lunes, 28 de octubre de 2019

El Apocalipsis, el Anticristo y la Bestia (AMLO)

El Apocalipsis, el Anticristo y la Bestia

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Título: El Apocalipsis, el Anticristo y la Bestia
Autor: James Akin de Catholic Answers
Original en inglés: 1. Apocalypse not. 2. The Antichrist. 3. The Beast in Revelation
Traducción: Alejandro Villarreal -junio de 2011-
Traducido y publicado aquí sin el permiso expreso del autor ni del sitio que lo publicó. Notas, énfasis e imágenes añadidas
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A continuación presento tres artículos de James Akin aparecidos en la revista This Rock, el primero es un fragmento que trata acerca de las profecías del Apocalipsis; el segundo trata acerca del Anticristo y lo que verdaderamente sabemos de éste por la Biblia y la Tradición, y el último es un pequeño artículo sobre la bestia del mar del Apocalipsis. Comienzo copiando una parte de la nota introductoria de Mons. Juan Straubinger sobre los sistemas principales para interpretar el Apocalipsis:
Tres son los sistemas principales para interpretar el Apocalipsis. El primero lo toma como historia contemporánea del autor, expuesta con colores apocalípticos. Esta interpretación quitaría a los anuncios de S. Juan toda su trascendencia profética y en consecuencia su valor espiritual para el creyente. La segunda teoría, llamada de recapitulación, busca en el libro de S. Juan las diversas fases de la historia eclesiástica, pasadas y futuras, o por lo menos de la historia primera de la Iglesia hasta los siglos IV y V, sin excluir el final de los tiempos. La tercera interpretación ve en el Apocalipsis exclusivamente un libro profético escatológico, como lo hicieron sus primeros comentadores e intérpretes, es decir S. Ireneo, S. Hipólito, S. Victorino, S. Gregorio Magno y, entre los posteriores modernos, Ribera, Cornelio a Lápide, Fillion, etc. Este concepto que no exlcuye referencias a los acontecimientos históricos de los primeros tiempos de la Iglesia, se ha impuesto hoy sobre los demás, como que, al decir de Sickenberger, la profecía que Jesús revela a S. Juan “es una explanación de los conceptos principales del discurso escatológico de Jesús, llamado pequeño Apocalipsis”.
Contenido:
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i. El Apocalipsis
[…] ¿Qué tanto del futuro nos queda?, no tanto como el que ya ha pasado, el tiempo es un recurso no renovable y “ya conocéis el tiempo y que es hora de levantaros del sueño, pues vuestra salud está ahora más cercana que cuando creímos” (Rom. XIII, 11 Nácar-Colunga). Algún día nos quedaremos sin tiempo y el final de la historia caerá sobre nosotros, “pues el mismo Señor, a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1Tes. IV, 16 NC).
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Investigando el plan profético de Dios
A pesar del incremento de las predicciones irreflexivas acerca del fin de los tiempos, existen verdaderos acontecimientos apocalípticos por suceder. Pero el discernirlos es una compleja tarea que requiere gran cautela si uno desea evitar caer en las trampas del sensacionalismo.
Lo primero que se debe hacer cuando se investiga el plan profético de Dios es seleccionar las fuentes adecuadas. Si uno desea saber cuándo sucederán las fases de la luna, uno puede consultar un almanaque, pero si uno desea conocer cómo sucederá el drama final de la historia de la humanidad, se debe consultar sólo una fuente: la revelación divina.
Así que no se obsesionen con ningún calendario de los nativos americanos, no se preocupen porque la luna esté en la séptima casa o si Júpiter se ha alineado con Marte. Ignórese las deliberadamente vagas afirmaciones astrológicas de Nostradamus. Rechácese lo que los “contactados” por OVNIS han dicho en sus trances. Prescinda de todo esto y apéguese a la palabra de Dios.
Incluso haciendo lo anterior, se debe tener cuidado de que lo que se está estudiando es realmente la palabra de Dios, los setenta y dos libros de las Escrituras canónicas, por supuesto, constituyen la palabra de Dios. Éstos constituyen el cuerpo escrito de la revelación pública que nos ha sido transmitida desde los apóstoles. Pero también de vez en cuando Dios nos ha dado revelaciones privadas que deben también ser consideradas.
La dificultad es que existen muchas apariciones y locuciones falsas en el mundo actual y de la historia reciente. ¿Cómo saber que las revelaciones privadas son auténticas? La guía más segura es la aprobación oficial de la Iglesia. Como regla general, aconsejo que no se crea en las revelaciones privadas que no estén aprobadas por la Iglesia, el número de falsificaciones es muy alto en nuestros días.
¿La Iglesia se toma su tiempo al evaluar las revelaciones privadas? Si, y por una buena razón, es muy fácil dañar la fe de los individuos si algo se toma por aprobado cuando no lo es, y no debemos permitir que el deseo de la novedad rebase a la precaución que siempre debe estar presente cuando se evalúan revelaciones privadas.
Incluso entre las apariciones o locuciones aprobadas, existen peligros que deben evitarse. Uno de éstos es considerar que el contenido de una revelación privada fue inspirado de la misma forma que las Escrituras, y que todo lo que se dice debe tomarse como si fuese la palabra de Dios. Los teólogos reconocen que las revelaciones privadas están matizadas por las percepciones de quienes las reciben, durante el evento sobrenatural que experimentan, y así, los escritos que producen tales individuos no pueden considerarse en el mismo plano que las Escrituras.
[…]
La revelación pública, como la que encontramos en las Escrituras, debe tener prioridad sobre la revelación privada. Revisemos primero, entonces, lo que contiene la revelación pública, antes de integrarla en aplicaciones particulares sugeridas en las revelaciones privadas.
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Muchas profecías ya se han cumplido
Cuando se interpretan las profecías de la Biblia, una de las dificultades más comunes es no saber reconocer cuándo una profecía ya ha sido cumplida. Existen muchas profecías en la Biblia, pero frecuentemente las desconocemos y pensamos que son eventos por venir.
Cuando Jesús dijo en Mateo XXIV, 7 que “habrá hambres y terremotos en diversos lugares”, mucha gente lo ha interpretado como un incremento en el número de terremotos a nivel global. Pero esto no es lo que Jesús dijo, el se refirió a que habría terremotos en diversos lugares, y no en todo el mundo, tampoco un incremento en su frecuencia, tan sólo terremotos en diversos lugares. Aparentemente es muy poco lo que se necesita para satisfacer esta predicción, sin embargo, es parte del punto de Jesús: No debemos preocuparnos cuando escuchemos de tales cosas, ya que “todo esto es el comienzo de los dolores”, “mas no es aún el fin” (vv. 8, 6).
De hecho, las dos partes proféticas más famosas del Nuevo Testamento, el Sermón del Monte de los Olivos y el libro del Apocalipsis, están llenos, en sus interpretaciones, de las tendencias de los lectores quienes los entienden como eventos futuros a realizarse, cuando ambos ya han sido cumplidos en su mayor parte […] he aquí un pequeño resumen:
El Sermón del Monte de los Olivos y el libro del Apocalipsis principalmente se ocupan de los eventos del primer siglo que llevaron a la destrucción de Jerusalén en AD 70. Sin embargo, ambos también contienen datos que se aplican al fin de los tiempos. En el Sermón del Monte de los Olivos, por ejemplo, en Mateo XXV, 31-46, indudablemente se aplica al final de la historia. De la misma manera Apocalipsis XX, 11 – XXI, 8. En ambos casos, no obstante, la mayoría de los datos que los preceden se refieren a los eventos del primer siglo.
Esto no quiere decir que no tengan también aplicación indirecta sobre los eventos cercanos a la Segunda Venida. Una de las cosas que se pueden encontrar cuando se estudia la profecía bíblica es la repetición de ciertos patrones. Yo los llamo “arquetipos proféticos”. Considérese el arquetipo del Rey Malvado, un extranjero quien persigue al pueblo de Dios de Israel, y a quien se le permite triunfar por un tiempo, debido a los pecados del pueblo. Este arquetipo se repite muchas veces en la Escritura, ya sea en la persona del Faraón, de Nabucodonosor, del César o del Anticristo.
Tengo el gran presentimiento de que, hacia la consumación del fin de los tiempos, muchas de las partes que ya se han cumplido del Sermón del Monte de los Olivos y del libro del Apocalipsis se repetirán, y así, estos pasajes que se aplican directamente a los acontecimientos del primer siglo también se aplicarán indirectamente a los acontecimientos cercanos al final de los tiempos.
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¿Qué esperar en el fin de los tiempos?
T. S. Eliot se equivocó cuando dijo: “Todo terminará de golpe, sin derramar una lágrima”. El Catecismo de la Iglesia Católica explica:
«[…] El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (cf. Ap XX, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (cf. 2P. III, 12-13)» (CIC 677) [http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/p1s2c2a7_sp.html].
Por supuesto, las cosas se van a agitar antes de que llegue el fin. Entre otras cosas, ocurrirá una tremenda persecución a la Iglesia, la cual “entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección.” (Ibídem). Esto será una prueba tan grande para la Iglesia, que será perseguida casi hasta el punto de su extinción, sólo será rescatada en el último minuto por la Segunda Venida de Jesucristo.
Uno de los signos más buscados que precederán a la Segunda Venida es la conversión en masa de los judíos. Esto es algo en lo que San Pablo en muy claro. En Romanos XI, el plantea un paradigma según el cual, después de la Primera Venida de Jesucristo, el pueblo judío como tal, sin entender que cada uno de ellos, rechazaron al Mesías, y que el evangelio así podía voltear hacia la salvación de los gentiles. Sin embargo, cuando “entrase la plenitud de las naciones”, el evangelio tornará hacia el pueblo judío y todos ellos aceptarán al Mesías [Jesucristo].
San Pablo vincula esta conversión total con el fin de los tiempos, ya que menciona la resurrección de los muertos, diciendo:
si su reprobación es reconciliación del mundo, ¿qué será su integración sino una resurrección de entre los muertos?” (v. 15).
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger sobre este versículo: Su repudio: cf, Is. LIV, 1 ss. y nota. Reconciliación del mundo. cf. v. 12 y nota. Su readmisión: cf. v. 25 s. Vida, etc, etc.: Buzy traduce resurrección de entre los muertos. Merk cita aquí 1Tes. IV, 15. “El Redentor, a quien Sión no reconoció y a quien rechazaron los hijos de Jacob, va a volver hacia ellos para lavar sus pecados, y los restaurará para que entiendan las profecías que ya habían olvidado durante largo tiempo” (Bossuet). El mismo autor y muchos otros intérpretes creen que ese gran acontecimiento tendrá lugar antes de la muerte del “hombre de iniquidad” (2Tes. II, 8) o derrota del Anticristo (Ap. XIX, 11-21) y después, como opina S. Agustín, habrá un lapso antes que venga el fin. Cf. S. 9A, 17 y nota de S. Tomás. ]
Así que cuando observemos conversiones masivas de judíos hacia Jesucristo, este es el signo de que el fin está cerca.
En 2Tesalonisences II, San Pablo ofrece otros signos para saber que la Segunda Venida está cerca. Él los escribe porque algunas personas de la iglesia de Tesalónica aparentemente han recibido la falsificación de una carta paulina que dice que el día del Señor ha llegado. Así, el les dice:
no os turbéis de ligero, perdiendo el buen sentido, y no os alarméis ni por espíritu, ni por discurso, ni por epístola, como si fuera nuestra, como si el día del Señor estuviera inminente.” (v. 2).
Entonces él les dejó otro tanto de signos que precederían el fin. El primero es:
que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía…” (v. 3a)
El griego para “the rebellion” o la rebelión en la versión inglesa es «apostasia», y se traduce mejor como “la apostasía”, algo más específico que consiste en un abandono masivo de la fe cristiana.
San Pablo habla de esto en otros lados también:
Pero el Espíritu claramente dice que en los últimos tiempos apostatarán algunos de la fe, dando oídos al espíritu del error y a las enseñanzas de los demonios.” (1Tim. IV, 1).
“pues vendrá tiempo en que no sufrirán la sana doctrina; antes, por el prurito de oír, se amontonarán maestros conforme a sus pasiones y apartarán los oídos de la verdad para volverlos a las fábulas” (2Tim IV, 3-4; cf. III, 1-5).
Otros escritores del Nuevo Testamento también parecen referir esta gran apostasía (2Pe. III, 3; Jud. 18), y el Señor mismo habla de esto cuando pregunta “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc. XVIII, 8).
¿Qué clase de apostasía cometerán aquellos quienes está profetizado que lo harán? Según el Nuevo Testamento, la idea de caer o separarse del Cristianismo podría significar volver al paganismo o al judaísmo. El hecho es que en ese tiempo en cuestión el pueblo judío se convertirá a Jesucristo, lo que podría indicar que no será al judaísmo la apostasía que cometerán muchos cristianos. Esto sugiere un nuevo paganismo como su destino.
Debería haber varios pasos previos involucrados. En la apostasía, el pueblo podría caer en otras opciones “religiosas”, como el ateísmo, el agnosticismo, y el movimiento New Age, o incluso religiones que todavía no existen, pero ya no se considerarán cristianos y eventualmente surgirá una nueva forma de paganismo que se desarrollará e invadirá Europa.
¿Por qué digo esto?, porque en el siguiente signo San Pablo menciona la aparición del “hombre de la iniquidad”: “porque antes… ha de manifestarse el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición.
Este individuo frecuentemente es identificado como el Anticristo de quien habla San Juan, como aquel quien niega la encarnación de Jesucristo (2Jn. VII). Tal identificación no es del todo certera, pero es la interpretación normal.
El hombre de la iniquidad frecuentemente es identificado con la “bestia del mar” de Ap. XIII. Ahora, la bestia del mar fue uno de los primeros emperadores romanos, muy probablemente Nerón. Esto no significa que no pueda existir otro individuo parecido a Nerón hacia el final de los tiempos. Yo esperaría que así sea. Esta sería una de esas dobles coincidencias que mencioné antes.
Existe una buena razón para relacionarlo con el futuro, el individuo parecido al emperador mencionado coincide con el hombre de la iniquidad de San Pablo. San Pablo dice que este hombre hará algo por lo que algunos emperadores romanos fueron conocidos: demandar a otros que se los adorase como dioses. Él nos dice que este hombre de pecado es alguien que “se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado” (v. 4a). Esta es la razón por la que identifico a la religión de los apóstatas como un paganismo revivido: Adorar como una deidad a quien encabezaba al estado, era una característica primordial del paganismo.
Lo que el hombre de la iniquidad probablemente hará es lo que el demente emperador Calígula hizo en el primer siglo: se autoproclamó como la reencarnación en esta vida de un dios, comparándose a Júpiter, el rey de los dioses. Aún así, no negó la existencia de otros dioses menores. Por ejemplo, él acostumbraba sostener “conversaciones” con varios dioses romanos y oficialmente deificó a su difunta hija Drusilla.
Tiempo después, cuando Calígula enloqueció y se autoproclamó un dios, subestimó completamente la devoción de los judíos por el monoteísmo y les propuso poner un ídolo de sí mismo en el Templo de Jerusalén, un acto que ciertamente hubiese desatado una guerra. Afortunadamente, una delegación de judíos que incluía a Philo [o Filo] de Alejandría fue capaz de disuadirlo.
El hecho es que el hombre de la iniquidad se exaltará a sí mismo de nuevo “contra todo lo que se dice Dios”, lo que no significará que predicará una nueva forma de “culto a sí mismo”. Es difícil hacer que la gente adore a una persona como un dios, a menos que ellos tengan la noción degradada de los innumerables dioses finitos, haciendo más apetecible la idea de deificar a un humano, obsérvese cómo los mormones han explotado este concepto.
Entre las cosas que San Pablo dice es que el hombre de la iniquidad se auto-exaltará “hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo” (2Tes. II, 4b). Para un judío del siglo primero como San Pablo, esto sólo podía significar una cosa: El hombre de la iniquidad, en algún momento, se presentaría en el Templo de Jerusalén para ser adorado.
Muchos han tratado de interpretar la oración “el templo de Dios” como la Iglesia, pero esta sería una lectura anacrónica. Obviamente estamos hablando de un templo físico y no de uno espiritual o místico, ya que es la clase de templo en el cual alguien puede sentarse y exhibirse. Y ya que los cristianos no tienen un templo físico central, ni siquiera la Basílica de San Pedro calificaría para ello, y ciertamente no existía en el primer siglo, debemos entender que la oración “el templo de Dios” se debe entender como se habría entendido en el primer siglo: una referencia al Templo de Jerusalén.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger acerca del “Templo de Dios“: «En el templo de Dios (V. 4)»: según S. Crisóstomo, Teofilacto, Ecumenio y Teodoreto: la Iglesia. S. Hilario escribe a este respecto: “Hacéis mal en amar tanto los muros, en fincar así en los edificios vuestro respeto por la Iglesia, y cubriros de este pretexto para invocar una pretendida paz: ¿Puede dudarse que el Anticristo se sentará en los mismos lugares?” S. Hipólito cree que en los últimos tiempos el Anticristo tendrá su imagen en todas las iglesias. Otros piensan en un nuevo Templo de Jerusalén. Varios autores llaman la atención sobre el hecho de que no se caracteriza el Anticristo por sus crímenes e inmoralidades, sino como “el gran usurpador de la gloria”, que querrá ser adorado él solo, como el príncipe de Dan. XI, 36 ss. “En verdad, si se considera los muchos pasajes que el Apocalipsis reproduce de los antiguos profetas, se tiene la impresión creciente de que, en los fenómenos escatológicos, Israel juega un papel mayor de lo que solemos pensar”.]
¿Por qué los judíos permitirían que un gobernante se autoproclamara Dios (o dios, el griego permite ambas lecturas) en su templo? Verán, esta clase de cosas tiene precedentes.
Primero, Antíoco Epifanes, un conquistador pagano quien trató de desaparecer a la religión judía, colocó un ídolo de Júpiter sobre el altar del templo judío y le sacrificó cerdos en su honor. Este fue el cumplimiento de una profecía de Daniel sobre la “abominación de la desolación” (1Mac. I, 54), aunque no la única, cf. Mat. XXIV, 15.
Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger acerca de la “abominación de la desolación”: Alusión a la profecía de Daniel (Dan. IX, 27; XI, 31; XII, 11). En 1Mac. I, 27 esta profecía se aplica a la profanación del Templo en tiempos de los Macabeos. Jesús enseña que volverá a cumplirse en los tiempos que Él anuncia. Algunos Padres la creían cumplida en la adoración de la imagen del César en el Templo en tiempos de Pilato o en la instalación de la estatua ecuestre de Adriano en ese mismo lugar. Otros Padres refieren este vaticinio a los tiempos escatológicos y al Anticristo. La abominación de la desolación establecida allí donde no debe, es la profanación del Templo… A este respecto se ha publicado recientemente un fragmento desconocido de S. Hipólito, que con otros Padres dice: “La abominación de la desolación es la imagen del César que fue colocada delante del altar en Jerusalén”. Y sigue: “Así sucederá en el tiempo del Anticristo: su imagen estará en todas las iglesias que hay en el universo, para que todo aquel que le ruegue, antes de orar, lleve el incienso delante de su imagen” (Sefarad, 1946, p. 359). Entienda el que lee: las Escrituras (Mat. XXIV, 15 y nota), pues sólo quien conozca los grandes misterios vaticinados en las profecías antiguas podrá comprender la gravedad de estos anuncios.
Luego, en el primer siglo, cuando el emperador romano Calígula enloqueció y se autoproclamó un dios, propuso poner un ídolo de sí mismo en el Templo de Jerusalén, pero como mencioné, fue disuadido.
Todas estas son prefiguraciones de lo que el hombre de pecado hará cuando llegue. Pero existe una complicación, el Templo ha sido destruido, justo en el momento que Jesús profetizó que sucedería (Mat. XXIV, 1-2). Así que deberán reconstruirlo antes de que el hombre de la iniquidad lleve a cabo su parte en este drama final.
La complicación principal es que hoy el Monte del Templo en Jerusalén está ocupado por la mezquita Domo de la Roca. ¿Sería probable que comience una guerra si Israel trata de destruir esta mezquita para construir un templo, o si incluso trata de construirlo junto a este edificio musulmán?
¿Cómo será reconstruido el templo?, no lo sé pero existe una pista fascinante: según varios Padres de la Iglesia, el Anticristo será un personaje de la política quien permitirá a los judíos reconstruir el templo.
Existe incluso una prefiguración de este momento en la historia: el último emperador pagano, Julián el Apóstata, deseó impedir la propagación del cristianismo y promover la vuelta al paganismo, parte de su plan fue el alejar al pueblo del cristianismo permitiendo que los judíos reconstruyeran el templo, deseando que los cristianos de origen judío apostataran y regresaran al culto de adoración en su antiguo templo.
Se hicieron todos los preparativos, los materiales de construcción se dispusieron y comenzó la labor. Los cristianos debieron pensar que ya era el fin, que Julián era el Anticristo y que el templo se materializaría. Pero entonces hubo un terremoto y un incendio, y el plan se vino abajo, Julián murió poco tiempo después.
Algo como esto deberá suceder en el futuro. Algún líder tan poderoso como este emperador romano permitirá que los judíos reconstruyan el templo, sin ser interrumpidos por ningún opositor político. Y, una vez que se complete la tarea, este líder se les volteará y les dirá, “bien, yo los dejé reconstruir su templo, ahora adórenme en retribución  y agradecimiento”.
Aunque para los cristianos que aún queden, las cosas no les resultarán tan sencillas hacia el final de los tiempos. Aquellos quienes sean sometidos en la persecución y no adoren al hombre de la iniquidad, serán encarcelados y martirizados. El último papa (o papas) deberá guiar a la Iglesia a las catacumbas, así como San Pedro lo hizo en el primer siglo. Será durante esta persecución que la Iglesia será diezmada casi hasta el punto de la extinción, antes del regreso de Jesucristo.
Cuando Jesucristo regrese, interrumpirá la actuación del hombre de la iniquidad. San Pablo nos dice que “el Señor Jesús matará con el aliento de su boca, destruyéndole con la manifestación de su venida” (2Tes. II, 8). El lugar donde ocurrirá esto también está indicado en la Escritura: Israel [Joel III, 2].
Ahora mismo, nos encontramos todavía en el tiempo [milenio] mencionado en Ap. XX, 1-10, cuando el demonio está encadenado y no puede engañar a las naciones para que se disperse el evangelio. Sin embargo, cuando este periodo termine, será desencadenado y de nuevo podrá engañar a las naciones, llevándolas a la gran apostasía (Ap. XX, 7-8).
[Nota de B&T: más adelante se cita la nota de Mons. Straubinger sobre el estado de la apostasía.]
Cuando eso suceda, nos dice San Juan, él “saldrá a extraviar a las naciones que moran en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, y reunirlos para la guerra, cuyo ejército será como las arenas del mar. Subirán sobre la anchura de la tierra y cercarán el campamento de los santos y la ciudad amada. Pero descenderá fuego del cielo y los devorará”  (vv. 8b-9).
Gog y Magog” es una alusión a Ezequiel XXXVIII, donde Gog es el nombre simbólico de un príncipe conquistador de una tierra simbólica llamada Magog. En Ezequiel, Gog ataca Israel pero es derrotado. En Apocalipsis, la alusión indica que Israel será atacado de nuevo por un príncipe extranjero, probablemente el hombre de la iniquidad con su ejército. Ellos rodearán “el campo de los santos” (es decir, el ejército de los judíos cristianos que defienden el área) y “la ciudad amada” (Jerusalén), y aquí es cuando Jesucristo regresará y destruirá a los invasores por la fuerza de su llegada.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger al pasaje en cuestión: «La ciudad amada: como anota Pirot, “el ataque se hace contra Jerusalén, capital de Reino mesiánico, como en Ez. XXXVIII, 12… Los santos no necesitan salir, pues Dios interviene desde el cielo.” En efecto, bajó fuego del cielo y los devoró: esto es, súbitamente y sin batalla como en XIX, 11 ss.»]
y los muertos en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los vivos, los que quedemos, junto con ellos, seremos arrebatados en las nubes al encuentro del Señor en los aires” (1Tes. IV, 16b-17). Entonces el demonio será arrojado al infierno (Apocalipsis XX, 10), los actuales cielos y tierra pasarán (v. 11), los muertos se levantarán (vv. 12-13a) y el juicio final tomará lugar (vv. 13b-15).
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¿Qué tan cerca estamos?
La eterna pregunta es ¿qué tan cerca estamos del fin? Y es imposible de responder con precisión. Cristo mismo dijo, “de aquel día y de aquella hora nadie sabe” (Mat. XXIV, 36). El tema es complicado por el hecho de que el final es un juego en movimiento, y los acontecimientos, sin duda, podrían suceder rápidamente.
Sin embargo, es posible realizar algunas conjeturas con bases. Ciertas piezas del rompecabezas todavía no aparecen, en particular, la conversión en masa de los judíos, la gran apostasía de los gentiles y el dominio del neopaganismo.
Hoy existe evidencia de un incremento en las conversiones de judíos, pero Israel, como estado, todavía es muy hostil hacia el cristianismo. Y también se ha demostrado un debilitamiento de la fe en Europa, con cada vez más personas que ya no se consideran cristianos. Pero la mayoría de los europeos todavía mantienen cierta identidad cristiana. En realidad, no ha existido mayor número de cristianos vivos sobre la tierra que en la actualidad, con dos mil millones estaríamos todavía lejos de la apostasía generalizada. También ha habido un incremento del neopaganismo en las últimas décadas, pero en la actualidad, el neopaganismo es un fenómeno aislado que atrae más risas que adeptos.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger respecto a la apostasía: Nadie niega que la apostasía (Lc. XVIII, 8) ha comenzado ya (cf. v. 7), no sólo en los ambientes intelectuales, sino también en los populares, lo que Pío XI caracterizaba como el gran escándalo de nuestro tiempo. Lo peor es que los apóstatas en gran parte se queden dentro de la Iglesia (2Tim. II, 1-5; cf. 1Jn. II, 18 ss.) e infecten a otros (cf. Ageo II, 12 ss.; Gál. V, 9 y notas). De ahí la tremenda advertencia de los vv. 10 y 11. “He aquí desde ahora la apostasía -dice S. Cirilo de Jerusalén- porque los hombres abandonan la verdadera fe de manera que confunden en Dios al Padre con el Hijo”. ]
[Es interesante que Mons. Juan Straubinger haya hecho esta nota sobre la apostasía en 1948, mucho tiempo antes de la realización del II Concilio Vaticano (1962-65). ¿Se le podría acusar de subjetividad?]
[…]
Lo que es más importante y en lo que debemos preocuparnos más que del fin del mundo, es acerca del fin de cada una de nuestras vidas, un evento que está considerablemente más cerca. Por ello, San Pablo nos advierte en Romanos XIV, 10 y 12, “pues todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios. Por consiguiente, cada uno dará a Dios cuenta de sí”.
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ii. El Anticristo
Una de las figuras más misteriosas que obsesiona la imaginación cristiana es el Anticristo. Existen innumerables trabajos, tanto de leyenda como de no-ficción, dedicados al tema. El concepto es tan sugestivo que incluso los que no son cristianos también lo usan. Los musulmanes creen que en la Segunda Venida de Cristo sucederá una batalla con el Anticristo (en árabe, al-Dajjal).
Pero, entre toda esta especulación acerca del Anticristo, de lo cual mucho es extravagante e imaginario, ¿qué sabemos realmente acerca de esta figura?
Muy poco.
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Cuatro menciones en la Escritura
El Anticristo es mencionado por este nombre sólo en cuatro versículos de la Escritura; 1Jn. II, 18, 22; IV, 3 y 2Jn. 7. Existen otros versículos que mucha gente cree que están relacionados con el Anticristo, pero ya que no es nombrado en éstos, la relación no es del todo certera. Los cuatro versículos de San Juan deben servir de núcleo de nuestro conocimiento, para relacionarlos con otros versículos.
En 1Jn. II, 18-19 leemos:
Hijitos, ésta es la hora postrera, y como habéis oído que está para llegar el anticristo, os digo ahora que muchos se han hecho anticristos, por lo cual conocemos que ésta es la hora postrera. De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros. Si de los nuestros fueran, hubieran permanecido con nosotros, pero así se ha hecho manifiesto que no todos son de los nuestros.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger al pasaje en cuestión: la última hora es todo el periodo de la dispensación actual hasta la venida de Cristo (1P. IV, 7; 1Cor. X, 11). Para los apóstoles y los primeros cristianos comienza este tiempo o “siglo” con la Ascensión de Cristo y dura hasta “la consumación del siglo” (Mat. XXVIII, 20; Gál. I, 4), o sea, hasta su retorno para el juicio. El Anticristo (cf. IV, 3; 2Jn. 7; Sant. V, 3; Jud. 18). Como S. Pablo (2Tes. II, 3), así también Juan habla del anunciado fenómeno diabólico en que el odio a Cristo y la falsificación del Mismo por su imitación aparente (2Tes. II, 9 ss,) tomará su forma corpórea quizá en un hombre, aunque sea el exponente de todo un movimiento (Bonsirven, Pirot, etc.). Sus precursores son los falsos doctores y falsos cristianos, porque “de entre nosotros” (v. 19) “han salido al mundo” (IV, 1; V, 16), pero no en forma visible sino espiritualmente, mientras pretenden conservar la posición ortodoxa. Es lo que S. Pablo llama “el misterio de la iniquidad” que obra en este tiempo (2Tes. II, 6 y nota) en que la cizaña está mezclada con el trigo (Mat. XIII) […] Tal es el “siglo malo” en que vivimos bajo la seducción de Satanás, príncipe de este mundo, esperando a nuestro Libertador Jesús.]
Este pasaje parece hablar de un Anticristo principal e individual, así como de varios anticristos individuales y menores, quienes aparentemente son apóstatas cristianos ya que “de nosotros han salido”. La aparición del Anticristo individual será para el futuro, “está por llegar”, pero la presencia de varios anticristos es señal de la “hora postrera”.
En 1Jn. II, 22-23, leemos:
¿Quién es el embustero sino el que niega que Jesús es Cristo? Ese es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo tiene también al Padre.”
Esto es consistente con la naturaleza apóstata de muchos anticristos, ya que ellos han “negado que Jesús es Cristo”, y al negar al Hijo han negado al Padre. Puede presumirse que sucederá lo mismo con el Anticristo individual.
1Jn. IV, 1-6 ofrece pruebas prácticas para discernir cuáles espíritus portan la revelación que viene de Dios, y cuáles no. En 1Jn. IV, 3 leemos:
pero todo espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios, es el Anticristo, de quien habéis oído que está para llegar y que al presente se halla ya en el mundo.
Esto muestra que el movimiento del Anticristo está inspirado por espíritus que portan la falsa revelación y que se niegan a confesar a Jesús. Este movimiento comenzó en los días de San Juan, pero ha crecido desde entonces.
Finalmente, en 2Jn. 7, leemos:
Ahora se han levantado en el mundo muchos seductores, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Este es el seductor y el anticristo.
Esto clarifica el engaño específico que ha estado llevando a cabo el espíritu del Anticristo y el de su colaborador humano, sugiriendo que involucra una negación de la venida de Jesús en la carne. Esto podría ser interpretado de una o varias maneras: (1) que Jesús fue sólo un hombre y no Dios encarnado, como en la antigua herejía del Ebionismo; (2) que la humanidad de Jesús fue sólo una ilusión, como la antigua herejía conocida como Docetismo; o (3) que Jesús no fue el Mesías, como lo creen los judíos no conversos.
[Nota de B&T: esto incluye muchas filosofías de corte masónico y gnosticas, como los rosacruces, et. al., que hablan de metáforas cuando se refieren a la divinidad de Jesús. Se demuestra así también cómo desde el principio dicha Masonería portó y porta el espíritu del Anticristo.]
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Deduciendo otros Anticristos
Los cuatro pasajes mencionados es todo lo que el Nuevo Testamento dice acerca del Anticristo, al menos bajo ese nombre. Pero muchos han identificado al Anticristo con la bestia del mar de Ap. XIII o con el “hombre de la iniquidad” que San Pablo menciona en 2Tes. II, 3.
Estas identificaciones son razonables, pero deben entenderse  con reservas. La bestia del mar de la que habla San Juan en su Apocalipsis se entiende mejor por su primer y literal significado y cumplimiento, como uno de los primeros emperadores romanos (cf. Catecismo de la Iglesia Católica 2113 sobre el cumplimiento en el pasado de esta profecía). Aún así, pueden existir múltiples cumplimientos para una sola profecía, y la bestia podría también apuntar hacia un individuo en el final de los tiempos quien será muy semejante a los primeros emperadores romanos.
Tal individuo es fácil de identificar con el “hombre de la iniquidad” de San Pablo, ya que éste parece ser un individuo del futuro quien hace cosas parecidas a los emperadores romanos. San Pablo afirma que él se manifestará un día en el Templo de Dios, lo cual para un judío del siglo primero sólo pudo significar el templo judío en Jerusalén, y demandará a los demás su adoración como si fuera un dios.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger respecto al “hombre de iniquidad“: Es creencia general que se trata del Anticristo, si bien algunos dan este nombre a la bestia del mar (Ap. XIII, 1 ss.) y otros a la bestia de la tierra o falso profeta (Ap. XIII, 11 ss.). Se discute si será una persona singular o una colectividad. En todo caso parece que ésta necesitaría siempre de un caudillo o cabeza que la inspirase y guiase. Pirot, después de recordar muchos testimonios y especialmente el de S. Agustín que trae como definición del Anticristo “una multitud de hombres que forman un cuerpo bajo la dirección de un jefe” (cf. Dan. IX, 26), concluye que “el adversario es una serie ininterrumpida de agentes del mal que se oponen y se opondrán a la doctrina y a la obra de Cristo desde la fundación de la Iglesia hasta el último día”.]
Esto se relaciona con lo que los emperadores romanos hicieron, como Calígula, después de haberse autoproclamado dios, intentó poner una imagen suya en el templo de Jerusalén, pero fue disuadido de su plan.
Y ya que muchos anticristos son identificables como apóstatas del cristianismo, el futuro Anticristo individual también podría ser un apóstata cristiano, o venir de una familia, un pueblo o una nación apóstata, es decir, solían ser cristianos pero en algún momento dejaron de serlo.
Este es un punto que diferencia al Anticristo de la bestia original, la que cumplió primeramente su identificación en los emperadores romanos, quienes no fueron apóstatas cristianos. Pero esto no es un impedimento para identificar al Anticristo futuro e individual con el “hombre de la iniquidad” o con una futura bestia del mar, ya que el individuo del futuro que se comportará como los emperadores del pasado podría tener un historial personal, familiar o nacional cristiano.
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Los Padres intervienen
Los Padres de la Iglesia mostraron un significativo interés en el Anticristo, a quien comúnmente identificaban con el “hombre de la iniquidad”. Ellos lo entendían como un gobernante político quien se opondría a la Iglesia, reconstruirían el templo, y demandaría ser adorado como un dios. A veces fue entendido como un individuo con ancestros judíos, de la ahora perdida tribu de Dan.
Los detalles de cómo el Anticristo era entendido, varían de Padre a Padre, lo que significó que no existió consenso infalible respecto a esta materia, y algunas veces fueron especulativos. Por ejemplo, la identificación del Anticristo como proveniente de la tribu de Dan es muy exigua en la Escritura, basándose en el libro del Génesis CLIX, 17 y en la ausencia de Dan en la lista de tribus de Apocalipsis VII, 4-8; el Anticristo no es mencionado en ningún otro pasaje.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger respecto a la “ausencia” de la tribu de Dan en Ap.: Manasés ocupa aquí (v. 6) el sexto lugar que correspondería a la tribu de Dan. Se trata quizá de un error de copia, pues el v. 4 se refiere a todas las tribus de Jacob, y sabemos que Manasés no era hijo sino nieto, y no tendría por qué aparecer aquí, pues ya figura su padre José, ni se explicaría en todo caso su mención sin la de su hermano Efraín. No tiene fundamento serio la antigua creencia de que esta ausencia de la tribu de Dan respondía a que de ella hubiese de salir el Anticristo, pues se apoyaban en textos como Gén. XLIX, 17 y Jer. VIII, 16 que nada tienen que ver al respecto.]
A través de la historia ha habido muchos individuos quienes has sido identificados como Anticristos, y bien lo pudieron haber sido, aunque ninguno ha sido el perseguidor final en la historia de la Iglesia. Los intentos fallidos para identificar al Anticristo revelan el extremo cuidado que se necesita en tales asuntos.
El Catecismo explica simplemente que habrá “una impostura religiosa” antes de la Segunda Venida de Jesucristo y que la forma suprema de esta impostura o engaño es la del Anticristo, quien traerá “un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne” (CIC 675).
Este engaño tiene sus precursores en nuestro tiempo. Estos precursores aparecen “cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico” (CIC 676), incluyendo “sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, ‘intrínsecamente perverso’…” (Ibídem), que fue manifestado en los movimientos del siglo XX como el Nazismo y el Comunismo.
El engaño del Anticristo llevará a la crisis final de la Iglesia, que será perseguida casi hasta el punto de su extinción y así “seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección”, sólo para ser salvada en la Segunda Venida de Cristo (CIC 677).
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El Papa como el Anticristo
Es muy importante que el apologista católico tenga un buen manejo de lo que dice y no dice la Escritura respecto al Anticristo, ya que los oponentes a la fe católica frecuentemente han descrito al papa como el Anticristo.
Esto fue una necesidad sicológica para los primeros líderes protestantes ya que ellos estaban en un proceso de rompimiento con lo que sus contemporáneos universalmente reconocían como la auténtica Iglesia de Jesucristo, gobernada por su auténtico Vicario. Y debido a que este rompimiento con tal cuerpo era inconcebible para cualquiera que alguna vez estuvo determinado en seguir la voluntad de Cristo, fue necesario para los líderes protestantes negar que la Iglesia católica y el papa fueran auténticos.
El reconocimiento a la Iglesia católica como la institución establecida por Jesucristo era tan fuerte, dados los siglos de su existencia, su presencia en Europa y la ausencia de cualquier rival plausible en seguir sus raíces hasta Jesucristo, que creó una severa disonancia cognitiva, ante la cual los líderes protestantes tuvieron que encontrar formas de  superar. “Si esta institución no es la Esposa de Cristo, entonces, ¿qué es?, ¿de qué otra forma se la puede explicar?”, serían preguntas lógicas a responder.
Los líderes protestantes se dispusieron a buscar explicaciones alternativas en las Escrituras, esperaban deducir un falso sistema religioso, que habría existido durante la era cristiana. Ellos eligieron el sistema religioso asociado con la bestia del Apocalipsis, a quien ellos identificaron como el Anticristo. Posteriormente identificaron este sistema religioso con la Ramera de Babilonia, quien en el Apocalipsis era el contraste de la Iglesia, la Esposa de Cristo.
Entonces así llegaron a describir a la Iglesia, como la Ramera de Babilonia y al papa como la bestia o el Anticristo. De tal manera que en su camino de rompimiento con aquello que todos reconocían como la verdadera Iglesia de Cristo estuviera sicológicamente justificado.
Así, un texto luterano, el Libro de la Concordia, afirma, “el Papa es el verdadero Anticristo quien se ha elevado por sobre y en contra de Cristo… Por consiguiente, como no podemos adorar al demonio mismo como si fuese nuestro Señor o Dios, así no podemos sufrir a su mensajero, el papa o Anticristo, para que nos gobierne y sea nuestro guía y señor” (Smalcald Articles 2:4:10, 14).
La Confesión de Westminster, anglicana y presbiteriana, declara “no existe otra cabeza de la Iglesia sino el Señor Jesucristo. El Papa de Roma en modo alguno puede entonces ser la cabeza, sino el Anticristo, el hombre de pecado y el hijo de perdición, que se ha exaltado a sí mismo en la iglesia contra Cristo y de todo lo que se llama Dios.” (25:6).
La dificultad de la teoría del papa Anticristo es, que mientras pudo haber proveído algún confort sicológico a los primeros líderes protestantes, no cumple con los hechos presentados en la Escritura.
Incluso concediendo la identificación del Anticristo con la bestia, el papa sería la última persona quien coincidiría en los requerimientos para ser el Anticristo individual, o cualquier anticristo. Las epístolas de San Juan claramente indican que el Anticristo es alguien quien niega que Cristo haya venido en la carne. Sin embargo, el fundamento de la posición del papa en la Iglesia es que Cristo ha venido en la carne y ha ascendido al cielo, dejando en San Pedro y sus sucesores, vicarios o representantes en la tierra.
El considerar que el papa pueda negar que Cristo haya venido en la carne, sería malbaratar el fundamento de su posición. Y ya que ningún papa, históricamente, ha realizado tales afirmaciones, es fácilmente verificable que ningún papa en la historia ha sido un Anticristo. Tampoco es creíble que ningún papa esté inclinado a minar el fundamento de su posición en el futuro. El argumento anti-papal simplemente no es creíble.
Además, en la Escritura la bestia está vinculada a un líder político, no a un líder eclesiástico. De hecho, la bestia está literalmente identificada con uno de los primeros emperadores romanos, quien no tuvo participación en la Iglesia.
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Una grieta en la puerta
Hasta hoy el Protestantismo ha permanecido en un estado de separación con la Iglesia desde hace siglos, las presiones sicológicas han disminuido y muchos protestantes en la actualidad reconocen lo absurdo de la teoría del papa Anticristo y rechazan las partes de sus textos confesionales donde se fomentan.
Este reconocimiento digno de elogio provee a los apologistas católicos de una oportunidad para invitar a estas personas a reconsiderar en sus fundamentos la Reforma Protestantes. Si los protestantes están preparados a admitir que el papa no es el Anticristo y que la Iglesia católica no es la Ramera de Babilonia, entonces pueden plantearse las siguientes preguntas: “Entonces, ¿qué son?, ¿cómo pueden explicarse de otra manera?
La mayoría de los cristianos fueron y son parte de la Iglesia católica. El papa y la Iglesia católica son demasiado importantes en la historia de la cristiandad para descartarlos como simples accidentes, deben tener alguna función en el plan divino. Pero si no son ni el Anticristo ni la Ramera de Babilonia, entonces la alternativa lógica es reconocerlos como el Vicario de Cristo y la Esposa de Cristo, es decir, lo que en realidad motivó a los primeros protestantes a elaborar la teoría del papa Anticristo.
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iii. La bestia en el Apocalipsis
Otro de los símbolos ampliamente incomprendidos del libro del Apocalipsis es la bestia que emerge del mar, del capítulo XIII. Existe también la bestia de la tierra, pero este artículo no la incluirá.
Las especulaciones acerca de la identidad de la bestia son desenfrenadas. Los anticatólicos frecuentemente la identifican con un futuro “Imperio Romano restaurado”, en el cual ellos sólo desean vincular de alguna forma a la Iglesia católica.
Para dilucidar quién es realmente la bestia, se debe tomar en serio el texto en cuestión.
Frecuentemente la gente razona de la siguiente manera: La bestia tiene diez cuernos y emerge del mar (XIII, 1). En Daniel VII, el profeta vio una serie de cuatro bestias emergiendo del mar, la última de éstas tenía diez cuernos (Dan. VII, 7). Por lo tanto, la bestia de San Juan es la misma que la cuarta bestia de Daniel, esta bestia simbolizó al Imperio Romano, por lo tanto, esta otra bestia (Ap.) simboliza al Imperio Romano.
Uno de los problemas de este razonamiento es que se enfoca sólo en una parte del simbolismo de Apocalipsis XIII. No sólo la bestia que vio San Juan tenía diez cuernos, como la cuarta bestia de Daniel, sino tenía un cuerpo como de leopardo (XIII, 2a), como la tercera bestia de Daniel (VII, 6), pies como de oso (XIII, 2b), como la segunda bestia de Daniel (VII, 5) y hocico como el del león, como la primera bestia de Daniel (VII, 4). La bestia que San Juan vio incorpora así simbolismos de las cuatro bestias de Daniel, haciendo imposible su simple identificación con sólo la cuarta bestia de la serie.
Esto es parte de la “fusión de imágenes” contenidas en el Apocalipsis. Así como San Juan vio ángeles alrededor del trono de Dios (IV, 6-8), con lo cual incorporó elementos de los serafines de Isaías (Is. VI, 2-3) como de los querubines de Ezequiel (Ez. X, 10-14), ahora el ve a una bestia que incorpora elementos de todas las bestias de Daniel VII. Esto sugiere que la nueva bestia es como las cuatro en conjunto, de su misma naturaleza pero sin identificarse con ninguna en particular.
Otro problema es que la cuarta bestia de Daniel no simboliza al Imperio Romano, al menos no como su primer referente. En lugar de ello, su principal referente es el reino que resultó cuando Alejandro Magno cayó.
Entre los cuernos de la cuarta bestia de Daniel, uno pequeño se yergue blasfemando a Dios (VII, 8). Este pequeño cuerno simboliza a Antíoco IV o Antíoco Epífanes, el rey Seleúcida quien conquistó Jerusalén, quien blasfemó a Dios y profanó el templo, y llevó a cabo la primera “abominación de la desolación” (Dan. XI, 31; XII, 11; 1Mac. VI, 7) al colocar un ídolo de Júpiter Olimpo en el lugar santo. Se refieren otros tiempos donde se manifiesta la “abominación de la desolación” (cf. Mat. XXIV, 15-16; Lc. XXI, 20-21).
Lo que las cuatro bestias de Daniel tienen en común es que todas representan reinos paganos que persiguieron y conquistaron al pueblo de Dios, Israel. La bestia de San Juan es de la misma especie, un imperio pagano conquistador. Y ya que viene después de las cuatro bestias de Daniel, Roma es la candidata lógica, pero no se refiere a un “restaurado Imperio Romano” del futuro, es el original Imperio Romano pagano de los primeros siglos. Esto se confirma por varias evidencias.
Primero, el libro del Apocalipsis es explícito al declarar que los acontecimientos en cuestión sucederán pronto (I, 1; II, 16; III, 11; XXII, 6, 7, 12, 20). Esto indica que la mayor parte de los acontecimientos del libro, aquellos que preceden el Milenio de Ap. XX, 1-10 en el cual nos encontramos, deben tomar lugar poco después de haberse escrito el libro, probablemente en las proximidades de AD 60.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger respecto a “el momento está cerca“: esto es, el de la segunda Venida de Cristo. Véase XXII, 7 y 10; 1Cor. VII, 29; Fil. IV, 5; Hebr, X, 37; Stg. V, 8: 1Jn. II, 18. Si este momento, cuyo advenimiento todos hemos de desear (2 Tim. IV, 8), estaba cerca en los albores del cristianismo ¿cuánto más hoy, transcurridos veinte siglos? Sobre su demora, véase 2 P. III, 9 y nota]
Segundo, se nos ha dicho que el número de la bestia es 666 y que este número corresponde al nombre de un hombre (XIII, 18). No es coincidencia que el perseguidor y pagano Imperio Romano haya estado presidido en AD 60 por Caesar Nero, cuyo nombre suma 666 en el sistema hebreo de letras y números. En hebreo “Caesar Nero” es “NRWN QSR” = N 50 + R 200 + W 6 + N 50 + Q 100 + S 60 + R 200 = 666. Una variante del nombre es “NRW QSR” y suma 616, y que en algunos manuscritos se pone en lugar de 666.
Tercero, las siete cabezas de la bestia se identifican con siete montañas (XVII, 9). Aunque no existe certeza, podrían ser los siete montes o siete colinas cobre las cuales la ciudad de Roma fue construida. Sin embargo, el Vaticano no forma parte de estas siete colinas ya que se encuentra del otro lado de la ribera del Tíber, en oposición a las siete.
Así, existe buena evidencia de que la bestia del mar sea el Imperio Romano del primer siglo, y en particular, el emperador que lo presidió. Ésta es como las cuatro bestias de Daniel, las cuales fueron descritas como cuatro reyes (Dan. VII, 17)  y como cuatro reinos (cf. Dan. VII, 23).
Otra confirmación la encontramos en el Apocalipsis cuando se habla del templo judío como si todavía estuviera en función (I, 1), pero pronto sería destruido por los gentiles, junto con la ciudad santa (XI, 2). Poco después del reinado de Nerón, los gentiles invadieron Jerusalén, la pisotearon y destruyeron el templo.
Esto no sólo sugiere que la bestia correspondería al Imperio Romano en general y a César Nerón en particular, sino que el libro del Apocalipsis mismo fue escrito aproximadamente a principios de AD 60, durante el reinado de Nerón, justo antes de la guerra judía que llevó a la destrucción de Jerusalén y el templo en AD 70.
[Nota de B&T: dice así la nota de Mons. Straubinger acerca de la bestia del mar: Esta primera bestia (cf. XI, 7; XVII, 3 y nota) es, según sentencia común, el símbolo de las potencias que luchan contra el reino de Dios, o la encarnación del Anticristo con sus secuaces. La unión de elementos tan disímiles en la misma bestia significa que las tendencias más opuestas entre sí se unirán (cf. S. II, 2) para destruir la obra del Redentor, engañando a los desprevenidos (2Tes. II, 9) con apariencia de piedad (2Tim. V, 3) y de paz (1Tes. V, 3). La historia de la Iglesia es ya una prueba de ello, porque “el misterio de la iniquidad” obra desde el principio como enseña S. Pablo (2Tes. II, 6 ss.) y el mismo S. Juan (1 Jn. IV, 3). Pero aquí se trata de la crisis final de este misterio, llevado a su colmo con el endiosamiento del hombre (2Tes. II, 4) en forma no ya disimulada como hasta entonces en aquel misterio, sino abierta, desembozada y triunfante (vv. 4, 12, 15, etc.).]
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SOBRE la REPRODUCCIÓN del CONTENIDO de B&T: Se concede el permiso para reproducir, total o parcialmente, las traducciones originales de este blog, en otras páginas o blogs, con la condición de mencionar el origen del mismo, así como a su autor original y el nombre del traductor. El autor de B&T hace lo correspondiente al tomar material de otras páginas, sin excepción, y a pesar de no concordar totalmente con las ideas de otras webs o autores, creyendo que en esto reside un simple pero no despreciable acto de honestidad.
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RESPONSES

  1. Si en efecto, todo es posible… Pero donde queda el milenio o Reinado de Cristo en la Tierra, que sucede con la profecía incumplida en el Padre Nuestro: “Hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo”… Por lo que creo en una venida intermedia del Señor para poner todas las cosas antes aludidas en su sitio, con una sola Iglesia mundial y árbitro de todas las naciones sobre el ámbito político.
    • Tal teoría se refiere al Milenarismo (o quiliasmo):
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      Se puede resumir así (corazones.org):
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      1- Jesús vendrá antes de su venida definitiva para reinar mil años y al fin de este tiempo regresará al cielo.
      2- Cuando venga Cristo glorioso al final del tiempo todos resucitarán y Cristo establecerá en la tierra un reino material y espiritual sobre el cual reinará físicamente. Los justos participarán victoriosos de este reino mientras los enemigos de Dios serán vencidos. Al final de los mil años los justos irán al cielo y los condenados irán al infierno. Esta doctrina se apoya en una errónea interpretación del Apocalipsis 20,1-5. Después de la era Apostólica muchos cristianos adoptaron el concepto mesiánico judío de un reino terrenal. Es así como se propagó el milenarismo aun entre algunos Padres como el Obispo Papias de Hierapolis, San Justino y San Ireneo.
      El milenarismo, en ambas versiones, ha sido específicamente condenado por la Iglesia (CIC 676). El Credo enseña que en la Segunda Venida Cristo venga con gloria para juzgar a vivos y muertos. Por lo tanto Jesús NO vendrá de manera pública y gloriosa antes del final del tiempo.
      La verdadera interpretación de los “mil años”: Según el lenguaje hebreo “mil años” significa un tiempo largo indefinido. Jesús estableció su reino en este mundo y ese reino es la Iglesia Católica que durará “mil años” (tiempo indefinido, es decir, hasta Su Segunda Venida CIC 668-669). Se trata de un reino espiritual y humilde, en forma de semilla de mostaza que ha de crecer. No un mesianismo material como esperaban los judíos. El Apocalipsis se refiere al combate espiritual contra las fuerzas del demonio y del mundo rebelde.
      Jesús nunca nos abandonó. Siempre ha estado verdaderamente presente con nosotros en la Iglesia y lo recibimos en la Eucaristía. Al mismo tiempo Jesús ya reina en la eternidad (Cf. 1 Cor. 15,24-27& Ap. 4-5).
      La fe católica que nos viene de los apóstoles enseña que la Segunda Venida de Cristo será gloriosa, visible para todos y definitiva. Marcará el fin de la historia y del tiempo. Toda la humanidad será juzgada. Los buenos irán al cielo y los condenados irán con los demonios al infierno. NO será por lo tanto una venida temporal. Esta verdad descarta no solo el milenarismo sino también el concepto del “rapto” que se ha hecho popular entre los fundamentalistas.
      En la Santa Misa oramos por “La Gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo”. En el Padre Nuestro rezamos “venga tu reino”. Al tener ante nosotros la esperanza cierta de la Venida del Señor podemos perseverar en las tribulaciones del tiempo presente sabiendo que el Señor ya tiene el triunfo sobre el mal y al final nos llevará con El al cielo. (Padre J. Rivero)
      Fin de cita.
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      Le refiero el Padre nuestro comentado por Santo Tomás de Aquino, desde la página 20 puede leer la parte que refiere. Adelantándole la conclusión de Sto. Tomás, dice así:
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      Así es que cuando decimos “Hágase tu voluntad”, oramos por nuestro cumplimiento de los mandatos de Dios. Ahora bien, esta voluntad de Dios se cumple en los justos, pero aún no en los pecadores. A los justos se les designa por el cielo; a los pecadores, por la tierra. Así es que pedimos que se haga la voluntad de Dios “así en la tierra”, o sea, en los pecadores, “como en el cielo”, esto es, en los justos […] no dice Haz, ni tampoco Hagamos, sino que dice: “Hágase tu voluntad”, porque dos cosas son necesarias para la vida eterna, a saber, la gracia de Dios y la voluntad del hombre, pues aunque Dios haya hecho al hombre sin el hombre, sin embargo no lo justifica sin él […] la voluntad de Dios está en los justos en cuanto al espíritu por su justicia, su ciencia y su vida. Por lo cual, cuando decimos “Hágase tu voluntad” oramos por que eso sea también en nuestra carne. De modo que por cielo entendemos nuestro espíritu, por tierra nuestra carne, para que este sea el sentido: Hágase tu voluntad” así “en la tierra”, esto es en nuestra carne, “como” se cumple “en el cielo”, esto es en nuestro espíritu por la justicia (sigue). Fin de cita.. Por lo tanto, no tiene nada que ver con la teoría milenarista.
      +
      El Denzinger dice:
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      3839 Dz 2296 En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué haya de sentirse del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no la resurrección de muchos justos, ha de venir visiblemente para reinar en la tierra. Resp.: El sistema del milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad. Fin de cita.
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      Recuerde que el milenarismo es la base de muchas sectas, como los adventistas y los mormones, pero su milenarismo (material) está entendido como el derrocamiento de la Iglesia, es decir, que su fantasía del paraíso terrenal, es un mundo en donde no existe la Iglesia católica ni el papa, algo que es parte de los anhelos extrabíblicos de muchas sectas, pero que es una mentira. Recuerde que de alguna manera es también la ideología de los judíos que todavía esperan a su Mesías (el Anticristo). Los católicos debemos esperar tal cosa en la vida futura (objetivamente), siendo salvos, y Cristo reina en la tierra en la medida en que reina en cada uno de nosotros, por lo que no podemos esperar utópicos reinos terrenales sin ser absolutamente cristianos, como dice Sto. Tomás, “es necesaria la gracia de Dios y la voluntad del hombre” para que Cristo reine en nosotros.
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      Finalmente la opinión del P. Castellani, citado por el P. Alfredo Sáenz, dice:
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      «Nosotros realmente no sabemos si el milenarismo es dogmáticamente o apodícticamente verdadero; ni tampoco lo contrario. Sabemos que es por lo menos una hipótesis (digamos) científica que nos satisface más; y que no se combate con insultos y con espantajos, sino con razones… Podemos, si no enseñarlo en cualquiera de sus formas, al menos tenerlo en cuenta en su forma espiritual más sesuda como una interpretación posible, no condenada», y hasta recomendada, como dijo San Jerónimo, a pesar de ser antimilenista, «por innumerables santos y mártires de ambas Iglesias latina y griega». Fin de cita. Puede leer más sobre esta opinión en: https://bibliaytradicion.wordpress.com/tradicion/el-apocalipsis-segun-leonardo-castellani/#IV3
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      Diferencia entre milenarismo o milenismo carnal y espiritual, según el P. Castellani:
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      Ante todo el milenismo craso o carnal, que designa una tendencia poco menos que novelesca de los primeros siglos, según la cual Cristo triunfaría en esta tierra de una manera temporal y mundana, con un cortejo de satisfacciones, revanchas y deleites groseros para los resucitados. Se la atribuye originalmente a Cerinto, contemporáneo de los Apóstoles, que nació en Egipto, de padres judíos. Imbuido en la filosofía alejandrina, abrazó el cristianismo, conservando al parecer elementos judaicos. Dicho personaje, cuya herejía recibió el nombre técnico de «quiliasmo», imaginó para los justos, después de la resurrección primera en esta tierra, una vida jubilosa por muchos siglos, retomando viejas costumbres del Antiguo Testamento, como la circuncisión imperada por la Ley de Moisés; de las colinas fluirían leche y miel, habría grandes banquetes y festichongas, entendiéndose a la letra lo que se encuentra en diversos lugares de la Escritura, y ello a modo de compensación por lo sufrido antes del milenio. Algo semejante sostuvieron los llamados «ebionitas», que si bien adherían al cristianismo, conservaban también la ley de Moisés; Cristo, al venir, restauraría el Templo y restablecería los sacrificios judaicos, siguiéndose mil años de delicias. El segundo tipo de milenismo es el espiritual, que no promete a los justos resucitados ni bodas ni francachelas, ni nada de lo que ha perimido en la ley mosaica, entendiendo que lo que la Escritura, con tropos e imágenes orientales, promete de felicidad en la Nueva Jerusalén ha de entenderse simbólicamente. Será preciso atenerse a lo esencial: un Milenio ha sido preanunciado, dicho período aún no ha tenido lugar, en qué consiste a punto fijo no lo sabemos; cuando se dé, lo sabremos. La tercera clase de milenismo es el alegorista, cuyos fautores sostienen que el Milenio no es sino este tiempo en que vivimos, es decir, todo «el tiempo de la Iglesia», desde la Ascensión de Cristo hasta el fin del mundo. Según sus sostenedores, el capítulo 20 del Apocalipsis debe entenderse como una «alegoría» de la actual vida de la Iglesia, excepto tres versículos, del 7 al 10, que ésos sí se refieren literalmente al fin del mundo. De donde no hay «resurrección primera y segunda», como dice el texto, sino una sola, la terminal. Algunos intérpretes de esta escuela afirman que el Milenio ya pasó, correspondiendo al tiempo de la Cristiandad, que comenzó en Carlomagno y terminó en 1789; ahora, tras el Milenio, el demonio estaría desatado, como parece indicarlo la oración a San Miguel Arcángel que León XIII imperó se rezase al término de la Misa. Fin de cita.
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      Espero que le sea útil la información.

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