Prohibido prohibir
Cada vez que se lo oigo decir, sonríe esperanzado el liberal que soy. Me refiero a lo de “Prohibido prohibir”, que nuestro Presidente repite con frecuencia, en un guiño, supongo, al 68 francés. “Mira, igual y no vamos de cabeza al autoritarismo”, me digo en esos momentos, optimista.
Con todo, me parece que este mantra presidencial tiene algunos problemas o, mejor, “áreas de oportunidad”, para mantenernos en una tesitura así, optimista. Permítanme, pues, hacer una observación y una muy humilde propuesta. La observación es que el “Prohibido prohibir” no es que digamos de aplicación universal.
Por ejemplo, desaparece cuando ya le metiste una buena lana a construir una planta cervecera. En ese caso, ¡bum!: te aplican una consulta chocolata, y chao. Clausurado. Obviamente, donde digo “cervecera”, pero también puedo decir “aeropuerto”.
Tampoco parece aplicar a tu derecho a hacer dinero con el petróleo o con las energías limpias, por mucho que hayas hecho acuerdos con Pemex o la CFE. Ahí, ni consulta hace falta: te caen el licenciado Manuel Bartlett y Rocío Nahle con el cuchillo entre los dientes.
Lo mismo pasa con tu derecho a comercializar cigarrillos electrónicos, porque te aplican un decretazo presidencial que arruina tu inversión, o a venderle dulces a los niños, una idea brillante que se suma a la del etiquetado surrealista y a las caricaturas antigordos de La Jornada.
¿Dónde, en cambio, se respeta a rajatabla el principio sesentayochero que da título en esta columna? Al parecer, en la corrupción y/o la no rendición de cuentas en el sector público, según ilustran Pío, las casas del licenciado Bartlett y del matrimonio Sandoval-Ackerman, Ana Gabi Guevara o el nombramiento de Delfina, fiel a la tradición obradorista de cobrarle diezmo al funcionariado.
Con frecuencia se aplica también al crimen organizado, como ejemplifica el culiacanazo. O al bloqueo de vías del tren y el secuestro de la Cámara de Diputados, que son las maneras en que el magisterio radical le agradece al Presidente la derogación de la Reforma Educativa.
También, en el ámbito de la Ciudad de México, a vender lo que sea durante el confinamiento… Siempre que te dediques al comercio informal, porque al formal sí se lo carga el payaso. Y, por supuesto, aplica a lo de no usar cubrebocas si no te da la gana (constatamos diariamente que su uso no es obligatorio en los hechos), o a lo de aterrizar en el Benito Juárez si eres un vuelo que viene de Inglaterra, donde la nueva cepa de coronavirus se extiende en plan apocalíptico, razón por la cual los países europeos, por ejemplo, blindaron sus fronteras.
Pero ojo: se vale el optimismo. Vamos requetebién. Lo único que hay que lograr, un detallito, es que el “Prohibido prohibir” pase de donde provoca matazones y corruptelas a donde crea dinero y empleos. Gobernar, creo que le llaman.
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