jueves, 31 de octubre de 2019

El profeta Mahoma y el sello de la profecía

El profeta Mahoma y el sello de la profecía

Según la tradición, el 8 de junio de 632 murió en Medina, actual Arabia Saudita, Mahoma, “profeta del dios único” según sus seguidores y fundador del Islam, una de las religiones más vitales de la actualidad y “sello de la profecía”, porque de acuerdo con cierta visión es la última que aparecerá en el actual ciclo de la humanidad.

Mahoma (Muhammad, Mohammed o Mahomet)

Nació en la Meca, lugar de peregrinación de los musulmanes, en 575 y murió en Medina (que significa “La ciudad”) en 632.
La biografía de Mahoma está envuelta en leyenda, pero hay algunos pocos datos seguros. Su nombre primitivo fue probablemente Ahmad; nació en una familia pobre de la noble tribu de Quraish (acontecimiento que los musulmanes celebran con la fiesta del Mawlud).
A los seis años quedó huérfano y fue recogido por su tío Abú Talib, al que acompañó en sus viajes de comercio.

A los veinticinco años Mahoma se casó con la rica viuda Jadicha

De quien era criado; Jadicha le dio una hija -Fátima-, además de una posición social desahogada como un comerciante respetado en la ciudad.
Conoció superficialmente las dos grandes religiones monoteístas de su época a través de las pequeñas comunidades cristiana y judía que habitaban en La Meca y quizá también por sus viajes de negocios.
Con tan escasa cultura, probablemente era analfabeto, creó no obstante una religión que serviría de base para toda una cultura de difusión universal y que en mano de los árabes se expandió con fuerza explosiva en pocos años por todo el mundo conocido entonces.
mohamed

A los cuarenta años Mahoma comenzó a retirarse al desierto

Y a permanecer días enteros en una cueva del monte Hira, donde creyó recibir la revelación de Dios -Alá-, que le hablaba a través del arcángel Gabriel y le comunicaba el secreto de la verdadera fe. Animado por Jadicha, comenzó a predicar en su ciudad natal, presentándose como continuador de los grandes profetas monoteístas anteriores, Abraham, Moisés y Jesucristo.
Mahoma consiguió sus primeros adeptos entre las masas urbanas más pobres, al tiempo que se enemistaba con los ricos. Cuando sus seguidores se hicieron numerosos, las autoridades empezaron a verle como una amenaza contra el orden establecido; se le acusó de impostor y comenzaron las persecuciones.
Una parte de sus seguidores huyeron a Abisinia, en donde recibieron la protección del negus cristiano. Pero las amenazas a la seguridad de Mahoma llegaron hasta tal punto que, después de la muerte de Jadicha y de Abú Talib en el 619, decidió huir a Medina el 16 de julio del año 622. Se considera el momento de esa huida -la Hégira- como fecha fundacional de la era islámica.

En Medina, Mahoma tomó contacto con la comunidad judía

Que le rechazó por su errónea interpretación de las Escrituras; comprendió entonces que su predicación no conducía a la religión de Abraham (antecesor común de árabes y judíos), sino que constituía una nueva fe: de entonces data el cambio de la orientación de la oración, de Jerusalén a La Meca.
Combinando la persuasión con la fuerza, Mahoma se fue rodeando de seguidores, que empezaron a practicar las razias contra caravanas y poblaciones del entorno como medio de vida. Estas escaramuzas (Badr, Uhud.), elevadas a la categoría de batallas por la historia oficial, fueron descubriendo a los musulmanes la «guerra santa», el uso de la fuerza para someter y convertir a los infieles.
En Medina, Mahoma se convirtió en un caudillo no sólo religioso, sino también político y militar. Los enfrentamientos entre Medina y La Meca culminaron con la conquista de esta última ciudad por los mahometanos en el 630, fruto de la presión militar, de la negociación política y de convenientes enlaces matrimoniales (Mahoma se casó hasta con doce mujeres, nueve de ellas al mismo tiempo).

El santuario de la Kaaba, piedra negra venerada en La Meca

Fue inmediatamente consagrado a Alá. Poco antes de morir, Mahoma realizó una peregrinación de Medina a La Meca, que ha servido de modelo para este rito que todo musulmán debe realizar una vez en su vida.
Mahoma fue personalmente el creador de la teología islámica, que quedó reflejada en el Corán, único libro sagrado de los musulmanes; es una colección de sentencias que se suponen inspiradas por Alá y que fueron recogidas en vida del profeta y recopiladas hacia el 650.
En los dos últimos años de la vida de Mahoma el Islam se extendió al resto de Arabia, unificando a las diversas tribus paganas que habitaban aquel territorio. Eran un conjunto de tribus semíticas politeístas, cuyo continuo estado de guerra entre clanes les había impedido hasta entonces tener protagonismo alguno en la historia.
A pesar de haber nacido en una región atrasada y marginal del planeta, y de proceder él mismo de un ambiente modesto, Mahoma convirtió a las belicosas tribus árabes en un pueblo unido y las embarcó en una expansión sin precedentes.
Al morir Mahoma sin heredero varón, estallaron las disputas por la sucesión, que recayó en el yerno del profeta, Abú Bakr, convertido así en el primer califa o sucesor.

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