viernes, 29 de enero de 2021

REFLEXIONES DE UN DISIDENTE, Y IV: POLÍTICA IRRACIONAL.

 

REFLEXIONES DE UN DISIDENTE, Y IV: POLÍTICA IRRACIONAL.

¿Hay que responder a una enfermedad y a su contagio o al pánico colectivo que se retroalimenta con las medidas que se aplican y la información de los medios de comunicación?

El problema político que padecemos en España, ente la pandemia del coronavirus COVID-19, es que las medidas aplicadas responden a la histeria colectiva y no al problema sanitario de la enfermedad vírica que nos asola. La irracionalidad social se ha generado por la manera de informar y de abordar la crisis sanitaria. Algo que se está sacando de quicio también en otros muchos países, como consecuencia de la globalización y el molde con que funcionan los medios de comunicación.

La respuesta a la irracionalidad interfiere con cuestiones de salud pública y económicas, que no tendría porqué de haberse tomado hace tiempo medidas adecuadas. Vivimos un desenlace de la torpeza política de años atrás y el incumplimiento y cinismo de los políticos actuales, en especial los del cambio y de los “progresistas” (que han olvidado estas palabras), colocando a la ciudadanía al pie de los caballos, una vez que han desarmado al movimiento social, única dinámica que podrá dar una respuesta. Porque los partidos políticos ofrecen, todos ellos, teatralidad. Son fabricados y diseñados para lo que están haciendo.

Más que soluciones buscan señalar como culpables a sus rivales en las elecciones y quedar ellos como los que han intentado aplicar una solución, pero que no les han dejado. Ellos y sus aledaños cobran por tales escenificaciones mucho dinero, mientras que quienes padecen las consecuencias somos la gente de a pie, el pueblo. En lugar de atender a lo real se crea un metalenguaje, se atiende a la curva, se busca solucionar los gráficos y la ola, el contagio se convierten en un dato estadístico, se hace como que se resuelve la enfermedad haciendo pruebas de PCR y la asistencia primaria por teléfono. La realidad se aparta del foco informativo y del debate político.

El gobierno central y los autonómico, junto con y los partidos políticos de la oposición o aliados (en su totalidad) están gestionando la pandemia como si se tratara de una campaña electoral, mediante encuestas, propaganda, promesas que son falsedades como el ingreso mínimo, repitiendo mensajes como que nadie se va a quedar atrás, cuando ya se han incorporado un millón más de nuevos pobres. Once millones de personas en España viven por debajo del umbral de la pobreza, tres millones de ellos con un trabajo. Se rebaja el presupuesto para las investigaciones científicas, entre otras contra el cáncer, pero se incrementa el gasto en armamento militar y se sube el salario a la policía, a la par que cae el dinero para las políticas sociales y para las personas en paro, mientras que aumenta su número. Hacen como que no existe. Aumentan los desahucios. Se enmudece el grito “sí se puede”. Y el Alzheimer político olvida la letra cantada: “Removamos todas las trabas / que oprimen al proletario. / Cambiemos al mundo de base…”.

Esto nos aboca a una situación que trasciende la de la enfermedad, que no es que haya sido provocada sino que ha surgido por su propia naturaleza, de un virus que aparece y afecta gravemente a la especia humana porque se desarrolla como tal. Pero sí se aprovecha el Poder, a través de los políticos, de la penosa circunstancia para lograr establecer sus estrategias de control sobre la sociedad sin ningún escrúpulo. Para lo cual se sacrifica lo que se tenga que sacrificar. Como enseña Michael Foucault “el Poder no es, el Poder se ejerce”. Veamos.

En fecha 29 de junio de 2020 el gobierno de España, “psoe-podemos”, responde a un ciudadano en estos términos: “El ejecutivo al completo trabaja incansablemente por la salud pública del país. Ha aplicado medios de protección para proteger a la población del COVID-19. Una vez constatado el avance en el control de la enfermedad y tras frenar el curso del contagio el gobierno ha iniciado la puesta en marcha para la transición a una nueva normalidad, elaborada con expertos en el ámbito científico, social, sanitario y empresarial, cuyo objetivo es recuperar la vida cotidiana y la actividad económica sin poner en riesgo la salud colectiva.

La noticia de hoy (19 de octubre de 2020) es: “Los contagios por coronavirus siguen extendiéndose y se acercan al millón de infecciones en España a pesar de las restricciones impuestas”. Pero se continúan haciendo un esparaván sobre nuevas normativas más restrictivas sin que sirvan para nada, o para muy poco, y culpando a que si los jóvenes, que si los bares o que si el capitalismo o que si los chinos y demás. Hará falta un poco de sensatez. A mi amigo Melchor le digo siempre que le nombraría Ministro del sentido común, y se lo toma a broma. En mi última reflexión avisaba de que cuando sean millones los contagiados en los países ¿qué se va a decir? Algo que desde el primer día dijeron los científicos que iba a suceder. Pero ahora intervienen los “expertos”.

El problema es que cuanto más se pretende acotar una situación sin ver sus repercusiones el remedio se convierte en algo peor que la enfermedad, porque no se aplica desde un punto de vista sanitario, es decir desde la realidad de una pandemia trágica. Analicemos una noticia de hoy: Este fin de semana han muerto tres personas por coronavirus en la Comunidad Valenciana. Lamentable, mueran por coronavirus o de cualquier otra enfermedad o causa. Se presenta el dato como una noticia alarmante. Nos ponen los pelos de punta. La noticia aclara que dos de ellos en una residencia de ancianos. De los tres dos con más de noventa años. Una pena para la familia y como toda muerte un dolor familiar inconsolable. Pero no se puede convertir en el foco de una noticia que nos altere el ánimo, más cuando es un dato de todo un fin de semana, sábado y domingo, cuando la media de muertos en esta comunidad diariamente es de 121 fallecimientos (datos oficiales.) O sea cada fin de semana, de media son 242 muertes en Valencia, Castellón y Alicante.

El sábado pasado un “experto” declaró en el canal de la Sexta que lo de Suecia es una masacre, que no se puede consentir. La cadena que denuncia las New Fake, noticias falsas, que muchas las recoge de bromas y parodias que se gastan en las redes. Las toman como engaños premeditados que ellos descubren. Pues bien: Los científicos de este país nórdico tomaron la decisión de fortalecer el sistema sanitario, la protección de las personas ancianas y mantuvieron las escuelas abiertas, los comercios y una vida relativamente más normal que en los países en los que se ordenó el estado de alarma para un confinamiento severo. Vamos a los datos: Suecia 103.000 contagiados, 5.918 muertos por coronavirus, siendo 569 por millón de habitantes. En España, donde según el experto se estaba haciendo lo que hay que hacer, incluso proponía medidas más severas: 33.775 muertos por coronavirus. 937.000 contagiados, o sea 659 por millón de habitantes. ¿?

La pandemia es un asunto grave, sí. Pero hay que afrontarlo desde su realidad y buscar soluciones sanitarias. Sin embargo hasta las vacunas se convierten en una carrera de galgos a ver quién llega antes, se produce un mercado de valores en la Bolsa entre las firmas de laboratorios jugando millones de euros en ello y los gobiernos comprando por adelantado vacunas (futuros) sin saber los resultados a ciencia cierta, pero hacen aumentar el valor de las acciones. Y la gente aplaudiendo. Propio de la sociedad del espectáculo. Hasta lo cotidiano es espectáculo porque se grava y se divulga en redes y medios de comunicación de masas. Es todo esto lo que nos debiera de preocupar, porque es lo que nos encierra y que hace de una enfermedad vírica un show informativo.

Todo se empaña con que para tomar las decisiones se cuenta con los expertos. No se habla de científicos, ni se les pone nombre o apellidos, sino a un portavoz que lo hace de todos ellos. Cómo si no hubiera debate entre los médicos e investigadores, como si fuera una voz al unísono. En los ámbitos universitarios y académicos nos pueden aportar conocimiento, sin lugar a dudas, pero no pensamiento. Pensar es una responsabilidad personal y la democracia se fundamenta en acuerdos mayoritarios ante diferentes maneras de pensar las cosas. Y en la ciencia es la experimentación y evidencia lo que sirve para constatar los datos. El pensamiento abre puerta a nuevos conocimientos, a cuya renovación suele estar en contra el freno y rechazo de quienes gobiernan por su saber la comunidad científica de cada materia.

Un caso que conocí. Cuando se quiso hacer el embalse de Omaña, anegando 8 pueblos, después de lo sucedido en Riaño sin haberse aprovechado para futuros regadíos, se encargó una evaluación ambiental multidisciplinar a la universidad de León. Excepto el catedrático de zoología Francisco Purroy, los demás valoraron positivamente que se hiciera el embalse, porque no destruía el valle, sino que lo trasformaba. Año 1990. Cuando tras dos años de protesta y demostración de lo absurdo del proyecto, de encierros en la dirección general de medio ambiente y demás, el poder político admite no hacerlo, pero para tomar esta decisión hubo de contar con la opinión de los expertos, encargando una nueva evaluación ambiental y volviendo a pagar, sobre 20 millones de las antiguas pesetas. Y entonces se aplicaron otros parámetros y se vio que una determinada planta y el cangrejo autóctono se verían afectados y salió negativo. ¡Y lo firmaron los mismos!

Por no extenderme dejo para otra ocasión algo parecido a nivel literario, de lo que conozco y he vivido en ámbitos universitarios, o con el tema de la Renta Básica la trama académica. Pero esto es ya otra historia.

Vemos que al albur de la pandemia del coronavirus y el espectáculo informativo, los políticos han creado un nuevo hábitat, un entorno propicio en el que actuar. Hubiera sido cualquier otro asunto que hubiese estallado por sorpresa. Los conflictos bélicos que provocan los mismos que luego actúan como parte del conflicto se han usado históricamente para este fin. O también la existencia de organizaciones terroristas.

Para organizar una toma de Poder es necesario un detonante. Y es a lo que nos enfrentamos. A una toma de control sobre la sociedad de las nuevas tecnologías digitales, que no sólo se imponen, sino que arrinconan lo anterior, funcionara o no, se mejore o no. Se evita una evolución cultural y económica porque la cuestión es el control sobre las personas. Y la pugna política no discute para que no se controle a los ciudadanos, sino quién ejerce el control. Esta es la batalla política en torno al coronavirus. Y como dice un refrán africano “cuando se pelean los elefantes, mueren las hormigas”.

Asistimos al desmantelamiento de la sanidad pública, que se fue haciendo poco a poco, pero había una pugna entre la sociedad civil y los gobiernos de turno con las protestas de la Marea Blanca y no acababa de producirse la supremacía de la sanidad privada sobre la pública. Con la pandemia se da el empujón necesario haciendo mirar a los ciudadanos a otro lugar, enfocando la noticia en los contagiados, que tienen que ser millones, con lo que la atención será cada vez mayor y más emocional, a la vez que se va instalando un nuevo modelo de sanidad, que formará parte de la “nueva normalidad”. Lo mismo que el miedo a las multas, se va inoculando. El culpar a los jóvenes o que la responsabilidad es de las personas y no la falta de recursos sanitarios.

Las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) son 3.508 en la sanidad pública. Se teme su colapso, pero no de las otras 896 que son privadas. Según Miguel Sánchez (16 – IX – 2020), de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, las UCIs de los hospitales privados no están participando y no aceptan enfermos para trasladar”. En la sanidad privada no hay colapso.

Según los datos de la Fundación IDIS (Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad) el número de asegurados/as que tienen seguro privado de salud ha ido aumentando desde 2006, llegando en 2016 a más de 7 millones. Es decir, se ha producido un incremento paulatino del 32,03%, lo que supone casi 1,8 millones de nuevos asegurados, sucedió sin que se dijera nada a medida en que fue disminuyendo la inversión estatal en la sanidad pública. Los ingresos de las aseguradoras sanitarias se han incrementado en 94 millones de euros en los tres primeros meses de la pandemia, un 4,3% más. Al mismo tiempo que otros seguros, como el de la vivienda, de vida y otros bajan drásticamente. A su vez ha bajado en los últimos años el número de funcionarios y de trabajadores en empresas que ofrecen a sus empleados un seguro privado. La sanidad privada ganó en 2019 alrededor de 200.000 euros gracias a los asegurados directos, llegando hasta 8,7 millones de euros en total, lo que supone un incremento del 2,6 por ciento frente al año anterior, según el informe ‘Sanidad privada, Aportando Valor”, elaborado por el Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad (Fundación IDIS) La previsión en dos años es que sea un aumento del 27%, lo que asentará definitivamente el sector privado en la sanidad, algo que no puede ir poco a poco, sino que era necesario un empujón, y es lo que se está sucediendo. No porque se haya provocado para esto el estado de pánico social, sino que se está aprovechando para este fin. Pero no por culpa del sector privado, que cumple su función, sino del Estado y sus gobiernos al uso que lo facilitan y no lo evitan, ni siquiera se debate en el terreno de la confrontación política.

Pero es que con un gobierno progresista, con una mayoría más allá de sus socios, puede cambiar lo que prometieron, para lo que accedieron a la gubernabilidad las fuerzas del cambio, pero sigue vigente la Ley Mordaza, que cada vez se aplica más y deja indefenso a los ciudadanos ante las acciones policiales durante la pandemia. Ni se trasforma la reforma laboral, sino que se está aplicando con toda su crudeza. Ha aumentado la pobreza infantil y la a de las mujeres con un Ministerio de la Mujer por la Igualdad. Pero la culpa es de…

Y se escenifica otra parodia que es el quid de la cuestión y que estos días llega al momento culmen con la moción de censura al gobierno por la extrema derecha. En medio de una pandemia ¿qué es lo que se está fraguando? Un nuevo modelo totalitario, de manera que se camufla al enfrentar su manera de actuar con un modelo clásico de totalitarismo. Uno antiguo contra uno moderno.

Hay una sobre actuación de medidas contra el franquismo que dan lugar a una polvareda, sin que se resuelva nada, se resucita un movimiento aletargado para que haga el juego de contraste para que no se vea el nuevo formato de totalitarismo. No se hace una recuperación de la memoria histórica de manera racional, sino espectacularmente sin que a casi nadie le preocupe, pero se convierte en el foco de noticias que atrae la atención y se forma un panegírico por unos y por los otros. Se imponen medidas que tratan de dirigir el pensamiento de los individuos por decreto ley, contra el odio sin ver la separación entre el hecho y el pensamiento. Uno, antaño, podía estar a favor de la lucha armada, pero mientras no lo ejerciera no es delito. Ahora si alguien lo expresa sí, por la ley contra el odio, que lo es contra la libertad.

La cuestión es enfrentar el fascismo clásico, el de antes, con el nuevo fascismo, lo que André Gorz denominó el tecnofascismo, que emergió en los años noventa y se pretende establecer como modelo hegemónico. Este ajuste es lo que explica tanta medida de control “justificada”, generando una mentalidad que lo permita y apoye, para crear una masa global sometida. Muchos de ellos atrapados en una realidad virtual. Al fascismo clásico se le usa como fondo sobre el que se dé la imagen de modernidad, de progreso y evitar que se perciba el control férreo que se está estableciendo. Lo que viLbre llama el “fascismo sonriente”.

Pensemos que fue el socialismo español quien implantó el neoliberalismo en España, acompañado y reforzado por las fuerzas liberales, igual que antes lo hicieran en Europa fuerzas conservadoras junto con la socialdemocracia. Viene expuesto claramente en el apartado económico de los Pactos de la Moncloa. Porque ¿qué es el neoliberalismo?, técnicamente es la simbiosis del modelo monetarista (liberal) y el modelo keynesiano (socialdemocracia) de manera que la inversión pública se utiliza para lo que el psoe llamó “capitalizar a las empresas”, a las grandes claro. Esto generó por lo tanto una oleada de futuras privatizaciones 8que ya estaba previsto) de servicios públicos, que van desde la gestión del agua, la energía, industrias estratégicas, servicios municipales y demás, de manera que de la plusvalía como sistema de enriquecimiento se pasó al pluscapital como manera de añadir beneficios a las empresas privadas y a sus respectivos fondos de inversión que cotizan en la Bolsa, dando lugar a un juego de grandes fortunas. A la par los derechos de los trabajadores han ido mermando poco a poco con sucesivas reformas y restricciones democráticas.

A nivel global esto mismo se está sucediendo entre los capitales industriales y los nuevos grandes capitales surgidos de los negocios en torno a las nuevas tecnologías, sobre todo la informática y la robotización. Lo cual tiene consecuencias inmediatas en la nueva manera de organizar la economía. Los bares de las ciudades son sustituidos por franquicias, amparadas en el capital de multinacionales. El pequeño comercio recibe la puntilla para que dominen los grandes almacenes y supermercados cuya contabilidad se lleva a cabo a nivel internacional. Los trabajadores se convierten en peones sin derechos, que cobran por objetivos y rendimiento, cada vez más. El teletrabajo supone un control, desde la tecnología informática y la venta de estos productos ya como elemento prioritario y casi absoluto. Muchas gestiones únicamente se pueden hacer a través de Internet, sin que sea necesario, pero es más “cómodo”, y se impone. La mitad de los fondos europeos para la recuperación de los países (dinero público) es para la digitalización, y aplaudimos. Es lo que se nos viene encima, como algo esperanzador, mientras que nos hacen ver las olas del coronavirus, las parodias informativas, a la espera de poder ver más fútbol y espectáculos deportivos. Nos están haciendo cavar nuestra propia tumba.

Es una lucha a muerte, donde vale todo. Menos que se haga visible, pues como enseña Foucault el Poder se ejerce mientras que no se detecte, sino que se ha de aplicar como algo positivo y científicamente (la ciencia sustituye, con respecto al antiguo despotismo, a la religión como forma de pensamiento y de persuasión.) No necesita de la coacción más que una pequeña muestra que se hace ver como necesaria, mientras que sea aceptado su control. Sufrimos la construcción de este nuevo Poder totalitario, que se enmascara con su confrontación contra modelos fascistas del pasado. Y esta es la trampa. Cualquier crítica que se hace ahora se tilda de apoyar a la extrema derecha.

Estoy de acuerdo con lo que me corrige Priede en cuanto que “fascismo” es una amalgama que engloba muchas cosas, que es una palabra desgastada y que no es lo mismo el fascismo que el nuevo control, pero la uso para situar el término en el contexto del lenguaje actual. Cierto que sería más apropiado usar la palabra “totalitarismo”: tecnototalitarismo. Y ver que el Poder lo ejerce una oligarquía económica y financiera que suplanta a los estados, haciendo de los políticos una mercancía en la que se invierte, como vemos en la política actual: La izquierda es diseñada por los grandes medios de comunicación para desarmar al movimiento social, después desaparecen los círculos y las ideas sobre las que se presenta y se aplica una táctica de contención de las bases que se van apartado mientras que a los que los representan y a sus redes las enriquecen ostensiblemente (las compran), mientras que se amparan en una dialéctica antifascista, a la vez que construyen el nuevo modelo totalitario, el cual para serlo debe mantener y fortalecer la pobreza y la necesidad, o sea la dependencia de quienes son sometidos a las grandes corporaciones, que ejercerán su caridad, sus beneficencias. Mediante el juego de la política se compra a una parte del enemigo, para que se disuelva el resto, como sucede hoy con el movimiento social anulado y sin posibilidad de actuar, al mismo tiempo que quienes los “representan” se han enriquecido.

Las personas de a pie sufriremos a los unos y a los otros. A no ser que se encamine una conciencia social capaz de dar una respuesta, pero cuyo fundamento sea la razón, cuyo espacio colectivo en política es la democracia. Ésta cuando se desarrolla desde lo irracional es una simple máscara como percibimos a diario.

Salud y libertad.

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