lunes, 1 de marzo de 2021

Abeja melipona, una obrera maya muy dedicada

 

Abeja melipona, una obrera maya muy dedicada

Especial: Fauna nuestra

Pequeña y sin aguijón pero vital para el desarrollo de la vida, la abeja maya o melipona es una obrera incansable encargada de mantener la biodiversidad en la Península de Yucatán.

“Su importancia es increíble, son polinizadoras, ayudan a la reproducción sexual de las plantas y con esto a la diversidad de la región y la salud de los ecosistemas, además de que hay una cultura tradicional maya muy cercana a ellas, entonces su importancia es biológica, ecológica, genética, cultural y mucho más, no podemos prescindir de su presencia”, comenta el biólogo Roberto Rojo, director del planetario Sayab. 

Además, menciona, “son muy bonitas, si las ves de cerca tienen colores increíbles y formas impactantes”. 

Apunta que según el doctor Ricardo Ayala, experto de las abejas en México, no se encuentra actualizado el número de especies para la península de Yucatán. Sus datos muestran alrededor de 150 especies en la zona, aunque el número rebasaría las 200, pero hace falta mucho y mejor muestreo de esta fauna en la región, en especial al sur. 

Roberto Rojo comenta que la península no es tan rica en especies de abejas porque tenemos limitaciones en el suelo, que es mayormente kárstico y la roca caliza tiene procesos de calcificación que dejan un suelo muy somero, que influye en la cantidad de especies que tenemos. “Las que existen aquí anidan en cavidades, cuevas, cenotes y cavernas”, destaca el biólogo.

Se conocen 17 especies de abejas sin aguijón o meliponas para esta región y algunas son más abundantes que otras. Las tres principales son melipona abequis, scaptotrigona pectoralis y nannotrigona perilampoides.

Las meliponas son un grupo de himenópteros apócritos, de la familia apidae y pertenecen a una tribu que se llama meliponini, éstas son muchas especies de abejas (más de 500) sin aguijón que habitan en diversas zonas tropicales del mundo. En América las encontramos desde Sinaloa y Tamaulipas, en México, hasta Tucuman y Misiones, en Argentina. 

Sus características es que son un poco más pequeñas que las europeas y pueden ir desde los dos milímetros de longitud en el género trigona hasta los dos centímetros en el género melipona. Un distintivo en ellas es la carencia de aguijón: “en realidad lo tienen atrofiado y se defienden de diferentes maneras, una de ellas dando pequeñas mordidas a las personas o animales que se acercan demasiado a las colonias, pero no cuentan con aparato de veneno”. Se desconoce la población aproximada y el tiempo que viven.

El grupo de las abejas sin aguijón tiene una forma particular (y relativamente sencilla) de hacer sus nidos, explica el director del planetario Sayab: “tienen una parte donde están los panales de cría, que son similares a los de la abeja melífera, pero que están dentro de una cámara especial y hay una zona separada con las ánforas donde depositan el alimento (la miel y el polen)”.

El nido de las crías tiene una forma característica y está recubierto de láminas o membranas que se llaman involucros, hechos de una sustancia conocida como serumen, que es mezcla de propóleo y cera; eso protege e impermeabiliza la cámara de cría. 

“Generalmente lo hacen en un tronco podrido, es por eso que en las comunidades mayas hacen los jobones, que es un pedazo de tronco que habilitan para que lleguen las colonias de abejas”, manifiesta el biólogo.

Menciona que aunque estas especies no están registradas como en peligro de extinción, hace falta mucha investigación al respecto; sin embargo, tiene varias amenazas, como la deforestación “entre más selva tumbamos menos comida tienen las abejas y corren más peligro”; los agroquímicos y herbicidas que matan a las plantas, que son su alimento y las fumigaciones.

“Lo más grave es el desconocimiento del ser humano sobre su importancia, si no sabemos sobre ellas, si no las conocemos ni tenemos información no podemos cuidarlas y muchas de las cosas que hacemos, aunque no sean de mala fe, inciden directamente en la supervivencia de estas pequeñitas”, concluye Roberto Rojo.

Edición: Elsa Torres

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