lunes, 1 de febrero de 2021

Otra historia negra de Félix Salgado Macedonio

 

Otra historia negra de Félix Salgado Macedonio

Héctor De Mauleón

“De repente salió el señor Salgado Macedonio de la recámara y con una cara diferente, como enojado, empezó a atacarme, me arrancó el top y la falda; me violó”

En 1998, el doctor Reynaldo Soria, fundador del PRD era el principal operador de Félix Salgado Macedonio en la Costa Grande de Guerrero. A principios de diciembre le avisaron que habría una reunión con Salgado en Chilpancingo. 

En compañía de Basilia “N”, con quien había iniciado una relación un año atrás, el doctor Soria tomó un autobús en Tecpan de Galeana, con destino a Acapulco. 

La primera mujer de Soria, activista de izquierda, fue asesinada en octubre de 1995 al volver de un acto de protesta por la matanza de Aguas Blancas: un hombre con un trapo en la mano se acercó a ella y le disparó a quemarropa. La esposa de Soria había encabezado poco antes una manifestación en la que, con pedradas y garrotazos, se había impedido que el cacique Rubén Figueroa presidiera un mitin en Tecpan. 

Para evitar conflictos y no herir los sentimientos de su antigua familia política, Soria mantenía en secreto la relación que había entablado con Basilia. Quiso la suerte que la exsuegra del médico abordara el mismo autobús en el que ellos iban a Acapulco. “Él me dijo que me quedara en el asiento sola y que él se iba al asiento con su exsuegra”, recordó Basilia después. 

Al llegar a la estación las cosas se complicaron. Soria tuvo que acompañar a su exsuegra al sitio al que esta se dirigía y no halló oportunidad de decirle a Basilia que lo esperara. 

Basilia: “Me dejó en la terminal sola alrededor de dos horas, sin dinero y sin conocer el lugar, pues yo nunca había ido a la ciudad de Acapulco […] por lo que me puse a llorar, en ese momento un taxista el cual no me proporcionó su nombre se acerca hacia mí y me pregunta por qué lloraba y yo le dije que me habían dejado allí sola y él me ofreció irme a su casa con su familia para que pudiera descansar un rato, por lo que acepté ya que no contaba con ningún número telefónico en donde pudiera avisarle a mis familiares y a mi pareja”. 

Cuando Soria regresó a la estación Basilia ya no estaba. Esperó hasta las seis de la mañana y tomó un autobús a Chilpancingo. La reunión con Salgado Macedonio era a las diez. A las once, la secretaria particular del entonces perredista le dijo que Basilia estaba con Félix, y que él iba a llevarla a la reunión. Pero Félix no llegó. 

“Lo esperamos hasta las dos”, dice el doctor Soria. “Nunca apareció”. 

Desesperado, el médico regresó a Tecpan. El relato de Basilia es el siguiente: 

“Al otro día, sábado en la mañana, cuando él [el taxista] se tenía que presentar en su trabajo, le pregunté que si conocía o sabía dónde vivía el señor Félix Salgado Macedonio que era político, y el taxista de inmediato me contestó que sí […] Al llegar a la casa toqué la puerta salió un escolta o un guarura, le di mi nombre y le dije que era la esposa del señor Reynaldo Soria, por lo que me permitieron entrar”. 

Según su declaración, Salgado Macedonio le dijo que la llevaría a la reunión y le pidió que esperara en la sala de la casa. Salgado se metió a una recámara. Ella estuvo esperando cosa de 15 minutos. 

“Cuando de repente sale el señor Félix Salgado Macedonio de la recámara y con una cara diferente, como enojado y frotándose la nariz con la mano, se fue hacia mi persona y empezó a atacarme, es decir con sus manos me arrancó el top y la falda, por lo que yo le decía ‘qué pasaba’, ‘qué hacía’, ‘por qué me hacía daño’, y él nunca contestaba nada, solo su cara de enojo y su respiración agitada y sus manos estaban temblando […] Estaba presente el guarura quien tenía consigo una pistola y le dijo ‘patrón, es una niña’, y él le respondió ‘lárgate a tu trabajo’”. 

Basilia cuenta que Salgado la inmovilizó con el antebrazo izquierdo y de ese modo, con ella “sin fuerza y en shock”, la violó: “Me aventó en un sillón, se puso la trusa y su pantalón y empezó a buscar su cartera, sacó 100 pesos y me los aventó en la cara diciéndome ‘esto no pasó’”. 

Con esos 100 pesos Basilia tomó un taxi y compró un boleto de regreso a Tecpan. 

“No supe qué hacer, cómo reaccionar –relata Soria--. Me quedé desconcertado, perplejo. Tenía en contra a toda la familia. El gobierno era priista y los derechos humanos no existían. No me atreví a denunciar,  yo sabía que nos iban a reprobar”. 

Basilia insistió en levantar la denuncia. El ministerio público de Tecpan la desalentó. No era cualquier persona la que iban a denunciar. “Era una persona poderosa y peligrosa”, les dijo. 

No volvieron a tener contacto con Salgado. Hasta que en febrero de 2020 otra vez se les atravesó su nombre. Una persona le contó a Basilia que el que iba a ser el próximo gobernador tendría un acto de precampaña en Tecpan. Andaban buscando una casa donde recibirlo. Tal vez Soria y Basilia podrían prestar la suya. 

Basilia dijo que con ese individuo ni a la esquina. 

“A ella se le volvió a prender la mecha”, dice Soria. Ella había tenido varias crisis y tomado varias terapias. “Cuando vimos la primera denuncia que le hicieron supimos que no había sido una cosa aislada, que Salgado Macedonio era un violador”. 

Interpusieron una denuncia en la FGR, ante la agente del ministerio público Lisset Zamorano de Fevimtra. “Me atrevo a denunciar porque confío en este nuevo gobierno”, dijo Basilia. 

La denuncia no procedió. La pareja vio cómo la alta cúpula de Morena apoyaba a Salgado, cómo la mayor parte de los precandidatos a la gubernatura bajaban la cabeza ante él. 

El domingo pasado el doctor Soria irrumpió en un acto encabezado por Pablo Amílcar Sandoval. Era un acto convocado “en plan de que haya unidad”. Micrófono en mano, Soria estalló: “Esto no es digno de Morena”. Había entregado una acusación a la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia de ese partido, pero el partido seguía en la tónica de apoyar al candidato de AMLO y del presidente nacional, Mario Delgado. 

“Para ellos es un delito que ya prescribió”, afirma Basilia. “Para mí no ha prescrito. Estoy lastimada y no quieren verlo”. 

En efecto, ¿no quieren verlo? 

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