Negros hebreos, al borde de la expulsión: "Israel es mi
casa"
Agencia EFE
lun, 4 de octubre de 2021 3:34 a. m.
Dimona (Israel), 4 oct (EFE).- La orden de expulsión de la
"negra hebrea" Cynthia Clarck para abandonar Israel ya ha expirado.
Sus siete hijos podrán quedarse, entre ellos la joven Atayah Ross, con
ciudadanía israelí tras haber servido en el Ejército: "No nos reconocen ni
como comunidad ni como familia", dice a Efe.
El Gran Rabinato no valida como "judíos" a esta
comunidad afroestadounidense que comenzó a emigrar en 1969 como descendiente de
la tribu de Judá, por tanto no tiene derecho a establecerse y aunque tras
décadas de litigios ha conseguido cierta regularización, hoy una docena de
familias, incluso con nacidos en el país, afronta una deportación inminente.
Dawn Hercules -que llegó en la década de los años noventa-,
ha recibido la misma orden de deportación que Cynthia -que llegó en los
ochenta-, pero en su caso sus ocho hijos, que nacieron aquí, tendrán también
que abandonar el país, incluida Yahletal, de 23 años.
"Nací y crecí aquí. Esto es todo lo que conozco. Israel
es mi casa", declara a Efe Yahletal, una joven que en sus 23 años no ha
podido cruzar otra frontera por su situación irregular.
"Invisibles" se sienten ante el Estado, asegura
Dawn a Efe, frente a la fachada de su hogar en Dimona, en el desierto del
Neguev, que acogió a finales de la década de los sesenta el primer grupo de
inmigrantes, hoy residentes en un colorido complejo de casas bajas y coquetos
jardines donde está prohibido fumar y sus 300 habitantes veganos practican la
vida ecológica.
Unos 3.000 miembros de esta peculiar comunidad, que ayuna en
Shabat -día de descanso judío-, reza y practica un judaísmo suigéneris, reside
en Israel porque se consideran descendientes de una de sus doce tribus,
formadas por el patriarca bíblico Jacob, cuya historia se narra en el Libro del
Génesis.
SER O NO SER JUDÍO
"Nuestras canciones son sobre el río Jordán, no sobre
el río Niger; cantamos a Jericó, Jerusalén y los canaítas, no a Mali ni a
Tumbuctú", defiende a Efe Ahmadiel Ben Yehuda, portavoz de la comunidad,
la cultura musical a través de la que asegura consiguieron mantener su
identidad en EE. UU., adonde sus antepasados llegaron desde África como
esclavos.
Era su única forma de expresión, explica, en los más de dos
siglos de esclavitud en EE. UU. donde conservaron una singularidad dentro de la
comunidad afroamericana. Hasta que Ben Amí Ben Israel, nacido en el seno de una
familia cristiana baptista, comenzó en 1963 en Chicago la creación del centro
cultural A-Beta Hebreo.
"Nuestra identidad nos llevó a volver a nuestra tierra
ancestral de Israel, a Jerusalén, y muchos salieron de EE. UU. en 1967; pasaron
un año y medio en Liberia, una vivencia muy difícil, y en 1969 llegamos a
Israel", resume sobre la hazaña que protagonizó "el líder
espiritual", Ben Amí, que murió en 2014 en Dimona.
Pero al entrar en Israel, no se reconoció su judaísmo y
quedaron al margen de la Ley del Retorno de 1950, que concede automáticamente
ciudadanía a cualquier judío del mundo. Si bien las leyes migratorias
restringen la adquisición de ciudadanía y la imposibilita a los refugiados
palestinos que nacieron en la región.
El texto legal fue modificado posteriormente para definir
como judía a "una persona que nació de una madre judía, o se ha convertido
al judaísmo y no es miembro de otra religión".
Para Ben Yehuda supone un conflicto entre etnia y religión
al no reconocer a la comunidad "Áfrico Hebreo Israelita de Jerusalén"
su origen genealógico como descendientes de Judea y sin embargo "aceptar
la conversión".
Tras varias negociaciones políticas con los sucesivos
gobiernos, en los años noventa llegaron a un acuerdo para ir regularizando
progresivamente su estatus: primero mediante residencias temporales, luego
"permanentes" y, en cada caso, ciudadanía.
FAMILIAS, MÁS ALLÁ DEL COLECTIVO
La situación ha llevado a una "discrecionalidad",
consideran, que no entienden sus miembros ni como colectivo ni como individuos.
"Las directrices no están claras. Demoran (las citas en la Administración)
y al final no la consigues y te quedas sin tiempo y te echan", lamenta
Ross.
Su madre Cynthia es el único miembro de su familia que debe
abandonar Israel. Quedará su padre que, al haber servido en el Ejército
israelí, consiguió la ciudadanía israelí. Como otro de sus hermanos, y un
tercero, que consiguió la llamada residencia permanente.
El resto tiene una "residencia temporal" y en
realidad ninguno sabe a qué procedimiento acogerse para homogeneizar su
situación.
"Lo que siento es que discriminan nuestra forma de
vida, porque no practicamos el judaísmo en el modo que ellos creen que debemos,
o que no nos ajustamos a los estándares", considera Cynthia por lo que
cree que debería ser un reconocimiento automático.
Dawn y Cynthia llevan décadas intentando regularizar su
situación sin conseguirlo pero, aún así, optaron por crear una familia en
Israel, que ahora no sabe si podrá permanecer junta.
La Ley de Inmigración prevalece sobre la del Retorno, que
determina el Estado judío que es Israel y su población, y con las órdenes de
expulsión efectivas desde el 23 de septiembre, intentarán ahora apelar al
Supremo.
"No creemos que la manera de resolverlo sea por lo
legal. Políticamente, una firma del primer ministro o de la ministra del
Interior habría resuelto este problema. Siempre fue así", considera Ben
Yehuda sobre la historia de un colectivo, hoy ampliamente integrado en la
sociedad israelí, que reabre los debates del origen.
Laura Fernández Palomo
(c) Agencia EFE
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