Nadie debe quedar atrás en la campaña mundial de vacunación contra la COVID-19
BEIJING, 28 ene (Xinhua) -- La lucha de la humanidad contra la pandemia de la COVID-19 acaba de alcanzar otro sombrío hito con más de 100 millones de personas infectadas y más de dos millones de muertos.
Las vacunas son vitales para cambiar el rumbo, pero lo más importante es la cobertura de inoculación mundial. Ahora los países ricos están agotando los estantes, mientras que las naciones pobres están al final de la fila de espera.
La escena es ya familiar en la historia y no debería repetirse.
Según la People's Vaccine Alliance, una coalición mundial de organizaciones y activistas, los países ricos que representan solo el 14 por ciento de la población mundial han comprado el 53 por ciento de las ocho principales vacunas disponibles. Un ejemplo es Canadá. Si todos sus pedidos anticipados se entregaran podría inocular a sus residentes cinco veces.
En un marcado contraste, los países pobres están hambrientos de vacunas. Guinea, el primer país por bajos ingresos de África en administrar alguna vacuna, hasta ahora solo ha recibido 55 dosis. Muchos otros no tienen ninguna.
Mientras tanto, algunos países ricos están considerando la idea de los "pasaportes de vacunas". Suena pragmático, pero es realmente problemático. Sin una distribución global equitativa, esos "pasaportes" se convertirán en otro sello de privilegio y estigma de desigualdad.
Lamentablemente, no es la primera vez que la parte más acomodada del mundo deja a otros en la incertidumbre.
Durante décadas, muchos países en desarrollo han tratado de mejorar el bienestar de sus pueblos y alcanzar a sus antiguos colonizadores. Pero enfrentan todo tipo de obstáculos, muchos de los cuales son impuestos por países desarrollados, como las barreras comerciales, brechas tecnológicas, préstamos fuera del alcance y obligaciones irrazonables relacionadas con el cambio climático.
En cuanto a este último tema, algunos países desarrollados se muestran reacios a asumir la responsabilidad de sus emisiones históricas y tratan de trasladar la carga a las naciones en desarrollo. Al hacerlo, están negando a los emergentes la igualdad de acceso al crecimiento.
Tal inequidad ha llevado a un desarrollo inestable, desequilibrado e insostenible en todo el mundo, y esa es la causa fundamental de la creciente inestabilidad e incertidumbre de hoy, incluida la creciente amenaza del terrorismo y las continuas oleadas de refugiados.
La pandemia ha demostrado una vez más que los problemas globales necesitan soluciones globales. Si alguien es dejado atrás, todos somos vulnerables.
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