas y faltantes, como si fuera muy vieja. En más de 60 entierros excavados en Tetimpa sólo éste tiene una “figurita”, la cual es además muy distinta de las otras del sitio: es más grande, es hueca, y su cabeza es separable (figura 15). Al cerrar el Entierro 3, se incorporan los cráneos en el relleno, se cubre el altar, y se sella con el Piso 4. En otras ocasiones hemos sugerido que las construcciones en talud-tablero se articulan con el culto a los ancestros (Uruñuela y Plunket sin fecha); bajo esta óptica, si la figura hubiera formado parte de la parafernalia ritual asociada al altar, la representación de un anciano sería muy acorde, y su entierro al clausurar ese elemento de culto no sería casual. Contemporáneo a la colocación de ese relleno, dos grandes fosas con huellas de fuerte combustión se cortan en la línea central del patio (figura 16), un lugar muy inapropiado para que permanecieran ahí por largo tiempo, por lo que parecen corresponder a un suceso corto. Por otra parte, en los lados sur y este del conjunto, una gran cantidad de adobes amontonados a los lados de la plataforma basal atestiguan el desmantelamiento cuidadoso de una estructura (figura 17). A diferencia de la Operación 18, el cuarto principal de la Operación 19 sí se continuó usando antes del hiato entre Tetimpa Temprano y Tardío, aparentemente por un tiempo breve representado por un bloque de tres pisos interiores (los bloques previos tienen al menos cinco pisos cada uno), y uno en el patio. No se volvió a construir un altar en el cuarto, pero en cambio en el patio se aprecia la huella de una “chimenea” semejante a las de los altares de Tetimpa Tardío, indicando un traslado del foco de culto hacia el centro del patio, donde continuaría en la siguiente fase. Las diferencias sin embargo entre continuidad de uso o abandono pueden distraer la atención y no dejar ver que quizá los acontecimientos en este edificio y la destrucción de la Unidad 1 de la Operación 18 estén relacionados. La evidencia conjunta de estas dos operaciones indica que, en la última parte de Tetimpa Temprano, hubo sucesos que alteraron en forma importante la vida de los tetimpeños y que preludiaron el abandono del sitio que se da entre Tetimpa Temprano y Tardío. Ambas estructuras se relacionan con actividades rituales, la Unidad 1 de la Operación 18 como un edificio comunal, y la Unidad 3 de la Operación 19 como el cuarto central de un conjunto habitacional. En un evento de terminación, en las dos se hacen fosas para quemar quizás bienes perecederos que se encontraban en ellas. En ambas hay desmantelamiento: en la Unidad 1 de la Operación 18, se desploman las paredes del cuarto; y en la Operación 19, se demuele un espacio aledaño que también tenía paredes de adobe. En las dos se clausuran elementos asociados con la veneración a los ancestros, atestiguado esto en la Unidad 1 de la Operación 18 por las piedras dentro del brasero, y en la Operación 19 por el altar que se sella y quizá por la figura depositada con el Entierro 3. En ambas se colocan sendos pares de cráneos orientados intencionalmente hacia el volcán, y en la Operación 19 se invierte la posición de dos entierros previos para orientarles también hacia el Popocatépetl, y se añade además un adoratorio en el patio que, a juzgar por la presencia de la chimenea, sería semejante a los que en Tetimpa Tardío emulan al volcán. Figura 15 – Figurilla asociada al Entierro 3 en la Unidad 3 de la Operación 19 (foto de las autoras). Figura 16 – Una de las fosas con evidencias de fuego en el patio frente a la Unidad 3 de la Operación 19 (foto de las autoras). Gabriela Uruñuela y Ladrón de Guevara, Patricia Plunket Nagoda 95 Estos datos sugieren que algún acontecimiento hacia el final de Tetimpa Temprano instó a supeditar la veneración a los ancestros a un culto en el que el Popocatépetl ocupaba el lugar primordial. ¿En qué forma esto repercutió en la estructura de poder local? No está claro, pero al menos uno de los edificios comunales fue ritualmente clausurado, aunque se continuó identificando como un lugar especial, y un gran conjunto habitacional cercano sufrió alteraciones considerables. Poco después la comunidad abandonaría el sitio por un tiempo, por causas aún no bien definidas, pero si éstas se relacionasen –como otras veces hemos sugerido– con algún episodio volcánico, no es de extrañar que a su regreso, en Tetimpa Tardío, la propiciación al volcán fuera la norma en el culto doméstico, y continuaría siéndolo hasta el día en que ocasionó su abandono definitivo. 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