La venganza del yihadista fiel que acabó con Abu Bakr al Bagdadi
El hombre que traicionó al líder del IS era un espía de las Fuerzas Democráticas Sirias y se encargaba del peritaje de seguridad de sus residencias. Su familia había sufrido un duro maltrato por parte del IS y él quería vengarse
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'Et tu, Brute?' (¿Y tú, Bruto?) es la frase que ha trascendido en el imaginario colectivo para evocar la traición inesperada perpetrada por un presunto súbdito fiel contra su señor. No sabemos si el líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi, la pronunció en sus últimos minutos de vida. Lo cierto es que la venganza de una de las personas más próximas al pseudocalifa, que incluso estaba en el complejo cuando las Fuerzas Delta lo asaltaron el domingo pasado, fue clave para el descabezamiento del Daesh.
Lo explica a la cadena norteamericana NBC Mazlum Abdi, el mando supremo de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la milicia de capitanía kurda en serios aprietos este mes por la ofensiva turca. El hombre que traicionó a Bagdadi era uno de sus espías. Abdi no revela su nombre, pero ha ofrecido detalles reveladores sobre cómo una labor de meses, extremadamente arriesgada, resultó en la muerte de Bagdadi en una casa de la provincia siria de Idlib, a escasos cinco kilómetros de Turquía.
El agente era árabe y tenía a numerosos parientes ligados al Estado Islámico (IS en siglas inglesas), explica Abdi. "Creo que estaba bajo mucha presión de su familia", enfatiza el kurdo. "Sus parientes habían sufrido un duro maltrato por parte del IS y él no creía más en el futuro del IS. Quería vengarse del IS y del mismo Bagdadi", añade. Todo eso mientras ejercía un cargo de confianza capital. El 'califa' había fiado en él el peritaje de seguridad de sus residencias, siempre cambiantes.
Su misión no fue fácil. Si bien gozaba del 'privilegio' de poder acudir al encuentro del cabecilla sin llevar la cabeza cubierta con una capucha durante todo el trayecto, no se le permitía observar directamente a través de los cristales. En algunos tramos del viaje se le bajaba el asiento para no ver nada. Aun así, el espía pudo captar fugazmente sonidos, impresiones del paisaje, cambios de la orografía y detalles que le permitían, poco a poco, componer los escenarios donde iba escondiéndose Al Bagdadi.
AL BAGDADI, RELEGADO A UN SEGUNDO PLANO
La comunidad de Inteligencia discrepa sobre el rol adoptado por Abu Bakr al Bagdadi durante los últimos meses, particularmente tras la desaparición del pseudocalifato, el pasado marzo. Se cree que la estructura que diseñó y los obstáculos para las comunicaciones le relegaron a un segundo plano operativo, de forma que se convirtió en una referencia o líder espiritual, con derecho a decir la última palabra, más que en alguien a cargo de la planificación del Estado Islámico.
En cualquier caso, ya desde hace tiempo, Bagdadi era alérgico a la tecnología. "Bagdadi se tomaba las precauciones de su seguridad al máximo nivel", dice Mazlum Abdi. "Nunca usó comunicaciones de alta tecnología. En cualquier lugar donde se hallase, el apagón comunicativo era total, con excepción de aquellos directamente responsables de su seguridad, y esos eran un pequeño grupo de personas", precisa. El activo de las FDS era una de ellas.
Memorizar todo lo que sucedía a su alrededor durante los traslados y sus pocas visitas a Bagdadi fue la primera parte de su tarea. Pero no fue suficiente para sus enlaces estadounidenses, que temían que todo fuese palabrería o, peor, parte de un engaño urdido para atentar contra ellos. La necesidad de pruebas más sólidas llevó al espía a adoptar un riesgo particular: logró apropiarse de una pieza de ropa interior de Abu Bakr Bagdadi, abandonada en uno de sus escondrijos, y de muestras de sangre.
EEUU pudo cotejar todos aquellos datos con sus propias muestras de ADN, conservadas desde su detención en Irak en 2004. Fue entonces cuando empezaron a tomar en serio al agente. La relación con él se intensificó en los últimos cinco meses, tiempo durante el cual se constató que Abu Bakr al Bagdadi se había escondido en un lugar tan improbable como la provincia de Idlib, un lugar rodeado de enemigos del 'califa', y a tocar de la frontera turca. En un terreno abrupto, alejado de cualquier núcleo.
Para aquel entonces, un receloso Al Bagdadi apenas se rodeaba de sus mujeres, sus hijos, algunos hermanos y un pequeño grupo de guardaespaldas. Un círculo férramente cerrado que el espía de las FDS pudo sin embargo romper aportando detalles cruciales para su captura, incluido el túnel donde, según el presidente de EEUU Donald Trump, Bagdadi corrió a esconderse durante el asalto "gritando y lloriqueando, llevándose a rastras a tres de sus hijos". Fue dentro de él donde detonó su chaleco bomba.
Las FDS han asegurado que la operación estuvo en peligro por la súbita decisión de Trump de replegar sus soldados, lo que dio paso a la intervención militar de Turquía y a nuevos quehaceres para las fuerzas kurdas. Entretanto, dice Mazlum Abdi, "Bagdadi se había preparado una nueva casa en un nuevo lugar, localizado en el área de Dera al Furat". El sitio está cerca de Yarabulus, un territorio controlado por fuerzas afines a Turquía donde, recientemente, EEUU ejecutó dos operaciones contra el IS.
Muerto el líder del Estado Islámico, la organización parece prepararse para anunciar a su sucesor. ¿Qué será del agente que condujo al fin de Bagdadi, consumando su venganza? Abdi no ofrece demasiados detalles a la NBC. Explica que el individuo fue recogido por las Fuerzas Delta tras la operación militar. Es una duda si, ahora, recibirá el botín de 25 millones de dólares, el más alto existente, que EEUU había ofrecido por la cabeza del 'califa'. O parte de él.
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