lunes, 2 de noviembre de 2020

Bienvenidos, turistas, a la joya de Arabia Saudí

 

Bienvenidos, turistas, a la joya de Arabia Saudí

BAJO REGISTRO

La ciudad nabatea de Al Ula, declarada patrimonio mundial de la Unesco en 2008, simboliza el aperturismo del reino bajo la égida del heredero, Mohamed Bin Salman

Representación teatral en la ciudad nabatea de Al Ula.
Representación teatral en la ciudad nabatea de Al Ula. F. CARRIÓN

Sergei Kalim observa la escena teatral con indisimulado asombro. Es mediodía y un grupo de actores locales representa una procesión funeraria, desperdigados por la árida geografía de Hegra, la "Petra" de Arabia Saudí. "Resulta bastante sorprendente. No habíamos estado nunca en Arabia Saudí, un país que había permanecido cerrado al turismo durante años", replica el visitante de 63 años llegado de Moscú. La ciudad monumental, una formidable sucesión de más de un centenar de tumbas y santuarios horadados en la roca por los nabateos hace dos milenios, era hasta hace unos años un lugar completamente desconocido, atrapado entre los renglones más puritanos de quienes lo consideraban la morada de los "jinn" (espíritus). La segunda edición de un festival que a principios de este año reunió a José Carreras, Enrique Iglesias o los Gypsy Kings ha desempolvado la existencia de esta joya declarada patrimonio mundial de la Unesco en 2008, en pleno aperturismo del reino.

"Nuestro principal objetivo es ser capaces de recibir a unos dos millones de visitantes anualmente en 2035", reconoce a EL MUNDO.es Amr al Madani, director ejecutivo de la Comisión Real para Al Ula, un organismo fundado en 2017 para revolucionar el porvenir de una comarca ubicada a 300 kilómetros al norte de la ciudad santa de Medina y habitada por unas 19.000 almas. El páramo, que fue también ciudad bíblica de Dedan y acabó bajo yugo romano, se ha preparado en los últimos meses para la reapertura del complejo monumental ayer, sábado 31 de octubre. Las autoridades ha decidido mantener la fecha a pesar de la pandemia que ha suspendido durante meses las conexiones aéreas internacionales y reducido a cero el turismo. "Tenemos grandes planes en marcha. Queremos ampliar el aeropuerto para que tenga una capacidad de tres millones de pasajeros al año y construir un nuevo hospital, una planta de generación de energía y una instalación de tratamiento de aguas residuales así como nuevos alojamientos", comenta el principal urdidor de la transformación del enclave, animada por la concesión desde hace un año de visados turísticos para viajeros de 49 nacionalidades.

Uno de los frutos más tangibles de la mudanza es Maraya, una imponente sala de conciertos diseñada por un estudio italiano que asoma en mitad del paisaje rocoso con su fachada de espejos proyectando las aristas de las colinas cercanas. "Es una obra de arte arquitectónica en la que se paran todos los turistas", presume Al Madani, entusiasmado con el impacto de la iniciativa en la población beduina. "El 91% de los empleos que se han generado es de población local. El propósito es crear 67.000 puestos de trabajo", desliza. Un programa de becas ha enviado a cientos de jóvenes a Europa y Estados Unidos. Veinteañeros como Adel al Anazi, que trabaja como cicerone en el periplo por las maravillas de Hegra. "Me formé en EEUU y regresé a casa. Antes de marcharme, tenía un empleo en la administración pero ésta es mi verdadera pasión. Quiero mostrar el legado de mi país", relata el joven mientras recorre los vestigios de un cruce de caminos, parada obligada en la ruta del comercio de incienso, mirra y otros productos entre los imperios del Mediterráneo y los puertos del golfo de Aden. "Están cambiando algunas cosas pero no al ritmo que algunos quisiéramos. Sigue siendo un lugar aburrido", reconoce un joven del pueblo, también formado en el extranjero que exige anonimato y confiesa cierta nostalgia con la vida que dejó al retornar.

La visita por el legado de civilizaciones es, de momento, una oferta exclusiva, no apta para todos los bolsillos. Los precios de los paquetes para asistir al festival y pernoctar durante el fin de semana oscilan entre los 1.500 y los 5.300 euros. "Es un viaje a través del tiempo", narra Jaled Shehri, un saudí de 26 años procedente de la ciudad de Yeda, a orillas del mar Rojo. "He descubierto cosas que desconocía. Mis expectativas eran diferentes. Es más de lo que podía imaginar", admite el joven junto a un grupo de compañeros durante su primera vez en los confines de Al Ula. Entre las actividades ofrecidas, figuran viajes en globo o en aviones de época; itinerarios de senderismo privados y una cena bajo las estrellas y a la intemperie en un restaurante temporal dirigido por un chef francés con estrellas Michelin.

La lujosa resurrección de Al Ula es una de las promesas de Visión Saudí 2030, el ambicioso programa de reformas para diversificar la economía más allá del petróleo impulsado por el príncipe heredero Mohamed bin Salman y ensombrecido por la guerra en Yemen o el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul. "El plan para explotar turísticamente Al Ula solo puede producir orgullo. El hombre detrás de todo esto es Bin Salman", recalca Ali al Shehri, un ingeniero de 36 años residente en una ciudad industrial del mar Rojo. "Es algo que no puede hacerse en dos o tres días pero los avances son fantásticos. Al Ula estuvo oculta pero preservada durante mucho tiempo. Y se están tomando en serio su redescubrimiento", concluye.

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