miércoles, 12 de mayo de 2021

Opinión: Los israelíes, los palestinos y sus vecinos están preocupados: ¿acaso llegó la hora de la verdad?

 

Opinión: Los israelíes, los palestinos y sus vecinos están preocupados: ¿acaso llegó la hora de la verdad?

Thomas L. Friedman

Veamos, ¿qué sucede cuando TikTok se une a las quejas palestinas sobre las apropiaciones de tierras de la derecha israelí en los barrios árabes de Jerusalén? ¿Y si a esa mezcla le añadimos la noche de oración musulmana más sagrada en Jerusalén, además de la fiesta israelí más emotiva en el mismo lugar, así como un juego de poder de Hamás para asumir el liderazgo de la causa palestina? ¿Y, por último, un vacío político en el que la Autoridad Palestina es incapaz de celebrar nuevas elecciones e Israel está tan dividido que no puede dejar de celebrarlas?

Suceden cosas como la explosión de violencia en Jerusalén del lunes, que no tardó en extenderse al frente de Gaza y que ha llevado a la gente a preguntarse: ¿acaso llegó la hora de la verdad? ¿Es este el comienzo del próximo levantamiento palestino?

El gobierno israelí, los países árabes circundantes y la Autoridad Palestina desean con todas sus fuerzas que la respuesta sea “no”: Israel, porque encontraría poco apoyo de una Casa Blanca de tendencia de izquierda, y mucho menos del resto del mundo, para reprimir con fuerza a los palestinos; los gobiernos árabes, porque la mayoría de ellos quieren hacer negocios con los fabricantes de tecnología israelíes, no verse envueltos en la defensa de los lanzadores de piedras palestinos, y los dirigentes palestinos, porque esto pondría de manifiesto el poco control que tienen sobre el pueblo palestino.

Sin embargo, a diferencia de las intifadas que comenzaron en 1987 y 2000, cuando Israel tenía a alguien a quien llamar para intentar apagarlas, esta vez no hay ningún palestino al otro lado del teléfono, o, si lo hay, es un joven de 15 años en su teléfono inteligente, pasando órdenes e inspirándose en TikTok, la aplicación de video que suelen utilizar los jóvenes palestinos para retarse y animarse a enfrentarse a los israelíes.

Jack Khoury, experto en la dinámica árabe de este conflicto, lo expresó muy bien el lunes en su análisis en Haaretz, al escribir que el motor del lado palestino de la protesta “es el movimiento popular”, que está conformado “en su mayoría por la generación más joven, que no espera a su liderazgo político ni a la Autoridad Palestina ni a los líderes árabes en Israel o en la Franja de Gaza”. En los últimos días se ha informado que Hamás está tratando de avivar la protesta, pero los dirigentes de Hamás no tienen ningún control sobre los acontecimientos... y por lo tanto, tal como lo ve el gobierno israelí, no hay ninguna dirección o persona a la cual dirigirse para dar lugar a un debate político sobre la situación”.

Pero, ¿qué fue lo que desató todo esto? La yesca fue una colisión de “tiempos sagrados” y “territorios sagrados”, según me dijo el filósofo religioso de la Universidad Hebrea Moshe Halbertal, y luego diferentes actores lanzaron fósforos para crear un incendio voraz.

En concreto, el Día de Jerusalén de este año —la festividad nacional que conmemora el establecimiento del control de Israel sobre Jerusalén Este, la Ciudad Vieja y la Explanada de las Mezquitas en la guerra árabe-israelí de 1967, que unificó a Jerusalén Este y Oeste— se celebró con servicios de oración en el Muro de los Lamentos a partir del domingo por la noche.

Esta fecha sagrada israelí coincidió más o menos con la Laylat al-Qadr, o la Noche del Destino, de los musulmanes, que este año cayó el sábado. Se considera no solo la noche más sagrada del Ramadán, sino de todo el calendario islámico. Conmemora la noche en que los primeros versos del Corán fueron revelados al profeta Mahoma por el ángel Gabriel y está marcada por la reunión de miles de musulmanes en la mezquita de Al-Aqsa, cerca del Muro de los Lamentos en la Explanada de las Mezquitas.

La coincidencia de estas fechas sagradas provocó enfrentamientos inevitables en los callejones de Jerusalén Este y culminó el lunes con la incursión de la policía israelí en la mezquita de Al-Aqsa, donde los palestinos habían acumulado piedras. Cientos de palestinos resultaron heridos y más de 20 policías israelíes sufrieron lesiones.

Esta situación se vio agravada por una prolongada lucha por lo que Halbertal llamó “territorio sagrado”. En resumen, los judíos israelíes de derecha habían conseguido una orden judicial para desalojar a seis familias palestinas que viven en casas ubicadas en terrenos que eran propiedad de los judíos en Jerusalén Este antes de que la ciudad se dividiera en la guerra de 1948. Las familias palestinas están luchando contra su desalojo en los tribunales. De hecho, el Tribunal Supremo de Israel tenía previsto emitir un fallo el lunes para determinar si se podía expulsar a los palestinos, pero retrasó la decisión debido a la violencia.

Los palestinos argumentan que es injusto que los judíos puedan reclamar las tierras o las casas que poseían en Jerusalén Este antes de 1948, pero los palestinos carecen de medios legales para reclamar las tierras que poseían en Jerusalén Oeste o en cualquier otro lugar de Israel antes de 1948.

Los enfrentamientos en torno a estas fechas y espacios sagrados son suficientemente incendiarios por sí mismos, pero también fueron alimentados, como he dicho, por escenas en TikTok. En abril, algunos jóvenes palestinos subieron un video corto en el que aparecían agrediendo a un judío ortodoxo en el transporte público, a fin de inspirar ataques de imitación. En respuesta, un grupo judío de extrema derecha llamado Lehava encabezó una marcha por Jerusalén hasta la Puerta de Damasco de la Ciudad Vieja, en la cual gritaban a coro: “Fuera árabes”.

Todo este lío hace que un nudo gordiano parezca sencillo de desenredar. Pero, ¿qué nos dice todo esto?

La cuestión más evidente e importante es que en años recientes ha surgido un consenso peligrosamente ingenuo en Israel que sugiere, en esencia, que esta ciudad suprimió el conflicto palestino y que los palestinos que viven en Cisjordania y Jerusalén Este deben resignarse a vivir bajo el control permanente de Israel. Este consenso fue tan poderoso que, en las cuatro últimas elecciones de Israel, la cuestión de la paz con los palestinos —cómo lograrla y qué pasa si se ignora— no formó parte de la agenda.

Los Acuerdos de Abraham diseñados por el gobierno de Donald Trump, que normalizan las relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Sudán y Marruecos —aunque son valiosos para ayudar a estabilizar la región— también reforzaron la noción de que la causa palestina, en esencia, ya no es relevante. Los titulares de hoy demuestran la falacia de ese pensamiento.

Por cierto, al gobierno de Joe Biden no le interesa verse obligado en este momento a reaccionar ante esos titulares. No cree que haya las condiciones adecuadas para cualquier progreso real en la cuestión israelí-palestina y lo último que quiere —ahora que su principal objetivo en la región es tratar de revivir el acuerdo nuclear con Irán, que ya está provocando enormes tensiones con Israel— es distraerse teniendo que mediar un cese al fuego entre israelíes y palestinos o desbaratar los intentos iraníes de enardecer la situación en Jerusalén.

Pero, ¿hacia dónde nos dirigimos?

En parte eso depende de Benjamín Netanyahu. De todas las coincidencias disparatadas de este momento, quizá la mayor es que se produce en los que podrían ser los últimos días de Netanyahu como primer ministro de Israel, tras más de doce años en el cargo. A Netanyahu le interesa que sus rivales no logren crear una nueva coalición para derrocarlo. Le gustaría que Israel fuera a unas quintas elecciones, lo que le daría la oportunidad de seguir en el poder y quizá evitar la cárcel si es condenado en su actual juicio por corrupción. Una de las maneras en que Netanyahu podría conseguirlo es exacerbar la situación a tal grado que sus rivales de derecha tengan que abandonar el intento de derrocarlo y declarar, en cambio, que no es momento para un cambio de liderazgo.

Mucho depende también de lo que Hamás decida hacer. Hamás no ha logrado un crecimiento económico significativo en la Franja de Gaza que gobierna ni avances políticos con Israel. Y el hecho de que la Autoridad Palestina acabe de aplazar las elecciones previstas, que tal vez habría dominado Hamás, significa que está en un punto muerto.

¿Qué suele hacer Hamás cuando está en un punto muerto? Disparar cohetes contra Israel. Pero el lunes hizo algo bastante inusual. Disparó cohetes contra Jerusalén para intentar asumir el liderazgo de la revuelta que se está gestando allí. Israel respondió con un bombardeo a Gaza en el que, al parecer, han muerto 20 palestinos hasta el momento.

En resumen: todo esto podría calmarse en tres o cuatro días, ya que Hamás, Israel, Egipto, Jordania y la Autoridad Palestina consideran que les conviene imponer su voluntad en la calle. O no. Y si se convierte en otra intifada, en la que el pueblo impone su voluntad a sus dirigentes, este terremoto sacudirá a Israel, Gaza, Cisjordania, Jordania, Egipto y los Acuerdos de Abraham.

Si eso ocurre, les sugiero que descarguen TikTok para seguirlo todo en tiempo real.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company

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