Isabel Arvide es un símbolo de la corrupción del gobierno
En un breve lapso han ocurrido situaciones diversas que permiten afirmar que, contrario a su discurso habitual, el gobierno federal es tan corrupto (o más) como las administraciones anteriores. Asignaciones directas, opacidad, falta de rendición de cuentas, sustitución de la justicia por la venganza o las componendas, entre un largo listado para desfortuna del país que, ahora, se halla en el precipicio económico y político. Entre todo ello, creo, Isabel Arvide es un símbolo de aquella corrupción.
La señora Arvide siempre ha elogiado al gobierno en turno con miras a obtener prebendas y, claro, siempre más allá de los mínimos parámetros éticos que exige el peridismo, profesión de la que ella se encuentra muy distante y que ha usado sólo como parapeto de su actividad de relaciones públicas. Echar un vistazo a su “carrera” ayuda a registrar inconsecuencias y sainetes, como cuando difamó a la actriz Sasha Montenegro o cuando elogió al presidente en turno porque ella carece de principios, lo que tiene son intereses. Hace unos meses en la rueda de prensa matutina del presidente de México ella misma se quejó de no obtener dinero y, en una clara imitación de la forma de hablar del político tabasqueño, también lo llenó de elogios. Y pronto fue recompensada.
Este martes se hizo público que el gobierno nombró a Isabel Arvide como cónsul de México en Estambúl, Turquía, sin que ella tuviera experiencia en labores democráticas ni honestidad intelectual como para aceptar esa falta de preparación. No. El gobierno la consideró apta y ella en modo alguno rechazaría el cargo. No está en su naturaleza, al contrario: es un premio a su actitud frente al poder y un insulto para quienes sí están preparados para desempeñar encomiendas de ese rango.
El nombramiento de Isabel Arvide también es insulto para el periodismo. Lo es porque éste considera, jamás, los coqueteos con el poder sino al contrario, se define por su distancia del mismo y, en esencia, por su actividad que lo cuestiona siempre. Y aunque ya sea típico, hay que destacar el silencio de los defensores a ultranza de López Obrador, en particular quienes se dicen periodistas. El quid es que el presidente premia a quienes lo elogian.
Por lo anterior considero que el nombramiento de la señora Isabel Arvide es un símbolo de la corrupción del gobierno mexicano y una vergüenza de quienes, con su silencio, lo respaldan.
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