viernes, 28 de agosto de 2020

La sobreporoducción de información obliga a discriminar con enorme velocidad: Juan Villoro
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  • El Colegio Nacional 
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    vie. 28 de ago. a las 10:23
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    28 de agosto 2020
    ECN/209
    Coloquio
    La humanidad
    y la máquina

    LA SOBREPRODUCCIÓN DE INFORMACIÓN OBLIGA A DISCRIMINAR CON ENORME VELOCIDAD: JUAN VILLORO

    *Tres integrantes de El Colegio Nacional, Juan Villoro, Vicente Quirarte y Christopher Domínguez Michael, participaron en el Coloquio La humanidad y la máquina, coordinado por el también colegiado Luis Fernando Lara
    *Para Vicente Quirarte, se podría hacer una antología de textos sobre el Volkswagen, el mítico automóvil que significa “carro del pueblo”, creado con la idea de que todo mundo tuviera acceso a él
    *Borges colocó a H. G. Wells “en la canasta de las lecturas apetitosas”: Christopher Domínguez Michael
    *“La lectura en red es muy útil cuando ya sabes lo que necesitas y no lo es tanto cuando se busca por curiosidad”, destacó Juan Villoro


    En días en que se habla de teléfonos inteligentes y de grandes reservorios de sabiduría, como se define a las computadoras y a todo ese sistema nervioso que son las redes de la cibernética, “ha cambiado mucho la manera en que nos relacionamos con la lectura en la época contemporánea”, aseguró el escritor Juan Villoro, integrante de El Colegio Nacional, al abrir la mesa La máquina en la lectura y la literatura, el 27 de agosto, como parte del Coloquio La humanidad y la máquina, coordinada por el colegiado Luis Fernando Lara.
    “Solemos pensar que se ha leído de la misma manera a lo largo de los tiempos y, no es así: San Agustín se sorprendió cuando entró al cuarto de San Ambrosio y lo vio leyendo en silencio y sin mover los labios. En el siglo V no era costumbre que se leyera en silencio, era una actividad colectiva, que requería de esfuerzo físico: se escogía a un lector suficientemente sano para leer en voz alta”, evocó el también periodista, antes de ofrecer un recorrido por la manera en que se ha transformado nuestra forma de leer a lo largo de los años.
    En la era digital, apenas estamos conociendo sus formas y efectos: leemos a saltos, de manera fragmentaria y con una enorme velocidad, sobre todo quienes practican lectura en red, tratando de agotar las muchas referencias que ofrece: “la sobreproducción de informaciones obliga a discriminar con enorme velocidad”, dijo Villoro durante su ponencia La máquina en la lectura y la literatura.
    “Estamos leyendo de otra manera: el umbral de atención que se tiene es mucho menor. Podemos pasar horas ante una o varias pantallas, ante distintas plataformas digitales, pero a cada texto le dedicamos minutos, más o menos así es la lectura en red. Se puede leer mucho, pero siempre a saltos”.
    Es ahí donde interviene un elemento poco atendido, como sería el motor de búsqueda, que te lleva directamente a lo que necesitas, por eso la lectura en red es muy útil cuando ya sabes lo que necesitas y no lo es tanto cuando se busca por curiosidad, “porque esta lectura azarosa, si se emprende en red, es infinita, no acabas nunca de llegar al cometido”.
    “La lectura digital es mejor para satisfacer curiosidades que ya tienes. Esta nueva forma de leer ocurre ante máquinas que no son inertes respecto a nuestra actividad: la paradoja es que esa información no está en nuestras manos, sino en empresas que pueden usarla para que regresen a nosotros en forma de distintas ofertas. Algoritmos que nos proponen nuevas tendencias de consumo”.
    Frente a este entorno, advirtió Juan Villoro, debemos aprender de la nueva herramienta para no perder la capacidad de la lectura que sirvió para crear la noción de individuo y para pensar por cuenta propia: “Paul Valery decía en un aforismo: ‘Originalidad cuestión de estómago’”.
    “Somos originales en la medida en que sabemos digerir aquello que recibimos. En un entorno donde se llega demasiado pronto a lo que buscamos, la labor de la cultura tiene que ver con este ejercicio resistente de lo múltiple: en tiempos en que parecería que predomina el aforismo que corrige a Descartes -‘Siento, luego existo’-, vale la pena que la cultura trate de recuperar el gran legado del filósofo para que volvamos a decir ‘Pienso, luego existo’”.
    Hacia la máquina del tiempo
    Cuando el ensayista y crítico Christopher Domínguez Michael aceptó la invitación a participar en el Coloquio, decidió acercarse a la obra de un escritor que no había leído: H. G. Wells, “no me tocó una época en que estuviera de moda, sino una en la que Borges lo hizo famoso y lo rehabilitó por haber sido un autor extremadamente popular y haber practicado lo que se considera un subgénero”.
    En su lectura se encontró con una biografía analítica de Sarah Cole, Inventing Tomorrow. H. G. Wells and the Twentieth Century, que le permitió acercarse desde otra perspectiva a la obra de este autor y detenerse en La máquina del tiempo, una novela muy decimonónica, incluso victoriana, a decir del integrante de El Colegio Nacional.
    “En la novela, Wells encuentra que la ciencia dio al ser humano tales comodidades, como las que se supone que nos ofrece el mundo virtual en el que vivimos en el siglo XX, que fue perdiendo la darwiniana capacidad de sobrevivencia”.
    Durante su conferencia La literatura del siglo XX y las máquinas, Christopher Domínguez aprovechó el título de la novela de Wells y a su autor para ofrecer una reflexión sobre el significado de las vanguardias, las formas de acercamiento a la literatura y referirse a la necesidad de revalorar ciertas formas literarias.
    “Los amigos de Wells fueron Conrad, un escritor que parecía condenado a ser de esta parte olvidada; Joyce era un corresponsal cercano a Wells y Virginia Woolf lo consideraba un charlatán, un ejemplo de literatura popular de ínfima categoría”.
    En ese sentido, Sarah Cole se pregunta por qué la versión artística, elitista, del modernismo, fue la que triunfó; en cambio modernistas como Wells, que no sólo hacía literatura de vanguardia, sino trataba temas relacionados por la técnica, quedó rebasado
    “En su caso”, comentó el ensayista, “su inmensa popularidad lo sepultó y el hecho de que fuera leído por personas ajenas a la alta literatura lo descalificó, hasta que llegó Borges para colocarlo en la canasta de las lecturas apetitosas”.
    Christopher Domínguez Michael resaltó que una lectura de las máquinas en el siglo XX tiene que empezar con esta especie de consola-sillón que inventó Wells para viajar al año ocho mil y que nos dio una visión de futuro muy acorde con lo que era el siglo XX en sus años 30:
    “La idea de que la ansiedad de superioridad de la humanidad la iba a emascular de alguna manera, lo cual permite una visión política de Wells, porque a diferencia de los totalitarismos fascista y comunista, él no creía en un nuevo hombre como resultado del desarrollo de la técnica, de sistemas políticos totalitarios, sino que éstos podrían acabar, miles de años después, con la esencia de lo humano. Si se requiere recuperar al polifacético Wells, esta sería una manera de leerlo”.
    Literatura y automóviles
    En 1903 había en la capital del país 136 autos. Hoy día se cuentan por millones, y su recepción sigue causando los mismos sentimientos encontrados, según rememoró el escritor Vicente Quirarte, integrante de El Colegio Nacional, durante su participación titulada Su majestad el automóvil. Actuaciones en la literatura mexicana.
    “Amado Nervo publicó, en 1907, una crónica, en que vaticinaba la muerte del automóvil, en gran parte debido al mal estado de los caminos: ‘Acaso en los momentos precisos en que se acerque a su perfeccionamiento desaparecerá del imperio de la moda y de lo sport’”: consideraba al automóvil una moda pasajera, que hacía del conductor una especie de héroe, un ser de excepción, un gladiador del siglo XX.
    Uno de los primeros registros del automóvil en la entonces Ciudad de México aparece en el periódico La voz de México, en una nota que lleva por título “El carruaje misterioso”, aparecida el 24 de enero de 1895, donde se hace constar:
    “Toda la prensa metropolitana se ha ocupado del carruaje propiedad del señor de Teresa, el cual se desliza misteriosamente por las calles, sin móvil alguno aparente. Una nueva casualidad nos hizo que en la agencia de ingenieros de los señores Basave, Robles Gil y Zozaya se van a recibir modelos de esos carruajes misteriosos, que se deslizan sin hacer ruido a altas horas de la noche. A esos caballeros nos dirigimos para que se sirvan informar sobre el particular”, se leía en aquella información.
    Quirarte realizó un recuento del desarrollo del automóvil en las calles de México: desde los 136 de 1903, a los más de 800 tres años después, que obligó a las autoridades a establecer los primeros reglamentos de tránsito, pero también de la manera en que la máquina se integró a la vida cotidiana de los periódicos o los libros, lo mismo de historia que literarios, prácticamente desde su llegada a nuestro territorio.
    “José Juan Tablada publica el poema ‘El automóvil en México’, hacia 1918; más adelante será poseedor de un automóvil, incluso se convertirá en un entusiasta promotor: el poema es un anticipo a la exaltación que las vanguardias harán del maquinismo”, recordó Vicente Quirarte durante su conferencia.
    Así, por ejemplo, el colegiado, se mostró convencido de que se podría hacer una antología de textos sobre el Volkswagen, el mítico automóvil que significa “carro del pueblo”, cuya creación se dio con el propósito de que todo mundo tuviera acceso a él.
    “En la actualidad, la población de automóviles es superior a la cantidad de habitantes en Ciudad de México a mitad del siglo XX, de acuerdo con el Rubén Bonifaz Nuño de Los demonios y los días, publicado en 1956, donde dice: ‘un sol que calienta y acongoja más de tres millones de almas enfermas’”, mientras Google señala que el número de autos asciende a 4.7 millones.
    “El imperio de su majestad el automóvil amenaza con seguir aumentando. Efraín Huerta soñaba no con poseer un automóvil, sino un autobús completo, un Juárez-Loreto que tuviera en un lugar privilegiado un bar”, en palabras de Vicente Quirarte.
    La mesa La máquina en la lectura y la literatura, que forma parte del coloquio La humanidad y la máquina, se encuentra disponible en el Canal de YouTube de El Colegio Nacional: elcolegionacionalmx.

                                                                                                       -0-

                                                              

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