¿Algo que celebrar?
Se cumplen dos años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones, fecha importante para hacer un balance de logros, fracasos y desafíos, pero también para preguntarse si hay algo que festejar.
Si nos remitimos a lo que dicen las encuestas, la opinión está dividida. La mitad aprueba la gestión del primer mandatario, mientras que la otra parte la desaprueba. Un dato que ilustra gráficamente cómo se encuentran los mexicanos frente al hombre que ganó los comicios en 2018 con altas expectativas de cambio.
Pero el tiempo no perdona. En el primer trimestre de 2019, los índices de aceptación del Presidente rondaban 80%, contra 50% de la actualidad. Cálculos de miembros de Morena hablan de que el partido habría perdido, en este momento, unos 20 millones de votantes; es decir, de los 30 millones que obtuvo AMLO hace dos años, hoy tendría 10 millones. Esa situación obedece a que existe un sentimiento de frustración entre mexicanos que fincaron sus esperanzas en Andrés Manuel y su proyecto de gobierno.
Con base en un estudio de la firma Dinamic.co, las preocupaciones de los mexicanos están en cinco temas: economía, salud pública, inseguridad, proyectos inconclusos y el autoritarismo.
Pero no todo está perdido. Perciben avances en la lucha anticorrupción, en las pensiones para adultos mayores, en el manejo de la pandemia y en la política de austeridad.
Al respecto, Clara Jusidman, reconocida académica y militante de izquierda, describe a la actual administración como un gobierno de claroscuros, más oscuros que claros. Advierte que uno de sus sellos es la falta de diálogo con los actores de la sociedad. Una característica que también observa el profesor José Antonio Crespo, quien dice que si AMLO continúa con la política unipersonal de gobernar, pasará a la historia como Luis Echeverría, expresidente populista, demagogo y generador de un desastre en la economía. No hay mucho que celebrar por ahora, dicen ambos, pero coinciden en que hay tiempo para corregir y sacar al país de la profunda crisis en la que está metido a dos años del triunfo de la llamada “cuarta transformación”.
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En el atentado que sufrió el jefe de la Policía capitalina, además de la joven Gabriela, murieron dos escoltas, y poco se ha dicho de ellos. Armando, que había trabajado con Omar García Harfuch desde hace una década, era uno de los tres tripulantes de la camioneta que sufrió la agresión.
Usó el cuerpo como escudo para proteger a su jefe, por lo que recibió 30 impactos de arma de fuego, además de que fue alcanzado por un proyectil del fusil Barret .50.
Ni Armando ni los demás objetivos recibieron más tiros con la potente arma, porque el otro fusil de las mismas características, que apareció en la escena del atentado, se les encasquilló a los inexpertos sicarios.
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