lunes, 1 de marzo de 2021

¿Malinche enamorada?

 

¿Malinche enamorada?

“El amor romántico es al patriarcado, lo que el nacionalismo es al estado-nación”

Yásnaya Aguilar

 

La idea de que Marina, o Malintzin, una mujer esclava regalada a los expedicionarios españoles en 1519 se enamoró del capitán Hernán Cortés tras convertirse en su concubina y traductora no tiene el menor fundamento histórico. En las historias del siglo XVI no hay la menor evidencia de una relación afectiva y menos amorosa entre la “lengua” Marina y el poderoso gobernador, posteriormente Marqués. Él apenas la menciona y sólo para echarle la culpa de uno de sus peores crímenes, la masacre de miles de civiles desarmados en Cholula. Los tlaxcaltecas glorificaron a Malintzin como la tejedora de las alianzas entre indígenas y españoles y la representaron siempre enfrente y más grande que el español a quien acompañaba, vestida con los más espléndidos huipiles. Pero nunca ofrecieron el menor indicio de que ambos tuvieran una relación afectiva. En las danzas de conquista, los rituales concheros, las otras ceremonias que conmemoraban la conquista entre las comunidades indígenas y campesinas, en las historias escritas por otomíes y otros pueblos, Malintzin es esposa o hija de Moctezuma, a veces pareja de Cortés, incluso madre de los españoles, pero no es una mujer enamorada.

El amor romántico entre Malintzin y Cortés es un invento literario y operístico del tardío siglo XVIII y del XIX, concebido lejos de México. La historia inventada entonces se ha repetido hasta volverse trillada: el encantador, peligroso, violento pero sumamente viril Hernán Cortés recibe como regalo en las costas de las exóticas tierras del México antiguo a una hermosa y desvalida cautiva, Marina, a quien usa como traductora. Ella se enamora de él y lo ayuda a subyugar al poderoso imperio azteca. Él la libera de su condición de esclava y la eleva a ser su compañera. Pero el enamoramiento no es enteramente correspondido por el capitán español, que la abandona en cuanto deja de serle útil como traductora. Sin embargo, fructifica en Martín Cortés, el primer mestizo, fundador de una raza.

Esta historia no tiene nada que ver con lo que pudo haber sido la relación humana entre el capitán y su cautiva. Pero sí corresponde con los estereotipos de género, raciales y continentales que se construían en el pensamiento occidental de la época. Cortés se construye en estas narraciones como un varón dominante, el paradigma de una figura en auge en la época: el conquistador, explorador, misionero, civilizador blanco que subyuga y seduce a las razas inferiores del planeta. El imaginario de los varones europeos de la época, quienes escribían las obras y los libretos, quienes leían y asistían a las óperas, era perfectamente creíble que este parangón de la virilidad, investido además con todas las virtudes de su raza blanca, deslumbrara y enamorara a la mujer nativa. Era de esperarse que ella se rindiera ante su fuerza masculina, su superioridad histórica. El triunfo sentimental de Cortés se convertía en una metáfora para el triunfo civilizatorio de Europa y de sus hombres agresivos y conquistadores.

La figura de Malintzin enamorada está cortada de otras telas. En primer lugar, las representaciones de las Indias o de América tendían a feminizar y erotizar este continente y sus habitantes, representándolas por medio de alegorías de doncellas desnudas y emplumadas. En un equívoco que surgió desde 1492, los europeos interpretaban el hecho de que algunas mujeres americanas usaran menos ropa y no cubrieran por completo su cuerpo como signo de su disponibilidad sexual. La desnudez de Malintzin como mujer indígena corresponde también a los estereotipos orientalistas que exotizaban y erotizaban a las mujeres árabes y asiáticas y las convertían en objetos de deseo morboso de los europeos colonialistas.

Este cliché racista y sexista es tan acendrado que en la serie de televisión “Hernán” de 2019, la primera vez que aparece el personaje de Malintzin se muestra desnuda, transformándola en un objeto sexual para el ojo europeo antes que en un personaje que hable o tenga siquiera nombre. La pregunta que se viene a la mente es si los guionistas de este proyecto hubieran presentado de la misma manera a una mujer española. Como parece altamente dudoso, debemos concluir que así como para la imaginación occidental parece inevitable que la mujer indígena se enamorara del capitán español, también resulta natural que éste hiciera suya una mujer sin ropa, que la sedujera e incluso que abusara de ella. La desnudez de Marina no sólo es preámbulo a su dominación, sino símbolo de una imaginaria disponibilidad de las Indias, de América, a los colonizadores europeos, un continente femenino, pasivo, inerme que esperaba ser descubierto, dominado por los impetuosos varones blancos.

En las versiones más romantizadoras, las novelas de Laura Esquivel y Fanny del Río, el enamoramiento de Malintzin por Cortés explica todo su comportamiento, es una forma de devoción que la lleva a elegir a su amado por encima de su pueblo y su tierra, a aceptar la religión católica. El enamoramiento entre la bella y joven mujer indígena y el impetuoso conquistador se convierte en el símbolo de la relación entre sus respectivas culturas. En la alcoba se juega la gran historia y lo hace de acuerdo a los más manidos roles de género y estereotipos raciales: al varón español le toca dominar y a la mujer nativa aprender y admirar.

En las versiones más negativas, Marina es una mujer lasciva, llevada por su incontrolable deseo femenino a traicionar a su raza y sacrificar a sus propios hijos. Corresponde al estereotipo misógino de la mujer pecadora y caída que merece vivir en su cuerpo y su persona, en su destino y sus descendientes, el merecido castigo por sus faltas. Por eso merece, supuestamente, el odio y el resentimiento de aquellos a quienes traicionó.

Ante estas visiones tan maniqueas es claro que el personaje sorprendente de una joven cautiva indígena merece un mejor tratamiento que enamorarla de un hombre que la recibió como regalo, la forzó a una relación sexual y le arrebató a su hijo. ¿Será imposible imaginar otra relación entre ambos que no utilice el amor romántico como la ideología de la dominación masculina y racial?

 

Lecturas mencionadas

  • Fanny del Río, La verdadera historia de Malinche, México, Grijalbo, 2015.
  • Laura Esquivel, Malinche, México, De bolsillo, 2015.
  • “Hernán”, serie de televisión, 2019.

No hay comentarios:

Publicar un comentario